Javier Vázquez Delgado recomienda: El Inmortal Hulk #1, de Al Ewing y Joe Bennett

Este mes de Noviembre, Panini Comics comienza a publicar una nueva serie sobre Hulk que está dando mucho que hablar dentro del relanzamiento que supone Marvel Fresh Start. Sea por su originalidad, su frescura, o por el nuevo y renovado punto de vista que aporta sobre un personaje con tanta historia a sus espaldas como El Increíble Hulk, la realidad es que El Inmortal Hulk es actualmente, un valor seguro dentro de Marvel, y quizás la mejor colección de las que forman este último relanzamiento editorial que, bajo la batuta de C.B. Cebulski ha comenzado la Casa de las Ideas. Es por ello que, como viene siendo habitual con estos primeros números que tanto suponen a nivel editorial, aprovechamos la oportunidad de su salida en la tierra de Cervantes para no sólo analizar el comienzo de en este caso tanto nueva colección como etapa para el personaje, si no que además, hablamos un poco de Hulk, de su significado dentro de Marvel y de los autores que han tenido a bien llevar al Goliath Esmeralda a su siguiente andanza tebeística.

El Increíble Hulk, o el moderno Mr. Hyde

Bruce Banner es el mejor alter ego del cómic de superhéroes”. Con esta frase lapidaria que hace aproximadamente unos ocho años me dijo un buen amigo, mi concepción de Hulk, de Bruce Banner y del propio personaje cambió para siempre. ¿Cómo alguien podía espetar tan categóricamente una oración tan generalista, tan vehemente? ¿Acaso no había leído casi cómics de superhéroes? ¿Quizás, por el contrario había leído tantos a lo largo de los años que no tenía dudas acerca de su afirmación? Sea como fuere, desde que escuché esa frase no pude dejar de plantearme el por qué había sido expresada, y entonces, decidí no solo leer más cómics del personaje, de Hulk, si no ponerlos en comparativa con otros personajes marvel (prefería circunscribirme al propio universo compartido al que el Goliath Esmeralda pertenecía) y analizar qué era lo que diferenciaba a Hulk de todos ellos.

Un primer vistazo, más simple, que analice tan solo la superficie de lo que ve, puede decir que la diferencia está en la brutalidad. Hulk, como su propio nombre indica, no es si no una enorme masa de músculos movida por nada más que la ira que se enfrenta a todo aquello que perturbe su más ansiado deseo: El anhelo de una paz y calma nunca obtenida.
Sin embargo, esa primera diferenciación no basta para comprender la complejidad de un personaje como Hulk. Y es que, lo que más diferencia a Hulk, o si lo preferís a Banner, del resto de empijamados que plagan el Universo Marvel, es que estamos hablando del mito del Doctor Jekyll y Mr. Hyde que en 1886 concibiera Robert Louis Stevenson y que en 1963 Stan Lee y Jack Kirby decidieran rescatar pasándolo eso sí por el filtro de la modernidad y del cómic de superhéroes como un género que volvía a despuntar y que estaba sufriendo en aquel momento una auténtica revolución.

Ya hablemos de míticas etapas al frente del personaje como la de Bill Mantlo, la de Peter David o, más recientemente, la de Greg Pak, o incluso de esos pretéritos y primeros números del personaje a cargo de Lee y Kirby, la realidad es que, salvando las enormes diferencias entre unas etapas y otras, todas ellas tienen como común denominador el análisis del drama de un Bruce Banner que vive en constante huida bien sea de la sociedad, del ejército o de sí mismo, por el miedo y la ansiedad que en él genera transformarse en un aterrador e imparable monstruo sin poder hacer nada para evitarlo.

Por tanto, si hablamos de otros héroes marvelitas, Spiderman tiene sus problemas económicos, amorosos y de credibilidad social, que casi siempre suelen empeorar cuando, en busca de un bien mayor, Peter Parker decide enfundarse su arácnido traje y dejarlo todo para salvar a los suyos.

El Capitán América se enfrenta cada día a un mundo que ni comprende, ni le comprende, al aislamiento que solo el viaje temporal de décadas en las que todos sus seres queridos han muerto puede producir.

