Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Aquaman: La Redacción Opina

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Dirección: James Wan
Guión: David Johnson, Will Beall (Historia: Geoff Johns, James Wan, Will Beall. Personaje: Paul Norris, Mort Weisinger)
Música: Rupert Gregson-Williams
Fotografía: Don Burgess
Reparto: Jason Momoa, Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman,Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Dolph Lundgren, Michael Beach, Ludi Lin, Graham McTavish, Patrick Cox, Randall Park, Djimon Hounsou, Leigh Whannell, Sophia Forrest, Natalia Safran, Tahlia Jade Holt
Duración: 139 min
Productora: DC Comics / DC Entertainment / Warner Bros.
Nacionalidad: Estados Unidos.

 

Cuando casi todo parecía perdido para la dupla formada por DC Entertainment y Warner Bros tras los decepcionantes números de Liga de la Justicia a manos de Zack Snyder y Joss Whedon el pasado mes de diciembre llegó a las carteleras de todo el mundo Aquaman, el primer largometraje protagonizado por el alter ego en carne y hueso del personaje creado por por el guionista Mort Weisinger y el dibujante Paul Norris en 1941 con Jason Momoa dándole vida. Dirigida por el experto en cine de terror James Wan, que debuta en el celuloide superheróico, y con un reparto de estrellas internacionales la última cinta del Universo Extendido de DC ha triunfado de manera bestial desde que se estrenara en China con una recaudación en el país oriental con la que casi había recuperado el presupuesto invertido en su costosa producción. Después de que nuestro compañero Jordi T. Pardo fuera el primero en ponerse el bañador y armarse con un flotador con forma de caballito de mar para reseñar Aquaman ahora es un grupo formado por Gustavo Higuero, Sergio Fernández, Raúl Gutiérrez, Giovanni Casella, Cristian Miguel Sepúlveda, Víctor José Rodríguez, Pablo Menéndez, Daniel Gavilán y Juan Luis Daza el encargado de mojarse el culo para dar su opinión sobre la exitosa incursión cinematográfica centrada en las aventuras submarinas de Arthur Curry. Acompañadnos una vez más al reino de Atlantis, tridente en mano, para ver lo que opina la flor y nata de la redacción de Zona Negativa sobre el reciente, y enorme, balón de oxígeno que ha insuflado nueva vida a la división cinematográfica de DC Cómics

Expediente Curry: El caso atlante, por Sergio Fernández Atienza

Una vez más, me pongo las aletas y la bombona de oxígeno y me sumerjo en busca del reino atlante para poder hablar sobre Aquaman. Sentimientos encontrados afloran en mi interior tras su visionado. Si veo el vaso medio lleno (de agua, obviamente), nos encontramos ante una película que deja de lado la grandilocuencia y pretenciosidad que lastraron a sus hermanas mayores (Batman v Superman: El Amanecer de la justicia o Liga de la justicia). La incorporación de James Wan al proyecto ha acabado siendo clave para el éxito en la taquilla global superando los mil millones de dólares, algo que hasta el momento no había conseguido ningún filme del DCEU. El buen hacer de Wan ayuda a que Aquaman no descarrile en los puntos en los que peligraba con hacerlo y, a su vez, impregna con su toque marca de la casa alguna escena para el recuerdo como el descenso hacia La Fosa.

Sin duda, es este otro de los puntos fuertes de la cinta de Warner Bros. El imaginario visual resulta arrollador y nos quedamos embelesados cuando nos muestran el puente de la entrada a Atlantis o disfrutamos con la secuencia de la persecución a dos niveles en un pueblo de Sicilia. Aquaman es una cinta entretenidísima que pasa de la oscuridad y los traumas que habían puesto a la deriva al conjunto de la DCEU. Nos presentan un cómic hecho cine que, incluso, mejora la fuente original en no pocas ocasiones.

Otro de los puntos en el que aplaudimos hasta rabiar es en el apartado de la acción. Si bien es cierto que nos hubiera gustado ver más peleas cuerpo a cuerpo, escenas como el ataque a Atlanna (aunque de cierta pena ver a Nicole Kidman tan estropeada como consecuencia de la cirugía ¿estética?) y, sobre todo, la totalidad de la secuencia del submarino confirman que, la primera parte de metraje es la mejor parte de la película. En un artículo que, en la previa del estreno, publicamos mis compañeros y un servidor, comparaba a Aquaman con la comida fusión y, después de haberla visto, no puedo estar más de acuerdo con dicha afirmación. La cinta dirigida por Wan es un popurrí de géneros, una especie de cajón desastre en el que, además de la acción, hay lugar para la aventura, el romance e incluso el terror. Aunque esto pudiera suponer una amenaza para el resultado final de la película, no es esta la causa de que Aquaman se quedé lejos del sobresaliente.

Efectivamente, no podía ser todo miel sobre hojuelas. Si vemos el vaso medio vacío nos encontramos con un guion predecible hasta decir basta que cuenta con unos diálogos carentes de chispa privando a los personajes de carisma. A pesar de que no se abuse del humor, el tándem Warner/DC sigue sin dar con la tecla en este apartado y los chistes resultan fallidos. Pero si algo podemos achacar a las cabezas pensantes de este proyecto es, sin duda, lo desubicada que se encuentra esta historia en el universo compartido. No tiene ninguna lógica que la tercera aparición de Jason Momoa (aunque la primera fuese un mero cameo) en el rol de Arthur Curry sea la cinta que funcione como origen de personaje. Más teniendo en cuenta que si vemos las cintas en orden, ciertas incoherencias surgen en el desarrollo de este.

