Javier Vázquez Delgado recomienda: Hulk, el regreso del monstruo

Toda resurrección es un buen punto de partida para introducir conceptos nuevos en los personajes, es cierto que tanto ciclo de muerte y resurrección como vivimos los lectores de cómics de superhéroes parece quitar dramatismo a las historias, aunque personalmente prefiero verlo desde otro punto de vista, lo importante es lo que se cuenta y no las herramientas que se utilicen para ello, no importa que muera el Capitán América, Lobezno o Hulk, solo importa si la historia en la que ello sucede es buena, si esa muerte merece la pena. Lo mismo ocurre con las resurrecciones, la verosimilitud siempre es importante pero lo que realmente marca una buena reaparición es la potencia con la que entra el personaje, todos sabemos que personajes de la talla de los antes mencionados van a volver tarde o temprano, ya los personajes menores (en cuanto a fama) acaban volviendo, salvo raras excepciones con muertes demasiado impactantes como la del Capitán Marvel, por lo que está claro que un Bruce Banner muerto es algo momentáneo.

Su fallecimiento lo pudimos ver en el evento Civil War II a manos de Clint Barton, si bien la escena tenía su garra, la historia resultaba más importante para Ojo de Halcón por lo que esto significaba para el personaje en tanto que había matado a un compañero. Si bien el propio Banner dio a Ojo de Halcón las herramientas necesarias para acabar con su vida si veía un atisbo de que Hulk pudiera volver, no era algo agradable para Clint hacerlo, y más difícil aun de explicarlo al resto de sus compañeros y en el pertinente juicio, cierto es que salió libre pero durante un tiempo quedó ese estigma sobre él. La muerte de Banner también resultó más importante para el nuevo Hulk que para el propio Banner, Amadeus Cho ya venía sustituyendo a Bruce como Hulk, con sus poderes mucho más controlados, en su propia colección y con un enfoque juvenil muy acertado en algunos momentos y que sirvió para dar una vuelta de tuerca a la colección. Pero, aunque Cho sí que se merecía el puesto por ser un gran personaje, daba la impresión de que Marvel estaba tirando a la basura a Banner como si fuese un juguete roto. Sea por la forma, por el momento o por los muchos que han muerto y regresado, lo cierto es que la muerte de Hulk pasó mucho más desapercibida que la de muchos otros. Y no debería ser así, no en vano es uno de los personajes más icónicos de la editorial aunque en los últimos años ha pasado algunas horas bajas.

Casi dos años tardó el personaje en volver, esta vez en la serie de los Vengadores, en un minievento destinado a unir todas las colecciones del gran grupo para dar lugar a un reinicio (que veremos en España el mes que viene), la historia en cuestión fue llamada Sin rendición. Aunque se le dedicaban sus páginas tampoco este evento tomaba a Hulk como figura central, era más bien algo que pasaba mientras se sucedía la historia de Los Vengadores, una narración secundaria que venía a ser un preview de la futura colección de Hulk. Dejemos de lado la calidad de esta historia, que con sus cosas buenas y malas resultó entretenida, y hagamos lo mismo con la Civil War II, evento con partes interesantes y otras no tanto, definitivamente no parece la forma adecuada de traer de vuelta a uno de los grandes, no por las historias en sí sino porque ninguna de ellas hablaba sobre Hulk, el fallecido podía haber sido él o cualquier otro, si la muerte de un personaje ya es una herramienta narrativa cuando este lleva un papel protagonista en la historia, como los antes mencionados Lobezno o Capitán America, lo de Hulk parece más una anécdota al entrar en lugares en los que no pintaba nada, con lo que se continúa esa sensación de que Marvel deja un poco de lado al personaje. La mayor tristeza en la muerte de Hulk fue el trato recibido por la editorial.

Pero lo bueno de todo esto es que se abre la posibilidad de una nueva etapa, en Marvel hay un progresus/regresus, todo vuelve a empezar y se le da un enfoque distinto, o por lo menos diferente al inmediatamente anterior. Este mes Panini ha publicado el primer número de la nueva serie de Hulk con el regreso de Bruce Banner a la cabecera y a Marvel, y con ello cumple una importante duda cualitativa: su muerte y su regreso no estuvieron a la altura pero este número 1 sí lo está. Al Ewing ha sabido muy bien aprovechar la situación para dar un enfoque diferente al Goliat esmeralda, un enfoque que no me atrevería a tildar de nuevo pero sí de novedoso en varios sentidos. No es la intención de este texto realizar una nueva reseña de ese cómic, para ello os remito a la que hizo mi compañero Raúl Gutierrez, sin embargo me gustaría reflexionar sobre lo que ha hecho Ewing a base de mirar al hacia atrás, porque eso es lo que hace, generar un nuevo estatus en Hulk a base de revisar su pasado más lejano.

