Javier Vázquez Delgado recomienda: Daredevil: Caída del Paraíso
Edición original: Marvel Comics – agosto 1993 – febrero 1994
Edición España: Comics Forum – julio – diciembre – 1994
Guión: D. G. Chichester
Dibujo: Scott McDaniel
Entintado: Hector Collazo, Harry Candelario, Avon, Rich Rankin
Color: Max Scheele, Chris Matthys, Pat Garrahy
Portada: Scott McDaniel
Precio: 175 pesetas / 195 pesetas el sexto número / 300 pesetas el séptimo y último (serie limitada de siete números de veinticuatro páginas cada uno; el sexto tiene treinta dos páginas y el séptimo es doble )
Prólogo: las tribulaciones del letrado Murdock
En el verano de 1994, las aventuras de Daredevil llevaban fuera de la circulación -al menos en España- unos dos años y medio. El segundo volumen de la edición de Forum se había cancelado a principios de 1992 y, con la excepción de su participación en el cruce Juego mortal -junto al Nómada y al Castigador- no se le había visto el pelo -o la cornamenta- al héroe residente de la Cocina del Infierno por estos pagos, al menos, en lo que a su propia serie se refería. La despedida de Ann Nocenti había sido la de la segunda cabecera «forumniana», que apenas había aguando en el mercado menos de tres años. El cuernecitos no parecía tener en este país muchos seguidores, habida cuenta de que, en los diez años de existencia del sello «comiquero» de Planeta DeAgostini, ya contaba con dos cierres en su haber. Recuérdese, además, que el regreso de Frank Miller a la serie que le aupara a la fama y la historia -con Born again- se publicó por primera vez en trozos mochos, como complemento a la serie de Spider-Man. Daredevil, el viejo Dan Defensor, ni siquiera había tenido la oportunidad de refugiarse en los formatos que habían dado cobijo al Capitán América, al Hombre de Hierro o a Thor. Caída del paraíso sería la ocasión ideal para ver qué había sido del personaje durante todo ese tiempo, dando un salto de unos tres años.
El arco argumental escogido tenía la virtud de ser de esos que llaman la atención a través del impacto mediático, en unos tiempos en los que Internet era una palabra que empezaba a sonar tímidamente aquí y allá. Se hablaba de la muerte de Matt Murdock, de un nuevo Daredevil -con un uniforme acorde con los tiempos que corrían- y, más aún, se anunciaba que los autores del invento iban a entrar en el coto, más o menos cerrado, de Frank Miller. Los responsables de tan «herética» propuesta serían D. G. Chichester y Scott McDaniel. El primero, pechaba con la tarea de cubrir el hueco dejado por Nocenti; el segundo, sustituía a Lee Weeks, quien fuera el dibujante que había acompañado a don Dan en la historia que llevaría a la caída de Wilson Fisk.
La enmienda de la plana a Frank Miller
No era la primera vez que Chichester se arriesgaba a echar mano de las aportaciones de Miller, en sus narraciones de las aventuras de Daredevil. La caída de Kingpin había sido testigo del regreso de la Casta, aquel clan que dirigiera el mentor de Matt. Aquí, sin embargo, iría mucho más lejos y osaría tocar a un personaje que, hasta ese momento, se consideraba exclusivo de su creador: Elektra. En aquellos tiempos en los que las ventas caían en barrena, cualquier truco era bueno para intentar revertir la situación y nada era intocable. El destino de la asesina de los sais había sido contado por Miller en el tebeo Elektra lives again! no habiendo pasado mucho tiempo hasta que alguien -Mark Gruenwald en Calles envenenadas- usara a personajes que, teóricamente, habían quedado inutilizables en la novela gráfica en cuestión. Si aquel relato tan ambiguo se había producido fuera de la continuidad; si Bullseye había vuelto a las andadas ¿podía pasar lo mismo con la señora Natchios? ¿Osarían realmente en Marvel llevar a cabo esta maniobra o sería un truco publicitario? Por otra parte, si el propio Miller había decidido enmendarse la plana -contando en El hombre sin miedo otra versión del encuentro entre Matt y Elektra- ¿significaba ello que se abría la veda? Vayamos por partes.
