Javier Vázquez Delgado recomienda: El joven Alberto

 

Edición original:Le jeune Albert FRA,Humanoids
Edición nacional/ España:Dibbuks
Guión:Yves Chaland
Dibujo:Yves Chaland
Color:Isabelle Beaumenay-Joannet.
Formato:Cartoné, 80 páginas
Precio:25€

 

¡La miseria hace que la gente cometa brutalidades incomprensibles!

Cuando el 18 de julio de 1990 se apagó la luz de Yves Chaland, la BD se quedó privada de un autor que estaba en disposición de igualar o incluso de superar a sus referentes Hergé y Franquin. En sus series publicadas hasta el momento había dado sobradas pruebas del enorme talento que tenía. Bob Fish, Adolphus Claar y Freddy Lombard, eran la prueba de su capacidad para renovar tres géneros distintos y su Spirou incompleto debía haber sido el inicio de una etapa histórica del personaje, aunque la corta visión de los responsables editoriales de Dupuis nos privó de verlo finalizado. Pero la maldita carretera se lo llevó. Sin embargo, nos quedan sus obras y ahora gracias a Dibbuks podemos disfrutar de El joven Alberto, una de sus series más divertidas en una edición a la altura del titánico talento de Chaland. El maravilloso color es obra de su esposa Isabelle Beaumenay-Joannet.

Yves Chaland fue un historietista e ilustrador nacido en Lyon (Francia) en el año 1957. En 1978 se produce su debut en el cómic de manera profesional, cuando Dionnet le encarga junto a Luc Cornillon, con el que había fundado el fanzine L’Unité de Valeur, varias historias cortas para Métal Hurlant, que era mucho más que una revista de historias de ciencia-ficción. En ellas parodiaban las historietas típicas de los años cincuenta, al año siguiente fueron recopiladas, junto a las que publicaron en Ah Nana!” en el álbum Captivant. Tras este trabajo rompe su colaboración con Cornillon y se convierte en autor completo de todos sus siguientes trabajos, salvo sus colaboraciones con Yann en algunos álbumes de Freddy Lombard. A partir de ese momento comienza una serie de cómic en las que dará su irónica y posmoderna visión de los diferentes géneros y también servirá de homenaje a los grandes autores del medio y que sirvieron para forjar su estilo. En 1980 creó dos personajes para dos publicaciones distintas: para Astrapi creó John Bravo, un western que recuerda tanto a Lucky Luke como al trabajo gráfico de Peyo, pero con un personaje alejado de los héroes tópicos de la BD clásica, algo común en casi toda su obra. Bob Mémory supone otro homenaje a uno de sus maestros en este caso al Gil Pupila de Tilleux. Y ese mismo año crea para Métal Hurlant Bob Fish, un polar de aparente factura clásica, pero con grandes dosis de humor negro y una nueva parodia-homenaje a la BD clásica. En 1981 dentro de la revista Bananas se publicaron las primeras páginas de su serie más recordada Freddy Lombard, una especia de Tintin postmoderno, aunque también es deudor de Spirou, aunque con problemas para llegar a fin de mes. Es de la única serie que publicó más un álbum, cinco en total, editados por Glenat-EDT en nuestro país. Después de la aparición del primer álbum, Dupuis llamó a su puerta para que realizará nuevas aventuras de Spirou, pero por desgracia el álbum quedo incompleto por diversos motivos. Su trabajo en Spirou se reedito de manera pirata en el mercado francófono en varias ocasiones y en el año 2016 Dibbuks lo publicó en nuestro país. 1983 es el año en que apareció su última creación, Adolphus Claar una serie que se puede englobar de lleno en el retrofuturismo. En 1984 realizó tres historias cortas del Mayor Fatal en las que continuaba las aventuras del personaje de Moebius, conviene recordar que entre sus primeros trabajos estuvo colorear los dos primeros álbumes de El Incal. En los años anteriores a su muerte siguió publicando álbumes de Freddy Lombard, además durante toda su carrera compagino el cómic con la ilustración.

Antes de leer el cómic, me comentaba mi compañero Tristán Cardona que las historias de El joven Alberto leídas del tirón eran todavía más amargas y con mayor carga de profundidad, qué leídas mensualmente, y es algo que cualquiera que las lea puede comprobar. El joven Alberto nació dentro de las páginas de Bob Fish, como parodia punk de los sidekicks juveniles que acompañaban a los héroes clásicos de la BD. En 1982, Alberto dio el salto a las páginas de Metal Hurlant como tira cómica, pero muy alejada de lo que se acostumbraba a hacer ya que es un personaje bastante desagradable e irritante.

