Javier Vázquez Delgado recomienda: Rubber Flesh. De plástico fino
Edición nacional/ España: Rubber Flesh. Reino de Cordelia. Mayo, 2018
Guion: Miguel Ángel Martín
Dibujo: Miguel Ángel Martín
Formato: Cartoné con sobrecubierta, 240 páginas
Precio: 24’95
“Dicen que tienes veneno en la piel
Y es que estás hecha de plástico fino,
Dicen que tienes un tacto divino
Y quien te toca se queda con él.”
Veneno en la piel. Radio Futura.
En Rubber Flesh de Miguel Ángel Martín lo que predomina es un sentido del humor morboso, casi subterráneo, que consigue hacer mínimamente soportable la constante galería de escenas violentas, pornográficas y sádicas incluidas en la obra.
Monika Ledesma (a veces escriben el nombre de pila con acento y otras sin…) es una analista informática a la que han modificado su cuerpo inyectándole biosilicona para salvarla así de un grave accidente automovilístico. Este hecho le comporta numerosas secuelas a las que tratará de acostumbrarse mientras es acosada por una facción de una nueva especie, los llamados silicoides, que la persiguen para matarla por razones que se desconocen.
Rubber Flesh está estructurada en capítulos auto conclusivos de pocas páginas pero que siguen una progresión y continuidad argumental evidente. Martín nos introduce de manera pausada pero segura en un universo particular, situado en el futuro pero muy cercano a nuestro presente, donde la tecnología encadena a las personas dominándolas en cada uno de sus movimientos públicos y, sobre todo, privados.
Esta concepción del entorno tecnológico e informático como un vehículo de sometimiento ciudadano, con unas características comparables al efecto que produce en las personas la adicción a una droga dura, es uno de los aspectos más interesantes de esta fantasía gore, llena de sexo explícito.
El otro aspecto que me ha interesado de Rubber Flesh es la extraordinaria capacidad que tiene Miguel Ángel Martín para crear un universo propio, coherente y con gran personalidad y de cómo este don se refleja en la obra. Su descripción del entorno ciudadano por el que se mueve Monika Ledesma es apasionante. Las calles desiertas, incluso en hora punta, la asepsia de los decorados, la singularidad de los edificios y la originalidad de vehículos y mobiliario urbano atrapan al lector y le ayudan a adentrarse en un universo complejo y realmente perturbador.
Porque, reconozcámoslo, Rubber Flesh se lee con el corazón encogido y las tripas en permanente estado de shock. El catálogo de barbaridades que le suceden a la pobre Monika es difícil de catalogar. Tanto ella como su entorno sufren el acoso de los silicoides que les disparan, mutilan, violan y asesinan sin piedad. Enfrente está otra facción de estos seres que, aunque bienintencionados, acaban provocando trastornos casi peores que los primeros en su intento de ayudar a la joven informática. Además, la singularidad morfológica de la protagonista le provoca enormes molestias, extrañas mutaciones y terribles dolores que intentará mitigar con penosos esfuerzos, no exentos de accidentes, mutilaciones y desgarros diversos.
Todo esto es descrito por Miguel Ángel Martín con un tono y un distanciamiento científico, casi entomológico, que contribuye a aumentar la terrible desazón lectora y potencia su incomodidad. Por esto los toques de humor, aunque sean claramente morbosos, suponen un respiro que se agradece. No me resisto a explicarles un ejemplo para que vean por donde van los tiros.
Monika recibe el impacto de una pistola especial que le produce una descomposición de sus extremidades inferiores. Esta corrosión de su carne solo puede atajarse amputando los miembros afectados y la mujer procede a hacerlo. Debido a la urgencia de la intervención la protagonista no solo se corta las piernas si no que accidentalmente se raja el abdomen y sus tripas se esparcen por el suelo. Finalmente se grapa el tajo y recompone su figura mientras espera hasta que le vuelvan a crecer sus miembros. Su principal preocupación entre tanto es no coger una infección puesto que hace una semana que no limpia el suelo de su piso… Esta última reflexión, entre el chascarrillo morboso y el sarcasmo enfermizo, es lo que nos permite soltar el aire contenido y rebajar de golpe la tensión.
Por otro lado, todas estas cargas de violencia y morbosidad están sabiamente dosificadas para que el lector pueda seguir adelante. Es una violencia extrema administrada en dosis mayoritariamente asumibles y también camuflada dentro de un curioso relato costumbrista, plagado de reflexiones y diálogos que parecen inspirados en textos de las revistas de tendencias femeninas, en los culebrones televisivos más tronados o en las singulares comedias de Pedro Almodóvar; el talento para combinar todos estos elementos de manera adecuada es lo que convierte a Martín en un enorme artista y no en un simple pornógrafo lleno de sadismo.
El autor se permite incluso un brevísimo y hermoso momento de poesía – cuando la protagonista y su hijo se toman un respiro vacacional de un año – con un episodio resuelto en dos páginas que será rápidamente cortocircuitado por la cruel e inexorable realidad cotidiana.
Este relato de ciencia ficción sádico, morboso y obsceno está ambientado en un lugar indeterminado – donde los carteles y rotulación pública están mayoritariamente escritos en inglés – situado en un futuro no muy lejano y terriblemente inquietante.
