Javier Vázquez Delgado recomienda: Edison Rex

Consideraciones previas

Los realtos que se salen del canon de continuidad establecida de conocidos personajes son un recurso frecuente en el género superheroico desde hace décadas. Las Historias Imaginarias de la Silver Age de DC, los What If? Marvelianos, los Elseworlds, las sagas que son alteradas mediante viajes en el tiempo o reconfiguración cósmica de algún tipo… No solo son un lugar común para los que somos aficionados al género, sino que además han dado lugar a algunas de las obras más interesantes del mismo.

También son conocidos habituales para nosotros los personajes análogos a otros muy populares: copias u homenajes apenas disimulados, con los que precisamente parte de la gracia está en reconocer y evaluar cómo se han trasladado los elementos que componen la idiosincrasia de los héroes (o villanos) originales en cuestión. Y así, por poner algún ejemplo, en Marvel tenemos al Escuadrón Supremo remedando a la Liga de la Justicia, en DC Alan Moore edificó Watchmen partiendo de los personajes clásicos de la editorial Charlton, y yéndonos a editoriales independientes, nos saltaremos el evidente y grandioso Astro City de Kurt Busiek y Brent Anderson para nombrar, en aras de la variedad, el Halcyon de Marc Guggenheim con sus trasuntos de la JLA-Authority.

Observando un poco detenidamente esos nombres enumerados, es inmediato sacar dos conclusiones muy prominentes. Una: que parece que por estadística, se hacen más versiones de personajes de DC que de Marvel. Esta impresión no se debe a un sesgo en esta corta lista; les aseguro que en general encontramos muchas menos iteraciones de personajes de la Casa de las Ideas que de la Distinguida Competencia. Probablemente sea debido a que en Estados Unidos, los héroes de DC tienen, para varias generaciones de público generalista, un valor icónico, de reconocimiento inmediato, mucho mayor que los de Marvel. Quizás esto sea debido a que los primeros saltaron mucho antes de manera exitosa a otros medios masivos como el cine o la TV, y están asentados de manera firme en la cultura popular Norteamericana. Probablemente, dado el éxito del Universo Marvel cinemático, esa tendencia cambie en los próximos años: hoy por hoy si se le pregunta al estadounidense adulto medio de a pie por un grupo de superhéroes, casi seguro que pensará inmediatamente en la pedestre serie de televisión de Super Friends de los 70 y 80 que arraigó en su mente durante su infancia. Eso sí, si el encuestado es su hijo, con toda probabilidad lo primero que le vendrán a la mente serán imágenes de Robert Downey Jr, Chris Evans, Scarlett Johansson, Mark Ruffalo y Chris Hemsworth. Pero me voy por las ramas.

La segunda conclusión, vistos los nombres de hace dos párrafos, es que esos análogos han permitido de manera casi automática, no quedarse en el simple homenaje estático, sino contar con ellos relatos que, por conllevar serio peligro de arruinar el canon de la compañía, no podían ser narrados con los originales, y llevarles así a interesantes lugares no explorados. Vamos, probablemente en la DC de principios de los 80 ni se habían planteado jamás contar la mítica historia del Escuadrón Supremo de Mark Gruenwald sin tener que retirar después a sus más lucrativas licencias. Y algo así pasó también con los recién adquiridos superhéroes de Charlton, los cuales la editorial de Superman no quiso que quedasen arruinados (inmediatamente después de su adquisición) por ese melenudo barbudo de Northampton, por lo que le pidieron que crease personajes análogos si quería publicar su historia.

Además, al gozar los autores de mayor libertad creativa, al no tener ya que respetar escrupulosamente esos juguetes que tienen entre manos (no pueden, por fuerza, ser los más lustrosos de la editorial, así que pueden hacer el bestia con ellos lo que quieran sin miedo a saltarles la pintura), parece que les estimule para contar historias algo más sofisticadas que lo habitual en el género, con caracterización algo más profunda, y tramas más arriesgadas e inquietantes. Por supuesto esta es una generalización discutible, y habría que discernir uno a uno ver si otros ejemplos como Supreme, The End League, Jack Staff, Supurbia, Stray, Irredimible, Albion, Maximortal o Los Niñatos de Rick Veitch cumplen todos esa aseveración. Pero (y que conste que un servidor opina que el veredicto en todos los casos enumerados sería un rotundo SÍ) ese no es el cometido real de esta ya demasiada prolongada introducción al presente texto.

