Javier Vázquez Delgado recomienda: El Legado de Jack Kirby

Se cumplen ciento un años del nacimiento de Jack Kirby, el llamado Rey de los cómics, no sin poderosas razones que respalden tan hiperbólico apodo. Se torna un ejercicio necesario el recordar a los grandes, teniendo en cuenta la triste y reciente noticia del deceso de un clásico entre clásicos como Russ Heath. Después de esta nota nostálgica, volvamos a Kirby. El ejercicio pasado cumplimos el cupo al tratar de glosar su centenario , tal y como era preceptivo. Pero no deja de quedar una cierta sensación de añoranza y, sobre todo, una tendencia a rebuscar en el cajón de los proyectos inconclusos….pero eso ya será en otro momento. En este nos vamos a conformar con hacer un breve resumen de su vida, con una pequeña mención a su obra, para recodar a todos los lectores el legado del Rey de los Cómics. Tarea harto complicada sintetizar, en pocas palabras, todos los logros en la larga carrera de uno de los más influyentes autores de la viñeta norteamericana. Personajes, historias, objetos, diseños… lo mejor que se puede decir al respecto es que aunque creas que no eres un entendido sobre el noveno arte, seguro que alguna vez te has cruzado con una imagen icónica dejada para la historia por el bueno de Jack. Echemos un vistazo a la pantalla grande, portal que ha permitido la expansión del superhéroe a niveles nunca antes pensados: Thor, Iron Man, los Vengadores, el Capitán América, Hulk, Nick Furia, los X-Men, los 4 Fantásticos, el concepto de Ant Man, Steppenwolf, las Cajas Madre y los parademonios de esa Liga de la Justicia… hasta Groot de los Guardianes de la Galaxia llevan implícita la firma de Jack Kirby. Todo un talento creativo que debe ser reivindicado.

Jacob Kurtzberg viene al mundo en el seno de una familia de inmigrantes judíos en las faldas del Lower East Side. La vida no era fácil para gente de su condición por lo que el joven pronto aprende que el trabajo duro es el único método para ganarse un sustento. Tanto que, en el periodo de la Gran Depresión, tuvo que abandonar sus estudios para ponerse a laborar vendiendo periódicos. Era casi un niño pero su personalidad ya estaba cogiendo forma, moldeada por un entorno duro, como era un barrio marginal donde la delincuencia campaba a sus anchas; esa obligada necesidad de aportar a la economía familiar le hizo separarse de las malas compañías. Jack siempre ha contado que fue su ferviente imaginación, regada convenientemente por las revistas pulp y las tiras de prensa de la época, la que le mantuvo en la buena senda. Eso y participar en un proyecto social llamado Boys Brotherhood Republic, un lugar que le permitió canalizar su talento con el dibujo, además de otorgarle capacidad de gestión y un fuerte sentido de la responsabilidad. Se puede decir que fue un importante salvavidas para jóvenes en entornos complicados.

La sensación de que Jack Kirby fue un trabajador incansable la tenemos desde su práctica irrupción en el medio. Primero tratando de hacerse un hueco en tiras de prensa, donde no obtuvo el reconocimiento deseado. Su paso al comic-book le puso en contacto con su más cercano colaborador durante sus años de expansión artística, Joe Simon. Ambos despuntaban en el taller de Victor Fox, por lo que pronto llamaron la atención de otras compañías. Una pequeña editorial llamada Timely se fijó en ellos y allí dejaron una importante producción, destacando, sobre todo, por la creación del Capitán América. El estallido de la guerra en Europa y la actitud antisemita del nazismo provocó un repunte del patriotismo en los EEUU, incluso en estadios donde el país se mostraba todavía neutral. Simon y Kirby, de credo judío, sabían muy bien quienes eran los villanos, por lo que articularon la historia de Steve Rogers, un genuino patriota sometido a experimentos científicos que lo convierten en un supersoldado, dispuesto a darle un buen puñetazo al mismísimo Adolf Hitler en la cara. Adornado con las barras y estrellas en toda su parafernalia, el personaje se convirtió en un sonoro éxito, el primero de muchos para la dupla creativa.

