Javier Vázquez Delgado recomienda: Metropoli Comic Con 2019 – Autores invitados – Howard Chaykin

Entre los días 4 y 7 de Julio se celebrará la sexta edición de Metrópoli Comic Con, dentro del contenedor del festival Metrópoli Gijón en las instalaciones del Recinto Ferial Luis Adaro. Un encuentro entre autores de cómics, youtubers, cosplayers y actores de las principales sagas de ciencia ficción ya con cinco ediciones a sus espaldas por el que han pasado leyendas del cómic como Dave Gibbons, Bob McLeod, Bob Layton, Kurt Busiek, Michael Golden, Steve McNiven, Mike Zeck, Keith Pollard o Mike Deodato, por nombrar a unos pocos. Un evento al estilo de los convenciones de cómics americanas que en tan sólo cinco ediciones ya se ha posicionado como una de las más relevantes del país. Este año, una vez más, el primer fin de semana de Julio se darán cita una nueva alineación de talentos del noveno arte, con autores invitados como Karl Kesel, Tom Grummett, Howard Chaykin, Ángel Unzueta, Alex Saviuk o Brett Blevins. Desde Zona Negativa queremos dedicarle una cobertura especial a esta Metrópoli Comic Con Gijón y para ello a modo de cuenta atrás os traeremos durante estas próximas semanas hasta el comienzo del festival un análisis de la vida y obra de los autores internacionales invitados. Hoy es el día de… Howard Chaykin.

Howard Chaykin

Hay ciertos autores que se hacen muy necesarios para el mundo del cómic. Ya sean por sus fastuosas capacidades creativas, o más bien por su incisiva capacidad crítica. Sin duda, si Howard Chaykin no existiera sería necesario inventarlo. Excesivo, polémico, contradictorio, pero siempre con talento y voz propia, se ha convertido en un enfant terrible del mainstream americano, como cual Pepito Grillo que ha circulado toda una vida pegado a un lápiz, conocedor de cualquier entresijo de la industria, por lo tanto, un interlocutor autorizado como pocos. Así que no se sorprendan con perlas como estas: “me da la sensación de que los artistas de cómic más jóvenes no están conectados más que con películas o experiencias que reflejan su propio gusto por el medio. Los colegas que empezamos a trabajar en los setenta éramos porreros, escuchábamos rock, mirábamos films de distintos tipos…. Así que teníamos un espectro de cultura más amplio de lo que suele encontrarse hoy…”. Vaya manera captar la atención. Solo podemos decir que cada declaración suya, cada entrevista, se viste de irreverencia, de cínica sabiduría, de estudiada controversia para llegar a la audiencia, muchas veces cautiva de incómodos vicios. La mejor muestra la pueden testear en esta entrevista que le hizo el compañero Pedro Monje el año pasado. Cuesta plantear una biografía al uso con tal nivel de personalidad, pero la vemos necesaria para una mayor difusión de la figura pública.

Howard Victor Chaykin nace en Nueva Jersey en 1950. Hijo de padres separados, adquiere su apellido del segundo marido de su madre, originario de Brooklyn, lugar al que se mudarán, siendo Howard todavía un niño. Chaykin recuerda, muchos años después, su primer contacto con el cómic, cuando un primo suyo le regaló una gigantesca caja repleta de tebeos…. “a día de hoy recuerdo el olor de aquella caja y aquellos cómics. Cuando eres un chaval, si lees cómics entonces lees todo tipo de cómics….. Lo que sea. Me encantaba todo eso cuando era un niño”. El criarse en un ambiente desestructurado, donde su padre biológico se desentendió de él, le tuvo que pasar algo de factura. Acudió al instituto y luego a la Universidad de Columbia, en Chicago. Es allí donde comienza su periodo más rebelde. Abandonó el campus y retornó a Nueva York, donde entraría en la órbita de Gil Kane, uno de los grandes del noveno arte norteamericano. Como él mismo contaba en Comic Book Artist #8, Kane se convirtió en su guía, en su influencia básica y en su cicerone en la industria. Es el momento en que el que decidió que iba a ser artista y que tenía talento para ello.

