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En abril de 1958 la revista Adventure Comics salió a la venta en su edición número 247. Incluía una aventura de Superboy, de Green Arrow y otra de Aquaman entre sus páginas, siendo la del joven kryptoniano la que realmente marcó un antes y un después en la historia del Universo DC. En la portada ya se vislumbraba una aventura que prometía: Superboy estaba siendo juzgado por un tribunal de tres desconocidos personajes, llamados Cosmic Boy, Lightning Boy y Saturn Girl, que miraban con seriedad al protagonista. El primero de ellos le decía, para sorpresa de éste, que no podía ser admitido en su club de superhéroes, porque no había pasado los test y eso era una prueba de que sus poderes eran ordinarios.
¿Ordinarios? ¿Los poderes del último hijo de Krypton? ¿Del joven Superman, que por aquella época era capaz de hacer prácticamente de todo? ¿Quiénes serían estos tres misteriosos jueces que se atrevían a rechazar a Superboy? ¿Y qué equipo era ese del que hablaban? Pues bien, aquella fue la primera aparición de la Legión de Super-Héroes. Y resultó uno de los número más emblemáticos dedicados al chico de acero, que representó a la perfección los valores y la grandeza de lo que es ser un superhéroe.
Escrito por Otto Binder y dibujado por Al Plastino, el equipo que también dio vida a Supergirl y unos autores muy prolíficos en las cabeceras de Action Comics y Superboy, Adventure Comics #247 empezaba in media res con una página en la que mostraba a Superboy observando, fascinado y con admiración, a los tres desconocidos adolescentes vestidos de superhéroes, los tres jueces que protagonizaban la portada del cómic, desmantelando un cohete pilotado por unos criminales. Uno usaba su poder magnético para derribar la nave, otro usaba un rayo eléctrico para lo que parecía ser destruir el motor y una chica leía la mente de los pilotos para saber dónde habían escondido un botín robado. Lo que más sorprendía a Superboy era la perfecta compenetración de los tres, sabedor de que cada uno estaba limitado por un solo poder.
La aventura se iniciaba de una manera muy potente, con Clark Kent paseando por Smallville un día cualquiera y, al cruzarse con otro chico de su edad, nuevo en el pueblo, éste le decía: “Hola, Superboy”. Clark se reía y pasaba de él, pero algo le dejaba mosqueado. Iba a casa, se quitaba su ropa de diario y salía a patrullar, para volver a encontrarse con un desconocido que le decía: “Hola, Clark Kent”. Para mayor asombro. Dos desconocidos que sabían que Clark era Superboy. Y una chica, a la que tampoco había visto nunca, con la que se cruzaba en el parque, vestido de azul y rojo, le decía: “Superboy! Dale mis recuerdos al Señor y la Señora Kent, tus padres adoptivos, cuando vuelvas a casa”. ¿Cómo era posible que tres chicos supieran, derepente, quién era en realidad? El lector ya había identificado a los tres como los superhéroes de la portada, la intriga estaba desatada, el misterio acerca de ellos iba a ser resuelto, en parte, enseguida.
Los tres desconocidos hacían frente a Clark, totalmente desconcertado por la situación, y le revelaban que también tenían identidades secretas y además eran tres viajeros del tiempo, que venían del siglo XXX. Le explicaban que pertenecían a un club de superhéroes y querían que él se uniera a ellos, porque él era el héroe más grande de todos y sus grandes hazañas habían transcendido en el tiempo. Por supuesto que el chico de acero aceptaba y se marchaba con ellos, en su gran esfera gigante, que era su máquina del tiempo. Al llegar al Smallville de dentro de mil años descubría que había crecido mucho, parecía una gran ciudad, pero le explicaban que seguía siendo un pueblo pequeño, que tendría que ver cómo eran las grandes ciudades en ese siglo. Le explicaban cosas de su época, como los helados de nueve sabores, procedentes de otros tantos planetas y los viajes en satélite alrededor del mundo en 80 minutos. Éste suponía un guiño muy especial, pues la esfera gigante que hacía esos viajes se llamaba The Jules Verne, en honor al padre de la ciencia ficción.
