Javier Vázquez Delgado recomienda: #HowardChaykinDayZN – The Divided States of Hysteria
Edición original: Image Comics.
Guión: Howard Chaykin.
Dibujo: Howard Chaykin.
Color: Jesus Aburtov y Will Quintana.
Formato: Tomo, 160 páginas.
Precio: $16.99 (físico), $12.99 (digital).
Howard Chaykin tenía claro que The Divided States of Hysteria ofendería a mucha gente. Estaba convencido de que buena parte de los lectores conservadores en Estados Unidos pondrían el grito en el cielo; después la interpretarían sin tener en cuenta el contexto, aunque probablmente nunca le leerían, con la única finalidad de demostrar que sus reacciones eran validas. Así es cómo muchos reaccionaron ante obras como Challengers of the Unknown o La Sombra. Sin embargo, una vez concluida la serie, Chaykin manifestaba su sorpresa ante un hecho insólito: todas las críticas de gente conservadora demostraban haber leído The Divided States of Hysteria.
Lo que Chaykin no esperaba es que quienes más se escandalizaron, quienes sin haber leído la serie cargaron ferozmente contra él, fueron lectores de izquierdas. Y también compañeros de profesión como Ales Kot, Andy Diggle o Cameron Stewart. Islamófobo, racista, anti-LGBT, machista, retrógrado… Esos fueron algunos de los insultos que le dedicaron a Chaykin. Varios autores llegaron a amenazar con boicottear a Image Comics.
¿Qué motivó estas reacciones? Todo el contenido del cómic, pero sobre todo dos cosas. En el primer número de la serie los lectores conocemos a una prostituta transvestida que, segundos después de confesar al lector haber cometido crímenes repulsivos, tiene que defenderse de unos clientes que quieren matarla porque les da asco que ella sea una mujer con pene. La escena es violenta y cruenta; Chaykin no se acordaba dibujando sangre y actos sexuales. Al poco de publicarse el cómic, la indignación era incontenible. Una indignación que se convertió en histeria cuando se hizo pública la portada del cuarto número, en la que se veía a un hombre de origen musulman ahorcado, con el pene mutilado hace tan poco tiempo que aún surge sangre de la herida, y el insulto “paki” escrito en su ropa. Chaykin tuvo que cambiarla por otra portada porque no quería dañar la reputación de Image Comics, empresa a la que agradeció que no se dejase intimidar por la legión de puritanos en Twitter y Facebook.
¿Qué clase de cómic puede justificar imágenes tan duras? Por si el título y las portadas de la serie no lo dejan claro, The Divided States of Hysteria nos transporta a un futuro distópico. América, en estado de shock tras el asesinato de su presidente, se ve sacudida por un atentado terrorista que desencadena una oleada de violencia por todo el país. Frank Silva, el agente que fracasó evitando el atentado, cree saber quiénes están detrás de todo. Para encontrarlos necesitará la ayuda de un peculiar grupo: una prostituta transexual; un estafador judío parecido a Bernie Madoff; un sicario que reprime su atracción sexual por los hombres (el lector decidirá si es homosexual o bisexual); y un supremacista negro.
Si bien la premisa da a entender que The Divided States of Hysteria es una sátira de la sociedad americana contemporánea, en realidad estamos ante una obra completamente seria. Chaykin es incapaz de considerar gracioso un escenario tan exagerado, tan inverosímil y ridículo, que se parece demasiado al futuro de su país. Para él, la realización de esta cómic fue una experiencia catárquica en la que poder plasmar en cómic sus opiniones, sus frustraciones y miedos, su pesimismo y su desilusión.
