Javier Vázquez Delgado recomienda: Dr. Stone #2

 
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Edición original: ドクターストーン, Shueisha 2017.
Edición nacional/ España: Editorial Ivrea 2018.
Guión: Riichiro Inagaki.
Dibujo: Boichi.
Traducción: Pablo Tschopp.
Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta (11’5 x 17), 192 páginas.
Precio: 8€.

 

A principios de verano nos llegaba, de la mano de Ivrea, el primer tomo de Dr. Stone, una de las piedras (nunca mejor dicho) angulares de las nuevas obras que están despuntando en la Shônen Jump junto a otras como The Promised Neverland. Con el dibujo del maestro coreano Boichi, del que recientemente se ha licenciado uno de sus últimos mangas, Origin, de la mano de Panini, y el guion del talentoso Riichiro Inagaki, Ivrea nos acercaba una historia que se alejaba inicialmente de los tropos habituales de la Jump para meternos de lleno en un shônen atípico, con tintes postapocalípticos, en el que premia la austeridad en el plantel de personajes, un contraste delicioso entre aspecto gráfico y nivel de humor y un estilo a ratos juvenil y desenfadado, a ratos más maduro y solemne que supone un revisión total del género y muestra la adaptabilidad de los autores a una obra que está siendo un auténtico bombazo en Japón. Llegamos ahora al según tomo de la obra, en el que, como veréis, se mejora la fórmula inicial y destapa a Inagaki como un guionista con bastantes recursos, apoyado por la manera de transmitir de Boichi.

Dr. Stone nos plantaba en su volumen inicial en un mundo en el que la humanidad había sido convertida en piedra por un elemento desconocido que había bañado en luz el planeta. Más de 3700 años después la Tierra era de nuevo un terreno natural sin comparación, donde animales y vegetación campan a sus anchas sin que el ser humano hiciese de las suyas. Sin embargo uno de nuestros protagonistas, Taiju, consigue liberarse de su estado pétreo gracias a la ayuda del genio de su amigo Senku, un cerebrito con mucho carisma cuyo plan principal es volver a traer la civilización y el progreso a la Tierra, tras haber descubierto un suero químico que revierte la petrificación humana. Los dos jóvenes se encuentran rápidamente con las dificultades de sobrevivir en esta nueva época de las cavernas y se ven obligados a despetrificar a Tsukasa, un portento físico del antiguo instituto de los dos amigos que lo primero que hace es vencer a un león en combate singular.

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Con la fuerza física de Taiju, la habilidad de supervivencia de Tsukasa y el cerebro de Senku, parece que tenemos todos los ingredientes para que el plan de traer de vuelta a los humanos al mundo avance lento pero seguro… salvo por el pequeño detalle de que a Tsukasa le parece que los humanos son los causantes de todos los males del mundo y opina que es mejor comenzar una nueva vida sin los estigmas del pasado, y comienza a derribar todas las estatuas de piedra para que Senku y compañía no consigan revivirlas. Con la aparición de este villano todo se precipita para los protagonistas y no les queda otra que despetrificar a su amiga Yuzuriha, interés amoroso de Taiju, y huir de Tsukasa.

El segundo tomo arranca así, con Senku, Taiju y Yuzuriha aventurándose a un viaje de casi 100 kilómetros hasta una zona volcánica en la que conseguir azufre y fabricar un elemento indispensable para el progreso amenazado por Tsukasa: la pólvora. Pero pese al éxito en su obtención, Tsukasa les da caza y hace ver a sus compañeros la desventaja en la que se encuentran al tomar como rehén a Yuzuriha: Taiju y Senku tienen personas y cosas que les importan, planes de futuro, mientras que él está solo y carece de esa debilidad. Senku se ve obligado a entregarle el secreto de la fórmula despetrificadora para salvar a Yuzuriha, pero es incapaz de abandonar sus ideales por la ciencia y el progreso y por ello es dejado muy malherido por Tsukasa.

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Mientras Taiju y Yuzuriha consiguen huir con el cuerpo inerte de Senku, salta un flashback en el que nos cuentan la infancia y las aspiraciones de Senku desde pequeño, ahondando en la relación de amistad que mantienen desde hace tiempo los tres personajes. No obstante, las continuas explosiones provocadas por la escaramuza anterior con la pólvora, ha desvelado que es posible que haya más humanos supervivientes en la zona, algo que a partir de ese momento tiene pinta de cambiar por completo la manera de actuar y de ver el mundo de todos los personajes que conocemos.

Dr. Stone mantiene en este segundo tomo la fórmula que proporcionó una introducción tan contundente al tándem Boichi-Inagaki, pero que mejora al poder ya apreciar cómo se van desarrollando historia, mundo y personajes. Y es que este manga se apoya muchísimo en esos elementos, combinados entre sí y potenciados por el tremendo carisma de los protagonistas. Pese a suponer una revisión del género, Dr. Stone sigue teniendo presente los clásicos valores del shônen que hemos visto muchas veces. La amistad, el valor, el sacrificio, la inteligencia, la astucia… Todos ellos están muy bien repartidos en los personajes de la obra y mezclados con otros como la madurez, la inocencia o la responsabilidad, haciendo que la sensación sea más de frescura que de arquetipo. Inclusive el villano es típico y a la vez atípico en un shônen. Es superior en casi todos los aspectos a los protagonistas, que tienen que combinarse para poder siquiera plantarle cara, pero al mismo tiempo es un enemigo muy humano, con el que se puede empatizar, y con un plan que tiene sentido dentro de la concepción del mundo y la historia del manga. De hecho Tsukasa es un elemento indispensable a la hora de articular una de las temáticas de la obra como es el plantearnos si verdaderamente la Tierra no estaría mucho mejor sin nosotros y nuestras ansias de progreso.

