Javier Vázquez Delgado recomienda: Aniversarios DC – 30 años de Una Muerte en la Familia

Jason Todd fue asesinado por los lectores. Concretamente, con 5.343 votos a favor de su muerte contra 5.271 de piadosos que preferían que viviese. Esto fue debido a un experimento que DC Comics llevó a cabo a finales de 1988, en el que ofrecían a los fans la posibilidad de decidir acerca del destino del segundo Robin ofreciendo dos números de teléfono. Así de sádica fue la proposición, permitiendo que quienes querían que viviese llamaran al 1-900-720-2660 y los que querían que muriese al 1-900-720-2666. El resultado de la votación dejó claro a la editorial que una mayoría, aunque con un porcentaje no muy alto, no tragaba a este nuevo chico maravilla. No fue una práctica extraña, pues en los 80′ no fueron extrañas las veces en que los lectores tomaban decisiones argumentales con sus votos, como pasó con la elección de Polar Boy como nuevo líder de la Legión de Superhéroes, por ejemplo.

“La vida es un juego”, decía Jason Todd en el primer número de esta mini saga en la que emprendía una búsqueda de su verdadera madre por Oriente Medio, siguiendo unas pistas que recopilaba a través de una caja de objetos personales de sus padres que recibía de una antigua vecina de su familia. Jason atravesaba un proceso de duelo sin superar, lo cual lo había convertido en un joven furioso, despreocupado y temerario que llevaba a Batman por el camino de la amargura. Tanto que en plena operación para desmantelar una red criminal, momento con el que comenzaba el primer número (Batman #426 de diciembre de 1988, un número especial de 48 páginas), rompía las reglas de su mentor y se lanzaba a atacar en solitario a los maleantes, en un claro gesto de desprecio por su propia integridad.

Las primeras páginas de este número giraban en torno al arrepentimiento de Bruce por haber creído que crear un nuevo Robin era una buena idea, concretamente, nombrar a Jason el elegido para tal papel y casi obligarle a tomar el relevo de Dick. A lo largo de la trama llega a reconocer que no obró con amabilidad al convertir al chico en un justiciero, sino que lo hizo porque no quería estar solo, porque echaba de menos, realmente, trabajar con Robin, pero con Dick. Así como se deja entrever que el paso de Dick Grayson a Robin (y posteriormente a Nightwing) fue muy orgánico, se demuestra que la decisión de crear a otro Robin fue forzada y ahora estaba pagando las consecuencias.

Tras una conversación con Alfred, Bruce decidía apartar a Jason de sus operaciones, lo que cabreaba al chaval, que salía a pasear para despejarse y, sin darse cuenta, llegaba a su antiguo barrio y visitaba su antiguo vecindario, donde se encontraba con la vecina que le daba una caja con cosas de sus padres. Rebuscando en ella, una vez de vuelta a la mansión Wayne, leía su partida de nacimiento y veía que el nombre de su madre no era el Catherine, sino que empezaba por S y una mancha de humedad provocada por unas goteras que había en la casa de su vecina había emborronado el nombre de real de su progenitora. Entonces, investigaba la antigua agenda de su padre y haciendo gala de unas grandes habilidades detectivescas llegaba a descubrir a tres posibles madres. Tres mujeres que vivían, por distintas razones, en Oriente Medio: Sharmin Rosen, que trabajaba para el ejército israelí; Shiva Woosan, una mercenaria de pasado oscuro que operaba en el Líbano y Shelia Haywood, una doctora que hacía labores humanitarias en Etiopía.

Ocultando la información, decidía marcharse a Beirut, usando las tarjetas de crédito que Bruce le había dado, para buscar a su verdadera madre. Mientras, Batman, que había emprendido una investigación tras la última fuga del Joker de Arkham, priorizaba la lucha contra el crimen a ayudar a su apadrinado, a quien veía deprimido y enfadado. Pero no tenía tiempo para él, por eso, tras enterarse de que había desaparecido, decidía que ya le ayudaría más adelante. Otra muestra más de los sentimientos de alguien que tiene una balanza moral muy personal. ¿Qué debía hacer? ¿Es mejor el bien de la mayoría o el de la minoría? Batman no dejaba desatendido a Jason por un simple trabajo, lo hacía para seguir luchando contra el crimen. El Joker había vuelto a matar durante su huida. Las consecuencias de los acontecimientos de La broma asesina estaban muy recientes, por lo que no podía dejar enfriar una pista que situaba al Príncipe Payaso del Crimen viajando, precisamente, rumbo al Líbano.

