Javier Vázquez Delgado recomienda: Mercurio – Sin rendición (Vengadores 96-99)
Edición original: Quicksilver: No Surrender 1-5 USA.
Edición nacional/ España: Panini Comics.
Guión: Saladin Ahmed.
Dibujo:Eric Nguyen.
Entintado:Eric Nguyen.
Color: Martin Simmonds.
Formato: grapa, color, 24-48 páginas.
Precio: 1,95 – 3,50 euros.
Que el mundo actual va muy deprisa es algo innegable.
La inmediatez de todo parece ser el mantra que subyace en el subconsciente generalizado de una sociedad cada vez más impaciente. No hay tiempo para nada, o eso parece ser lo que se repite una y otra vez, mientras dedicamos ingentes cantidades de tiempo a no dejar de hacer cosas, de todo tipo, sin detenernos nunca, para dejar de lado todo lo que nos rodea y dedicarnos a ser conscientes de nosotros mismos. Y es ahí donde Saladin Ahmed apunta con su miniserie dedicada a Pietro Maximoff, Mercurio, el villano, el Vengador, el mutante, el inhumano adoptado, el marido, el padre, el exmarido, el huraño, el volátil, el bipolar hermano de la Wanda, la Bruja Escarlata.
Corría el año 1964 y en el X-Men #04 se presentó en sociedad por primera vez a Pietro como miembro de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, para en 1965 pasar a engrosar las filas de los Vengadores en el Avengers #16. Un inicio como villano, una vida como héroe, o más bien intentado ser el héroe que Pietro piensa que los demás desean que sea. Y es precisamente esa falta de autoestima personal, tamizada a través de una personalidad difícil, la que hace de Pietro un personaje fascinante por la infinidad de matices que posee.
Mercurio no es el único velocista de Marvel (existen otros como Sligshot, Zumbador, Makkari, Lightspeed y Runner) pero sí es, sin duda, el más relevante de los nombrados. Su carrera siempre ha estado salpicada de altibajos, de cambios, de idas y venidas, que lo han condenado a ser un eterno secundario, con pocos autores capaces de entender al personaje y desarrollarlo. Alguno de eses autores fueron Peter David, durante su trabajo en Factor-X y Ostrander en su más que recomendable serie dedicada a la Bruja Escarlata. Sin embargo, mientras que en DC Flash lo es todo, en Marvel, Mercurio, es una bola de pinball que corre de un sitio a otro si encontrar nunca su sitio. Afortunadamente, con Ahmed, Pietro ha encontrado la forma de resultar relevante, en una miniserie que esconde un tesoro, toda una llamada de atención al ritmo de vida de nuestra sociedad.
Panini ha publicado la miniserie dentro de la colección mensual de los Vengadores, usando sus entregas para cuadrar numeración (también hay que tener en cuenta lo intrínsecamente relacionada que está su trama con el anterior arco argumental de los Vengadores) y llegar al número 100. Un número 100 que se ha usado para relanzar la serie con el primer arco argumental de los Vengadores de Aaron. Una maniobra editorial comprensible, pero que tal vez haya sepultado un trabajo que hubiera merecido tener su propio espacio en las estanterías de las librerías especializadas.
La miniserie de Mercurio arranca con Pietro atrapado entre instantes, entre ese tiempo eterno que se esconde entre dos segundos, en una especie de universo temporal en el que el tiempo adquiere dimensión física. Un lugar donde solo Pietro puede moverse y la humanidad está atrapada, congelada, a su alrededor. Un instante, un simple nanosegundo, que se ha convertido en la prisión de Pietro, en la que ha de defender a sus seres queridos de morir a manos de unos espectros diabólicos extrañamente similares a su propia imagen.
Ahmed, construye el escenario ideal donde poder colocar a Pietro y contar una historia en la que demuestra un profundo conocimiento de la personalidad del personaje, motor inercial que mantiene en marcha, a una velocidad de vértigo, toda la trama.
El guionista de Rayo Negro realiza una profunda prospección de la humanidad al completo a través de la figura de Mercurio, analizando de forma certera y elegante su posible futuro, en un ejercicio catártico, tanto para el protagonista como para el propio lector, que puede ver reflejado el vicio de la sociedad actual. Ahmed realiza un llamamiento, un grito desesperado, en el que invita a la reflexión profunda de lo que hacemos con nuestras vidas y hacia donde las dirigimos, mediante la metáfora que desarrolla a través de Mercurio.
La miniserie sorprende, no tanto por su puesta en escena o su desarrollo, sino por como Ahmed esconde de forma clara ese mensaje subliminal, para nada incrustado de forma artificial o forzada, que quiere lanzar a los lectores, sin que por ello la trama se resienta. El mensaje es importante, pero no lo es todo. Está disponible para el que lo vea y el que no lo vea o no lo sienta, porque es más preciso hablar de sentir que de ver, la propuesta de Ahmed es igualmente válida y se sostiene por sí misma, siendo certera en lo fundamental y esperado de una aventura de un superhéroe mutante atrapado en un instante del tiempo.
Ahmed se preocupa de buscar la raíz de la forma de ser de Pietro, de introducirse en su mente y desmenuzar donde está el motivo de su rudeza, su frialdad, su carácter incendiario, su lengua afilada y extremadamente rápida, fruto de un pasado duro, con un origen humilde, cargado de decepciones, traiciones, engaños y mentiras, para con todo ello crear una enorme metáfora del estrés, la ansiedad, la frustración, la impaciencia y la sensación de aislamiento. Sin duda una miniserie maniaca en todos los sentidos.
Eric Nguyen es el encargado de plasmar la velocidad en esta historia en la que todo está parado y Mercurio es el que se mueve sin cesar por el instante que lo aprisiona. El trabajo del dibujante es notable a la hora de reflejar ese movimiento extremo, pero el resultado final resulta, en ocasiones, algo confuso, con decisiones narrativas en muchos casos cuestionables.
Una historia de supervivencia, de reencuentro personal y familiar, que acerca a los lectores a un Pietro fascinante. Un reencuentro para todos aquellos seguidores del personaje y una obra para descubrirlo.
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