Javier Vázquez Delgado recomienda: Black Hammer: La Edad Sombría 1
Edición original: Black Hammer: Age of Doom #’s 1-5 USA (Dark Horse Comics).
Edición nacional/ España: Astiberri.
Guión: Jeff Lemire.
Dibujo: Dean Ormston.
Color: Dave Stewart.
Formato: Libro en tapa dura, 144 páginas.
Precio: 16 €.
Ya tenemos a la venta el primer tomo de Black Hammer: La Era Sombría, recopilación de los cinco primeros números de lo que vendría a ser el segundo volumen USA de Black Hammer, el cuál era continuación directa del primero, aunque con la coletilla de Age of Doom. A efectos prácticos, en realidad cuenta como si fuese el tercer tomo de la serie (ya que el primer volumen fue recopilado en dos libros) y así es directamente como está denotado, con buen criterio para quitarnos de líos, en la edición española de Astiberri.
Los viejos superhéroes de Spiral City están a punto de obtener respuestas acerca de su extraño cautiverio. Tras años atrapados misteriosamente en una localidad rural que no parecía consciente de la existencia de seres superpoderosos, haciéndose pasar por una disfuncional familia que vive en una granja, la llegada de Lucy Weber, hija de su caído camarada de armas Martillo Negro, en un principio parecía haber traído consigo más enigmas que revelaciones: Lucy no recordaba cómo había llegado allí, tan solo que su vida siguió después de que los héroes desapareciesen de Spiral City al derrotar a la malévola entidad cósmica conocida como el Anti-Dios. Pero esta llegada ha puesto en marcha los resortes para que todo se aclare, y los secretos, como pudimos ver en la última página del anterior tomo, por fin van a ser expuestos de manera catártica por una Lucy que ha recibido el poder de su fallecido padre, es la nueva Martillo Negro, y ha recuperado sus recuerdos.
O no.
Porque, como pueden ver en estas muestras de las primeras páginas (avisamos que viene un pequeño spoiler, pero es imprescindible para argumentar el análisis del tomo y en realidad es tan solo el punto de partida de la historia: prometemos ser crípticos y elípticos con los siguientes puntos concretos de la trama) a la primera de cambio y antes de que Lucy pueda decir, nada, ésta desaparece mágicamente delante de todos. Zas.
La frustración de varios de los personajes ante este giro, refleja la que los lectores USA debieron tener al ver que las postergadas respuestas se les volvían a hurtar de una manera gratuita y artificiosa. No solo había habido que esperar el tiempo entre el cliffhanger final y el comienzo de este nuevo volumen y nombre de la serie, sino que el acicate y entusiasmo para retomarla se quedaban en nada. Una decepción y quizás hasta una falta de honestidad para con el comprador. Por un lado, en eso salimos ganando con la edición española, dado que se incluyen todos los números de este arco en cuyas últimas páginas al final sí se ofrecen las ansiadas respuestas.
Por otro, a pesar de esta ventaja, el sinsabor sigue presente en el tomo: eludir las revelaciones no parece servir a ningún otro propósito que dar un rodeo y mostrar la versión Vertigo de este mundo. Es una buena idea sobre el papel: después de todo, el universo de Black Hammer, ya de concepción se mostraba, y era uno de sus alicientes, como un análogo y homenaje al de DC Comics. Incluir ese sello podría haber dado para mucho, e interesante. Pero lamentablemente no es así. Jeff Lemire se limita a mostrar desde su guión una galería de equivalentes de personajes y situaciones de la línea terrorífica para adultos de la editorial de Superman, sin que sirva a otro propósito en la historia que no sea retrasar contar lo que en teoría se había venido a contar.
Y aunque en medio sí que seguimos teniendo algún atisbo de lo verdaderamente importante y clave de Black Hammer, las escenas de relaciones humanas entre personajes que se sentía tridimensionales, da totalmente la sensación de que se ha perdido el rumbo: que el homenaje se ha apoderado de todo y ha dejado a un lado a lo central, a lo relevante. Que lo que era un aliño que daba un toque exquisito a un asado de excelente materia prima, dado el éxito, ha derivado en tan solo añadir más de esos condimentos, pero ofrecerlos sobre carne de tercera categoría, descongelada y en menor ración. Y siguiendo con esta metáfora culinaria, Black Hammer: La Era Sombría, satura el paladar, no alimenta, y no llena el estómago.