Quiso el destino, y una coincidencia argumental perfectamente elaborada por el genial guionista Jim Starling, que el joven Jason en busca de su madre, el Joker llevando a cabo sus nuevos negocios de compra-venta de armas y Batman persiguiendo al Joker coincidieran a miles de kilómetros de Gotham. En aquellos días, el Joker trabajaba con su aliado Rupert, un secundario random que moriría durante de la historia a causa de una explosión colocada por su propio jefe en un cargamento que acababa de vender a unos traficantes. Una muestra de la frialdad y el poco respeto por la vida que siempre mostraba el Joker.

Durante su estancia en Beirut, Bruce Wayne reflexionaba tras ver el ambiente que se respiraba en las calles y afirmaba que “no es un lugar seguro para un americano”. Una frase que puede contener unos tintes no ya racistas, sino de aires de superioridad de los ciudadanos que consideran que viven bajo la auténtica democracia, que se sienten superiores a esos salvajes que viven en en lugares tan malos como el Líbano. No es algo que haya cambiado hoy en día, es una forma de pensamiento muy común para los americanos.

No lo digo como crítica, sino como observación. La realidad es que en 1988 Beirut no era el centro financiero que es hoy, era una ciudad sitiada en plena Guerra del Líbano, un conflicto en el que se enfrentaron religiones, ideas políticas e intereses no solo del propio Líbano, sino también de Israel y Siria, principalmente y también Palestina e Irán. Fue un conflicto que se extendió entre 1975 y 1990. Recuerdo una crónica de Maruja Torres, periodista española con extensa experiencia como corresponsal de guerra, en la que decía que aún en los momentos finales de paz, podías tomarte un café en un bar de una zona tranquila de Beirut escuchando los bombardeos y las revueltas al otro lado de la ciudad. Esa guerra no se retrata como tal en el cómic, sino que se muestra una sociedad casi militarizada con ciudadanos que pagan las consecuencias. Hay una viñeta en la que Bruce coge un taxi y le dice al taxiste: “lléveme a la peor zona de la ciudad, donde se reúnen los criminales”. Vale, estaba en Beirut en el 88, pero aún así… no era la mejor forma de retratar la ciudad y el contexto que se vivía.

Volviendo a la historia, descartaban a Sharmin Rosen, a quien conocen porque resultaba que también estaba envuelta en la investigación local que buscaba desmantelar una red de tráfico de armas, que era la que trabajaba para el Joker, por lo que se cruzan con ella por casualidad. Una segunda consecuencia que, al igual que la primera, sabe muy natural. Antes de este encuentro, Batman y Robin se habían cruzado siguiendo cada uno unas pistas que les llevaban al mismo camino y, felizmente, se daban cuenta de que aunque buscaban a personas diferentes, estaban dentro del mismo objetivo. Frustrado por perder su dinero durante la operación, el Joker decidía abandonar el Líbano y viajaba a un campo de refugiados de Etiopía, donde iba a pedir un favor a una antigua colaboradora suya… Sheila Haywood, una candidata a ser la madre de Jason.

Antes de seguir su pista, buscaban a Shiva, la segunda candidata que sabían que estaba por la zona. Ésta resultaba ser un interesante personaje, Lady Shiva, una villana a quien Batman ya conocía y que trabajaba formando soldados en un campamento clandestino. Y tenía mucha experiencia en el combate cuerpo a cuerpo, tanto que aguanta un mano a mano con Batman mucho mejor de lo que se esperaba. Este personaje tuvo su primera aparición en Richard Dragon, Kung Fu Fighter #5, en enero de 1976. Es una experta asesina que ha tenido muchas apariciones posteriormente, en títulos de Batgirl y las Aves de Presa. Además, llegó a ser maestra de Tim Drake. Como digo, es un personaje muy interesante, pero obviamente no era la madre de Jason Todd.

El reencuentro llegaba en Batman #427, en el tercer capítulo de la saga ya que los números #426 y #427 tenían el doble de páginas. Efectivamente, la doctora Haywood era la madre de Jason. Relata cómo perdió la posibilidad de luchar por su custodia y cómo se enteró de que su padre se había vuelto a enamorar tras separarse de ella y que decidió centrarse en su carrera. Sin embargo, el destino guardaba un dardo envenenado para el pobre Jason Todd, que enseguida descubría que colaboraba con el Joker y, para mantener su reputación intacta, no quiere que Batman (que en ese momento se encontraba persiguiendo unos camiones de medicamentos que su enemigo pensaba vender en el mercado negro) y él, Robin, detengan al Joker por temor a que se le vincule con él. Entonces, para mayor tragedia del chico, le dice que no debería de haber confiado en ella y no mueve un dedo mientras recibe la mortal paliza.