Y es que Binder hacía un gran uso de este maravilloso género literario, la ciencia ficción, en esta primera aparición de la Legión. Creaba un mundo futurista con una gran influencia de la robótica desarrollada (se ve cómo usaban robots para limpiar la calle, hacer demostraciones de teorías en las aulas e incluso una gran fábrica de robots), orientación espacial de los objetos, viajes interestelares consolidados en la sociedad y vehículos voladores domésticos. De hecho, los miembros de la Legión podían volar no porque tuvieran el poder de hacerlo, sino porque se propulsaban con mochilas-cohetes (como Rocketeer). Un dato curioso éste, aún no se introdujo el célebre anillo de la Legión que da la capacidad de volar.
Al llegar a ese mundo del siglo XXX Superboy veía con sus propios ojos cómo había influenciado su vida, sus logros, perdurando con el paso de los siglos. Asistía a un colegio en el que enseñaban aspectos de la vida y los poderes de Superboy con un robot que era una réplica suya con sus poderes. Su casa había permanecido conservada como una reliquia histórica. Y para los miembros de la legión, del Club de Superhéroes era una fuente de inspiración. A pesar de ser considerado como el más grande de todos, le obligaban a realizar tres pruebas para demostrar su valía, compitiendo contra tres miembros del club. Si las llevaba a cabo antes que éstos, podría entrar a formar parte de ese selecto club. Sino, sería rechazado a pesar de ser el gran héroe al que su historia ensalza. Sus rivales serían, como no, Cosmic Boy, Lightning Boy y Saturn Girl. Un detalle, en toda la aventura son los únicos legionarios a los que se les pone cara y nombre. Aparecen sentados en torno a una mesa con los demás miembros, pero no se presenta a ninguno otro y casi no se ve ninguna cara.
Es en este tramo cuando vemos los grandes valores de Superboy, del joven Superman, capaz de olvidarse de cualquier tipo de competición cuando se trata de salvar y ayudar a los demás. De camino a cada una de las pruebas, descubre con su visión telescópica, un poder que ninguno de los legionarios tiene, otros peligros que deben ser atendidos antes que las amenazas que iban a socorrer. De esa manera se entretiene y llega tarde para ganar a sus rivales. No dice nada, porque no quiere poner excusas a su derrota, lo cual le conlleva a perder y tener que soportar las burlas de los miembros del club. Esta situación le sobrepasa y llega a llorar por la impotencia. Sin embargo, finalmente le confiesan que estaban estudiando su grandeza y que cada uno de los peligros que ha descubierto por el camino era una prueba provocada por los jóvenes héroes, que como prueba de iniciación querían comprobar cómo iba a reaccionar en esa situación y qué decisión tomaría. Por supuesto, todos acaban reconociendo su valor, como superhéroe y persona, le conceden la membresía del Club de Super-Héroes y regresa al siglo XX feliz.
Como no, es digna de mención la capacidad de síntesis clásica de los cómics de la Silver Age. En esta, una aventura de tan solo doce páginas, veíamos la presentación de nuevos personajes, un viaje temporal, tres competiciones del protagonista con otros héroes, un nuevo equipo y una lección de lo que debería ser un Superhéroe. Alguien a quien no le importa ganar o perder una carrera, con tal de no dejar de lado su verdadero propósito: ayudar a los demás. Vemos páginas llenas de viñetas, aprovechando el espacio, haciendo un gran uso de los globos de diálogo y un dibujo conciso, haciendo bueno el dicho de “una imagen vale más que mil palabras”, para entender lo que sucede con un rápido vistazo. Un estilo de narración secuencial algo distinto al de hoy en día, que desarrolla las historias con más extensión.
