Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Malos Tiempos en El Royale, de Drew Goddard

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Dirección: Drew Gorddard
Guión: Drew Goddard
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Seamus McGarvey
Reparto: Chris Hemsworth, Jeff Bridges, Cynthia Erivo, Dakota Johnson, Jon Hamm, Cailee Spaeny, Lewis Pullman, Jonathan Whitesell, Nick Offerman, Mark O’Brien, Manny Jacinto, Bethany Brown
Duración: 141 min
Productora: 20th Century Fox
Nacionalidad: Estados Unidos.

Alias, Perdidos, Buffy Cazavampiros, Ángel o Daredevil son algunas de las series en las que Drew Goddard se curtió como guionista y productor ejecutivo la mayor parte de su carrera. De la mano de su colega J.J Abrams escribió su primera película, la entrega primigenia de la saga Cloverfield, y después de la misma se ocupó también de los libretos de taquillazos como Guerra Mundial Z o Marte. Pero sería en 2012, con el respaldo de su amigo y colaborador Joss Whedon como co guionista y productor, que Goddard se hiciera con un nombre internacional dentro del cine de género con su debut detrás de las cámaras. La Cabaña en el Bosque supuso toda una sorpresa al revelarse como una cinta de terror y comedia que subvertía por medio de la ironía y la metatextualidad los preceptos narrativos de los géneros a los que se adhería como obra cinematográfica, convirtiéndose al poco tiempo de su estreno en una pieza de culto para gran parte del fandom. Seis años después del estreno de su ópera prima Goddard vuelve a sentarse en la silla de director para ofrecer al público Malos Tiempos en El Royale, su segundo proyecto como principal responsable ocupándose de su escritura o realización y contando además con un excelente reparto formado por Jeff Bridges, Cynthia Erivo, Dakota Johnson, Jon Hamm, Cailee Spaeny, Lewis Pullman y Chris Hemsworth.

La trama de Malos Tiempos en El Royale está localizada en 1969 cuando una serie de clientes venidos de distintas procedencias, y cada uno de ellos con sus propias intenciones ocultas, llegan para alojarse en El Royale, un famoso hotel localizado justo en la línea que separa los estados de Nevada y California y cuya época de mayor esplendor tuvo lugar a principios de los 60. Un vendedor de aspiradoras, un sacerdote, una cantante, una misteriosa joven, el único conserje del hotel y alguna que otra visita inesperada serán los protagonistas del peor día de la historia del célebre hotel. Drew Goddard es fiel al discurso y la construcción conceptual y narrativa de su anterior trabajo, un largometraje de terror con apariencia de transitar los lugares comunes más manidos del género que finalmente se revelaba algo como muy diferente a lo esperado, tomando aquí de nuevo un punto de partida muy concreto y reconocible para el cinéfilo prototípico siendo posteriormente dinamitado por medio de un guión imprevisible capaz de mover a los personajes habitantes del relato como piezas de ajedrez apelando mucho al azar y al caprichoso rol demiúrgico de su guionista y director. Pero siempre tomando decisiones coherentes en el contexto de la historia relatada por él y el resto de sus colaboradores.

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El planteamiento de la última propuesta por parte de Drew Goddard discurre sin mayores estridencias durante su primer cuarto de hora con reminiscencias a la literatura noir o la obra de Agatha Christie, ecos de piezas infravaloradas y muy recuperables como Identity (James Mangold, 2003) con la que guarda muchos puntos en común y un estudio de personajes sutil y eficiente perfilados con breves, aunque notables, pinceladas no sólo para dotarlos de características que los definan como criaturas, sino también para plantar con cada uno de ellos la semilla de la duda en lo referido a su propia intencionalidad, más si tenemos en cuenta lo acontecido en el prólogo del film que nos da una perspectiva interesante de por dónde puede llegar a encarrilarse la historia. Pero cuando los clientes de El Royale toman sus diferentes estancias es cuando la narración se fractura relatando por medio de subtramas, unas veces paralelas otras en orden cronológico, los hechos acaecidos ese fatídico día en el hotel dedicando un episodio a cada una de las habitaciones ocupadas por los personajes y añadiendo también un epílogo de capital importancia con respecto al clímax final. De esta manera Goddard emula un tipo de narrativa con remembranzas a Quentin Tarantino y Martin Scorsese mostrando la verdadera naturaleza de su propuesta y deparando cada pocos minutos, por medio del elaborado guíón, un nuevo giro argumental capaz de coger desprevenido al espectador más avezado.