Pero lo peor para la doctora no era eso, sino que el Joker la ataba junto a una bomba con el cuerpo de Robin en una caseta. Resulta que éste sobrevivía a la paliza y liberaba a su madre de sus ataduras. Al fin y al cabo era su madre y él un héroe. Pero la puerta estaba atrancada. El Joker no deja nunca un cabo suelto. “¿Por qué no me di cuenta de que eras muy joven para este trabajo?”, se lamentaba Batman mientras buscaba desesperado entre los escombros que había dejado la explosión. Era un golpe muy duro, no solo por la pérdida, sino por la impotencia al no haber podido hacer nada para impedirlo. Porque, antes de que Batman fuera tras el convoy de medicamentos del Joker, éste le había pedido a Jason que no interviniera, pero el chaval no podía evitar intentar ayudar a su madre pensando que era una inocente víctima, sin saber que era cómplice. Era un gesto más de rebeldía de Jason Todd, o de temeridad. Una actitud que, a diferencia de las peleas de las primeras páginas del número anterior, le había costado la vida.

Los dos siguientes números, de extensión normal, se centraban en la continuaciónd de la búsqueda de Batman del Joker, que para sorpresa de todos se ha convertido en embajador iraní tras un encuentro con el histórico Ayatollah Jomeini, que durante su marcha de Etiopía confrontaba al Payaso ofreciéndole el puesto, con unos oscuros intereses en la ONU. Obviamente, la inmunidad diplomática que da esa posición satisfacía los planes del Joker, que desde el principio ha estado buscando nuevos horizontes en su tarea criminal. Batman, frustrado, recibía la visita de Superman, que le recordaba que a partir de ahora la ley no podía tocar al Joker. Ahí teníamos una confrontación de estilos, histórica entre ambos, que no se desarrollaba mucho más. Cumplir con la ley o con la moral. Sin embargo, el intento del Joker (y de los iranís) de asesinar a todos los miembros de la ONU con su gas letal era frustrado porque Superman intervenía disfrazado de guardaespaldas (“sabía que el boy scout no me fallaría”) y Bruce Wayne aprovechaba su posición para acudir de oyente a la sesión. Superman aspiraba todo el gas que éste soltaba y Batman perseguía a través de un tiroteo al Joker hasta un helicóptero que acababa estrellado en los muelles. Obviamente, sabía que no encontraría el cuerpo del que había matado a su pupilo.

Resultaba un final que cambiaba bruscamente de escenario, pasando del desierto a la ONU, con esa carrera efímera del Joker como diplomático. Es una lectura que podría haber tenido un tono diferente al final, alargando tal vez más la vida de Jason y situando su muerte en las últimas páginas. De esta forma, el lector tuvo que reponerse casi de inmediato para poder seguir leyendo, ya que la muerte se confirma en las primeras páginas del #428, faltando este y el siguiente, el #429, para completar la historia. Finalmente, la historia quedaba como una victoria del Joker, del que sabemos que vive aunque no se vea cómo escapa. Batman pierde a otro compañero, que le había acompañado muy poco tiempo. Y que no había caído bien a los lectores, pues recordamos que fueron ellos quienes decidieron su final.

Pero todos sabemos ahora, 30 años después, que la muerte de Jason Todd no fue definitiva. Como casi siempre sucede en los cómics, volvió a la vida. Aunque tuvieron que pasar 17 años, hasta el Batman #638 en mayo de 2005, cuando se descubrió que Jason Todd era Red Hood. En el Batman Annual #25, un año después, se contó cómo había vuelto a la vida gracias a la energía que removió Superboy Prime golpeando las placas del tiempo durante Crisis Infinita.