Thor, por su parte, siempre tendrá el corazón dividido entre su mundo natal, la mágica y épica Asgard, y su mundo adoptivo, la Tierra, una Midgar que le acoge como uno de sus más grandes valedores y que en repetidas ocasiones se ve obligado a abandonar para encargarse de los problemas de un mundo respecto del cual se siente cada día más ajeno.

Los X-Men, por su parte, quizás sean los que en comparación con los anteriores que he mencionado, lo tengan más difícil. Y es que, su enemigo resulta ser la sociedad entera, que da carta blanca a las instituciones que la manipulan para que odie y tema a estos seres de increíbles habilidades y coloridas vestimentas, simplemente porque nacen con una condición distinta a la del resto de seres humanos. Tal es la hipocresía social mostrada en los cómics protagonizados por mutantes (que no dejan de realizar una alegoría sobre el racismo, la homofobia, el machismo, y otros focos tradicionales de intolerancia) que considera una amenaza a estos por nacer con poderes, que además en el caso de los X-Men, emplean en favor de la humanidad que los rechaza, pero que alaba a la mayoría de superhéroes que habitan el mundo y que consiguieron sus poderes merced a accidentes, pactos con extrañas entidades, experimentos científicos etc.

Sin embargo, todos estos dramas descritos palidecen si los ponemos frente a Bruce Banner. Banner, un hombre que con un puesto envidiable al servicio del equipo de investigación del científico, una mujer que lo amaba sin reservas, y una inteligencia que lo situaba entre los seres mejor dotados intelectualmente del mundo, lo perdió todo por intentar salvar a un alocado adolescente de la explosión de la Bomba Gamma que el propio Banner había creado, pero en cuyo núcleo Rick Jones se introdujo voluntariamente y sin necesidad alguna.
Así, desde ese día, Bruce Banner se vería casi siempre separado de su verdadero amor, no encontraría mucha mejor suerte con otras relaciones amorosas futuras (Jarella, Caiera…), viviría el abrupto fin de su brillante carrera como científico y al menos conservaría su intelecto… siempre y cuando no le fuera arrebatado durante horas, días o meses por una bestia que desde aquel fatídico accidente habitaría en su interior para nunca separarse de él.

Si Mr. Hyde encarnaba la oscuridad interior que tanto el Dr. Jekyll como el resto de seres humanos sabemos que anida dentro de nosotros, Hulk es para Bruce la antítesis perfecta de éste: Musculoso, seguro de sí mismo, de temperamento incontrolable, fuerte, veloz y salvo contadas encarnaciones distintas del personaje, no muy inteligente.
Por tanto, tenemos a un héroe que cuando salva la ciudad o el país, no suele recibir la aclamación popular de la que otros de sus compañeros disfruta, que no puede controlar la explosión de rabia que da lugar a sus poderes y que, para colmo, constantemente es perseguido por el ejército o por el Estado por ser considerado una amenaza que no puede andar suelta por la ciudad.
De este modo, entiendo ahora esa frase tan capital que aquel día me dijo mi buen amigo, y es que, donde otros alter ego de superhéroes, deben vivir con el clásico drama del género relativo a las consecuencias de llevar una doble vida, que en todo caso responde a voluntarios deseos de perseguir fines de justicia más grandes que los intereses particulares de cada uno; Bruce Banner es un héroe y a veces un villano que no quiere serlo, que no puede elegir cuándo ponerse su traje o luchar contra el mal, y que jamás recibirá el agradecimiento de nadie. Quizás Bruce Banner no sea el mejor alter ego del cómic de superhéroes, pero desde luego, está en el podio de los mismos, al menos en mi humilde opinión, y toda etapa a cargo del personaje, debería de alguna manera explotar esta idea para poder ser digna del mismo.

Desde ya decimos, que El Inmortal Hulk cumple esas expectativas mínimas con creces, llegando a sobrepasarlas, al menos en un primer número que, tras la obligada sección dedicada a hablar de sus autores, analizaremos.