El punto de partida

Todo esto, para empezar a hablar de Edison Rex, de Chris Roberson y Dennis Culver.

Lo que los autores plantean en esta serie publicada como cómic digital a través de la plataforma Comixology, es una simple pero fascinante premisa: ¿Y si Lex Luthor venciese a Superman definitivamente? ¿Qué haría a partir de entonces el calvo, con su objetivo vital ya cumplido? Y, faltando el último hijo de Krypton, ¿quién haría frente a todas las amenazas de las que se encargaba habitualmente?

Aunque trataremos de no revelar ninguno de los más jugosos giros, para que quien se anime a leer Edison Rex pueda disfrutar de sus sorpresas, a la hora de analizarla será necesario comentar elementos fundamentales de la trama que algún lector puede considerar spoiler. Por tanto, por si acaso, advertimos de que se van a encontrar con varios de ellos a partir de este punto del texto.

Aviso de Spoilers: El artículo que sigue a continuación trata información de actualidad en Estados Unidos, por lo que puede desvelar detalles argumentales que todavía no han sido abordados en la edición española.

Roberson y Culver nos presentan in media res el enfrentamiento final entre el malévolo científico Edison Rex (el protagonista titular, equivalente de Luthor) y su odiado Valiant, el Superman de este mundo. El encuentro se resuelve de una inteligente y sorprendente manera, que utiliza tanto los parecidos éticos entre Valiant y Clark Kent, como las diferencias de los detalles del origen del primero con el de Kal-El que han sido establecidas para hacer que la historia funcione. Y estas divergencias, un tanto Cronenbergianas, uno diría, son realmente ingeniosas y dan pie a otra cuestión más: ¿Y si, en añadidura a todo lo anterior, Lex Luthor/Edison Rex tuviese razón en su discurso sobre el Hombre del Mañana, y a pesar de la nobleza de éste, su presencia fuese nociva para la humanidad?

Por supuesto, sabemos que, por digna de consideración que sea esa idea que el Luthor original ha vertido en ocasiones, éste solo la expone para justificar su mezquindad personal: por bien argumentado que esté, al calvo hermano de Lena en el fondo no le importa verdaderamente ese concepto. Solo es la (inteligente, claro; éso después de todo es precisamente lo que le caracteriza) excusa que usa para legitimarse en lo que meramente es un odio nacido de la envidia hacia el Hombre de Acero. Envidia porque a pesar de disfrutar del culmen de las capacidades humanas y superioridad para con sus congéneres, todo eso palidece ante el poder del Kryptoniano, y es el único que le hace sentirse inferior. Envidia de la adoración sincera por parte de las masas hacia el héroe de la capa, sin ser compradas ni manipuladas, como necesita hacer él para gozar de los mismos parabienes. Y envidia de la superioridad moral del hijo de los Kent, que siempre elige tomar la decisión correcta por difícil que ésta sea, cosa que le subraya a Lex que él no lo hace, y que en el fondo es un miserable. Que, como nos recordaba Grant Morrison en All Star Superman, podía haber curado el cáncer y todas las enfermedades, haber erradicado el hambre, edificado una utopía; pero eligió tan solo enriquecerse y alimentar su ego a niveles desmedidos. Todo esto, es parte del carácter profundo de Lex Luthor, parte de lo que hace que nos encante (y encante odiar) al personaje, y tampoco querríamos que cambiase en la versión canónica. Pero Roberson tiene aquí, con Edison Rex, las manos libres para jugar a ver qué pasaría si lo hace con ese sosias que ha creado.

El guionista, después de todo, no es un ajeno a escribir tebeos con Superman y Luthor. Aunque el grueso de su carrera la ha realizado en el mundo de la novela, Roberson ya hizo sus pinitos con el cómic, creando con Mike Allred Izombie, y en las series de Superman, antes del relanzamiento New 52 de 2011. Un profundo desacuerdo con DC por aquel entonces le llevó a abandonar la editorial, y a plantearse cuál sería el tebeo del Kryptoniano que realmente le gustaría hacer si le hubiesen dejado libertad absoluta. Entre ese pensamiento, su amor por Doc Savage (personaje pulp del que también ha escrito algún cómic, y del que un día se le ocurrió que el arquetipo del villano científico loco del cómic de superhéroes es, en gran medida, un reflejo oscuro, con su superciencia, sus extravagantes pero fieles ayudantes etc), junto al viejo adagio de “ningún hombre es un villano ante sus propios ojos”, y un encuentro con el dibujante Dennis Culver, que por asombrosos azares del destino y casualidades cósmicas llevaba un tiempo barajando las mismas ideas, entre ambos acabaron alumbrando a Edison Rex.