Solo fue Robin algo más cuatro años, desde Batman #368 en febrero del 84. Hoy en día sigue operando como Red Hood, un miembro de la batfamilia que ha protagonizado sus propias aventuras en los últimos años, liderando su propio equipo, los Outlaws, en la serie traducida en España como Capucha Roja y los forajidos. También ha hecho equipo con Roy Harper en el título Red Hood/Arsenal. No es uno de los personajes más populares de DC, pero sí que es hoy más interesante que hace tres décadas. La personalidad dura y agresiva de la que hace gala desde su regreso de la muerte le dan unos tintes más llamativos. Sin embargo, su regreso hizo que esta saga perdiera con el tiempo el dramatismo que la envolvió en su día.

Antes de terminar hay que recordar y aplaudir el corte clásico del trabajo de Jim Aparo, entintado perfectamente por Mike DeCarlo, que hizo una labor brillante. Fue uno de los grandes dibujantes del Hombre Murciélago durante los 70 y 80, tanto en Detective Comics como en Batman. Desarrolló, como era habitual en sus cómics, una gran plasmación de los escenarios, dinamismo en la acción y una narrativa clara. También son dignas de mención las portadas que Mike Mignola realizó para los cuatro números.

Esta obra está actualmente recopilada por ECC Comics, incluyendo los cuatro números de la saga y un fragmento (que ya podría haber sido entero) del número anual que cuenta su regreso. Y ahora, unos compañeros van a dar sus sensaciones sobre lo que esta historia les hizo sentir.

GUSTAVO HIGUERO

La comunicación entre editorial y aficionados siempre ha existido y fruto de esa comunicación, a finales de los años 80, se produjo un acontecimiento en el que los lectores tuvieron la palabra final sobre el destino de un personaje de la editorial DC Comics.

Recuerdo muy bien cuando se publicaron en España los tres comics que venían a traer, en formato miniserie, fuera de la colección regular de Batman, la que iba a ser la muerte del segundo Robin, Jason Todd. Corría el año 1990 cuando se anunció el primer número de esta miniserie en la que, a lo largo de sus tres números, con portadas de Mike Mignola e interiores de Jim Aparo, se nos iba a narrar la última historia de Jason Todd. Una historia trágica sobre la que los lectores americanos pudieron decidir su final y que en España tan solo pudimos disfrutarla, o sufrirla, como meros espectadores.

Esos tres números nos llevaban de la mano a una trama en la que Jason emprendía la búsqueda de sus padres en solitario, lo que acabaría en el final ya conocido por todos. Una trama en la que todos los defectos de este segundo Robin eran remarcados y resultaba muy complicado no acabar deseándole, no ya la muerte, pero si un buen montón de lesiones que lo hicieran entrar en razón. Jason Todd nunca me gustó. Su forma de ser, de tratar a Batman, de desobedecerlo, se me antojaban absolutamente injustificadas. Su propensión a ponerse en peligro, su malsano disfrute de la violencia auguraba un final duro para el personaje. Sin embargo, verlo muerto en brazos de Batman, con innumerables heridas, fue una escena que me dejó marcado aun siendo un personaje por el que no desarrollé mucho apego emocional.

Pero tampoco puedo decir que su desaparición como Robin me importara demasiado, máxime cuando más tarde llegaría Tim Drake, el que sin duda ha sido el mejor Robin de todos, por su apego a dicha identidad y su enorme carisma.

Jason destilaba rabia, frustración y falta de respeto y no resulta complicado imaginarse a los lectores americanos llamando para que en DC eliminaran al personaje de forma clara y taxativa (aunque todos sabemos lo que pasaría un tiempo más tarde).

Sea como sea, Jason tenia que morir para redimirse. Jason nació maldito, cargado de todo aquello que no debe ser un Robin y sin duda este fue el camino natural que debía seguir. Lo vivimos desde el otro lado del océano Atlántico, pero lo vivimos con intensidad, con aquella última viñeta en la que Batman sintió como su mundo se desgarraba por completo y su alma estaba un paso más cerca del abismo.

NACHO PENA

Como el superhéroe más identitario de la cultura popular es sencillo reconocer varios de los grandes momentos de la historia de Batman: La Broma Asesina, Knightfall, Tierra de Nadie… Pero sin embargo uno de los que más marcan su mito como héroe trágico es, sin duda, Una Muerte en la Familia. Esta historia al cargo del escritor Jim Starlin, uno de los nombres más reconocidos del cómic de superhéroes por su trabajo tanto en Marvel como en DC así como en su obra de creación propia Dreadstar y de uno de los dibujantes más iconicos del héroe de Gotham, Jim Aparo, cuenta la historia de la debacle de la segunda encarnación de Robin, Jason Todd, el cual estaba sumido en una espiral de impulsividad, frustración y agresividad por la ansiedad de querer conocer sus orígenes como telón de fondo. Estos hechos influyeron de cara a su popularidad con los lectores, que comenzaban a no aguantarlo comparado con Dick Grayson, Nightwing, lo que conllevó a que DC Comics realizase una encuesta en la que se decidiría su vida o su muerte y finalmente la probabilidad selló su destino, tal como hizo la moneda de Dos Caras con la vida de su padre.