Hasta el arte de Dean Ormston, sin ser malo en absoluto, parece haber perdido algo de ese ángel que tenía en las anteriores entregas. Cuando por fin llegan las respuestas, al final del tomo, parece que la cosa remonta un poco: lo que realmente está pasando resulta interesante. Pero inmediatamente nos encontramos con otro chasco: por qué está pasando obedece a cuestiones bizantinas de equilibrios cósmicos que funcionan así solo porque al autor le ha resultado conveniente que sea de esa manera. Da la impresión de que Lemire, siendo consciente de que no había elaborado mucho ese fundamental aspecto de su premisa, en realidad ha dado ese rodeo gratuito del principio para ganar tiempo a que se le ocurriese algo mejor. Pero que no llegó a nada más ingenioso, que ya no podía retrasar más el asunto, y que cruzaba los dedos mientras lo soltaba tal cual.
No saben lo que me duele escribir todas estas palabras anteriores: Black Hammer era el tebeo que a un servidor más le ha emocionado en los últimos años, y es amargo tener que decir esto; pero tras no parar de proclamar a los cuatro vientos las bondades de esta serie durante ese tiempo, es un jarro de agua fría leer estos tebeos y sentirse un poco avergonzado de que al final se haya reducido a esto. No creo que se trate solo de que el hype nos la haya jugado. Es que genuinamente, la historia está mal rematada.
Quizás la sobrecarga de trabajo de Lemire, con tantos proyectos simultáneos que anda guionizando, haya jugado en su contra y llevarle a cierto agotamiento creativo. La presión porque esta franquicia, de la que se están lanzando múltiples productos derivados (de los cuales solo destacaría Doctor Star, por cierto; el resto resultan bastante mediocres y autocomplacientes) incluyendo un crossover con la Liga de la Justicia de DC, y hasta una futura serie de televisión, tuviese que funcionar sí o sí vistos los premios recibidos, repercusión y probablemente ventas, ha debido ser considerable.
Después de todo, es casi lo único gordo que le queda a una Dark Horse que ha ido perdiendo licencias clave para su viabilidad económica en los últimos tiempos, considerando que cada poco Mike Mignola vuelve a anunciar una y otra vez que su Hellboyverso pronto finalizará. Algún día, claro, acabará pasando. Es triste que una editorial independiente tan crucial como ha sido la de Mike Richardson en el panorama del cómic independiente USA se tenga que ver relegada a que su mejor apuesta sea hacer calcos reiterados de los conceptos de otra editorial, y que, en esa posible desesperación, la jugada, que no tenía que haber salido mal si se hubiese mantenido el tino inicial, se estropee creativamente por no ofrecer nada más sustancial que la gracia de reconocer cuál era el original del que se ha calcado y ofrecernos recuerdos nostálgicos del mismo.
Por todo lo anterior, parece que la recomendación sería abandonar ya la serie (los siguientes episodios publicados en USA no parecen enderezar toda esta situación), pasar de este tomo y dedicarse a otra cosa, que será por opciones en las que gastar el dinero, afortunadamente. Pero lo cierto es que esa decisión, claro, entra en el terreno de las preferencias de cada uno: ¿Qué es peor, abonar los 16 € para tener este tramo de la historia completa a sabiendas de que no es de calidad, o tener ahí los dos tomos anteriores colgados, con una buena obra que por no tener resolución no va a ninguna parte? Un servidor, si les sirve de guía, ha tirado por la segunda opción a pesar de saber lo que se iba a encontrar por haber leído el material en grapas USA. Así con los tres tomos tenemos completa, una historia que sí, que luego continuará, pero que visto su recta final ya ha dicho todo lo esencial que tenía que decir y que ha agotado su interés.
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