Rubber Flesh sobresale en el aspecto gráfico-narrativo. A pesar de ser una obra primeriza, Miguel Ángel Martín demuestra que domina muchos de los recursos narrativos necesarios para acometer una empresa de esta envergadura. Su narrativa es clara, concisa y eficaz. La serie está compuesta por 43 episodios de 5 páginas cada uno. Los primeros tienden a cerrarse de manera demasiado abrupta pero a medida que avanza la historia este defecto va desapareciendo y la progresión dramática fluye de manera más satisfactoria. La distribución de la historia en capítulos cortos permitió al autor en su momento poder adaptarse a la publicación inicial en la revista El Víbora de periodicidad mensual. En cambio ahora, leída la historia de un tirón, esta estructura dota a la trama de un ritmo sostenido y frenético que contribuye a hacerla más apasionante y más adictiva. El artista leonés divide cada página en 4 tiras de tamaño irregular de dos o tres viñetas cada una. Cada episodio está encabezado por un título, que puede ocupar la primera tira o solo la primera viñeta y que algunas veces está acompañado por una cita.
El dibujo parece sencillo y descuidado pero es enormemente claro, atractivo y funcional. Los personajes están dotados de personalidad propia y son perfectamente reconocibles. El manejo del color es efectivo y predominan los tonos del rosa, violeta, naranja y magenta. Martín tiene una forma de dibujar muy identificable y personal que recuerda el estilo de ciertos comic books para adolescentes de los años 50 pero también el de artistas como Gil Kane, especialmente por ofrecer numerosos primeros planos de los personajes en contrapicado donde destacan poderosamente las fosas nasales. Paradójicamente su estilo es apto tanto para el gore más radical como para ilustrar cómics infantiles, géneros que ha practicado con eficacia y talento.
En el plano temático Martín se confiesa admirador del cineasta David Cronemberg, del poeta William S. Burroughs y también del escritor y filósofo rumano Emil Cioran.
Miguel Ángel Martín nació en León en 1960. Estudió Derecho, licenciatura que no acabó al incorporarse a la plantilla de El Diario de León y posteriormente a la de La Crónica de León donde trabajó de ilustrador y publicó a partir de 1987 las tiras Keibol Black y Kyrie Nuevo Europeo. El punto de inflexión en su carrera se produce cuando gana el segundo premio del concurso de cómics del 1988 organizado por la revista Zona 84 y empieza a publicar para el mercado de revistas mensuales para adultos. De esta época son: The Space Between, Psychopathia Sexualis (1990), Rubber Flesh, Cyberfreak (1993), Surfing on the third wave (1999- 2005), Brian the Brain (1990-2014)… Paralelamente colabora en 1990 en el suplemento infantil del Diario 16 donde realiza la serie Días felices. Participa en diversas revistas musicales con sus ilustraciones, realiza carteles de películas como Killer Barbies (1998) o Un paraíso bajo las estrellas (1999) y lentamente su labor se decanta hacia la ilustración y el diseño. Ha trabajado para El País, Marie Claire, Rolling Stone, Rockdelux o GQ. Ha colaborado en diversas películas, obras de teatro y musicales. A partir de año 2008 colabora con la editorial El Rey Lear realizando ilustraciones para diversas novelas como Hola mi amor, yo soy tu lobo de Luis Alberto Cuenca o El insigne cohete de Oscar Wilde. Su último trabajo es una novela gráfica titulada Playlove, donde las calles no tienen nombre (2008). Su obra ha generado numerosas polémicas y varios de sus álbumes han sido secuestrados por las autoridades italianas y estadounidenses acusados de pornografía infantil e inducción al suicidio.
Miguel Ángel Martín ha recibido el premio Yellow Kid al Mejor Autor Extranjero en 1999, el gran premio Attilio Micheluzzi en la COMICON de Nápoles del 2003 y en su momento ganó el premio al Mejor Autor Revelación en el Salón del Cómic de Barcelona de 1992. En Italia, donde es un artista muy conocido y respetado, ha realizado innumerables exposiciones y conferencias sobre la censura y los límites de la libertad de expresión.
Rubber Flesh se publicó de manera episódica en la revista El Víbora. La serie se estrenó en el número 160 correspondiente a marzo de 1993 y concluyó en el 225 correspondiente a agosto de 1998. Su publicación se dilató durante más de 5 años casi sin interrupciones, solo se produjo una pausa que abarcó del 196 al 206 de la revista. Posteriormente la serie se recopiló en cuatro tomos editados por la misma editorial que la revista, La Cúpula, de 68 páginas cada uno y que aparecieron en el mercado en 1999. Finalmente Reino de Cordelia ha recopilado la serie en 2018, adaptándola al formato de novela gráfica, eliminando los resúmenes de episodios anteriores y los textos repetitivos como el game over del final de cada capítulo.
La edición a cargo de Reino de Cordelia es soberbia. Adaptar la obra a un formato más parecido al de la novela gráfica es un acierto puesto que el arte de Martín no se resiente con la reducción de tamaño y en su conjunto el producto resulta más atractivo y manejable. La impresión es excelente y el papel muy bueno. El álbum cuenta con una buena introducción a cargo de Borja Crespo pero se hubiese agradecido una cronología más exhaustiva de su publicación por capítulos en la revista El Víbora. El precio es correcto.
Leer Rubber Flesh ha sido una experiencia incómoda pero interesante. Para ser honestos con los amantes del género, no soy un aficionado y seguramente volverán a pasar bastante años hasta que me acerque a otra obra de este autor. Pero en ningún caso ha sido tiempo perdido. Esta obra contiene en su interior numerosas dosis de buen cómic que convierten su lectura en un ejercicio doloroso pero estimulante y que demuestran que Miguel Ángel Martín es un creador magnífico con un universo coherente, original y enfermizo; no apto para todos los públicos. Si alguien quiere aproximarse a él por su cuenta y riesgo, esta edición de Rubber Flesh es una buena puerta de entrada. Avisados quedan…
Salut!
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