Aunque la mayor plana de su obra toma la ciencia ficción como temática, el escritor decide salir de su zona de confort como es el caso de sus trabajos protagonizados por Batman como Las 10 Noches de la Bestia también con Jim Aparo, La Secta junto al excepcional Bernie Wrighston o la presente obra a tratar, cómics más englobados en el thriller. En la presente obra Starlin nos presenta un viaje alrededor de países con conflictos y casos de vulneración de los Derechos Humanos como Líbano o Etiopía con Batman y Robin divididos por diferentes motivos.Bruce Wayne busca dar captura a un Joker arruinado al haber embargado el Gobierno de los Estados Unidos sus propiedades y requisado su arsenal de armas y que es uno de los villanos más repudiados de los Estados Unidos ya que esta historia transcurre justo después de La Broma Asesina de Alan Moore y Brian Bolland, en la que el psicópata deja tetraplejica a Barbara Gordon, y ahora busca volver a financiarse con la venta de armas o medicamentos. Por otro lado, Jason busca averiguar el paradero de su verdadera madre. Una aventura de corte internacional que tendrá consecuencias fatales para el compañero de Batman al seguir el comportamiento que lo llevaría a la tumba.

Sin embargo, aunque Starlin presenta una historia bien estructurada con planteamiento, nudo y desenlace y un estilo desenfadado que realmente no hace ver venir el impacto de esta historia, logra que la misma pierda seriedad debido a algunas de las decisiones creativas que toma en la historia. Con el conflicto entre Estados Unidos e Irán de finales de los 80 como ambientación y que se ve reflejado fielmente en otras obras de la cultura popular como Argo (2012) de Ben Affleck (que encarnó al Caballero Oscuro en el celuloide con posterioridad) , resulta cuanto menos inverosímil que la decisión que toma una potencia extranjera aunque sea solo por oponerse a los Estados Unidos, aunque igual a los ojos de otros lectores puede ser irónicamente divertido. Sin entrometerse en la cuestión política, es algo que le quita al cómic, en mi opinión, algo de carga dramática en el final así como considero el final del mismo algo abrupto y no se profundiza en el drama del “Día Después” de que Bruce Wayne acaba de perder para siempre a su compañero y amigo. El dibujo de Aparo, aunque convencional y algo confuso y poco detallista en las escenas de acción, es realmente expresivo en los rostros y páginas como la Batman cargando en brazos el cuerpo de Jason quedan ya consagradas para la iconografía de grandes momentos de la historia del cómic de superhéroes. Hay que resaltar las portadas realizadas por Mike Mignola, las cuales, en forma de retratos, logran transmitir las sensaciones de los personajes que las protagonizan, desde la euforia a la tristeza.

Una Muerte en la Familia supone el final de Jason Todd como Robin, porque no encajaba en ese papel: desde sus problemas de disciplina a su claro exceso de agresividad indicaban que al final no era el adecuado para ese papel aunque unos años más tarde llegase otro joven que portaría más dignamente ese manto sin necesidad de cambiar a otro papel posteriormente, Tim Drake. No solo planteó dudas tanto al propio héroe como a su entorno si realmente Batman estaba proporcionándoles un hogar y un objetivo a estos muchachos que adoptaba o en cambio lo que estaba consiguiendo era acercándolos a la muerte, y durante algún tiempo hubo un Batman que trabajaba en solitario, casi a la par que el estreno de la primera adaptación cinematográfica del personaje dirigida por Tim Burton y desde entonces tendría reticencias a la hora de aceptar ayudantes, como fueron los casos de Drake o de Stephanie Brown. Sin embargo, el segundo Robin regresaría a la vida de Batman con la irrupción del Siglo XXI, no como Robin, pero lograría encontrar al final ese lugar en la Batfamilia que tanto le había costado encontrar como Capucha Roja hasta el día de hoy. Puede que Jason que no estuviese hecho para ser un Robin, pero la presenta historia le hizo ser recordado para siempre en la historia de Batman.

