Javier Vázquez Delgado recomienda: Batman #27

 

Edición original: Batman núm. 51 a 53 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión: Tom King.
Dibujo: Lee Weeks.
Entintado: Lee Weeks.
Color: Elizabeth Breetweiser.
Formato: Grapa, 64 págs. A color.
Precio: 4,75 euros.

 

El 10 de abril de 1957 se estrenó en Estados Unidos la película 12 hombres sin piedad (Twelve Angry Men), un drama judicial dirigido por Sidney Lumet, basada en un guion para televisión de Reginald Rose, que ya la estrenó para la pequeña pantalla tres años antes. Una producción con Henry Fonda al frente que obtuvo tres nominaciones a los Oscar, incluido el de Mejor Película, sin lograr ninguna estatuilla. Sin embargo, en 2007, la película fue considerada cultural, histórica y estéticamente significativa por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En ella 12 hombres han de deliberar, pues forman parte de un jurado popular, sobre la inocencia o culpabilidad de un joven muchacho acusado de matar a su propio padre.

La cinta brilla por la representación tan certera de los prejuicios, las limitaciones culturales, educativas, psicológicas y biológicas que rodean a estos hombres en cuyas manos está del futuro del joven acusado. Un ejercicio certero, crudo, que se cimienta sobre la premisa de que al juzgar ha de presumirse su inocencia por encima de todo. Toda afirmación ha de ser comprobada como cierta para evitar las falsas condenas o que un culpable acabe en la calle. Sin embargo, este jurado está angustiado, les acosan cientos de incomodidades, mentales y físicas, reflejando a lo largo del filme muchos de los aspectos de la naturaleza humana.

¿Qué tiene en común esta película con el cómic de Batman escrito por Tom King?

Tiene que ver mucho. Muchísimo. Tanto que es muy recomendable ver, si es que no se ha hecho ya, esta obra maestra del séptimo arte y disfrute del juego comparativo entre un trabajo y otro.

Centrando la atención en el pequeño arco argumental titulado Días Fríos, publicado originalmente en los números 51-53 USA, queda patente como King se crece en las distancias cortas. La serie deja atrás el número 50, el de la Boda, para adentrarse de lleno en los días posteriores y crear un escenario nuevo en el que introducir a Bruce Wayne, citado como jurado popular en el juicio contra Victor Fries, Mr Frío, capturado, y he aquí la ironía, por Batman. Imposible no sentirse atraído por una propuesta de este calibre.
Y es aquí donde comienzan las similitudes entre esta historia, que King teje con maestría, en un más que claro homenaje a la película anteriormente comentada, permitiéndose algunas licencias para desarrollar la trama y que permiten que todo funcione como un delicado y afinado mecanismo de relojería.

Existen ciertas simetrías, muy atractivas e interesantes, a lo largo del arco argumental.

En este arco se asiste de forma privilegiada a un momento especialmente relevante para Bruce Wayne, ya que en contra de lo que King acostumbra a hacer, si que nos muestra un Bruce debilitado emocionalmente, lo suficiente al menos como para poder justificar sus procesos mentales. Algo que añade credibilidad a la historia. Sin ese nimio, pero relevante, detalle, estaríamos de nuevo ante unos números vacíos tal y como ocurrió en los previos a la Boda.

King hace un uso portentoso de las emociones del protagonista para desmenuzar el caso a través de sus reflexiones, en un jurado donde la objetividad está en entredicho. Un jurado que también sirve de espejo a Bruce, aportando una visión directa de como Gotham vive la presencia de Batman en la ciudad. Son capas y capas de lectura donde se analizan los instintos primarios como el miedo y la vergüenza, pero se mira con esperanza al futuro analizando el pasado del propio Bruce, en un ejercicio de sana confesión y asimilación de los acontecimientos, de aceptación de la realidad, en una situación que escapa de su control. Un control que se derrite entre sus manos en forma de felicidad arrebatada.

El jurado no juzga tanto a Fries como al propio Batman, que se muestra ante ellos a través de un Bruce Wayne a punto de quebrarse, reacio a aceptar lo que le rodea. Ese momento de humanidad extrema y descarnada, que nace de forma visceral y sincera, es la clave y el punto de maestría que King aporta a este relato dramático y angustioso. Un relato que se esconde, esquivo, del lector, que ha de rescatar cada uno de los pequeños detalles que permiten vislumbrar lo que se esconde de verdad tras la densa cortina de terciopelo negro que implica todo proceso judicial.

King se ve reforzado por uno de los mejores dibujantes del panorama actual, Lee Weeks, un artista narrador como pocos, que no goza del estatus de estrella, pero que es todo un cirujano de la puesta en escena, doblegando su talento al servicio de la historia. Su trabajo en estos números roza lo cinematográfico, con una fluidez tan natural que los diálogos serpentean con gracilidad entre las viñetas. Hay expresividad, hay sentimiento, hay emoción, cada rostro, cada trazo, está vivo y transmite fuerza y vigor, en un relato muy alejado de lo estándar en la serie de Batman. El estilo de Weeks se muestra perfecto para plasmar ese aire opresivo que King le ha dado a la trama, siendo especialmente significativa la fortaleza visual de todo el conjunto.

En definitiva un trabajo intenso, cargado de emotividad, desgarrador, bien construido, que destila respeto por la fuente en la que se inspira, con el objetivo de lograr increpar al lector de manera directa y sincera sobre la figura de Batman y sobre todo la de Bruce Wayne.



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