En principio esta iba a ser una de tantas historias cósmicas narradas entre las aventuras de la adolescencia de Clark, que gozaba de serie propia desde 1949. Pero el éxito de la Legión fue tal que los tres personajes volvieron a aparecer en Adventure Comics #267, con nuevos trajes, Lighting Boy fue conocido como Lighting Lad y al equipo se le nombró en todo momento como Legion of Super-Heroes y no como Super-Heroes Club. El idilio entre Superboy y la Legion fue muy extenso, tanto que la colección de Superboy cambió de denominación en el #197 pasó a llamarse Superboy starring the Legion of Super-Heroes. En el #222, Superboy and the Legion of Superheroes y, finalmente, en el #259, después de 27 años, la serie del adolescente Clark pasó a llamarse Legion of Super-Heroes. El título viviría hasta el #354. La relación de Superboy y la Legión tuvo un punto de inflexión en Legion of Super-Heroes Vol 3. #38, septiembre del 87, cuando el héroe que les había insipirado perdió la vida a causa de múltiples lesiones sufridas en un enfrentamiento con el misterioso Señor del Tiempo, en una desgarradora página, en brazos de su hermano Mon-El. Y es el que el concepto de Superboy es peliagudo. En el cannon actual, desde Crisis en Tierras Infinitas, Superman nunca fue Superboy de joven. Aunque en el reboot de Action Comics de los New 52 Grant Morrison mantenía el encuentro entre el joven Clark y la Legión, al igual que Geoff Johns en su Superman: Secret Origin. Pero ésta es otra historia.
Un dato curioso, este Adventure Comics #247 tiene fecha de portada de abril de 1958. Justo 20 años después de Action Comics #1. Y, como hemos visto, se centraba en homenajear la figura del kryptoniano. ¿Podríamos estar ante una pequeña conmemoración de la creación del personaje? Puede que sí, pero el Action Comics de aquel mes, el #239, no hizo ninguna mención a ese 20 aniversario.
Antes de terminar, el compañero Gustavo Higuero va a dedicar unas palabras de cariño hacia este equipo. Un grupo de personajes al que seguimos echando de menos en el actual Universo DC, al que tantos rumores han colocado posibles autores los últimos años. Como ya dijimos hace unas semanas, hay muchas series grupales en DC, pero ninguna se parecerá nunca a la Legión. Ni tendrá las posibilidades tan ilimitadas en cuanto a la creación de aventuras. Como se hablaba entonces, son tantos los personajes, con tantos poderes y habilidades, que habría espacio incluso para un sello propio de la Legión de Super-Héroes dentro de DC. Pero, de momento, con que vuelva como serie, estaría muy bien.
na dificultad poliédrica. Sin embargo, aquel año hubo un extra que me permitió poder adquirir uno de los cuatro que iban a llegar a las tiendas. El anuncio me incitaba a comprarlos todos, pero el dinero, finito, me recordaba que me debía enfrentar a una dura decisión. Delante de mí se desplegaba la tentación en forma de Superman, Batman, los Titanes y una tal Legión de Superhéroes de la que no había oído hablar todavía. Acaba de empezar y poco a poco el Universo DC se iba desplegando ante mis ojos y esa parecía una buena oportunidad para seguir conociendo cosas nuevas.
Y de esa forma llegó a mis manos este especial donde pude adentrarme en el futuro del Universo DC, dejar volar mi imaginación a través del siglo XXX, mientras asistía estupefacto a la presentación (y hablo de presentación porque para mí así lo fue) del mayor grupo de heroínas y héroes que jamás había visto. Fue amor a primera vista. Todo parecía impregnado en purpurina, radiante, donde la ciencia ficción y los superhéroes se daban la mano para deslumbrar a un joven lector que repetía los nombres de Lobo Gris, Fuego Solar, Ultraboy, Fantasma, Camaleón, Sueño, Saturn Girl… a fin de memorizarlos.
Todos volaban, todos llevaban esos fantásticos anillos, celebraban elecciones para elegir líder (elecciones en las que los lectores USA podían participar) y corrían aventuras donde no solo había villanos, sino también alienígenas y muchas naves espaciales. Pronto tuve mis legionarios favoritos y, tras releer un millón de veces el especial, quedo claro que era imperativo saber más de ese futuro en el que los sueños de un muchacho de 13 años parecían poder hacerse realidad.
Larga vida a la Legión.
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