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Más allá de eso, otro de los aciertos de Dr. Stone que se puede ver ya claramente en este tomo es el planteamiento de la acción. Tenemos batallas, sí, pero unas en las que premia la inteligencia, el conocimiento, y que no supone una presentación constante de obstáculos a los que derrotar tras el power-up de turno. Senku y compañía consiguen salir de sus apuros más a base de cerebro que de músculo, en una suerte de mezcla de las batallas de ingenio que podíamos ver en Death Note, pero con una puesta en escena de shônen de peleas clásico. Una vez más un contraste genial que convierte la historia en interesante y, de momento, nada monótona, pues Senku y el resto del elenco, como representantes del guion de Inagaki, son suficientemente ingeniosos e interesantes como para no convertir cada enfrentamiento en repetitivo o predecible. De hecho, con la introducción del elemento de la ciencia obtenemos momentos incluso didácticos, en las que cualquiera, joven o adulto, puede conocer el funcionamiento de ciertos elementos de nuestro planeta al mismo tiempo que se entretiene.

La inclusión de la ciencia y la tecnología como pilares importantes de la obra juega también a favor del tono que quieren mantener los autores, que se mueve siempre entre seriedad e hilaridad. De hecho la mayoría de elementos de humor se logran gracias a ese contraste entre momentos ingeniosos y brillantes y una comedia muy ligera y blanca, en ocasiones casi de slapstick, y que juega mucho con lo visual, la reiteración y con poner frente a frente dos elementos o personajes que son diametralmente opuestos. Y es que la obra va mucho de eso, de la conjunción en un mismo escenario de personalidades distintas pero que empastan a la perfección. Es algo que se ve claramente en la presentación de Senku y Taiju como los clásicos arquetipos de Don Quijote y Sancho, pero que también podemos ver en la inocencia de Yuzuriha en contraposición al duro mundo en el que tienen que sobrevivir, o los ideales tan diferentes de Senku y Tsukasa, que deriva en dos peculiares formas de “egoísmo” disfrazado de búsqueda del bien común en el que cada uno tiene parte y nada de razón. Analizando se puede sacar mucho jugo a la historia y personajes de Dr. Stone, pero la obra es suficientemente ligera y fresca como para disfrutarla por el mero hecho de hacerlo, sin darle más vueltas al coco de las que se deben, lo que lo hace un manga que encaja a la perfección en el shônen de la Jump, pero que a la vez abre un poco más sus horizontes.

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Esa ligereza tan disfrutable en el tono se apoya también en el gran ritmo narrativo que utiliza Inagaki constantemente. El guionista mide a la perfección los tiempos y las apariciones y revelaciones de elementos y personajes, y lo empasta todo dentro de una lógica interna a prueba de bombas. En este tomo por ejemplo hay un flashback bastante importante a la hora de desarrollar a Senku y su relación con sus amigos, que a corto y largo plazo va a hacer que veamos escenas y acontecimientos con más interés y entendimiento. Pues bien, el flashback no está metido ahí porque sí, con calzador o a modo de apertura de tomo o epílogo. Es muy orgánica la manera que tiene de introducir esa vista al pasado utilizando como desencadenante un hecho que ocurre en el tomo, y que de este modo el ritmo no quede cortado, sino que continúe fluyendo pese a estar viendo algo que ocurrió hace mucho tiempo y tengamos a los protagonistas en medio de un evento importante.

Un gran manejo de la narración que se complementa y magnifica con el genial trabajo de Boichi a los lápices. Si Inagaki narra con los bocadillos y las palabras, Boichi narra continuamente con las viñetas y los personajes, especialmente con sus rostros. El autor coreano dota de vida propia las caras y los ojos de los protagonistas, que son capaces de hablar con la mirada y dar una información al lector relevante pero que quedaría fatal decir directamente. Es una información vital que ayuda a construir y conocer a los personajes, como por ejemplo momentos en los que Senku, un personaje constantemente sereno, seguro y en cierta manera frío, que con una mirada conmovida deja ver lo muchísimo que le importa Taiju y su amistad. O el amor de Yuzuriha por Taiju que no puede ser correspondido porque hay cosas más importantes en ese momento, pero que está patente en cada mirada. Y luego el trabajo en viñetas, descomunal, buscando siempre el encuadre y la perspectiva perfecta, jugando con la simetría en la composición de página, deslumbrando con fondos detallados en el momento exacto, aumentando la hilaridad caricaturizando y focalizando el plano en ciertos rasgos… El dibujo de Boichi es un personaje más, y en mi opinión la obra sería totalmente distinta si el coreano no estuviese comandando el apartado artístico.

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Gran segundo tomo de Dr. Stone, que desata por completo las virtudes que ya podíamos intuir en el primer volumen. Un shônen moderno que presenta una historia, un mundo y unos personajes sin fisura (más allá de las que les causa la despetrificación) que entretiene a rabiar y que no se lee, se bebe, y que cuenta con un tándem de lujo como autores. Una de las pruebas de la revitalización que están sufriendo los mangas de la Jump y que reconciliaran con el shônen a todo aquel que crea que ya lo ha visto todo en el género.



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