Así, a través de la editorial Monkeybrain propiedad de Roberson, en 2012 Comixology distribuyó el primer número de esa serie que en un principio se publicó tan solo en formato digital. Posteriormente IDW Publishing lanzaría dos tomos recopilatorios que contienen entre ambos los doce primeros episodios de esta curiosa saga.

Y decimos saga porque obviamente, las ideas que hemos planteado hasta ahora son tan solo el punto de partida: con ellas, Roberson y Culver fueron desarrollando un peculiar y accidentado viaje a la redención para el protagonista del cómic. A la redención, sí: porque entre la nobleza exhibida por su archienemigo Valiant a la hora de afrontar la muerte, el quedarse sin objetivo vital tras tantos años con una sola obsesión ya resuelta, la lógica conclusión de que el papel de ese ahora desaparecido superhéroe es necesario para la supervivencia del planeta, y quizás una crisis de la mediana edad, Edison Rex decide darle un cambio de rumbo a su vida. Y no intenta conquistar el mundo como quizás hubiese sido lo previsible, al haberse quitado de en medio a su gran obstáculo. No, pondrá todo su talento, sus recursos, su tecnología y su red de organización al servicio de la causa del heroísmo.

Quizás también esto nos recuerde un poco a otra historia que empezó a publicarse algo después, la de Superior Spiderman de Dan Slott. O, por seguir con el arácnido, el segundo acto de La Última cacería de Kraven. Incluso podríamos irnos a Hugo Strange tratando de reemplazar a Batman. Pero hay un par de diferencias entre Edison Rex y todas estas historias. La primera y más evidente es que el villano no se trata de disfrazar del héroe suplantando su personalidad: Edison se presenta ante la opinión pública, tras años de ser conocido como un super criminal exponiendo que simplemente ha cambiado de bando. Y segundo, lo hace por motivos más puros que en los anteriores ejemplos, no por terminar de humillar al adversario vencido, ni para demostrar al mundo o demostrarse a sí mismo que es mejor que él. Sino por un deseo genuino de cambiar de vida. Eso sí, se calla convenientemente que él es el responsable de la desaparición del queridísimo Valiant.

Por supuesto, en un principio y durante bastante tiempo, nadie le cree. Ni el público, ni el resto de superhéroes de ese mundo, ni sus ex compañeros supervillanos, indignados por sus ataques. Casi todo el mundo piensa que se trata de un nuevo ardid, cosa que desespera en una medida a Edison, que no sabe cómo hacer comprender que sus esfuerzos son genuinos, mientras va reclutando aliados y ampliando sus recursos para continuar incansablemente con su labor.

Un entorno muy familiar

Afrontémoslo desde un principio: Edison Rex es un cómic que un neófito puede leer y disfrutar sin saber prácticamente nada del género superheroico, pero al que se le extrae auténtico jugo si se es un aficionado de cierto recorrido. Porque el tema no se queda en los paralelismos entre Edison y Valiant con Luthor y Superman, no: a su alrededor hay construido todo un universo ficticio como en la mejor tradición de todo tebeo pijamero.

Y este entorno, no puede ser de otro modo dado el personaje principal, claro, emula principalmente el cosmos de DC Comics. Así, por ejemplo, Valiant era miembro de un grupo llamado los Peacemakers, claro reflejo de la Liga de la Justicia a cuyas filas pertenecía Superman. En esa alianza militaban a su vez análogos de Batman, Linterna Verde, Aquaman, Relámpago Negro, Zatanna, o Flecha Verde que respectivamente responden a los nombres de Eclipse, Gold Key, Atlas, Max Milestone, Arcana y Maverick.

Por cierto, y fuera de lo deceíta ¿han notado algo curioso con esas denominaciones? ¿No? Veamos si con más ejemplos, los de los equivalentes de este mundo a los adolescentes sidekics agrupados como los Titanes, llamados aquí Teen Force, ven la imagen completa: en lugar de Robin, Starfire, Cyborg, Changeling, Raven o Aqualad, aquí nos encontramos con Moonstone, Sirius, Tekno, Avatar, Warren y Kid Pacific. ¿Lo ven ya?

