Javier Vázquez Delgado recomienda: Los Picapiedra

 

Edición original: The Flintstones núms. 1 a 12 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión: Mark Russell.
Dibujo: Rick Leonardi, Steve Pugh .
Entintado: Scott Hanna.
Color: Chris Chuckry.
Formato: Cartoné (Integral omnibus), 320 págs. A color.
Precio: 30,50 euros.

 

El 30 de septiembre de 1960 llegaban a la pequeña pantalla los Picapiedra, la serie de animación de Hanna Barbera en la que se contaban las aventuras y desventuras de una familia de clase media en el pasado más lejano de la humanidad, la prehistoria. Llegaron sin mucho ruido, pero hicieron historia.

La serie gozó de un éxito sin igual y con 166 episodios, se mantuvo en antena hasta 1966, gustando tanto a los más pequeños como a los telespectadores más curtidos pues, por temática, trataba temas muy cercanos a esa clase de público. La serie no le daba la espalda a tratar abiertamente los problemas laborales, la maternidad, el consumismo, la ludopatía, las complejas relaciones familiares… tan potente era su enfoque que fue la primera serie de animación en mostrar a sus protagonistas en la cama. Y fiel a este estilo único el guionista Mark Russell asumió el reto de rescatar, para una nueva línea de comics DC, a la familia de los Picapiedra y usarlos como vehículo de una sátira brillante de la ridícula vida que llevamos en este invento conocido como civilización.

Mucho se ha hablado de esta serie desde que fuera publicada en Estados Unidos durante el 2016 y 2017. La crítica la ensalzó de inmediato, no así las ventas, para hacer notar el fino talento con el que Russell había sido capaz de dar la versión más actual de la serie de televisión de los años sesenta. Lo que podría haber sido un simple cómic más, un trabajo alimenticio, un mero trámite con el que llenar páginas en un intento por llamar la atención de algunos nostálgicos, se erige con un esplendor inusitado, fresco y divertido, capaz de tratar temas tan relevantes como la religión, el consumismo, la política, la guerra, el arte, la educación, la ciencia, la economía y las relaciones sociales con una brillantez al alcance de muy pocos.

La serie se ha hecho de rogar en nuestro país (tanto que se reseño a partir de los tomos recopilatorios USA enThe Flintstones #1-6 y The Flintstones #7-12) y nos llega cuando estamos ya despidiendo el 2018, pero como todo lo bueno se hace esperar y sin duda el resultado final de la obra, recopilado en un solo tomo por parte de ECC, que vuelve a optar por reducir el tamaño de la obra para disgusto de unos e indiferencia de otros, así nos lo demuestra.

Los Picapiedra son un espejo. Puede parecer un cómic, o doce comics, pero en realidad es un espejo de soberbia factura artesanal. Un espejo de excelente calidad en sus materiales y en su construcción, rodeado de un detallado marco de fina filigrana de plata, con el que poder mirarse para vergüenza de todos. El guionista de Prez construye en Piedrachica toda la sociedad humana y recorre con precisión cada uno de sus pilares para desmontarlos de forma muy acertada, despojándolos de la máscara con la que esconden su verdadera naturaleza. La civilización, ese logro del que sentirse muy orgulloso, se apoya sobre un raquítico esqueleto de huesos podridos, capaz de darnos la sensación de seguridad, de estabilidad, cuando en realidad todo se sustenta gracias a la sensación de falsa libertad.

Para Russell todo es un chiste, un chiste sin gracia, del que no hay más remedio que reírse a carcajadas, porque es la única forma de poder mantener la cordura. Su afilado trabajo dispara con certeza a la línea de flotación de la sociedad occidental y mediante el uso elegante del humor más ácido, acomete contra la ridiculez de muchas de las costumbres establecidas y normalizadas de la sociedad. Toda una visión global de lo que somos y lo que queremos ser en un mundo de locos.

El retrato de Russell puede resultar pesimista, gris incluso, si uno se queda con el mensaje que subyace bajo cada situación, pero el escritor inserta a lo largo de la trama diversos momentos para la esperanza como especie y como sociedad. Una apuesta clara por la humanidad que prevalece en medio de la sátira y que permite que no se acabe distorsionando lo que la obra persigue en todo momento: la reflexión calmada desde un punto de vista suave de la realidad que se vive día a día.

Complementando el trabajo de Russell está Steve Pugh (con la ayuda de un número de Rick Leonardi), un viejo conocido de los aficionados por trabajos tan relevantes como Animal Man de Jaime Delano. Pugh, realiza un soberbio ejercicio de diseño y composición, logrando dotar de personalidad propia a todos y cada uno de los personajes, así como a los electrodomésticos (que como no podría ser de otra forma son animales que emulan a los aparatos eléctricos), consiguiendo que todo quede cohesionado en un todo orgánico y fluido que no hace sino apuntalar cada detalle de la trama de la propuesta por Russell.

Los Picapiedra son ya un clásico del cómic, una obra imprescindible, fresca, certera, aguda, divertida, reflexiva y dura con la que poder se un poco más conscientes de donde vivimos, como vivimos y como queremos vivir. Un lúcido retrato de nuestra sociedad que es de lectura obligada.



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