Sobre los Autores

Al Ewing y Joe Bennett, escritor y guionista, son los dos magos que junto al entintado de Ruy José y al color de Paul Mounts se encargan de llevar a buen puerto esta nueva etapa en las aventuras del Goliath Esmeralda.

Al Ewing, guionista británico, comienza a trabajar como tantos otros de los escritores procedentes de Reino Unido en esa magnífica publicación que reúne a tantos grandes de la viñeta en sus inicios (Moore, Gaiman, Delano y un largo etc) y que responde al nombre de 2000 AD. En dicha publicación en la que escribía entre otras obras, Juez Dredd.
Sin salir del panorama británico colaborando en antologías como Future Quake o Solar Wind, no fue hasta el año 2007 que el ya por aquel entonces consagrado en su trabajo Garth Ennis recluto a Ewing para escribir una etapa de seis números sobre el personaje Jennifer Blood y el spin off The Ninjettes, para la editorial Dyanamite Entertaiment. Compaginando su trabajo como guionista de cómic con el de novelas, escribió la novela El Sombra, perteneciente a la saga Pax Britannia y ambientada en un universo steampunk en el que un héroe de origen mexicano se enfrenta a los nazis.

A partir de ese momento, el grueso de su trabajo en cómic se circunscribe a la Casa de las Ideas en la que ha colaborado en títulos como Ultimates, Rocket, Royals, New Avengers y, por supuesto y más recientemente The Inmortal Hulk. Esta última obra que analizamos hoy, es la que previsiblemente y dentro de unos años, sea utilizada como punto de inflexión en la carrera de Ewing, que de esta forma pasa de ser un escritor desapercibido entre los muchos que pueblan el cómic estadounidense mainstream, a ser alguien a quien debemos tener en cuenta y cuyo trabajo merece la pena vigilar de cerca.

Por su parte, Joe Bennett, cuyo nombre verdadero es Benedito José Nascimiento es un dibujante brasileño de cómics cuyos inicios se sitúan en la década de los noventa en las publicaciones de género terrorífico que más tirada tenían en Brasil: Calafrio y Mestres do Terror.

Ya en 1994 debutaría en Marvel Comics, editorial en la que, desde entonces ha trabajado en títulos como The Amazing Spiderman, Captain America, Fantastic Four y un largo etcétera, aunque también ha colaborado con DC Comics y Dark Horse entre otras editoriales estadounidenses.
Dentro de DC, compañía con la que llegó a firmar un contrato de exclusividad, trabajó en la maxi serie, 52 o Teen Titans, entre otras publicaciones.

Su trabajo en el Inmortal Hulk, como veremos a continuación, le hace volver a las raíces de sus inicios en el género terrorífico, alcanzándose una agradable simbiosis entre guionista y dibujante que no siempre tenemos el placer de paladear en el noveno arte.

Reseña de El Inmortal Hulk #1, de Al Ewing y Joe Bennett
 

Edición original:The Immortal Hulk 1 USA.
Edición nacional/ España:Panini Comics.
Guión:Al Ewing.
Dibujo:Joe Bennett.
Entintado:Ruy José.
Color:Paul Monts.
Formato:Grapa, 40 páginas.
Precio:3,50€.

 

Decía mi compañero Nacho Teso, en esta reseña dedicada a esta misma obra al tiempo de su salida en el mercado USA, que si no sabíais que serie de Marvel Fresh Start leer, que no os lo pensarais y leyerais ésta. Y no le faltaba razón. En primer lugar, no es necesario haber leído nada sobre el personaje para poder enfrentarse a esta serie por primera vez. Y es que, todo lo necesario se explica en este primer número con dos o tres detalles que hacen que la serie brille por sí misma y pueda ser leída por cualquiera, sea el lector un neófito en los cómics o en el personaje o un ávido consumidor de este tipo de productos.
En segundo lugar, esta serie goza de una originalidad que no siempre podemos ver dentro del cómic de superhéroes, y que la emparentan más con títulos deceitas clásicos como La Cosa del Pantano o incluso El Fantasma Errante, que con otras series del personaje, puesto que se arcerca más al género terrorífico tradicional que al cómic de superhéroes usual. Y es que, si quisiéramos comparar El Inmortal Hulk con otras etapas del gigante verde de Marvel, debemos retrotraernos casi obligatoriamente a esos primeros números de Stan Lee y Jack Kirby en los que el monstruo (en aquel momento, de color gris) tan solo aparecía por la noche, sembrando el terror entre aquellos que tenían la desgracia de cruzarse en su camino.