Juan Iglesia – Treinta años de duelo por un petirrojo

Tras la muerte de un ser querido hay un periodo de adaptación emocional a la nueva realidad que la psicología llama duelo. La muerte de Jason Todd, el segundo Robin, fue una pérdida de causas y consecuencias extrañas. Robin era, y es, muy popular en España. Ampliamente reconocido como el compañero inseparable de Batman, su popularidad estaba indisociablemente unida a la de su oscuro tutor. Sin embargo, popular no tiene porqué significar querido. Que Robin fuera querido no lo tengo tan claro. Era el primero y más representativo de los sidekicks, concepto que el fandom marvelita (hegemónico en nuestro país) suele despreciar y denigrar por inverosímil e infantiloide. Si esto podía decirse de Robin, ¿qué cabía decir de Jason Todd? Pues… nada.

La accidentada publicación de Batman en nuestro país hacía que Jason Todd fuera prácticamente un desconocido. Cualquier aficionado podía enterarse en alguna medida del creciente distanciamiento entre Bruce Wayne y Dick Grayson o la conversión de éste en Nightwing en las páginas de Nuevos Titanes o Batman, pero Jason Todd apenas era un secundario que empezó a aparecer casi al final del primer volumen de Zinco dedicado al Señor de la Noche y en algún cameo suelto en los primeros años del segundo volumen, además con pelo rubio, para sorpresa de todos. Se trataba del Jason Todd pre-Crisis, obviamente, que calcaba su origen del de Dick salvo un par de detalles. Pero nadie sabía eso y probablemente ni interesaba. Era el nuevo Robin y ya está.

Ni siquiera llegó a regularizar sus apariciones en el segundo volumen de Batman: algunas se dieron cuando “ya estaba muerto” en la serie de EE UU. Su origen post-Crisis permaneció inédito durante décadas (creo que ha sido ECC la que lo ha publicado finalmente en uno de sus coleccionables). Para colmo, en los correos de los lectores se afirmaba que en EE UU no era un personaje muy querido (no era una información inocente: sabían lo que venía e iban preparando el terreno).

A esto hay que añadir un dato de contexto: estábamos en la “era post-Watchmen”. Los cómics de superhéroes se vuelven oscuros y pesimistas. La película de Batman, de brutal impacto fuera de los círculos de aficionados, prescinde de Robin. Se podía percibir un espontáneo rechazo a la idea del “Dúo Dinámico” (que para colmo aquí tiene otros titulares muy poco “grim and gritty”). Batman no podía ser el estandarte de la Edad Oscura del Cómic de Superhéroes con Robin revoloteando alrededor: debía desaparecer (nadie pareció dar importancia entonces a que hasta en The Dark Knight Returns había un/a Robin). Parece por tanto que, en lo que respecta al impacto en nuestro país, nos encontrábamos ante otra muerte típicamente deceíta, esto es, que no le importaba a nadie, como con sorna decían en los correos de fórum sobre las defunciones vistas en Crisis.

Sin embargo, lo cierto es que no fue así. Pese a que la agujereada trayectoria publicada de Jason Todd dificultaba sentir algo por él, ya fuera afecto o rechazo, fue la primera muerte deceíta en la que pudimos ver algo de continuidad, de consecuencias. De duelo. No había muerto Jason Todd sino Robin. Batman deambuló como alma en pena durante algunos números pero en seguida pudimos ver la presentación de Tim Drake en Año Tres y su encumbramiento como tercer Robin en Un lugar solitario para morir. En ésta saga, Alfred realizó una afirmación que a mí me convenció plenamente de la necesidad de un Robin: “el señor Bruce necesita tener una familia casi tanto como combatir criminales”.
Gracias a un necesario rediseño y una dinámica diferente con su mentor, más independiente, con más espacio para cada uno, Tim Drake pudo convertirse en un Robin, esta vez sí, especialmente querido.

Así que la muerte de Robin sirvió para que aceptáramos a Robin. Al final resultó que era cierto aquello de que Batman necesitaba un Robin. Jason tuvo que morir para que nos diéramos cuenta. Su regreso, por otro lado, no ha hecho más que confirmar la incapacidad del cómic de superhéroes para definir y completar trayectorias coherentes para los personajes, con toda la pérdida de potencial que eso supone.
No tengo nada contra ti, Jason, pero para mí sigues muerto.



Ver Fuente

Comentarios

Entradas populares