Sus inicios profesionales son muy modestos. Participó en la primera Novela Gráfica americana, Blackmark (nunca reconocido), auxiliando a Kane en pequeños detalles. En 1970 decide volar solo, trabajando en fanzines, asociándose a diversos artistas como Wally Wood o Gray Morrow, y dejando cosillas sueltas en las grandes (por ejemplo, su primer trabajo en Marvel, un episodio del Hombre Cosa en Adventure into Fear, datado en 1972). Nos encontramos ante un periodo de formación, de despertar creativo, por lo que los vaivenes son harto habituales. Tuvo el buen tino de recalar en el taller de Neal Adams, una de las estrellas más lustrosas en la década, lo que supuso su billete inmediato a DC Comics. Su primera gran experiencia en las majors fue en la compañía de Batman y Superman, aunque no se piensen que le dejaron a los grandes espadas. Sus asignaciones se centraron en revistas antológicas de misterio, romance o terror. En una de ellas, Weird Worlds, donde se homenajeaban los mundos fantásticos de Edgar Rice Burroughs, creó a Ironwolf, en 1973, un personaje de corte futurista y con trasfondo de ciencia ficción con el que se reencontrará en momentos puntuales de su carrera.

El trabajo de freelance no le iba mal en DC, pero en 1974 le surgió la posibilidad de realizar encargos también para Marvel, por lo que decidió compaginar asignaciones en las dos grandes. Igualmente, trabajos en magazines o títulos antológicos pueblan los primeros años de Chaykin en la Casa de las Ideas. Las primeras muestras de confianza para el dibujante vienen de Archie Goodwin, editor jefe en 1977, y de Roy Thomas, guionista destacado, que lo seleccionan para que se encargue de un largo arco en un top ventas como era Conan, the Barbarian. El mismo Thomas, que había comprado una propiedad a la ligera, sin saber si quiera si iba a tener relevancia, le quiere para que ilustre la próxima serie basada en esa licencia. El nombre de ese tímido proyecto era Star Wars. Como ya sabemos, la franquicia galáctica es uno de los fenómenos que mueve masas en la cultura popular; lo es ahora, y lo fue en el momento en el que se estrenó el film de George Lucas. Pero no estaba tan claro cuando se trabajaba sobre el papel, pese a que Roy le tenía mucha fe a las historias de Lucas. Él mismo se encargó de guionizar la serie, de inicio, y Chaykin dibujó interiores y portadas hasta el #10. Llegado a ese punto acabó un poco hastiado de este tipo de trabajo y abandonó el proyecto.

Esta es una de las características que mejor definen a Chaykin, su inconformismo. Si alguien le pregunta al autor que piensa de su paso por la franquicia de la Guerra de las Galaxias, no es que tenga una opinión positiva, precisamente: “me gusta pensar que si hubiera sabido lo enorme que iba a ser Star Wars, habría hecho un mejor trabajo…. No estaba a la altura”. Eso sí, no sabemos si es esa sensación de faena que te deja insatisfecho o directamente una actitud iconoclasta, puesto que Howard ataca, de manera inmisericorde, a todo lo que surgió a rebufo de la creación de George Lucas: “contribuyó a una infantilización de los Estados Unidos que llevó, por ejemplo, a que Ronald Reagan y George Bush fuesen elegidos como presidentes”. Ahí lo dejo. Y ya como dato curioso, el mismo artista cuenta que los editores Marvel trataron de engatusarlo para que volviera, con la reciente compra de la franquicia, en 2015, pero Chaykin denegó el ofrecimiento. La inquina continua tan viva, hasta el tiempo presente.

Howard iba afianzando su posición en la industria, con sus aportes a la imaginería de Marvel y DC. En los últimos años de los setenta, consiguió realizar proyectos con personajes de relumbrón, como Batman (en Detective Comics o Batman Family), Spiderman (Marvel Team-Up) o Superman (la primera mini serie con el entorno del kryptoniano, World of Krypton). Pero había algo en él que le impulsaba a salirse de la línea, buscar nuevos retos, renovadas visiones acerca de una industria a la que empezaba a ver como desfasada. Podía estar muy bien readaptar tu The Scorpion (que inventaste para Atlas Comics, la empresa de Martin Goodman tras su expulsión de Marvel) a Domimic Fortune en los magazines Curtis, hacer unos cuantos numeritos en una serie de culto como los Micronautas de Bill Mantlo, o reinventar un personaje pulp como The Shadow. Todo eso llevaba aparejado su cierto grado de satisfacción, pero Chaykin aspiraba a más.