Una primera línea argumental presenta la historia de un experimento militar de los días de la guerra fría, cuyos resultados -en la forma de un producto químico gaseoso- se han perdido en el subsuelo neoyorquino. El militar responsable del proyecto retorna para encontrar el elemento en cuestión y, de paso, a uno de los participantes en aquel, al que se considera responsable de la desaparición del gas. La implicación en los efectos de esta búsqueda, llevará a Daredevil a un enfrentamiento con algunos personajes que, en ese momento, gozaban de bastante predicamento o intentaban conseguirlo, como Marta Plateada, Veneno o Morbius. Al mismo tiempo, el cuernecitos también tendrá que verse (ejem) las caras con un doble de origen demoniaco que aspira a ocupar su lugar y, de nuevo, con sus viejos y recurrentes oponentes de la Mano, a los cuales se dotaría de una suerte de rama o sub-sección, denominada Serpentaria, que pretenderá realzar el estatus de una organización cuyo nivel había caído al de mera carne de cañón. Será esta vuelta de tuerca de aumento de poder, la que justifique el regreso de una rediviva y redimida Elektra, que actuará como aliada de Matt en el último capítulo de la historia.
Por otra parte, una segunda línea argumental trae de vuelta a otro ilustre secundario de la serie, como es el periodista Ben Urich. Por un desliz informático, una colega suya, ansiosa por obtener la noticia que la encumbre al prestigio y la fama profesionales, se hará con la información y los datos que permiten conectar a Daredevil con su identidad civil. Ello convertirá a Murdock y a sus seres queridos en el blanco de todos los enemigos del hombre sin miedo, después de que la amenaza de Kingpin -que conoce este secreto desde Born again- hubiera sido neutralizada -momentáneamente- en el tricentésimo número de la colección.
La historia combina, en definitiva, dos argumentos que, corriendo paralelos, confluyen para convertirse en la justificación y el recurso que permita cambiar varios aspectos básicos de la colección de Daredevil: su identidad civil y su uniforme. El pijama rojo dejaría paso a un traje con partes metálicas, en el que el color encarnado se combinaría con el negro carbón. La personalidad de Matthew Michael Murdock, abogado de profesión, dejaría paso a la de Jack Battlin, un «ingeniero social» (eufemismo para referirse a un pícaro o vivales). Ese sería el estatus en el que quedaría el hombre sin miedo, tras la esta aventura que se prolongaría a lo largo de siete capítulos.
Epílogo: enrevesada ma non troppo
Dan Chichester se caracterizó siempre por contar unas historias en las que el hilo argumental podía resultar lioso, hasta un punto en el que ciertos aspectos de las mismas quedaban sin ser bien explicados del todo. Aquí, mezcla tecnología, magia, conspiraciones gubernamentales y organizaciones secretas, aprovechando su experiencia en colecciones como Cazadores de vampiros. Las consecuencias principales de esta aventura son, por este orden, la «muerte» de Matt Murdock -al que su novia Karen Page, su colega Franklin Nelson y el propio Ben Urich dan por difunto- y la «aparición» de un nuevo Daredevil -con un uniforme más a tono con los tiempos que corrían- y, por último, el regreso a la continuidad oficial marveliana de Elektra Natchios.
En la parte gráfica hay que destacar la presencia de Scott McDaniel, que llevaba en la serie unos cuantos números y que, aquí, evoca con su estilo muchos recuerdos de la época de Miller. Guionista y dibujante colaborarían con nuevas historias de Daredevil y Elektra. El primero protagonizaría El árbol del conocimiento -una curiosa visión de la naciente sociedad digital de la información y de sus peligros-; la segunda, Raíz del mal, una miniserie en la que volvía a cruzar espadas con la Serpentaria. Ambas constituyen, junto a esta aventura, una trilogía de eventos en las que se intentó recuperar el interés sobre un personaje cuyas etapas precedentes -las de Miller, la de Nocenti- pesaban mucho y proyectaban una sombra de la que no era fácil escapar.
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