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Avatar: Tsu’Tey’s Path #1, de Sherri L. Smith y Jan Duursema

 

Edición original: Dark Horse Comics.
Guión: Sherri L. Smith.
Dibujo: Jan Duursema.
Entintado: Dan Parsons.
Color: Wes Dzioba.
Formato: Grapa, 21 páginas.
Precio: $3.99.

 

Recuerdo ver Avatar y quedar impresionado la primera media hora de la cinta con el mundo que cientos de diseñadores y programadores habían creado. Sin embargo, tras esa media hora, el asombro dejó paso al aburrimiento. El guion se entregaba al pseudo-misticismo ecológico; y aparte de eso, teníamos un romance que bien podría haber surgido de la pluma del George Lucas de las precuelas de Star Wars. Pero lo peor de todo es que James Cameron está preparando dos secuelas.

Para hacerles más llevadera la espera a los fans, Dark Horse se ha animado a publicar esta serie, titulada Avatar: Tsu’Tey’s Path, a cargo de Sherri T. Smith y Jan Duursema. Transcurre en paralelo a la película, mostrando eventos que esta solo mencionaba, desde la perspectiva de un guerrero de los Na’vi, la raza alienígena del planeta Pandora, cuya vida cambia radicalmente cuando entra en contacto con el humano Jake Sully.

Como podéis intuir de mi opinión de la película original, no esperaba mucho de este cómic. Y desde luego no esperaba encontrarme con una adaptación de ¿Dónde está Wally? con bichos azules en vez de afables humanos. Smith y Duursema tropiezan con un obstáculo imposible de evadir: es imposible distinguir a los Na’vi por su apariencia. Sin actores profesionales que aporten voz y gestos a estas criaturas hippies, los lectores solo nos podemos guiar por… ¡el peinado de los personajes! Y no puede decirse que el diseño de estos comanches cósmicos se preste a multitud de peinados fácilmente reconocibles. Como consecuencia, Avatar: Tsu’Tey’s Path es uno de los cómics más difíciles de entender que he leído en meses. En cada viñeta dudaba sobre cuál de los pitufos siderales era el que estaba hablando en ese momento. Al único al que reconocí enseguida fue al protagonista de la película original, que aparece con una camiseta que permite identificarlo sin problemas.

Encima, el guion es simple y manido. Tenemos a un guerrero vanidoso destinado a aprender una lección de humildad y a un triangulo amoroso. Con tales elementos, no hace falta ser un genio para predecir el desarrollo de la historia. Y siendo este un cómic de una tribu de guerreros y una adaptación de Avatar, una copiosa cantidad de pseudo-misticismo cuyo significado tenemos que deducir a través conversaciones tan entretenidas que preferiría leer el manual de instrucciones de una aspiradora. ¿Y qué puedo decir del dibujo? Por mucho que Duursema, el entintador Dan Parsons y el colorista Wes Dzioba se esfuerzen, los Na’vi son indistinguibles entre sí y las preciosas junglas de la película pierden todo su lustro al pasar a papel.

Debo reconocer que Smith y Duursema tenían probablemente muy poca libertad creativa. El mundo de la franquicia apenas está definido y no podían contradecir absolutamente nada de los planes de Cameron. Pero eso no mejora el cómic que han creado. El debut de Avatar: Tsu’Tey’s Path es un cómic aburrido, tedioso, y confuso que no recomendaría ni a mi peor enemigo.

Turok #1, de Ron Marz y Roberto Castro

 

Edición original: Dynamite Entertainment.
Guión: Ron Marz.
Dibujo: Roberto Castro.
Color: Salvatore Aiala.
Formato: Grapa, 23 páginas.
Precio: $3.99.

 

Estoy teniendo dificultades pensando en qué y cómo debería escribir mis impresiones sobre el enésimo relanzamiento de Turok. Es uno de esos cómics de los que no hay mucho que decir. Es un cómic bien hecho que no dejará huella en el lector, pero garantiza unos minutos de entretenimiento. Con estas palabras podría concluir mis impresiones del primer número.

Eso debería preocupar mucho a los editores de Dynamite. Adquirieron la licencia de Turok y otros personajes de la difunta Gold Key con la intención de crear su propio universo compartido, uno que competiría con Marvel, DC y Valiant. El experimento nos dio cómics que merecieron mejor suerte, pero el fracaso era inevitable. Eran solo buenos cómics en un mercado en el que un cómic solo sobrevive si es excelente o los lectores están familiarizados con los personajes. Ahora, tras renunciar a la ambición de un universo compartido, nos llega este reboot de Turok con ganas de saborear el éxito que le fue negado al anterior volumen.

Ron Marz escribe un guion muy competente al que solo se le puede reprochar su falta de ambición. Nos ofrece un una historia sencilla y amena, con mucha acción, héroes simpáticos y villanos a los que queremos ver morder el polvo. En el apartado gráfico, el dibujante Roberto Castro y el colorista Salvatore Aiala hacen un loable trabajando dándole una ambientación de western árido y visceral al cómic. A ambos les quedan cosas por mejorar (en el caso de Castro, las perspectivas se le resisten en ocasiones), pero no les falta talento. Les auguro un futuro prometedor.

En cambio, a la serie le auguro un futuro mucho menos prometedor. Tengo la sensación de que Marz no es consciente de que la década de los 90 terminó, y con ella murieron los precios asequibles en el mercado americano. Turok apunta a ser la clase de serie ligera que me encantaría coleccionar, a ser posible en papel, si tuviese un coste menor. Pero la triste realidad es que los cómics americanos se han vuelto muy caros. Muchos preferirán esperar a a algún suculento descuento para la edición en tomo o, como en mi caso, la edición digital. Para entonces la serie seguramente se habrá cancelado.



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