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Por seguir con el apartado interpretativo, podemos afirmar que ninguno de los secundarios luce especialmente. La película está hecha por y para Momoa y apenas queda sitio para Amber Head como compañera de fatigas y poco más (tal vez podemos destacar al siempre cumplidor Willem Dafoe metiéndose en la piel de VulKo). Si, cinematográficamente hablando, el mal funcionamiento de los villanos es un mal endémico en el trillado género superheroíco, en esta ocasión tenemos una doble ración de lo mismo. Ni Patrick Wilson (tan habitual en la filmografía de Wan que esta supone su quinta colaboración conjunta) dando vida a Orm ni Yahja Abdul-Mateen como Black Manta están a la altura de la descomunal figura del Señor de los Mares. Resulta curioso como los dos papeles más icónicos del actor hawaiano han resultado ser tan opuestos. Como buen dothraki, su Khal Drogo de Juego de Tronos temía al mar, al desconfiar de cualquier agua que un caballo no pueda beber, mientras que su Arthur Curry de Aquaman está destinado a gobernar los siete océanos.

Curiosidades al margen, otro aspecto que me chirría es el diseño tanto de armas como de armaduras que vemos en pantalla. “De baratillo” y “plasticucho” son expresiones que se escuchaban en los pequeños corrillos de gente a la salida del cine. Una cosa es ser fiel a los cómics, y otra bien distinta es que una película de gran presupuesto tenga un look similar a las series de CW. No obstante, el estilo utilizado para el traje original de Aquaman funciona a las mil maravillas.

En resumen, a pesar de que muchos esperaban que este proyecto iba a naufragar, Aquaman es una entretenida cinta de superhéroes que mezcla diversos géneros siendo la acción el más satisfactorio de todos ellos. Sin llegar al nivel de Wonder Woman, pero superando al resto de cintas del DCEU, la obra dirigida por James Wan marca el camino a seguir para Warner que tendrá que dar un paso adelante tanto en el tratamiento de personajes secundarios como en los diálogos. Caminante no hay camino, se hace camino al nadar.

Veni, vidi, vici​, por Gustavo Higuero

Siempre me ha gustado Aquaman. Siento debilidad por algunos personajes DC y Arthur Curry es uno de ellos, incluso con su errática y pobre carrera editorial en nuestro país (algo que está empezando a ser subsanado), me siento profundamente (permitirme le chiste) atraído por el personaje y su microcosmos.

Poder verlo en la gran pantalla ha sido, sin duda, uno de los mejores momentos que, como fan, he podido tener durante el 2018. Me voy a permitir personalizar mucho este texto, contando los días previos al estreno, el mismo día del estreno y los posteriores visionados de la cinta (sí, visionados) a fin de poder transmitir una porción de todo el entramado emocional del que fui prisionero desde el ya lejano mes de septiembre de 2018.

Tras las vacaciones de verano, con la vuelta a la rutina tras las vacaciones, fui plenamente consciente de que estábamos encarando los meses finales previos a poder ver la película de Aquaman en solitario. Y digo consciente porque se presentó ante mi la posibilidad de adquirir una camiseta del personaje en la Comic Con de Nueva York del año pasado (tengo la costumbre de ir a los estrenos llevando una camiseta asociada al héroe DC al que esté dedicada la cinta). En España no es fácil disponer de este tipo de productos y poder disponer de una camiseta naranja, con Aquaman en ella serigrafiado, me puso ya directamente en la ola (prometo que no lo vuelvo a hacer) de lo que se nos venía encima.
Fueron meses de ardua espera, sazonada con infinidad de trabajos relacionados con Aquaman, por lo que no dejaba de crecer una intensa necesidad de que llegara el ansiado 21 de diciembre. La camiseta llegó, el trabajo salió adelante y se plasmó con puntualidad gracias a un equipo impresionante y finalmente llegó el día del estreno. Un día intenso que empezó con la camiseta de Aquaman puesta y una larga jornada laboral que terminó en la sala de cine dispuesto a dejarme llevar por la propuesta de James Wan.

En el primer visionado me dejé llevar por completo. No había visto el trailer largo, aislándome del entorno para evitar ver más de lo debido, a fin de poder sumergirme (el último, lo prometo) en la experiencia de ver a uno de mis personajes favoritos en solitario en la gran pantalla. Un sueño hecho realidad, una improbabilidad que aún me sigue costando creer, pero que se había materializado a todos los niveles.

Y disfruté mucho. Una experiencia cautivadora, rica en detalles, intensa y espectacular que me permitió ver otros lugares de Universo DC cinematográfico. Y con esta sensación en mente, fui unos días más tarde a volver a verla, a analizar más lo que nos proponía Wan con el héroe acuático por excelencia de DC Comics.

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Aquaman es una película lineal, un manual al uso de como trasladar la novela de Campbell a la gran pantalla (tal y como se ha hecho infinidad de veces) “El Viaje del Héroe” por lo que la capacidad de sorprender a un espectador curtido en mil batallas pijameras queda seriamente comprometida. Comprometida a nivel de guion, no de puesta en escena.

La película adolece de un trabajo más intenso en el guion, con un texto más depurado en el que hubiera más espacio a la hora de tratar la parte política. Si estamos hablando de reinos, que se sientan esos reinos, esas tensiones políticas, esas reuniones diplomáticas, para mostrar el rico entramado social y cultural que subyace en Atlantis. Cierto es que el metraje es finito y esto podría haber dilatado mucho la duración de la cinta, pero bien tratado, asignándole tiempos adecuados y añadiendo una trama mas densa, el conjunto podría haberse visto más fortalecido en este aspecto en particular.