Exacto.

En un guiño que solo el lector habitual pillará: todos los superhéroes de este mundo tienen cada uno nombre (de vez en cuando con alguna variación) de una editorial o subsello independiente norteamericano. Incluso el duplicado imperfecto del mayor superhéroe de todos, el Bizarro de este mundo, se llama Defiant, como la siguiente y rápidamente malograda iteración de la editorial Valiant durante los noventa. Esto se extiende a más personajes, incluido al que se establece que fue el primer protosuperhéroe, una especie de viejo personaje de entre el pulp y la Golden Age llamado Gladiator Gladstone que además de inspirar a los héroes de ese mundo, reúne características de Doc Savage y el Capitán Marvel/Shazam.

Los villanos también son viejos conocidos DC con una capa de pintura, y así los Warmonger nos recuerdan poderosamente a la Legion of Doom de los dibujos animados de Super Friends; Cerebella es un giro sobre Brainiac, mientras que Rofl parece un teleñeco pero es claramente Mister Mxyzptlk. Y Maul Santa no es sino el Joker de las serie de dibujos animados de Batman de los 90, pero con un abultado disfraz de papa Noel. Se le reconocen esos ojillos y nariz insidiosos de su rediseño de las últimas temporadas bajo la barba y ese sombrero rojo acabado en pompóm.

De hecho, el estilo de dibujo de Culver (que por otro lado también se dedica a veces a guionizar proyectos como Burnouts para Image, o E de Extinción dentro de los tie-in de las Secret Wars de Jonathan Hickman) es deudor evidente del de los dibujos animados de las magníficas series televisivas de Batman, Superman y la Liga de la Justicia de Bruce Timm y Paul Dini. Esa cierta similaridad subraya desde otro frente más el tono de paralelismo con el cosmos ficticio de la editorial de Batman, Wonder Woman y Superman. Tampoco nos engañemos, comparado con un titán como Bruce Timm, Culver es más limitado, especialmente en términos de dinamismo. Pero a pesar de esas carencias, el resultado gráfico de Edison Rex, apoyado por la pulcra labor del colorista Stephen Downer, es limpio, claro de leer y, reconozcámoslo, bonito de mirar.

Volviendo a lo de los homenajes, tampoco se crean ustedes que el universo Marvel se libra de ellos en Edison Rex. Y es que por ejemplo, aunque la maligna organización de científicos llamada H.O.R.N.E.T en principio nos haría pensar en el H.I.V.E. deceita, controlado aquí por la Reina Abeja, adversaria habitual de la JLA, la presencia del grotesco pero encantador personaje de L.A.R.V.A nos remite también a M.O.D.O.K e I.M.A. Además, al final de cada número tenemos unas páginas de texto con las notas que Edison Rex tiene sobre los variopintos personajes que pueblan su mundo, estas están maquetadas, acompañadas de una imagen, de manera que emulen al detalle aquellas fichas de los años 80 del Official Handbook of the Marvel Universe. Y el origen del odio de Edison a Valiant nos acerca tanto al punto de partida para la rivalidad entre Superboy y el joven Luthor durante la Silver Age, como al desencadenante de la animosidad de Victor Von Doom hacia Reed Richards.

No todos los personajes son análogos de otros de otras editoriales, por supuesto, y por ejemplo a la inseparable guardaespaldas alienígena de Rex, M’Alizz, no es tan fácil localizarle un equivalente unívoco. Por lo dicho parecería que se trata del personaje más original de la serie, pero dado lo genérico (aunque a pesar de ello interesante) del mismo, quizás no sería exacto afirmar esto.

Por lo demás, Roberson incluso riza el rizo con el tema de los homenajes y análogos a situaciones y personajes preexistentes. Cuando aparecen varias réplicas de Rex provenientes de tierras alternativas del multiverso, uno estaría tentado de pensar en el Consejo de los Kangs marvelianos u otro concepto similar. Pero el hecho de que uno de ellos sea el miserable y muy maligno Platypus Rex, nos da la clave para darnos cuenta de que probablemente aquí a lo que se hace referencia más bien en realidad sea a otra obra que también estaba cimentada desde el homenaje a DC: nada menos que al Supreme de Alan Moore (también a algunos episodios de su Tom Strong), con su Supremacy y su Daxia, en la que podíamos a ver circular, y hacer el mal, al antropomórfico Darius Duck. Y de paso, se planta la semilla para sugerir ominosamente que tarde o temprano llegará un GalactusCrisis en tierras infinitasIncursión Hickmaniana.

