Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNSeries – The Umbrella Academy, de Steve Blackman y Jeremy Slater

 
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Dirección: Jeremy Slater, Peter Hoar, Andrew Bernstein, Ellen Kuras, Stephen Surjik, Jeremy Webb.
Guion: Steve Blackman, Mark Bomback, Rawson Marshall Thurber, Jeremy Slater, Sneha Koorse, Robert De Laurentiis, Ben Nedivi, Eric W. Phillips, Lauren Schmidt, Matt Wolpert (Cómic: Gerard Way, Gabriel Ba).
Música: Jeff Russo.
Fotografía: Craig Wrobleski y Neville Kidd.
Reparto: Ellen Page, Robert Sheehan, Adam Godley, Cameron Britton, David Castaneda, T.J. McGibbon, Tom Hopper, Eli Ham, Aidan Gallagher, Aniko Kaszas, Bola Aiyeola, Cameron Brodeur, Emmy Raver-Lampman, Ethan Hwang, David Guthrie.
Duración: 10 capítulos de 60 minutos.
Productora: Dark Horse Entertainment / Universal Pictures. Distribuida por Netflix.
Nacionalidad: Estados Unidos.

 

“Todo acerca de nuestra familia es una locura.
Siempre lo ha sido.”

Ningún productor en su sano juicio habría decidido hacer una adaptación de un cómic de superhéroes como The Umbrella Academy. Eso podríamos hacer pensado solo uno años atrás, pero esa máxima -por suerte- ya no se aplica hoy en día; aunque quizás habría que abrir el debate para hablar sobre sí el medio ha evolucionado lo suficiente para abordar cierto tipo de adaptaciones. En cualquier caso, ahora mismo el interés por las historias de metahumanos, mutantes y prodigios está haciendo que las grandes compañías busquen productos atípicos del género para seguir inflando esta burbuja superheroica en la que actualmente vivimos. En ese punto de enmarca la adaptación de The Umbrella Academy; la obra de Gerard Way y Gabriel Bá llega así a la pequeña pantalla de la mano de dos valientes emprendedores: Steve Blackman y Jeremy Slater.

El primero ha participado en los últimos años en el desarrollo de cabeceras tan rescatables y dispares como Fargo, Legion o Altered Carbon. No obstante, en ninguna de ellas Blackman se había implicado tanto como en la presente The Umbrella Academy, en ella participa como guionista, productor ejecutivo y showrunner. Por contra, Jeremy Slater tiene en su currículum que duele comentar pues ha firmado los guiones de “clásicos modernos” como los Fantastic Four de Josh Trank y la versión de Netflix de la popular Death Note. El opuesto y marcado carácter de los principales responsables de The Umbrella Academy no tranquilizaba a nadie, pero para sorpresa de todos el experimento no ha salido mal y prueba de ello es el rápido anuncio por parte de Netflix de la renovación de la serie por una segunda temporada solo unas semanas después de su estreno.

Los que han leído los cómics de The Umbrella Academy saben que es una propuesta surrealista, lisérgica y excesiva; todo un homenaje a la narrativa de Grant Morrison y su etapa en la serie de la Doom Patrol de entre finales de los años ochenta y principios de los noventa. Una obra aparentemente enfocada a los lectores que ya manejan sobradamente los arquetipos y clichés del género, pero accesible a todo tipo de público gracias a su loco planteamiento. El guionista escocés llegó a reconocer en la obra de Gerard Way a los superhéroes del siglo XXI, “unos X-Men para gente cool”. El ex-cantante de My Chemical Romance sorprendió a principios de siglo con una obra que sería reconocida en 2008 con el premio Eisner a la Mejor Serie Limitada y un premio Harvey a la Mejor Serie Nueva. Ya entonces se empezó a hablar de una posible adaptación a la gran pantalla cuando Universal Pictures se hizo con los derechos del cómic dibujado por el brasileño Gabriel Bá.

Pero el proyecto quedó paralizado, igual que los cómics que después de sus dos prometedoras miniseries –Suite Apocalíptica y Dallas– cayó en el olvido, con una tercera parte llamada Hotel Oblivion que nunca acababa de llegar. Los compromisos de Gerard Way y su posterior y más reciente implicación en la línea Young Animal de DC Comics habían postergado el cierre de esta trilogía. Es el anuncio de la adaptación de Netflix la que ha puesto en marcha de nuevo todos los engranajes y ha recuperado el interés por esta cabecera, incluso en España donde Norma Editorial -coincidiendo con el estreno de su adaptación- ha reeditado las dos primeras miniseries de la obra en un formato de lujo anunciando también la publicación futura de Hotel Oblivion. De esta manera, un cómic de culto y extravagante como The Umbrella Academy ha pasado a convertirse en uno de los últimos fenómenos entre el gran público (fenómenos cada vez más fugaces).

La historia de The Umbrella Academy sigue a un disfuncional grupo de superhéroes formado por siete hermanos adoptados por el misterioso y maquiavélico magnate Sir Reginald Hargreeves con el único objetivo de salvar el mundo. Las amenazas a las que este grupo se enfrenta en los cómics son de todo menos convencionales, incluso el Apocalipsis se presenta en una forma y fondo fuera de lo común. Y además hay simios que hablan y se comportan con la naturalidad intrínseca de un humano. Solo por mencionar alguna de las peculiaridades de esta obra. El dibujo de Gabriel Bá y el color de Dave Stewart acaban por definir una obra espectacular en su absurdo, un cómic en el que puedes encontrar enemigos tan bizarros como la mismísima Torre Eiffel, superhéroes con cuerpo de orangután, asesinos espacio-temporales amantes de las galletas y sonatas capaces de destruir el mundo.