¿Es esto una pega? No, no lo es, porque la película funciona a muchos niveles al apostarlo todo por la sencillez. Sencillez que permite trabajar bien aspectos relevantes relacionados con el personaje, calibrando bien que puede hacer, su nivel de poder y quien es exactamente, para a partir de ahí poder ver la evolución natural de lo que se ve venir a la legua. Funciona bien y se ve muy fortalecida gracias a una puesta en escena de impresionante factura con un esfuerzo notable a la hora de trasladar a la pantalla una sociedad submarina, con tecnología afín al medio. Funciona por la valentía de trasladar los uniformes de los comics a la realidad y lograr que impongan, que luzcan de forma espectacular, deslumbrando al espectador en todo momento. Funciona por el trabajo de Wan que aprovecha la versatilidad de un entorno en el que la cámara puede moverse en todas las direcciones (aun con el abuso de ciertos recursos narrativos). Funciona por su atención a los detalles. Funciona por el acercamiento que hacen del personaje a los espectadores y funciona por como Momoa se cree al personaje. Funciona porque hay terror, hay aventuras, acción, fantasía y una sencillez pasmosa en su planteamiento. Pero no funcionan los chistes, que sobran.

Grandes aciertos que hacen de Aquaman una película eficaz, sincera, honesta en su propuesta, sin grandes pretensiones, sin buscar ser más cuando no puede serlo, que se muestra certera en su acercamiento al héroe, su entorno y sus secundarios, que adolece de un trabajo más depurado y ambicioso en el guion, pero que convence gracias a esa sencillez tan prístina de la que hace gala y que va a permitir que podamos volver a disfrutar de una segunda película en la que tal vez sí haya sitio para todo eso que aquí se echa de menos.

Aquaman ha llegado y ha llegado dispuesto a demostrar que lo suyo es hacer posible lo que todos dicen que es imposible.

La Epopeya de Arthur Curry, por Raúl Guitiérrez

Vivimos en una época en la que ya no podemos hablar simplemente de adaptaciones de cómic o de películas de acción con superhéroes como protagonistas. Esto es, ya no estamos ante géneros cinematrográficos estancos en los que a veces se utilizan a personajes del noveno arte como reclamo recaudatorio. Hoy en día, y tras casi veinte años de películas de este tipo, podemos hablar de que existe un género cinematográfico de superhéroes como tal.

El hecho de que exista un género superheroico en el séptimo arte, entre otras cosas se produce porque ya existen muchas películas de este tipo, películas en las que resulta imposible no fijarse cuando vamos a juzgar la siguiente película del género a la que nos enfrentamos. En ese sentido, siempre he pensado que DC Comics no supo aprovechar debidamente las sinergias que tenía al pertenecer los derechos de todos sus personajes a la gigantesca Warner Bros. Y es que, si bien existen productos que independientemente son muy buenos (la trilogía de Batman de Christopher Nolan, películas y series animadas, series de televisión de acción real…) a nivel de universo compartido no han sabido llevar con acierto esa idea de mundo poblado por diversos superhéroes que interactúan entre sí a la pantalla grande. Sea por la razón que sea, esa magia que propician las viñetas no ha sido trasladada al cine en DC con el mismo acierto que en Marvel.
Si nos fijamos en la competencia directa, en poco más de diez años, Marvel ha conseguido llevar su idea de universo compartido a la gran pantalla de tal modo que hoy en día puede permitirse introducir a personajes en el cine que nadie de fuera del cómic (y a veces ni siquiera de dentro) conoce. Cierto es que Marvel Studios no arriesga casi nada en sus producciones, mientras que Warner intenta ofrecer algo distinto dentro del género, pero no ha acabado de dar con la tecla correcta. Hasta Aquaman.

Aquaman es una película que, lejos de tratar de crear una oscuridad artificial como la que vimos en Batman vs Superman o un espíritu forzado de grupo como en La Liga de la Justicia, obvia sin negar la parte de universo compartido y se centra en lo que mejor se le da a Warner Bros: Hacer películas en solitario sobre sus superhéroes, siguiendo la estela de El Hombre de Acero o de Wonder Woman, películas del DCU (si es que todavía podemos hablar de DCU) muy solventes en las que Aquaman se fija para acabar por pasarlas por encima.
La película de Arthur Curry asume en estos tiempos en los que parece que todo tiene que estar interrelacionado que todavía caben películas independientes que adapten cómics, y lo hace sin ningún complejo, en una película que, por otro lado, obvia por completo tramas oscuras o dramáticas innecesarias y que utiliza todos los tópicos del género (en cine y en cómic) para ofrecernos una superproducción entretenida y bien llevada.

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Y es que, lo manido, si se comprende, si se entiende por parte de los realizadores, no es sinónimo de malo. Los estereotipos existen por algo señores, y no deberíamos de tener ningún complejo en utilizarlos o en disfrutar del resultado de las producciones que los asumen sin tapujos.
De este modo, Aquaman es una película en la que desde el minuto uno se traza el camino clásico del héroe, consistente en aquel ser excepcional que pronto es advertido de que tiene una responsabilidad que no puede seguir eludiendo y que acaba encontrándose a sí mismo y a la plenitud de su poder a resultar de emprender a regañadientes un viaje que a priori se consideraba innecesario.

Sin duda, lo que más me ha gustado de esta película ha sido su simpleza argumental, su manera de abrazar las tramas de toda la vida sin avergonzarse por ello, contar la historia de un héroe desde su origen hasta la asunción de su poder, incluso con épicas reminiscencias artúricas.

No sé si el concepto de universo compartido volverá en algún momento a DC/Warner o no, pero sé que quiero más Aquaman, y que DC/Warner ha conseguido lo impensable: Devolver el atractivo y la epicidad a un superhéroe del que todo el mundo se mofaba hasta hacía bien poco.

Mariscada, por Cristian Miguel Sepulveda

Aquaman, la nueva película del DCEU es como una mariscada. Sabrosa, intensa, quizás demasiado, y poco variada, es decir, es un tipo de gastronomía muy concreta con unos sabores muy específicos y unas formas de cocinarla también muy particular. No obstante, salvo que no te guste nada el marisco, cualquier persona disfruta en mayor o menor medida de una buena mariscada. Yo la disfruto mucho, sobre todo ahora que soy joven y no tengo problemas de colesterol, pero entiendo que a otras personas no les guste, o les parezca excesivo.