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Desde la secuencia en la que el personaje de John Hamm hace su particular “tour” por el hotel y la narración se fragmenta en distintas tramas los personajes comienzan a revelar gradualmente sus verdaderas intenciones, quitarse las máscaras y a mirar exclusivamente por su propia supervivencia. Por suerte Drew Goddard no muestra sus cartas en la primera mano, desentrañando poco a poco los secretos guardados por sus protagonistas y los motivos que les incitaron a cobijarse en el Royale, jugueteando así con el espectador mientras le ofrece pistas, referencias ocultas y una inclinación por desviar la atención de lo realmente importante para con ello alargar en la medida de lo posible el misterio latente bajo su segundo largometraje como director. Por suerte no sólo del ingenio de su guión vive una obra como Malos Tiempos en El Royale. Goddard demuestra un excelente olfato para elaborar una puesta en escena acorde con su escritura, sin abusar de innecesarios alardes visuales, pero inyectando a todo el proyecto un look estético potente con inesperadas explosiones de violencia explícita localizadas en algunos de los pasajes menos esperados y ejecutadas con una brutalidad expeditiva, tanto técnica como argumental, cuya importancia llega a convertirla en catalizadora de varias de las mejor situaciones del conjunto de la cinta gracias al peso que llega a tomar en lo referido al devenir de acontecimientos culminantes en la orgiástica recta final.

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Dentro del reparto el trabajo conjunto es notable y todos y cada uno de los actores abordan su labor con convicción, entrega y la ambigüedad necesaria para contextualizarlos adecuadamente en un relato que exige unas características muy específicas a sus protagonistas. Desde un divertido y repelente John Hamm interpretando a lo que parece una clara parodia de su Don Draper de Mad Men, pasando por una excelente Dakota Johnsson en la piel de una mezcla entre chica hippie y femme fatale, una cándida Cynthia Erivo como cantante soul venida a menos o Cailee Spaeny añadiendo las dosis perfectas de demencia a su rol y llegando a unos soberbios Chris Hemsworth, en un papel cuya naturaleza es mejor no identificar, y Lewis Pullman, este último la revelación del film con un papel memorable. Pero como era evidente si hay un actor capaz de eclipsar por medio de carisma, contención, profesionalidad y veteranía al resto del cast ese es el gran Jeff Bridges. El protagonista de El Gran Lebowski es el pilar sobre el que se apuntala el apartado artístico de Malos Tiempos en El Royale y no sólo porque su personaje del Padre Danniel Flyn es uno de los que más conocimientos posee sobre los secretos del hotel, sino también porque Drew Goddard es consciente de que engrandece cada plano con su presencia o potencia la labor de sus compañeros cuando los comparte con ellos y lo explota al máximo. Sirva como ejemplo la destacable escena en la que “se sincera” con el personaje de Erivo y esta lo aprovecha para marcarse con él un enorme tour de force cuya culminación llega en la barra del bar.

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Malos Tiempos en El Royale confirma a Drew Goddard como uno de los cineastas más interesantes del panorama estadounidense. Un artesano profundamente conocedor de los resortes narrativos de los géneros con los que coquetea en sus trabajos por medio de ironía, metarreferencialidad, originalidad y unos actores siempre adecuados a sus propuestas. Por desgracia no sabemos si su naturaleza poco acomodaticia, narración algo exigente de cara a un espectador generalista o escasas concesiones a la platea han sido los motivos que han convertido su carrera comercial de su último film en un fracaso hasta el momento, recuperando sólo 31 millones de dólares de los 32 que costó su producción y quedando lejos de los números de La Cabaña en el Bosque, cuya taquilla le permitió doblar su presupuesto de 30 millones. Más allá de dichos resultados podemos considerar Bad Times at the El Royale una excelente pieza que por medio de un muy notable trabajo en todos sus apartados (atención a la banda sonora impecable, mezclando el minimalista score de Michael Giacchino con una selección de temas de la época tan eficiente como atípica) un interesante y remarcable largometraje capaz de realizar una certera radiografía de la América de finales de los 60 por medio de ese celuloide de género que necesita a autores como Drew Goddard para seguir sorprendiéndonos y estimulándonos como cinéfilos.



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