Eran tiras que estaban pensadas para servir de cierre de cada ejemplar de la revista, ya que aparecían en la mitad inferior de la tercera página de cubiertas, el faldó para los que saben de artes gráficas, dejando a los lectores con una sensación de incomodidad para que reflexionaran sobre si mismos y la sociedad en la que vivían. La primera tira apareció el número 59 de la revista, pasando a ser una serie regular en el 71 permaneciendo en la revista de manera ininterrumpida hasta el 133, un periodo que abarca el año 1981 y 1987. En España las pudimos ver algunas de ellas en la edición española de la revista, que apareció entre 1981 y 1987, aunque no todas, así que es un álbum con una parte inédita en nuestro país.

Alberto es un huérfano que vive en una Bélgica que afronta las estrecheces de la posguerra. Es un joven de clase baja, que está siempre en el barrio filosofando sobre diversos temas y llevando a cabo todo tipo de tropelías contra sus amigos, en particular contra Fifí, su amigo fiel y casi siempre víctima de su ira y maldad. Es egoísta, malvado, cínico, mezquino, violento, etc… pero dotado de una inteligencia y un carisma que lo convierten en el centro de atención, lo contrario al héroe arquetípico de la BD, el reverso tenebroso y punk de Tintín, pero dotado de una inteligencia y un carisma que lo convierten en el centro de atención. Sin embargo, encarna el fiel reflejo de una parte de la humanidad, pero Alberto a diferencia de ellos, casi nunca consigue llevar a cabo son éxito sus viles planes.

Chaland se sirve de él para criticar todo lo que pasaba a su alrededor, sobre todo a las circunstancias que vivió durante su infancia y es que la serie tiene algo de autobiográfica, además de reflejar las más íntimas obsesiones del autor. Por sus páginas vemos críticas que van desde la ignorancia de gran parte de la sociedad, hasta las guerras, las diferencias sociales, la patria, el estado o el amor. Un ataque en toda regla a los valores tradicionales que siempre se habían asociado a la BD tradicional. Algo que contrasta con su dibujo que es un sentido homenaje a la historia de la BD y de unas viñetas que están plagadas de pequeños homenajes escondidos a los grandes clásicos del medio.

El humor que vemos en las tiras es deudor del slapstick que era habitual en los años cincuenta, pero se conjuga con los juegos de palabras y la ironía, tan propios del postmodernismo. Sin embargo, hay un tono pesimista por todo el cómic, casi existencialismo, producto de la mordacidad que encierran los diálogos y lo absurdo de algunas de las situaciones que suceden en las tiras.

El estilo de Chaland es capaz de mezclar lo mejor de dos mundos, combina la elegancia de Hergé con el dinamismo de Franquin, lo que le convierte en el hijo bastardo de la línea clara y la escuela de Marcinelle. En El joven Alberto estaba en su punto álgido, con su estilo perfectamente consolidado, que se puede enmarcar dentro de la corriente atoomstijl. Se caracterizaba por ser colorista, retrofuturista con base en los años cincuenta y con una anchura de líneas mayor de lo habitual y que no distingue entre personajes y escenarios, que es una de las señas de identidad de la línea clara. La composición de página es de dos tiras con la primera viñeta como entradilla de la serie donde vemos el logo y el título del episodio, la habitual en las tiras de prensa. El color de Isabelle Beaumenay-Joannet es una alegoría pop, con colores primarios planos, que se reproducen usando las vieja tecnicas del cómic. El perfecto colofón al homenaje continuo que representa este cómic. Chaland es el gran renovador de la línea clara, un puesto solo discutido por Serge Clerc, con una influencia que traspasa fronteras y que va desde los ochenta hasta hoy en día y que podemos ver en los trabajos de Max, Chris Ware, Schwartz, Daniel Torres, Dupuy y Berberian, etc. Lo que le conviene en uno de los autores capitales del cómic.

Dibbuks realiza una gran edición con buen papel y reproducción además de estar repleto de extras. Con su enorme trabajo en Spirou se han ganado un hueco en el corazoncito de los lectores de BD. Sí siguieran publicando el resto de la obra de Chaland se habrían ganado plaza fija en el Olimpo de las editoriales españolas.

La ironía y humor negro le servían a Chaland para criticar algunos aspectos de la sociedad en la que le había tocado vivir, por desgracia a día de hoy gran parte de esos aspectos todavía siguen vigentes, algo que multiplica el valor de la obra. Que todavía adquiere más valor con su maravilloso trabajo gráfico, la línea clara nunca fue tan elegante como con los pinceles de su creador. Un autor que supo conjugar como nadie clasicismo y modernidad, mirando al pasado para construir unos cómics que siguen siendo modernos, fresco y actuales.



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