Javier Vázquez Delgado recomienda: Norm Breyfogle (1960-2018)

Norm Breyfogle falleció el lunes a la edad de 58 años.

Es la oportunidad perfecta para aburrir soberanamente a todo el mundo con un montón de datos sacados de la Wikipedia; sin embargo, desde Zona Negativa queremos intentar algo distinto. Este artículo no es una aproximación cronológica o biográfica a la figura de este gran dibujante. Tampoco se centra en la figura de Batman. Es un acercamiento personal y emocional a una clase muy particular de hombre. Norm Breyfogle era un trabajador incansable, un artista con oficio, un traficante de sueños, un mercader de fantasías. Hoy, cuándo se cumple una semana de su muerte, queremos rendir un homenaje desde Zona Negativa a Norm Breyfogle y todos los dibujantes de su estirpe.

Tras la muerte Charles M.Schulz los periódicos se llenaron de largos obituarios en los que se pintaba al mítico creador de Snoopy como un artista torturado por sus propias obsesiones. Nadie hizo hincapié en que Schulz había pasado cincuenta años de su vida encadenado a una mesa de dibujo, nutriendo las fantasías de varias generaciones de niños y adultos. Un acto heroico que parecía no importar a nadie.

Norm Breyfogle pertenecía a esa clase de autores heroicos. Su trabajo habla por él. No necesitaba viajar a la India ni hacerse mago para disfrazar o potenciar sus virtudes como dibujante. Puede que fuera esta honestidad la que jugara en su contra en este mundo y está industria dominada por las marcas y las etiquetas.

Breyfogle llegó a la ciudad de Gotham en 1987, un año después de que Frank Miller publicará El Regreso de El Caballero Oscuro, y el mismo año en el que Alan Moore y Brian Bolland sacarán a la luz La Broma Asesina. Es difícil competir con dos de los mejores comics de la historia, pero Breyfogle se las arregló bien. Tenía un as en la manga: el ejemplo y la inspiración que le proporcionaban autores como Neal Adams, Gil Kane, Alex Nino, Joe Kubert, John Buscema y un larguísimo etc.

Contaba con la ayuda de Alan Grant, un excelente guionista británico que había creado al Juez Dredd una década antes. Grant llevó al mundo de Batman las técnicas que había aprendido a utilizar escribiendo al policía fascista del futuro: historias cortas, llamativas, construidas alrededor de un concepto potente, embebidas de humor negro y mucha crítica social.

Los dibujos de Breyfogle se encargaron de completar una etapa que funciona como una pelota que rueda: a la perfección. El arte y la narrativa de Breyfogle recordaban en sus primeros compases a Neal Adams, con una capa cartoon muy expresiva que ha influido en todas las versiones animadas de Batman hasta la fecha. De hecho, Breyfogle dibujaría a uno de los personajes fetiches de Neal Adams, Ra`s Al Ghul, en la que es su obra cumbre: El nacimiento del demonio.

El padre literario de Ra`s, Dennis O´Neil, se unió a Breyfogle para contar el origen de este villano en una historia que funciona como un tiro. O´Neill es otro de esos autores injustamente olvidados por la memoria selectiva e interesada, y su portentoso guion se ve embellecido por las ilustraciones de un Norm Breyfogle encargado del dibujo, el entintado y el color.

Por desgracia, las contribuciones de Breyfogle están condenadas a habitar un extraño paréntesis, puesto que si antes de su llegada El Hombre Murciélago había protagonizado dos obras enormes, en los compases finales de su etapa otros dos terremotos sacudirían Gotham, y sepultarían a Grant y Breyfogle entre los escombros del olvido.

En 1989, Grant Morrison publicó Asilo Arkham y Tim Burton estrenó Batman. Una ola de batmania como nunca se había visto desde los tiempos de Adam West invadió Estados Unidos. En 1992 (el año en el que se publicó El Nacimiento del demonio), Tim Burton sacó a la luz la secuela Batman Returns, y Paul Dini y Bruce Timm llevaron al murciélago hasta la televisión con la mítica serie Batman: The Animated Series.

Norm Breyfogle siguió dibujando a Batman y a otros personajes unos años más (quizá encadenado a una mesa de dibujo), pero la repercusión de sus trabajos cayó en picado. Creo la serie Prime para Malibú Comics, y durante los siguiente diez años realizó muchos encargos tanto para Marvel como para DC. Se pasó a la publicidad, cayó en el olvido, se retiró y unos años después un infarto inmovilizó la mitad de su cuerpo.

Norm Breyfogle falleció el lunes a la edad de 58 años.

La historia del comic, particularmente la historia del comic de superhéroes, se ha construido sobre los cimientos de tragedias anónimas. Esas tragedias son aún más terribles cuando no sabemos exactamente qué es lo que hace que sean tan terribles. Atarse a un folio en blanco durante cincuenta años quizá no sea tan espantoso como convertirse en un vegetal después de un atropello, o tener Alzheimer, o vivir en la pobreza, pero sin duda es un tipo muy particular de horror absurdo del que no se suele hablar.

Pero quizá ese no sea el modo adecuado de mirar las cosas.

Ninguno de nosotros, redactores o lectores, conocimos personalmente a Norm Breyfogle, pero sabemos que a un tipo que creó a Scarface y a Zsasz, que dibujó a Batman durante seis años, qué vivió en Gotham a la sombra de la imponente Torre Wayne, no le gustaría que nos entristeciéramos porque su talento ha quedado injustamente olvidado.

A Norm Breyfogle le gustaría que pensásemos en ese niño que una vez fuimos, que quizá siga ahí, agazapado. Ese niño que visitaba las librerías (o quizá los quioscos, no importa) acompañado de sus padres, que observaba embelesado las portadas de sus comics y sus dinámicas páginas habitadas por intrépidos justicieros y horribles villanos. Ese niño que al ver sus dibujos, soñaba con leer y contar las historias de su héroe favorito.

A Norm Breyfogle le gustaría que dijésemos aquella frase de Winnie The Pooh: “Que suerte la nuestra, por tener a alguien que hace realmente difícil decir adiós”.



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