En esa vorágine, Roberson y Culver se permiten hasta incluir en sus cómics un falso anuncio de una página como los que trufaban los tebeos de Marvel y DC en los años 70 y 80, y en los que breves y pedestres historias, un personaje superheroico terminaba anunciando alguna marca de golosinas.

Por otra parte, en el número 14, tanto su portada como la estructura a base de pequeñas historias personales y breves, calcan directamente el Love & Rockets de los Hermanos Hernandez. Y el siguiente episodio, nos muestra a una Legión de superhéroes (eso sí, con un cruel giro) incluso desde la cubierta, casi idéntica a la de del recopilatorio de la mítica Saga de la Gran Oscuridad de los adolescentes del siglo XXX.

¿Todo esto es muy bonito, pero ¿va realmente a algún lado?

Es complicado no hacerse esa pregunta ya que el peligro de estar simplemente observando un objeto inerte autocomplaciente, obviamente existía, y era grande, con esta obra tan autoreferencial. Afortunadamente, o Roberson y Culver lo tenían planeado desde un principio, o se dan cuenta de esta inercia y ponen solución a ella justo a tiempo: precisamente tras estos dos últimos episodios mencionados, cuando ya empezamos a estar hastiados del mero ejercicio estilístico, del homenaje con inteligente twist que Roberson nos ofrece mes tras mes, de repente la serie abandona el aparente estatismo en el que había empezado a entrar.

Todo estalla con las mechas que se acababan de prender delante de nuestros ojos, y nos hace darnos cuenta de que hasta ahora solo se estaban poniendo piezas sobre el tablero. Y que la partida, el momento en que la historia se viene de verdad arriba, comienza a partir de este punto. Se revelan secretos que demandaban ser revelados y las consecuencias de ello no son eludidas como a menudo sucede en otras obras que terminan matando su propia propuesta e interés de ese modo.

Además del despegue hasta fuera de órbita de lo argumental, germinando las semillas que se habían ido plantando poco a poco, se echa toda la carne en el asador en examinar hasta qué punto del recorrido había llegado exactamente Edison en su camino de redención: ¿Cuánto han progresado su descomunal ego en relación con esa conciencia que, paulatinamente, ha estado despertando tras un largo letargo? Los bruscos giros en la trama llevan a prestar atención a estas cuestiones, y afortunadamente los autores no las eluden, dando lugar a momentos realmente emotivos. Intensos, apasionantes; Esperanzadores sobre la condición humana y su capacidad de aceptar el cambio, pero no del todo bisoños. Vamos, exactamente el tono que un tebeo de superhéroes debiera siempre tener.

Se cerraba también así, el círculo de la misteriosa visión de futuro que Rofl había tenido en el noveno episodio; el cual, por cierto, no lo hemos mencionado y fue incluso más metatextual de lo habitual. Entre eso, que la caracterización llegaba a lo magistral, y que nos encontrábamos con un bestial cliffhanger que nos prometía unas próximas historias sin duda apasionantes, era complicado no saltar del asiento de emoción.

Una pena que esa emocionante confluencia de las tramas secundarias, giro de todas ellas, tratamiento de personajes, y una notable muestra de poner todo ello a servicio de la historia a contar y no al revés, por cuestiones totalmente ajenas a la calidad del tebeo en sí, acabase condenada a ser todo un coitus interruptus.

El tortuoso y ralentizado sendero por delante.

Lamentablemente todo este brillante recorrido resultó ensombrecido por varios baches en la historia de su publicación. Tras el número 16, ése a partir del cual todo quedaba patas arriba y los lectores nos quedábamos boquiabiertos, sucedió algo muy cruel: el retraso en la salida del número 17 se prolongó por un periodo de nada menos que dos años. Dos años, en el momento crucial para que cristalice y se asiente un proyecto puede significar perfectamente perder el impulso, el interés de los lectores, y que todo quede herido un tanto de muerte. Y poco más o menos, eso es lo que sucedió.

En octubre de 2016 apareció el número 18, y si bien como decíamos, la historia era cualquier cosa menos decepcionante (incluso superaba las expectativas que habían tenido tanto tiempo para crecer más allá de lo razonable), el futuro de Edison Rex quedaba en entredicho.