Igual no es el mejor símil del mundo, pero es el único que se me ha ocurrido en este momento para expresar qué es lo que pienso y siento de Aquaman, de James Wan. Una película que he disfrutado un montón, que no arriesga demasiado, y que es quizás poco original en su fondo, aunque no tanto en su forma, y que, si te gusta el género superheroico y los cómics, es una película que seguramente vas a disfrutar mucho, al menos en su primer visionado.

Y es que la película tiene todo lo que el cine de superhéroes hoy demandaría: acción, romance, aventura, villanos, mitología y una entretenida trama de origen. Caben destacar, por supuesto, los efectos visuales, de una potencia tal que las batallas marinas, que podrían haber sido algo muy ridículo, son absolutamente espectaculares, y aunque se demoran en llegar, cuando ocurre, no decepciona en ningún momento. Así pues, el ritmo del filme es bastante regular, alternando escenas de acción bien rodadas, especialmente destacable es aquella persecución por los tejados, con momentos de humor, aventura y con un objetivo concreto al que llegar: el tridente que convertirá a Arthur en más que un rey, en un héroe.

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Jason Momoa no es desde luego el Aquaman de los cómics, es un personaje incluso mejor aún, o por lo menos más carismático y amable desde luego, dejando atrás al gruñón, serio y arisco Arthur Curry de los cómics, algo estrictamente necesario para el tono que la película tiene, y que le va como anillo al dedo. De Mera no hay mucho que decir, más allá de que sí es un personaje algo más fiel a su original del cómic, al convertirse en el motor que necesita Arthur para hacer lo que debe hacer, resaltando así la enorme dependencia, más allá del vínculo romántico, que tiene Aquaman con Mera. Nicole Kidman cumple bastante bien como Atlanna, y Willem Defoe lo mismo con Vulko, que hace el papel de sensei del héroe y a la vez maestro conspirador “de los buenos”. Nada que reprochar a Patrick Wilson, que me sorprende con una buena interpretación de un Ocean Master creíble, aunque un poco pasado de vueltas a veces, y menos convencido estoy con un descafeinado e infantil Black Manta, que necesita un poco más de mala leche, y sobre todo de inteligencia para ser un villano digno.

Me intento esforzar, pero no puedo encontrar muchos aspectos negativos a una película que tiene todo lo necesario para triunfar hoy en día. Y quizás, es eso mismo lo que le echo en cara, la falta de riesgos, de introducir elementos diferentes y verdaderamente transgresores, que sorprendan al espectador y le den justo lo que no quiere o no esperaba, como hizo Rian Johnson en Star Wars The Last Jedi. Se agradece, no obstante, el esfuerzo por introducir mitología e historia atlante, que quizás pudiera resultar algo menos atractiva para el público general, pero es insuficiente para calificarlo siquiera de una decisión arriesgada. Supongo que Warner se habrá cansado de arriesgar, y prefiere utilizar la fórmula de la competencia, la que funciona, para dar al espectador lo que quiere, y obtener lo que todas las empresas buscan: ganar mucho dinero. Y lo han conseguido, desde luego, a costa de traicionar sus principios artísticos. Pero el problema es que esta fórmula se agotará tarde o temprano, porque si abusas en una mariscada, te puede dar un cólico, y quieran o no, han llegado tarde, por lo que nunca obtendrán tanto dinero como el que desearían. Hasta entonces, disfrutemos de lo que dé de sí el DCEU, sea con la fórmula que sea, mientras nos hagan pasar un buen rato, bienvenido sea.

So long, and thanks for all the fish, por Juan Luis Daza

Después de la decepcionante recaudación de Liga de la Justicia y su más bien negativo recibimiento por parte de la crítica el Universo Extendido de DC Comics pendía de un hilo mientras varios de sus actores más importantes como Ben Affleck, Henry Cavill o Amy Adams, no confirmaban su permanencia en el mismo. DC Entertainment y Warner Bros se lo jugaban todo con su siguiente movimiento, la primera película protagonizada en solitario por Aquaman, el personaje creado en 1941 por el guionista Mort Weisinger y el dibujante Paul Norris, e interpretado en imagen real por el actor estadounidense Jason Momoa. Los productores no las tenían todas consigo ya que la presencia carismática y rotunda del protagonista de Conan: El Bárbaro (2011), sumada a la de sus compañeros de reparto, no sirvió para que la traslación audiovisual de la JLA consiguiera el éxito esperado a pesar de revelarse él como uno de los mayores alicientes del film iniciado por Zack Snyder y acabado por Joss Whedon.

Para acometer la complicada empresa de ponerse a los mandos del primer largometraje protagonizado por el alter ego superheróico y monárquico de Arthur Curry fue elegido James Wan, cineasta australiano, de origen malayo, experto en cine de terror al que debemos sagas como Saw, Insidious o Expediente Warren (The Conjuring) y sus spin offs. Seguramente fueron sus incursiones en las supuestas correrías sobrenaturales del matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren, producidas y distribuidas por Warner Bros, las que dieron pie a los responsables de Aquaman para elegirlo como sustituto de Zack Snyder. El acierto ha sido total en todos los sentidos. No sólo porque ha conseguido una pieza adherida al subgénero superheróico que funciona a distintos niveles y encarrila el futuro del UEDC, sino también por haber logrado con ello una recaudación internacional que, mientras escribo estas líneas, ha superado unos descomunales mil millones de dólares.