Si nos volvemos a esos primeros números realizados por el famoso tándem de Stan Lee y Jack Kirby que el propio Ewing reivindica podemos encontrar muchas ideas, incluso algunas de ellas llegarían a ser casi contradictorias hasta pillar exactamente el tono que querían para el personaje, pero hay dos que sobresalen, una de ellas es la base tomada de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. La relación con esta obra es clara, una misma persona con dos personalidades diferentes que, al transformarse, nadie reconoce. En este caso, como en el de la obra del siglo XIX, el resultante Hulk era lo opuesto al buen Bruce Banner, era desagradable, atacaba a la gente pero también era fuerte, grande y, como no, monstruoso, un monstruo que odiaba a los humanos pero siempre los acababa por proteger, más por fortuna que por la clásica actuación de un vigilante, todo sea dicho. La historia de Jekyll y Hyde ocultaba también una reflexión sobre el bien y el mal que ya se hacía patente en la historia de Lee y Kirby, pero Ewing la manifiesta de una forma más fuerte al iniciar el cómic con una cita de Carl Gustav Jung, conocido estudioso de la psicología con teorías de fuerte espiritualidad e individualismo que defendía. Precisamente la psicología siempre ha tenido una presencia fuerte dentro de la serie de Hulk, es cierto que los trastornos de personalidad múltiple han sido parte de esta serie mucho tiempo, es cierto que siempre se ha tratado a Hulk y a Banner como dos seres diferentes que ocupan una misma persona y se ha ahondado en que Hulk es lo que Banner quiere ser pero no se atreve, y también es cierto que Jung trata estos temas, pero Ewing añade una nueva discusión con el “yo”, una discusión que sigue siendo psicológica al estar dentro de una misma mente pero que se mueve más hacia el terreno ético (aunque dada las transversalidad de esta última disciplina una cosa no desdice de la otra). El tema es que se le da un nuevo punto a la dualidad Hulk/Banner en el momento en que entran las nociones de bien y mal en la que parecen llegar a una especie de acuerdo.

La escena del espejo en la que Banner pregunta a Hulk “no soy una mala persona, ¿verdad?, ¿tú que crees?” parece indicar la existencia de algún pacto al más puro estilo del contrato social de Rousseau (o quizás del de Hobbes) donde parece establecer unas normas con su otra parte, unas normas éticas con las que los dos puedan vivir cómodos y que suponen que Hulk será más comedido y Banner más atrevido, la gran cuestión es ¿habrá un equilibrio?. Esto nos remite de nuevo a la etapa inicial del Kirby y Lee, a la idea del monstruo, a la vez que se aleja de ella mostrando una comunión entre ambos. Y es que parece que con Ewing está todo pensado, el primer número de aquella clásica etapa decía en su portada “Es un hombre o monstruo… o ambos”, la mayor evidencia de este pacto ético o conciliación es el título “o es ambos” de el primer número de esta colección, Ewing sigue evidenciando esa diferencia de personalidades pero ahora parece que hay partes en común, un ideal, y quizás sí que esto sea lo más nuevo de todo en el sentido de que ahora sí que hay esa tendencia hacia el vigilantismo, un pasito más cerca del Castigador pero sin matar. Una pena, quizás eso sea demasiado fuerte para el fresh start pero no hubiese estado mal introducir ese dilema.

Tanto la carga ética como la carga psicológica (y ese individualismo inherente al tipo de sociedad norteamericana) están muy presentes en otra obra que parece influenciar fuertemente a Ewing, hablo de la serie de televisión de Hulk. La adaptación de finales de los setenta era una historia basada en el personaje en la que los autores y productores se tomaron muchas licencias (desde cambiar el origen hasta el nombre y pasando por la profesión) pero marcó bastante al personaje o por lo menos a la percepción que el público tenía de él, Bruce Banner (precedido por un David aquí) era una especie de nómada que iba cambiando de indentidad y de pueblo en un interminable viaje por carretera que se tornaba una especie de gran road movie. Las escenas de la gasolinera o del motel totalmente parecen sacadas de ahí, lo cual se incluye en esa primera parte en la que decía que aun sin ser un planteamiento nuevo sí que es novedoso, pero no solo es el entorno, se recupera a aquel huidizo Banner que no quería saber nada de nadie para no hacer daño y se le añade el toque vengativo. Además Ewing ha tenido el detalle de meter un guiño en la figura de la periodista Jackie McGee, ya que un Jack McGee era el reportero que seguía el rastro de Hulk en la serie.

Otra idea potente de la época de Lee y Kirby es la del “monstruo”, pero no como se ha venido explicando en los últimos años con sagas como la de Monsters Unleashed (quizás el mejor evento de su año) que se movían más entre la acción y la aventura, no, aquí se trata de terror. Cierto es que una revisión sobre los cómics de los sesenta puede dar la impresión de la falta de terror, no es así, solo que para ello hay que obligarse a tomar cierta perspectiva. La historia que aquí plantean Al Ewing y Joe Bennett tiene ese aura de historia de terror que en aquellos años tuvieron sus creadores, ese halo de historia corta de pasadas décadas y parte de ello es gracias al dibujo de Bennett que nos da a un Hulk con pinta de desquiciado y ansias de sangre, ¡que tiemblen los malvados!, pero que el resto no se acerque, por si acaso.

Las muchas facetas que han dado los nuevos autores de esta etapa de Hulk ha demostrado estar llena de matices, se ve que está trabajada y que tiene un rumbo, hay de lo que hablar y eso es bueno para el personaje y para nosotros los lectores. Hulk ha vuelto fuerte y lo hace con un último detalle que no se debe dejar de lado, la sustitución de la palabra “increíble” por “inmortal”, si antes Hulk podría resultar terrorífico por su inestabilidad aun quedaba la esperanza de poder matarlo, ahora ya nos podemos olvidar de esa idea. La inmortalidad da aun más fuerza a la noción de monstruo terrorífico, de ahí la importancia del nuevo título. Como hecho en sí desde el punto de vista del lector la inmortalidad de Hulk es algo que todos teníamos asumido, Marvel nunca se deshará de un personaje tan icónico.

El inmortal Hulk apunta a ser una de las etapas grandes del personaje, de momento ha sido una enorme sorpresa.



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