Y, es que desde entonces no hemos tenido la oportunidad de leer nada nuevo de la serie. ¿Significa eso que Edison Rex fue cancelada? Bueno, pues nos tememos que básicamente la respuesta es sí… pero por lo menos afortunadamente con algunas matizaciones.

No están muy claros los motivos tras los retrasos y suspensión de la serie regular en formato digital de Edison Rex. Un servidor solo ha encontrado algunos twits de Roberson comentando que “surgieron otros proyectos” y que “la vida real se puso en medio”. Pero tanto él como Culver no parecen dispuestos a abandonar la obra.

Al igual que hicieron Brian Clevinger y Scott Wegener con su estupendísimo Atomic Robo (un día le tenemos que dedicar por aquí un texto pausado a esa genial serie), decidieron que la mejor forma de seguir ofreciendo sus aventuras a un ritmo que los autores pudiesen afrontar de manera realista era mediante el formato webcomic. Así, en lugar de lanzar bloques de 24 páginas todos los meses a través de Comixology, ahora Edison Rex se serializa a razón de dos páginas a la semana en este enlace. Eso sí, hay un importante “pero” adicional: se decidió, probablemente para gozar de mayor margen y poder ir produciendo material y acumularlo de modo que en el futuro no se vuelvan a producir retrasos, empezar con la serie desde el principio. Así es: en 2016, lo que aparecieron no fueron nuevas aventuras, sino la primera página del primer número. A día de hoy, el ritmo de publicación va por el número 14, aquel que homenajeaba Love&Rockets, justo antes de la explosión de la historia. Haciendo cálculos, pues nos queda poco menos de un año para empezar a ver material nuevo que pueda por fin saciar el hype que el cliffhanger del número 18 nos suscitó a quienes seguíamos la serie.

No lo tendrá fácil, dadas las expectativas generadas, y, sobre todo, el tiempo pasado en medio, en el que éstas paulatinamente, con el buen recuerdo asentándose a través de los años, van inevitablemente creciendo hasta posiblemente tornarse poco realistas. También está por ver si este tipo de nueva narrativa y cadencia le sentará bien a la historia. Pero lo cierto es que Roberson y Culver han sabido demostrar que son dignos de confianza, y al estar exentos del tema prisas, han tenido tiempo para pulir y dejar a la altura de lo esperado esta anhelada continuación. Que sepamos, ésta está en buenas manos, hasta que se demuestre lo contrario, así que podemos cruzar los dedos con cierta confianza hasta que, dentro de unos meses, podamos comprobar qué tal ha quedado la cosa.

Edison Rex es un cómic extremadamente recomendable para cualquier amante del género superheroico. Es un canto a sus posibilidades para contar relatos con toques de cierto calado sobre la condición humana, sin descuidar el entretenimiento puro. A que esos elementos, propios de los universos de las editoriales, que están allí a plena vista y nos parecen ya excesivamente manidos, pueden ser utilizados de manera ingeniosa todavía para contar historias que nos apasionen. Que no está todo todavía contado, ni perdido. Es cierto que hay cierta trampa, que es más fácil realizar esta labor mediante personajes análogos, que contengan todo su entorno y personajes relacionados en una sola serie, que tratar de hacer lo mismo con iconos corporativos sujetos a otras restricciones y que requieren de una coordinación titánica con todas las docenas de títulos publicados mes a mes que forman parte de su universo ficticio para hacer giros relevantes. Pero las posibilidades están ahí, como nos demuestra esta obra, y como estaba haciendo (hasta empezar a caer en el desangelamiento, lo vacuo y la sobreexplotación) el Black Hammer de Jeff Lemire.

Esperemos que dentro de un año, cuando Edison Rex vuelva a la palestra, no le pase lo mismo. Mientras tanto, pueden ustedes ir disfrutando de las entregas pasadas para ir entrando en calor mediante los dos tomos en formato papel que publicó IDW recopilando los doce primeros números, a través de los 18 episodios lanzados en soporte digital en Comixology, o más fácil, gratuitamente en la página en que está siendo serializado como webcómic. Eso sí, todo ello en inglés, nos tememos. De Edison Rex lamentablemente ni hay ni se espera una versión en castellano. Una auténtica lástima que nos gustaría que algún día un editor avezado enmendase.



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