Aquaman es una peculiar amalgama de continuación cronológica del Universo Extendido de DC y película de orígenes, aunque sin dedicar una gran parte del metraje a poner en escena la génesis del héroe protagonista del que ya conocemos algunos datos de su biografía gracias a films previos. Desde el minuto uno se nota que Warner Bros no ha escatimado gastos a la hora de convertir su última producción inspirada en los cómics de DC, pensando, quiero suponer, que puestos a meter la pata nada mejor que hacerlo por todo lo alto. Esto se percibe no sólo en la mastodóntica inversión en la creación de la obra, sino también en la notable libertad creativa que han dado a un James Wan dispuesto a desplegar toda una galería de personajes, criaturas y escenarios reales o digitales con la sana intención de no dejar nada en el tintero y epatar al espectador con un fuego de artificio tan ligero e intrascendente como potente, cohesionado y paradójicamente alocado o arriesgado.

Nos encontramos con delirio kitsch, una epopeya oceánica protagonizada por un carismático émulo en imagen real que, seamos sinceros, poco tiene que ver con el Aquaman de las viñetas. Ni siquiera con el más cercano y carismático ejecutado por guionistas como Peter David o Geof Johns, este último colaborando en el guión de la película. Pero como blockbuster abraza de manera tan inmisericorde y suicida un sense of wonder pasado de frenada que ante semejante actitud kamikaze no podemos hacer otra cosa que rendirnos a los pies de James Wan. Mencionábamos que posiblemente la saga The Conjuring fuera importante para que el cineasta australiano fuera designado como realizador de Aquaman, pero sólo desde un punto de vista contractual. Porque sería más lógico que fuera su incursión en la saga Fast & Furious la que despertara el interés en Warner Bros por contratar a un cineasta que se desenvuelve con soltura tanto con presupuestos humildes como con maquinarias casi inabarcables como la adherida a este tipo de producción.

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El autor de Silencio Desde el Mal (Dead Silence) apela a una grandilocuencia que va tomando forma de manera gradual después de una faceta más minimalista a la hora de centrarse en la historia de amor prohibido de los padres de Arthur Curry. Pero en cuanto la primera espectacular secuencia de acción toma forma Aquaman va desplegando todas sus posibilidades, más visuales que narrativas, con la intención de no dar un respiro al espectador. El guión consigue mantener un competente equilibrio entre aventura deudora de Indiana Jones, Gladiator, Star Wars o Avatar y comedia algo simplista, pero agradable y efectiva en líneas generales, centrada en los personajes de Aquaman y Mera, los pilares sobre los que se sustenta un argumento mil veces visto incapaz de ofrecer nada nuevo dentro del subgénero al que se adscribe, aunque sabiendo transitar con eficacia y soltura los lugares comunes más representativos del mismo.

Entregándose sin miramientos al barroquismo hipertrófico James Wan y su equipo técnico se ponen como meta aprovechar hasta lo insultante los notables y copiosos efectos digitales que ponen a su disposición y de esta manera retratan un mundo oceánico de proporciones incomensurables, estética sobrecargada y monstruosidades a cual más enorme, llegando una de ellas a ser de un tamaño tan inmenso que no llega a verse nunca íntegra en pantalla. En el proceso los responsables del apartado visual de la propuesta diseñan una Atlantis rica en detalles, cromatismo, luminosidad y, para qué negarlo, horteradas por doquier. Todo ello compactado de manera encomiable para parecer, lógicamente, un cómic delirante, exagerado, histriónico que va a por todas sin hacer prisioneros y dando buenas muestras de lo que deberían haber sido, desde su inicio. las adaptaciones cinematográficas que conforman este Universo Extendido de DC.

Tampoco han sido en Warner Bros conservadores a la hora de contratar un reparto de primera para dar forma al equipo artístico de Aquaman. Nicole Kidman como Atlanna, Willem Dafoe en la piel escamada de Vulko, un inesperado Dolph Lundgren dando vida al Rey Nereus, Temura Morrison abordando el papel de Tom Curry o un entregado Patrick Wilson ofreciendo físico y voz al Rey Orm demuestran, además de ser el séquito de excelentes interpretes que cubren las espaldas a los dos protagonistas principales, haberse divertido sobremanera durante la producción de la película. Pero son los Aquaman y Mera de Jason Momoa y Amber Heard, respectivamente, los dos roles más destacados con una notable química en pantalla no atisbable adecuadamente en las breves escenas que ambos compartieron en Liga de la Justicia. Funcionando como pareja de héroes con poderes sobrenaturales repartiendo palizas a diestro y siniestro o como pareja sentimental con momentos cómicos propios de una screwball comedy de segunda regional, ellos son lo mejor del cast.

Aquaman ha supuesto un bálsamo para Warner Bros y DC Entertainment, el mejor posible ya que se ha convertido en la producción más rentable de cuantas han diseñado desde que la, ya controvertida, El Hombre de Acero (2013) diera el pistoletazo de salida a este microcosmos ficcional que, después de dar sus primeros pasos de manera trémula y apresurada. ha encontrado su camino gracias a las que debieron haber sido las dos películas siguientes al debut de Henry Cavill como Superman, esta Aquaman y Wonder Woman. Quedando atrás los malos tiempos, los de haber estado más pendientes de construir la casa por el tejado con la intención de ponerse a la altura de una Marvel Studios que construyendo su universo cinematográfico poco a poco y de manera gradual, la “Distinguida Competencia” ha abierto una senda que, esperemos, producciones como las próximas Sazham y Wonder Woman 84 sepan continuar para ofrecer la mejor versión en imagen real de los iconos del arte secuencial vinculados a la vida editorial DC Cómics.