Jack y Joe siguieron dejando una importante impronta en el medio, pasando de editorial en editorial, siempre con un innato deseo de prosperar. Se puede decir que lograron algo impensable en la Golden Age de los comic-books, lograr un prestigio y una marca autoral que les reportó importantes beneficios. Ellos, a pesar de esa popularidad, nunca dejaron de hacer aquello que mejor se les daba, a saber, contar historias, ya fueran de género negro, ciencia ficción o romance. Trabajaron y trabajaron; y así consiguieron hacerse con su propio taller de artistas. Quedaba el gran salto por asumir, montar una editorial de cómics, a la que llamaron Mainline Publications. Desgraciadamente, el mundo del noveno arte norteamericano estaba a punto de sufrir la peor crisis que se recuerda en el medio. La llegada de la censura, el tristemente célebre Comics Code Autorithy, supuso un varapalo tremendo a la libertad de los artistas y los tebeos pasaron a situarse en el punto de mira de una sociedad que veía monstruos donde no los había. El negocio dejó de ser tan rentable como años atrás y muchas editoriales tuvieron que cerrar, entre ellas la regentada por Simon y Kirby.

Jack recibía a finales de los años cincuenta un baño de realidad. Todo no iba a ser de color de rosa y tocaba comenzar desde lo más bajo de nuevo. Esta vez solo, sin la ayuda de Simon, Kirby paseó su arte por variadas editoriales hasta que dio con sus huesos en Atlas, la compañía conocida anteriormente como Timely. Allí continuaba el dueño, Martin Goodman, inasequible al desaliento, copiando la moda de rigor. Y el editor jefe también era un personaje conocido para nuestro artista. Se trataba de Stan Lee, al que Kirby recordaba como el entrometido primo del jefe, entonces chico para todo en la editorial. Ahora era el principal guionista que Goodman tenía en nómina, además de ser el responsable último de todo el proceso creativo. Lee estaba pasando por un periodo de crisis y Kirby estaba dedicado al poco estimulante mundo de los monstruos, cuando una circunstancia lo cambió todo. El repunte de popularidad del cómic de superhéroes propició la unión de sus talentos para dar lugar a algo distinto, inusual, una cabecera que cambiaría la forma de concebir el cómic; ni más, ni menos que los 4 Fantásticos.

Da comienzo la Era Marvel de los cómics, la edad dorada de Kirby como creador, aquella que nos permite observar de manera fáctica el legado del artista. Es en estos momentos cuando se convierte en santo y seña de una forma de hacer cómics; su manera de narrar, su portentosa capacidad de imaginar entornos imposibles y parafernalia científica, su diseño de personajes…. pasa a ser el dibujante a imitar para una generación de entusiastas que quedan prendados de sus habilidades. Jack se siente seguro e incluso hace incursiones atípicas, con ciertas influencias del Arte Pop, siempre en busca de sorprender al lector pues para nuestro artista lo primero era la diversión. El hecho de haberse criado en un entorno conflictivo propició que su mayor aspiración no se centrara en una vertiente realista de la viñeta, sino en la estimulante capacidad de inducir ensoñaciones en sus fieles seguidores. Sus planchas contienen siempre situaciones fuera de lo normal que provocaban que la imaginación del lector volara a grandes alturas. Kirby no era el virtuoso entre virtuosos; muchos de sus contemporáneos le superaban en aspectos técnicos. Pero nadie lograba acercarse al sentido de la maravilla como cuando te embarcabas en sus historias. El buen Jack se convierte, merecidamente, en el Rey de los cómics.