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Teniendo todo esto en cuenta era normal pensar que una adaptación a la pequeña pantalla difícilmente haría justicia a un cómic en cierta manera inclasificable. Pero una vez vistos los diez capítulos que componen la primera temporada de The Umbrella Academy hay que reconocer que sus responsables han hecho un loable esfuerzo por mantener las señas de identidad de la obra original. No estamos en un caso como el de iZombie o Lucifer, series que violaban los conceptos y la personalidad de los trabajos de Michael Allred y Mike Carey para ofrecernos producciones que en nada se parecían al planteamiento y el espíritu de estos cómics. La serie de The Umbrella Academy mantiene una correspondencia con el cómic de Gerard Way, se apega a la trama de sus primeras miniseries (las cuáles fusiona) y logra hacer reconocibles unos personajes en los que tampoco se profundizaba en exceso en las viñetas.

No obstante, la producción de Netflix no es ni mucho menos perfecta, replica defectos de otras adaptaciones del género que tienen que ver con complejos que ya vienen del largo, y al mismo tiempo reproduce algunos vicios de las series de televisión de esta compañía, como son la reiteración de ideas y el abuso del decompressive storytelling en sus capítulos. La adaptación es casi modélica en su manera de interpretar el material de partida y darle su propia voz, manteniendo las pautas de la historia, aunque -en el plano negativo- podándola de sus elementos más extravagantes y surrealistas. Esto último se puede comprender en muchos casos, si al final lo que buscas es un producto accesible para todo tipo de públicos, aunque algunas decisiones puntuales restan personalidad al conjunto, convirtiéndola en una adaptación más convencional y previsible en su deriva (aunque complementaria).

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En la serie de Netflix se utiliza el misterio y la intriga sobre algunas cuestiones de manera que no se hace en ningún momento en el cómic. Esto de primeras no es algo necesariamente malo, puede ser una manera inteligente de expandir las ideas presentes en el cómic. Por desgracia, en el resultado final esto contribuye a alargar artificialmente tramas y ofrecer minutos extras a personajes que tampoco tienen mucho que contar. Este es el caso de Hazel y Cha-Cha, un par de asesinos psicóticos que en el cómic derrochan carisma a pesar de su pequeño papel en la historia y de los que en la serie de Netflix conocemos demasiado, incluso sus identidades que en ningún momento se desvelan en la obra creada por Gerard Way. Este tipo de decisiones se suman a escenas realmente sobreexplicativas y metraje prescindible que rompe el ritmo de la narración para reincidir sobre hechos y caminos que dejan entrever las costuras de la serie.

Si analizamos el problema desde la lejanía se podría decir que la serie de Netflix prima el desarrollo de personajes por encima del sentido de la maravilla de la obra original. La manera de profundizar en sus personajes suele ser certera, aportando matices y humanidad donde en el cómic solo había un esbozo. Era un peaje necesario que pagar para la adaptación, pero, como ya hemos comentado, no funciona en todos los casos. En el reparto destacan Ellen Page interpretando a Vanya Hargreeves/Número 7, sobre la que se centra la trama de esta primera temporada; Tom Hooper que encarna Luther/Número 1; David Castañeda que hace lo propio con Diego/Número 2; Emmy Raver-Lampman en el papel de Allison/Número 3 y, finalmente, Robert Sheehan y Aidan Gallagher, respectivamente Klaus/Número 4 y Número 5, los personajes más llamativos de la serie junto a los Hazel y Cha-Cha interpretados por Cameron Britton y Mary J. Blige.

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Los actores se manejan bien en sus roles, tanto en el plano más íntimo, como en las secuencias de acción donde la serie cumple pese a las carencias que se adivinan en ella, no tanto por lo que muestra como por lo que no vemos o no se atreven a enseñarnos. En este sentido, los diseños y la estética de los personajes tienden al realismo, no esperéis ver trajes de cuero, ni enemigos absurdos o escenas realmente superheroicas. La acción está bien, pero es comedida si tenemos en cuenta las grandes dosis de violencia y gore que encontramos en el cómic.Todo esto, al contrario que otras adaptaciones del género, no es un elemento que le reste en demasié a la producción pero si nos deja con ganas de una mayor espectacularidad en algunos momentos. El clímax de la primera temporada sería una buena muestra de ello, porque a pesar de arriesgar -hasta cierto punto- no acaba de ser del todo satisfactorio dejándonos un final muy abierto para cuya resolución tendremos que esperar.

La música es otro apartado que destacada en la serie, una banda sonora configurada por Jeff Russo en base a temas de grupos tan populares como Queen, The Kinks o The Doors, junto a versiones de melodías como la de Phantom of the Opera, clásicos poperos como I think we’re alone de Tiffany -que vimos en el tráiler de la producción- y temas de otros grupos populares. Las piezas están lo suficientemente bien escogidas y enhebradas en el armazón como para no tenera la sensación de ser una mera lista de spotify puesta de fondo en el metraje. La banda sonora define muy bien una serie gozosamente superficial que mejora a lo largo que avanza su historia pero sin llegar a acabar de explotar, seguramente por la decisión de fusionar las tramas de las dos miniseries originales sin cerrar ninguna de ellas. Hay margen para la mejora, pero también da la sensación que The Umbrella Academy ya ha quemado sus mejores cartuchos.



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