Dolce & Gabbana Baywatch, por Giovanni Casella

Warner Bros. y DC necesitaban una película como Aquaman; un éxito arrollador internacional que marcara territorio en la taquilla, sobre todo, de cara a la competencia. En cambio, la cinta dirigida por James Wan no la necesitaba yo como espectador. Con esto no quiero decir que una película sobre Arthur Curry sea innecesaria; lo que quiero decir, es que Wan es un director muy hábil para lo comercial y que sabe vender muy bien su producto, pero en cambio, es bastante limitado en términos de calidad cinematográfica. Ni la Santa Trinidad Deceíta ni La Liga de la Justicia habían conseguido superar la cifra psicológica de los 1000 millones de dólares a nivel mundial desde que existe el Universo Extendido de DC. Ha tenido que ser un personaje un escalafón inferior a los mencionados con anterioridad el que consiguiera tal logro, y es de aplaudir este hecho. No en vano, en Zona Negativa hace un año dije que la relación profesional entre Walter Hamada y James Wan iba a dar grandes frutos para Warner y DC. La elección de Wan fue totalmente acertada de cara al negocio, y le ha dado a la compañía de Bugs Bunny un impulso y un golpe de autoridad que muchos no habían imaginado que pudiera pasar.

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Dicho esto, si la película acierta de lleno en lo comercial; hace aguas en lo meramente artístico. Wan nunca se ha caracterizado por el buen gusto, y aquí hace gala de todo lo hortera que puede ser, además del popurrí visual mal entendido que dota al filme de una impersonalidad preocupante. Sin ir más lejos, Aquaman es el anuncio más largo que he visto en mi vida de Dolce & Gabbana: 2 horas y 23 minutos que se me hicieron cuesta arriba. Se deja ver al principio, pero el director va estirando una historia que no da para más en pantalla. Ojalá hubiese durado una hora y media. Wan intenta mezclar géneros con bastante desatino introduciendo elementos propios de las películas de aventuras y comedias, que no logran cuajar bien. Un poco de Tron: Legacy por aquí; algo de Blade Runner; otro poco de Indiana Jones por allá; un poquito de La momia de Stephen Sommers (que ya era un refrito de Indiana Jones, que a su vez era un refrito del cine clásico de aventuras); Capitán América: el Soldado de Invierno; El Señor de los Anillos, y lo rematamos con el momento estelar de la película: el anuncio de una nueva fragancia llamada Dolce & Gabbana Baywatch. Sí, me refiero justo cuando Jason Momoa y Amber Heard salen del agua con unos planos que quiero creer que rodó la segunda unidad, al ritmo de Pitbull destrozando la mítica canción de Africa de Toto. El culmen del buen gusto; sí, señor. Hay algún acierto en la película como la parte de La fosa, que es muy interesante a nivel visual, y que Wan dote de colorido y luz a la película; en las antípodas de la oscuridad de Zack Snyder. Por lo demás, espero que a raíz de este éxito, Warner y DC produzcan más películas, pero mejores, por favor.

Un respeto al rey mar, por Víctor José Rodríguez

Aquaman es una película maravillosa. Y como todas las maravillas, brilla más en función de los ojos que la miren. Y nunca he visto una película tan señalada por los prejuicios como ésta. Los que quieran ver a un grupo de actores con las melenas flotando y un héroe que habla con los peces, eso es lo que tendrán. Los que se dejen llevar por el camino y las aventuras de uno de los personajes más singulares del mundo de los cómics, disfrutarán con esta película. Y es que la obra de James Wan es una traslación perfecta al cine de los cómics de Arthur Curry, el rey de Atlantis, Aquaman. El único pecado que tiene es que se ha estrenado en 2018, ante un público ya muy acostumbrado a ver películas de superhéroes y al que es difícil sorprender. No son pocos los que señalan que la trama tiene de todo, que bebe de influencias como Indiana Jones, el Señor de los Anillos, Avatar, La Momia, El Rey León y tantas otras películas de acción, fantasía, ciencia ficción y un largo etc. Vamos a ver, el que tenga una idea original que no recuerde a otras que levante la mano. Parece que todos somos muy listos ahora y entendidos en todo.

Es una película que muestra a la perfección el camino del héroe, desde sus dudas hasta sus primeras victorias. Tiene una construcción lógica (aunque la hubiera preferido lineal, sin flashbacks, pero eso es algo muy personal) y perfecta, una trama que, sin sorprender con giros inesperados, lleva al espectador a través de un laberinto de aventuras entretenidas acompañadas de unas perfectas escenas de acción. Me sobra el humor, pero no satura como otras. Y tiene un trabajo de producción en efectos especiales brutal. Una de las labores más complicadas es hacer creíble el pelo en efectos visuales y las melenas de todos los personajes se mueven en el agua de modo realista, verosímil, creíble. Están en un entorno submarino y ahora resulta que eso es un elemento a criticar y un foco de burlas. Tiene los mejores efectos que se han hecho nunca en el cine para mostrar una avanzada civilización submarina. La historia te puede gustar más o menos, pero el trabajo visual es digno merecedor de las mejores alabanzas.

La trama es un perfecto relato de origen de un personaje que no se parece a ningún otro de los que se han llevado al cine hasta ahora. Aunque, sacando un pero, hubiera preferido que se detuviera un poco más en mostrar más imágenes dramáticas del caos que Orm y los suyos provocan en la superficie, sacando toneladas de basura marina y barcos hundidos, anegando las zonas costeras. Hubiera sumado intensidad a la historia y hecho aún más necesaria la intervención de Arthur para desbaratar los planes de su medio hermano. Pero no le quito un ápice de calidad al argumento.

Si nos fijamos, está llena de mensajes interesantes. Tenemos una guerra por el control de los reinos submarinos, con una opinión de odio hacia la superficie enfrentada con los que quieren seguir habitando en el anonimato y con los que opinan que sería mejor educar a los de arriba para facilitar la convivencia. Y un héroe que, una vez que se convence de que debe reclamar el trono para guiar a su pueblo por el camino más correcto, consigue que toda la vida submarina, natural o transformada por la evolución y la involución de la catástrofe de Atlantis, le obedezca como el rey que es. Y como el ser más poderoso de los océanos.