La década de los sesenta representa su conversión en un icono del noveno arte, categoría que mantendría hasta su práctico retiro en los años ochenta. Aspecto que será refrendado por su fichaje galáctico por DC Comics, editorial para la que había colaborado, de forma previa, con su inseparable Joe Simon. Kirby venía a la Distinguida Competencia para demostrar que era mucho más que un gran dibujante; se concebía a sí mismo como un autor total, un genio sin miedo a nada. Y aspiraciones no le faltaban. Se propuso instaurar una nueva mitología en la editorial de Batman y Superman con el ciclo conocido como “El Cuarto Mundo”, cuestión que se dedicó a expandir mientras los editores le respetaron. Lamentablemente, las ventas no eran tan boyantes como la compañía requería, por lo que su gran proyecto quedó cancelado. Esto provocó los primeros roces con el gran jefe editorial, Carmine Infantino, que a la larga supuso la salida de DC, dirección de nuevo a Marvel. Hasta que el retorno se hizo efectivo, todavía nos legaría grandes obras como Kamandi, OMAC o Los Perdedores.

La vuelta a casa fue celebrada por el aficionado marvelita con grandes fastos. Y Jack Kirby se sentía de nuevo emocionado con un nuevo puesto de autor-editor, que le garantizaba total libertad creativa. Eso es algo que le ha caracterizado durante toda su carrera, ya fuera en Fox, Mainline, Marvel o en DC. Nunca trató de subestimar a sus lectores, ni siquiera cuando realizaba aquellos tebeos de monstruos que tan poco le aportaban. Jamás concibió su trabajo para saciar a niños o adultos con pocas entendederas, como gran parte de los editores interpretaban en su momento. Su respeto por el lector era máximo, llegando a estar involucrado en numerosas cuestiones creativas del medio. Por el camino, sería fácil recordar los grandes y más reconocidos nombres (Capitán América o Pantera Negra) en esta segunda venida a la Casa de las Ideas. Pero tampoco sería injusto obviar conceptos tan sugerentes como los Eternos, donde el creador plantea nada menos que una nueva compleja cosmogonía del Universo Marvel; Dinosaurio Diabólico, otro intento incomprendido de abordar una Prehistoria al estilo de la Casa de las Ideas; o el Hombre Máquina, donde Kirby, un adelantado a su tiempo, se cuestiona un aspecto tan controvertido como la Inteligencia Artificial y todas sus ramificaciones morales.

El romance de Jack con el noveno arte casi termina con esta segunda estancia en Marvel Comics. El ambiente no era el propicio para una leyenda de la Golden Age, en un océano cada vez más repleto de tiburones. Kirby decidió un paso importante al alejarse del cómic y ocuparse en el campo de la animación, un terreno más tranquilo y mejor pagado, pero el Rey jamás dejó de sentir un impulso natural hacia el medio en el que había ocupado la mayor parte de su vida. De forma esporádica, regresó a él siempre que pudo y que la salud le permitió, dado que llegado a una edad diversas complicaciones de salud condicionaron su agenda.

Parafraseando a Stan Taylor, uno de los mayores estudiosos de su vida y de su obra, Jack Kirbyfue un mago. No un prestidigitador usando juegos de manos o espejos; un mago real”. Con esto se quiere recalcar que ser capaz de transformar hojas en blanco en mundos llenos de fantasía no está al alcance de cualquiera. Pero Jack lo consiguió. Supo enseñar a todo aquel dispuesto a interactuar con su obra lo que era el sentido de la maravilla, un recorrido que no obviaba las emociones más básicas, pues si algo rezuma gran parte de su aportación es humanidad por los cuatro costados. Temas que nos pueden atañer de forma directa, todo ello recubierto por las más diversas pátinas, ya fuera ciencia ficción, crimen, romance o narrativa superheroica. Un impacto que terminó por convertir a Jack Kirby en una de las influencias fundamentales del noveno arte norteamericano. No encontramos mejor despedida que traer a colación las palabras de otro genio incontestable, Will Eisner. Ambos tuvieron relaciones profesionales en sus inicios y la impresión del creador de Spirit acerca de Jack no pudo ser más positiva. Incluso llegó a dedicarle una pequeña historia de una página, reconvertido nuestro protagonista en Jack King, con cuyas últimas palabras cerramos este texto: “los cómics son un mundo de buenos y malos…esa es la razón por la que Jack King está aquí”.



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