Mientras el agente Frank Silva y sus secuaces investigan el atentado terrorista, Chaykin nos muestra sin censura alguna la peor cara de América. En The Divided States of Hysteria la sociedad américana ha sido devorada por el tribalismo. Un tribalismo que va más allá de los habituales grupos de racistas y xenofobos que los medios de comunicación estadounidenses exponen a diario. En opinión de Chaykin, el tribalismo en América abarca todas las ideologías, desde la extrema derecha hasta el socialismo radical. Los ciudadanos se han vuelto ignorantes y como consecuencia han perdido cualquier noción de pensamiento crítico y libre, prefierendo aislarse en una burbuja con gente de su misma secta. Desconfían de quienes están afuera, viven resentidos, y definen sus derechos tal y como mejor les convenga. Cuando América se sumerge en el caos absoluto, se dejan llevar por sus peores instintos.
Chaykin no equipara a todos los grupos ideológicos de América; ve a los conservadores américanos como un grupo cada vez más radicalizado que constituye el principal peligro para su país. Pero también cree que la izquierda americana ha contribuido a la situación en la que se encuentra América hoy. Su tribalismo ha adoptado muchas formas, siendo la más popular la corrección política. Con esta afirmación, no está diciendo que el racismo sea aceptable. Al contrario, la corrección política que ataca es la variante extrema tan popular en redes sociales o universidades americanas. Es decir, la idea de que uno tiene derecho a no sentirse ofendido.
The Divided States of Hysteria es un alegato contra esa clase de corrección política. No hay página en la que Chaykin no muestre algo ofensivo, ya sea islamistas radicales abriendo fuego contra americanos inocenntes, mezquitas ardiendo o insultos antisemitas. Pero no lo hace solo por provocar. En los ensayos que acompañaban las grapas de la serie, deja clara su postura: el deber de un artista es mostrar la realidad tal y como la ve por muy desagradable que sea. Su deber es ofender si es necesario. Nunca se callará para no ofender a mentes débiles, incapaces de afrontar la dura realidad. Esa es la clase de gente que piensa que una portada pensada para estremecer al lector es en realidad una apología de la extrema derecha.
Esa incorrección política se extiende también a los protagonistas de la serie, que representan muchas de las tensiones sociales en América, pero eso no es nada nuevo en un cómic de Chaykin. La historia de The Divided States of Hysteria, muy simple pero entretenida, nos presenta a todos los arquetipos y clichés que habitan sus obras. No faltan los canallas con un corazón de oro, los fascistas que dsifrutan siendo fascistas, o las mujeres duras y peligrosas. Quienes estén familiarizados con la obra del creador de American Flagg se sentirán como en casa.
Desgraciadamente, incluso un fan de Chaykin como un servidor tiene que reconocer que la calidad de su dibujo varía constantemente. Personalmente, me encanta su estilo, pero no lo puedo negar… Algunas páginas demuestran que aún retiene sus conocimientos de narrativa y diseño gráfico; otras, que aún persisten sus problemas con las perspectivas y la anatomía humana. Resulta difícil seguir las acciones de los personajes en ocasiones debido a ello. Lo peor es que en muchas páginas abruma al lector con demasiada información visual. Cuadros de texto que forman una narración independiente de lo que muestra la viñeta, imágenes y texto de fondo en muchas vieñtas que vienen (irónicamente) a representar el exceso de información en la sociedad actual, y muchos diálogos. Tantos diálogos que el rotulador Kenneth Bruzenak, colaborador habitual de Chaykin, a veces no sabe cómo ordenarlos de forma intuitiva. Mejores resultados obtenien los coloristas Jesus Aburtov y Will Quintana. No creo que sus estilos se adaptan bien al de Chaykin, que gana mucho en blanco y negro, pero tampoco molestan o entorpecen la narrativa.
The Divided States of Hysteria no es un cómic perfecto. Y sin embargo, se lo recomendaría a quienquiera que esté interesado en él. Estamos ante la obra de un autor que comparte sus opiniones sin miedo ni censura. Un autor que imprime en cada página sus emociones de rabia e impotencia ante el mal momento que atraviesa la nación que tanto ama. Ese valor y esas emociones le dan al cómic un sabor diferente a la típica distopía de Image Comics, ninguna de ellas tan atrevidas como esta. Que aprendan otros autores.
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