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Arthur Curry no se convierte en Aquaman para luchar en la calle contra los criminales, mafiosos o simples villanos que acechan su ciudad. Sus problemas son de otra naturaleza. Ha comenzado luchando por el puesto que le pertenece. Un Juego de Tronos en toda regla. ¿Algo nuevo? No, pero es muy disfrutable ver el cómo. Y la historia se ha quedado abierta, para que los que hemos disfrutado con este personaje podamos volver a hacerlo. Para volver a disfrutar de escenas como esa gran batalla final, en la que todos los animales submarinos conforman su particular ejército y hasta las criaturas de la fosa luchan en su bando por la paz entre los descontrolados reinos del fondo marino.

No quiero terminar sin hablar de los villanos. Todo el reparto me ha parecido excelente, tanto a nivel de interpretación como de diseño e intereses de cada personaje. Y los villanos han estado a la altura. Tenemos a Orm, Ocean Master, con sus ansias de poder y dominio, que le llevan a hacer lo que haga falta para conseguir su objetivo. Engaña, calcula, soborna e incluso mata para lograrlo. Y a Black Manta, con su particular historia de venganza, a quien han conseguido adaptar su uniforme y su gran casco para hacerlo realmente creíble y vistoso. La unión entre ambos ha sido una grata sorpresa y un recurso muy solvente el de vincular el arsenal de Manta a la tecnología atlante. Los dos villanos hacen mella en Aquaman, le obligan a evolucionar, a madurar, a esforzarse lo suficiente para demostrar su grandeza y que realmente tiene en frente auténticos retos.

Tenemos un superhéore de origen submarino. Con una perfecta historia de origen. Unos secundarios que aportan. Unos villanos que acechan. Unas batallas memorables. Unos efectos especiales espectaculares. Una banda sonora acorde. Y unas interpretaciones de altura para la historia que se cuenta. ¿Qué más hace falta para hacer una buena película?

Born on the wrong side of the ocean, por Pablo Menéndez

“Nacido en el lado equivocado del océano”.

La historia de Aquaman es una historia de amor. O lo ha sido al menos desde la etapa de Geoff Johns. El guionista estrella de DC Comics entendió a la perfección como debía construir la química entre Arthur Curry y Mera, una pareja que, por fuerza, debía reflejar las inquietudes románticas de los lectores de comics, cada vez mayores estadísticamente hablando. Mera debía ser inteligente, atractiva, decidida, fuerte y pelirroja; es decir, el ideal de cualquier lector medio de DC Comics.

James Wan y Geoff Johns (los guionistas de la peli) trasladan esta química al guion del film, dibujado una Mera tremendamente atractiva, que en las manos de Amber Heard logra una química muy especial con el Aquaman interpretado por Jason Momoa. Y es precisamente esa química la que sustenta la cinta, a pesar de los intentos de Wan por llevar el asunto por otros derroteros, como el del terror (en entrevistas previas al estreno del blockbuster declaró que le atrajo la idea de dirigir Aquaman por la posibilidad de rodar escenas con monstruos marinos).

La película tiene serios problemas de coherencia visual y dramática. Las referencias a cintas y juegos como El Diario de Noah, Power Rangers, Parque Jurásico, Indiana Jones, Los Vigilantes de la playa o Assasins Creed son constantes y se suceden sin ton ni son, provocando la desorientación en una historia que, al fin y al cabo, es la historia del Rey Arturo. Por fortuna, los responsables de la película deciden que buena parte de la historia se desarrolle en torno a la pareja formada por Arthur/Mera, que no deja de ser un reflejo de la dupla Atlanna/Padre de Aquaman, que a su vez representa los dos mundos que se dibujan en el film: Atlantis y el mundo de la superficie.

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La cinta cuenta con otros aspectos destacables y reseñables. La banda sonora, por ejemplo, es una interesante mezcla entre el pop más comercial y la música electrónica. El mensaje ecologista que desprende la película no es particularmente sutil, pero es necesario, y quizás inseparable de la figura de un héroe como Aquaman.

En definitiva, Aquaman es una película que se encuentra lejos de la perfección; pero la comprensión de su propia naturaleza y su espectacular puesta en escena hace que sea la película perfecta para todos los fans de DC y sus familias.

Hacia atrás como los cangrejos, por Daniel Gavilán

Mi hermano Dereck decía que siempre viene bien empezar una review con una cita. Que siempre hay alguien que lo ha hecho mejor que tú, y que si no puedes superarlo robáselo y aprovéchate. Salvo que en realidad no tengo ningún hermano que se llame Dereck, pero como así el cumplimiento de esta máxima es doble, en el análisis para su muy recomendable canal de YouTube de El Cine de 2016 el crítico y analista de cine Herminio Orequi decía respecto a Batman v Superman “Es una película mal hecha, desesperada por entrar al modelo de negocio de Marvel, desesperada por hacer dinero y explotar sus licencias solo porque sí. Esta mal escrita, mal dirigida, por momentos mal actuada, mal editada… Mal contada”. A esto añadía “Lo mismo para El Escuadrón Suicida, que me ha parecido aun peor. Ambas representan las peores prácticas del blockbuster, y el problema, es que no les importa hacer buenos productos, ni respetar a sus personajes, ni crear obras trascendentes. No les importa nada. Ni siquiera su mismo público. Y si tienen que cambiar su fórmula simplemente para agradar a más gente, lo van hacer”.

