Javier Vázquez Delgado recomienda: El león de marzo
Edición original/ Japón: Sangatsu no Raion, Hakusensha 2007 – abierta
Edición nacional/ España: El león de marzo, Ecc Ediciones 2017 – abierta
Guión: Chica Umino
Dibujo: Chica Umino
Formato: B6 en rústica con sobrecubierta. 184 páginas B/N.
Precio: 8,95 €
El león de marzo nos cuenta la historia de Rei Kiriyama, un jugador profesional de shôgi que vive solo en un conocido barrio de Tokio. El joven, de diecisiete años, perdió a su familia en un accidente de tráfico cuando era pequeño y es un chico muy solitario. Ante él aparecen tres hermanas, Akari, Hinata y Momo, que le ayudarán a relacionarse socialmente y le acompañarán en su viaje hacia la madurez como jugador de shôgi y como persona.
En nuestro país ya tuvimos la oportunidad de conocer a su autora, Chica Umino, a través de su primera obra larga, Honey & Clover, un josei que se publicó originalmente en varias revistas de la editorial Shueisha entre los años 2000 y 2006. El manga de Umino nos llegaría un año después de su finalización en Japón a manos de Panini Comics. Al finalizar Honey & Clover, la mangaka emprendió un nuevo proyecto de serie larga. Era el año 2007 y daba comienzo la publicación del seinen Sangatsu no Raion dentro de las páginas de la revista Young Animal, propiedad de la editorial Hakusensha. Diez años después, gracias a sus recientes adaptaciones al cine y a la televisión, la española ECC Ediciones se animaba a editar esta última obra de la autora japonesa bajo con la edición que hoy tenemos entre manos.
Al leer las primeras páginas del manga pronto advertimos que estamos ante una historia de superación, dramática y a ratos tragicómica. Una coming-of-age en la que seremos testigos del crecimiento psicológico y moral del protagonista, desde la juventud hasta la adultez, con el trasfondo de la competición profesional de shôgi.
Como en cualquier coming-of-age, toda la fuerza de la obra recae en la mente de su protagonista. Rei Kiriyama es un chico altamente introvertido que se encuentra atrapado en su carrera como jugador profesional de shôgi, a la deriva en un mar de dudas.
Los recuerdos y los traumas vividos afloran a modo de flashbacks en cada capítulo. Kiriyama es un personaje psicológicamente complejo al que iremos conociendo poco a poco mientras somos testigos de su genialidad como jugador de shôgi. Un don tan agridulce para el protagonista que bien podría definirse como maldito.
El shôgi le trae muchos malos recuerdos a Kiriyama, pero es lo único que le queda de su pasado. Lo único a lo que puede aferrarse, en lo que realmente se siente cómodo.
El conocido popularmente como «ajedrez japonés» es un pilar fundamental dentro de El león de marzo y si bien no saber jugarlo no impide leer la obra, sí que resulta importante interesarse por lo básico para poder disfrutarla al máximo.
El shôgi también se conoce como «el juego de los generales» y es uno de los principales estandartes de la cultura tradicional nipona. Este juego de estrategia es toda una institución en Japón y se organiza en diferentes ligas y competiciones según el nivel. Además, en el país del sol naciente resulta posible vivir de ello si uno es lo suficientemente bueno como para ostentar el título de jugador profesional.
Todos estos detalles sobre el shôgi los iremos conociendo entre capítulo y capítulo gracias a una columna didáctica escrita por Manabu Senzaki, jugador profesional de esta disciplina que posee el título de 8º dan (hay un máximo de nueve niveles «avanzados» y por encima de todos ellos se encuentra el título de Meijin o maestro, que solo puede ostentar una única persona). En su espacio, Senzaki nos habla de aspectos como la historia del juego, su filosofía o su organización en Japón, jugadores destacables, jugadas para recordar, etc. En definitiva, un aliciente que sirve para enriquecer la obra y que permite dar contexto a un juego que puede no resultar muy conocido a día de hoy.
Eso sí, hay que decir que en ningún momento se explican las reglas básicas o la mecánica del shôgi en la historia. Parece que la autora da por entendido que el lector conoce cómo se juega (o no considera necesario que deba saberlo) y obvia esta parte que resulta tan llamativa para la mayoría de occidentales. Y es que, si bien el shôgi es muy parecido al ajedrez, posee unas mecánicas distintas y eso dificulta que podamos seguir algunos duelos que aparecen en el manga. Es posible que por este motivo ECC Ediciones tuviera el acierto de regalar un pequeño shôgi de cartón con la primera edición del primer número, junto a las reglas básicas (aunque tampoco cuesta tanto buscar cómo funciona este juego en Internet si no se tiene esa primera edición).
Con la presencia del shôgi en la trama de El león de marzo cualquiera podría pensar que la obra de Chica Umino también se enmarca en el género spokon o deportivo, pero apenas lo roza. El juego sí que resulta importante a la hora de vehicular la historia del protagonista, pero la fuerza de la trama no se vuelca únicamente en ese aspecto. Como ya dijimos al principio, estamos ante una historia que tiene mucho de introspectivo y los momentos reflexivos abundan a lo largo de la obra. Se trata pues de una historia para disfrutar poco a poco.
Por supuesto, la autora se encarga de que toda esta carga melodramática no resulte extenuante y para ello adorna la historia con un buen puñado de momentos cómicos que llegarán hasta nuestro protagonista a través de los distintos personajes secundarios. La exageración de estos momentos, a veces hasta el absurdo, casa muy bien con el dibujo simpático de la obra. En este apartado debemos decir que Umino hace gala de un dibujo realista en los momentos serios de la historia, pero caricaturesco o de estilo chibi cuando el humor roba la escena. Un estilo muy personal que llena las páginas de calidez.
Uno de los aspectos que más llama la atención en este manga es la cantidad de bocadillos o cuadros de texto que pueblan sus páginas. La lectura se vuelve densa ante la gran cantidad de diálogos externos e internos que protagonizan los diferentes personajes. Eso, junto el ritmo natural de la obra, hace que la lectura de El león de marzo sea lenta y requiera cierta paciencia. Estamos ante una historia «de momentos».
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