Al Ewing ha llegado a reconocer que una de sus influencias está en esos primeros cómics del personaje, pero también es evidente que nos encontramos ante una obra que bebe del género terrorífico más clásico, de esas películas de la Hammer que nos presentaban a un imposible monstruo cuyas motivaciones no alcanzábamos a entender, pero cuya imponente presencia en pantalla arrancaba los alaridos del resto de personajes y de algún espectador que otro.
De esta forma, Ewing hecha mano del concepto de la eterna resurrección que afecta a los personajes principales de estos universos de ficción que, como Marvel, utilizan la muerte como revulsivo e incrementador de las ventas, y no como algo definitivo, y decide aportarle un nuevo prisma que, lejos de convertir el regreso de Hulk en un anodino cliché, aprovecha el mismo para ofrecernos una perspectiva del personaje nunca antes abordada y jamás, con tanto acierto.

Así, si nos retrotraemos al evento Civil War II, en el que un desgastado Brian Michael Bendis ponía a nuestros personajes favoritos en la dicotomía de qué hacer si puedes conocer con casi total certeza los crímenes futuros de la sociedad, llevando el concepto de Minority Report a las viñetas marvelitas, en dicha guerra civil superheroica Bruce Banner (y por tanto, Hulk) moría merced a un certero disparo de un Ojo de Halcón que prefería no arriesgarse a la devastación que pudiera causar en el futuro Hulk, acabando con él antes de que ésta se produjera.
Pues bien, tras el evento Avengers: No Surrender, podíamos ver que Hulk volvía a la vida, por lo que era previsible que una nueva colección sobre el personaje llegara más pronto que tarde.

Y es aquí donde, como digo Al Ewing juega con el concepto de la muerte del personaje de una forma interesante y, a todas luces, muy original. Así, no encontraremos aquí un primer número en el que se nos dice que Hulk era inmune a las flechas de Ojo de Halcón porque se nos explica un nuevo factor del accidente que le dio vida. Tampoco se nos dirá que Banner cerró un trato con una entidad extraplanaria que le garantizaría la supervivencia. Simplemente, al principio del número Bruce Banner, que como es usual en él, viaja de incógnito sin que se nos llegue a explicar como ha vuelto al mundo de los vivos, siendo testigo de un atraco a mano armada en un comercio local.
Tras dicho suceso, que en principio pudiera parecer un tanto simple, se nos arroja la idea de que Hulk (y por extensión, Banner) no puede morir, y que aparece cada noche, como uno de esos monstruos del cine clásico de terror que hoy son ya leyenda, para juzgar a la sociedad por sus pecados cometidos a la luz del día, como un brutal monstruo vengador que llevara su ideal de justicia hasta las últimas consecuencias, para que el mero susurro sobre su existencia genere terror en el corazón de los malvados.

Joe Bennett, por su parte, aporta un dibujo que pone especial cuidado en la expresividad de los rostros de los personajes, y que diseña un Hulk que, aunque aparentemente, es muy similar al clásico, verde, de simple mirada y pantalones morados desgarrados, es más brutal que nunca, más monstruo que hombre, convirtiéndolo en un ser que ya no es gráficamente interpretado como un Banner verde, grande y musculoso, si no como una bestia aterradora que nada tiene que ver con el científico que alberga en su interior.

El Inmortal Hulk supone un nuevo punto de vista sobre el personaje, y además, uno de esos que como su cambio de color en el pasado, o las distintas encarnaciones del monstruo que presentó Peter David, tiene pinta de llegar al nivel de alcanzar un antes y un después en un personaje que hacía tiempo que necesitaba una revisión.



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