El vídeo después continuaba hablando de otra serie de defectos diferentes de las películas Marvel estrenadas en 2016 -entre otras muchas cosas más-, pero lo que más me llamó la atención al rescatarlo hace unos días, es como todos y cada uno de los defectos que describía de las producciones de superhéroes de Warner siguen siendo aplicables a esta Aquaman de James Wan, estrenada dos años después.

Estando de acuerdo en prácticamente todo -salvo que en mi caso sí considero que en la primera mitad de la versión extendida de Batman v Superman: El Amanecer de la Fuerza se aprecian una serie de buenas intenciones, que por desgracia llegaron amputadas a la edición cinematográfica-, todo cualquier atisvo de mejora que pudiera verse en Wonder Woman de Patty Jenkins desaparece de un plumazo, con un Aquaman cuya principal virtud ha sido ser lo suficientemente vistosa, colorida y alegre, como para que nadie le echase demasiado en cara una serie de pecados capitales demasiado difíciles de ignorar.

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Que no es que sobren precisamente las películas de superhéroes perfectas, y hay cosas como el que su pareja de protagonistas sean bastante limitados interpretativamente -ver cada uno de los desastrosos intentos de comedia screwball a lo Katharine Hepburn y Cary Grant- que se pueden perdonar. Al fin y al cabo tampoco es que Arnold Schwarzenegger y Harry Hamlin fueran Marlon Brando, y nadie nos privó de disfrutar de películas como Conan y la versión original de Furia de Titanes. Como aquellos, Jason Momoa y Amber Heard suplen sus limitaciones a base de desparpajo, de la misma forma que tampoco es que se le puedan poner muchas tachas al apabullante diseño de producción, por mucho que en ocasiones se abuse del CGI.

Demonios, puede que incluso sea -junto a Wonder Woman– la película mejor editada de la compañía. O al menos, en la que menos no se notan aquellos tijeretazos que tanto daño hicieron en Batman v Superman y en La Liga de la Justicia . Pero más allá de esto, una estructura de película de aventuras y alguna escena visualmente inspirada -como la persecución en los tejados de Malta y la inmersión en La Fosa- poca intención de distanciamiento veo entre la labor de mercenario de James Wan en Aquaman y el trabajo de David Ayer en El Escuadrón Suicida.

Siendo la nada velada cicatería en cuanto a recursos cinematográficos y un guión o mínimo de cuidado en torno al desarrollo de personajes donde la película hace aguas de manera insalvable, es como si Wan hubiera tirado del libro de estilo de los Transformers de Michael Bay, y se hubiera limitado a rodar un comercial de dos horas y media, sin dar apenas importancia a desarrollar un mínimo de sustancia debajo de las formas. El viaje del héroe del protagonista no es que tenga algunas incongruencias es que es totalmente contradictorio pasando de (SPOILERS) decir que siempre ha renegado de todo lo que tuviera que ver con Atlantis por el recuerdo de su madre muerta a afirmarle a su hermano que se pasó años queriendo conocerlo o que tras algo tan deleznable como hacer de malote negándole auxilio a unos villanos en peligro, muestre arrepentimiento por no medir las consecuencias de sus actos y -solo unos minutos después- acabe perpetrando el mayor genocido de la historia del cine de superhéroes.

Eso por no hablar de una coprotagonista que va dando tumbos de nexo de Aquaman con Atlantis a prometida de su rival con más conveniencia que desarrollo de algún tipo, y un villano que se limita a seguir el ABC de la dominación mundial, de forma tan plana y anodina como llevara sin verse desde Thor El Mundo Oscuro o Las Crónicas de Riddick. Limitándose a usar recursos tan manidos como un sobadísimo travelling circular que Wan repite con tanta insistencia como Campo de Batalla la Tierra o la primera entrega de Thor lo hicieran con el plano holandés, su uso prefabricado de la narración audiovisual llega a un punto de desvergüenza que podría decirse que estuviera pensando que los espectadores tenemos una capacidad de retentiva digna de Dori.

Como ejemplo, la secuencia en la que -en medio de un enfrentamiento en una burbuja de aire- un guerrero atlante entre en escena con cámara lenta y música altisonante. Cuando Aquaman lo derrota, llega otro guerrero, y en lugar de buscar cualquier otra forma o recurso, el director vuelve a repetir exactamente la misma, de nuevo con la cámara lenta y la misma música, como si estuvieramos ante un flashback de lo que acabamos de ver, o el alumno tramposo que al presentar un trabajo de diez páginas cuela una repetidas a ver si con suerte nadie se da cuenta. Así con tantos momentos, que como ha ocurrido con todas las películas de superhéroes de Warner Bros con la honrosa excepción de Wonder Woman, es como si pensaran que por lanzar algo con el nombre de un superhéroe vamos a pasar por el aro con cualquier cosa.

Como si estuvieran llevando a cabo una especie de experimento sociológico para ver hasta donde llegan nuestras tragaderas como aficionados del género o se pensaran que el problema de las de Snyder y la virtud de la de Jenkins es que las primeras eran demasiado serias y la segunda más divertida. Así que ahí tenemos un gag en el que Aquaman se echa para atrás con el olor de su propio sobaco cuando Mera le dice que huele mal, sin que antes hubiera habido insinuación alguna al respecto ni posteriormente payoff de ningún tipo, o considerasen que el humor es algo que se puede meter de cualquier manera y que no hay que currarselo como cualquier otro aspecto del guión.

En resume, un film que si bien visualmente es llamativo y tiene un tono de aventuras que sin duda podría haber resultado agradecido, está en las antípodas de las virtudes de la película de la princesa amazona, y bajo su flamante superficie no esconde otra cosa que el mismo dislate que han estado siendo la mayoría de películas de superhéroes de Warner desde el panfleto de El Hombre de Acero y que ojalá en este 2019 -esta vez sí- Shazam!, Harley Quinn y las Aves de Presa y la película del Joker comiencen a dejar atrás.



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