Javier Vázquez Delgado recomienda: Reseñas DC – Doomsday Clock #08

Aviso de Spoilers: El artículo que sigue a continuación trata información de actualidad en Estados Unidos, por lo que puede desvelar detalles argumentales que todavía no han sido abordados en la edición española.
 

Edición original: DC COMICS – Doomsday Clock #08.
Guión: Geoff Johns.
Dibujo: Gary Frank.
Color: Brad Anderson.
Formato: Grapa, 32 páginas.
Precio: 4,99$.

 

Se acabó el segundo tercio de la serie que estaba llamada a ser un punto de inflexión en el Universo DC. El título que casi (o sin casi) está registrando las mejores ventas de la editorial en este 2018, que más está captando la atención y del que más se espera. Es por eso que, tal vez, después de ocho números las sensaciones puedan estar enfrentadas. Por un lado tenemos un nuevo capítulo apasionante, con una profunda exploración en la guerra fría de la que tanto se habló en Watchmen. La personificación del caos entre una sociedad asustada y unos superhéroes que tratan de hacer lo correcto, pero a los que inevitablemente les suceden contratiempos que provocan que sus planes no salgan como esperan. Por otro lado, tenemos otra entrega en la que se siente que no se está avanzando en la dirección ni en el ritmo que se espera.

En honor a la verdad, este Doomsday Clock #8 es un alivio para los fans de Superman que se encontraban atónitos ante el nulo protagonismo que el Hombre de Acero había tenido hasta ahora, más aún cuando se esperaba una presencia mucho mayor desde el inicio de la era Rebirth y el anuncio de la tan polémica fusión de universos. Si en el anterior número pudimos ver por fin al Dr. Manhattan hacer acto de presencia, dejando más preguntas sin responder, ahora hemos tenido por fin a Clark tratando de salvar el mundo. Aunque su esfuerzo no ha salido como esperaba, es una buena noticia saber que Geoff Johns tenía pensado darle un papel al primer superhéroe de la historia. Veremos ahora si su aportación va a quedar solo aquí, aunque parece destinado, casi por decreto, que al menos tendrá un combate que lidiar.

Sumergiéndonos en este número más profundamente, hay que reconocer que es un muy buen cómic. Plantea una situación cargada de tensión, con un desarrollo rápido que hace que la lectura sea amena y aún más rápida. Abre además una herida cuyas consecuencias se esperan mucho más que influyentes en el devenir de la trama que resta por publicarse. El problema viene cuando caemos en la cuenta de que solo faltan cuatro números y aún no sabemos realmente qué es lo que se está cociendo. Seguimos teniendo varios frentes abiertos, con personajes dando tumbos (¿dónde está Batman y hacia dónde se dirige?), con un villano que no ha sido presentado como tal y que ahora parece que va a ser el malo porque tiene que serlo. O tal vez no. Y, por supuesto, tenemos casi la certeza de que esta serie, cuando termine, quedará simplemente como una entretenida y anecdótica historia publicada en un momento en que DC buscaba un golpe de efecto en el mercado. Algo que, al menos, consiguió.

El problema se hace aún más grande cuando analizamos la lectura. Da la sensación de que estamos en un capítulo más de una serie de Superman. Eso en esta entrega, a diferencia de las anteriores. No da la impresión, a excepción de la primera y la última página, de que estamos leyendo Doomsday Clock. La gran secuela. La gran fusión. ¿Eso es bueno o malo? En mi opinión, no saber definirlo es el verdadero problema. Ha sido el primer número en que el debate acerca de los metahumanos ha sido el verdadero hilo conductor de toda la trama. Y que pase eso en la octava entrega no hace nada más que echar al fuego más madera de la que puede arder en condiciones. Tal vez es bueno que se centre por fin en dicho asunto, pero es que, si tenemos en cuenta que hemos tenido un desarrollo de personajes bastante interesante, que hasta ahora estaban sustentando el grueso de la historia y que en estas páginas han estado olvidados, entendemos que aunque centrarnos ahora en los genes de la humanidad no termina de ser buena idea. Entonces, ¿hacia dónde tenemos que tirar?

A lo mejor haciendo una lectura del tirón de las ocho actuales entregas se saborea la historia de otra manera. Pero la percepción de que hay mucho que contar y poco tiempo ya sigue ahí. Las preguntas siguen sin contestar. La reunión de protagonistas del número anterior se echa de menos en este. Aunque, como decía antes, se agradece ver por fin a Superman hacer cosas de Superman en una serie que apuntaba a que iba a protagonizar hace año y medio. ¿Necesitábamos verlo? Quiero creer que ha sido el número de presentación de este personaje en esta serie y que en la siguiente entrega tendremos más Doomsday Clock, más fusión de universos, y menos DC en solitario. Volviendo a leer el número se entiende que éste era un paso necesario. Pero perfectamente podría haberse dado en la segunda entrega. O en la primera, incluso.

Tal vez sean las ganas de saber más acerca de la pareja tan electrizante que hemos conocido con Marionette y el Mimo. De entender el papel de Alan Scott, de Saturn Girl, del Joker, del Comediante, del nuevo Rorschach. O de descubrir si el Búho Nocturno y Espectro de Seda van a aparecer o no de una maldita vez. Y ¿por qué vuelve a estar ausente el Dr. Manhattan? En la otra cara de la moneda, tenemos el recuerdo de la JSA, los cameos de Giganta y Creeper, la conversación entre Black Adam y Superman, con los dos soberbios en su postura. El equipo de los People’s Heroes formado por Black Eagle, Lady Flash, Negative Woman, Red Star un gran Vostok-X y un tremendo Pozhar. Y a Firestorm. Este personaje nunca será lo suficientemente valorado como realmente merecen las posibilidades que ofrece.

Aviso de Spoiler


Y, bueno, tenemos nada más y nada menos que a Vladimir Putin haciendo un acto de aparición más que interesante. Me gustaría saber si se ha enterado de que ya es un personaje del Universo DC y qué pensará acerca de que su imagen haya sido usada para una serie estadounidense.

Lo que está claro es que en cada entrega se experimenta una sensación que frustra el disfrute completo de la serie. Hay elementos, viñetas mejor dicho, pequeños detalles que aportan sabores muy disfrutables. Pero siempre faltan páginas para disfrutar más y más intensamente. O más completamente. Las expectativas estaban tan altas, así como el listón del que partía, que hasta para un lector favorable a la secuela como yo le está costando gozar como esperaba.

Por encima del camino errático que está llevando Geoff Johns con el guión, está el gran trabajo que Gary Frank sigue haciendo con el dibujo. Ya no me quedan apelativos a su arte. Personalmente, estamos ante lo mejor de su carrera. Es una opinión muy subjetiva, obviamente, habrá quién le saque fallos, encuentre demasiadas líneas en algunas caras o no perciba la expresividad y la narración tan fluida de cada página. La estructura de 3X3 se ve interrumpida en algunas ocasiones, pero siempre para acentuar el impacto de cada viñeta, de cada momento de la historia. Por este resultado se le perdona que sus retrasos en los acabados estén provocando la demora de cada entrega. Vale la pena esperar, pero no hacía falta que así fuese. Y por supuesto, Brad Anderson sigue siendo el compañero de equipo perfecto para colorear y respetar el arte de Frank, completando el trío que está haciendo maravillas, aunque el que escribe esté dando muchas vueltas.

Se agradece todo lo leído pero siempre deja ganas de más. O de algo distinto. A lo mejor ni el propio lector sabe lo que quiere de esta serie. Como siempre, todo es cuestión de percepciones.



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