A primeros de los años ochenta es un autor consagrado, además uno de los pocos que manejan la complicada papeleta de ser autor completo, es decir, tener nociones de guion y capacidades artísticas: “en cuanto al proceso, la única diferencia es que, si estoy escribiendo, empiezo a trabajar sobre fichas y si estoy dibujando, comienzo usando pequeños rectángulos de papel con bocetos, para organizar el patrón narrativo”. El artista ha renegado abiertamente del llamado Método Marvel, algo que no le llenaba para nada en su día: “realmente, lo odiaba; es una mierda tan perezosa, tan barata…. Creo en el guion completo. Cuando un escritor me pregunta que me apetece dibujar, mi primera reacción es… ¡¡que te jodan!!”. De ahí que en sus estadios iniciales girase hacia la experiencia de autor total, ser responsable del producto, de manera íntegra. Esto es algo que el bueno de Chaykin ha valorado muy positivamente para la concepción de los cómics y que le ha llevado a impartir charlas y seminarios sobre su método de trabajo: “lo primero que le digo a la gente en los seminarios de Marvel es que todos ellos dibujan mejor, pero yo entrego un producto más efectivo porque entiendo el lenguaje de lo que estoy haciendo. Estos tipos tienen un deseo enorme de dibujar gente matándose a golpes, pero tienen que aprender a convertir esos dibujos en una narrativa coherente”.

Un creador con una concepción clara y nítida del proceso creativo, además de ir adquiriendo consciencia del tipo de industria para la que trabaja, dio como resultado American Flagg! en 1983, publicada por First Comics, una de las independientes de la época. Howard Chaykin no era ajeno a esos movimientos, pues él mismo había colaborado con Heavy Metal, una revista americana que trataba de emular el modelo de novela gráfica europeo (Chaykin apunta, con muy mala leche, que “la escritura de aquellas cosas era tan mala como las nuestra, pero como estaba en francés, no lo sabíamos”). El creciente mercado se fue ampliando desde finales de los 70, y el aparente dominio de las dos grandes se fue mitigando con la aparición de estas pequeñas empresas, que trataron mucho mejor a los artistas, en temas económicos y de derechos, lo que no garantizaba que se tuviese el éxito deseado: “American Flagg! no la podría haber hecho ni para Marvel ni para DC en esa época. No porque la proscribieran, pero ambas empresas tenían historia y yo necesitaba una hoja en blanco para hacer ese trabajo. Lo mejor que hice fue para editoriales pequeñas, en las que me daban libertad total para hacer lo que quiera. Lo irónico es que esas obras llegan a muy poca gente”.

American Flagg! es la obra más personal del autor, hasta ese momento. Un proyecto con una gran implicación puesto que se vio involucrado en él desde 1983 hasta 1988, lo que venía a ser unos cincuenta números, que para una colección independiente de aquellos días era una proeza. Encargado de guion, interiores y portadas, tuvo alguna ayuda en el tema literario, con colaboradores de renombre como Steven Grant, J.M. DeMatteis o Alan Moore. Chaykin nos sumerge en un futuro cercano, en el año 2031, en un ambiente donde prima la ciencia ficción pero también la sátira política. Conceptos como la Unión Soviética, que ahora suena a pasado aunque en los ochenta estaba a la orden del día, insurrecciones islámicas, la Liga Pan Africana o la corporativización de los Estados Unidos nos hablan de un autor comprometido, con un ojo puesto en la realidad que le rodea y tratando de que sus lectores conecten con el mundo que hay fuera de las viñetas del cómic.

Sin duda, una obra así difícilmente se podía haber publicado en una major. Hay ciertos rumores que sugerían que Howard la presentó primero para la línea Epic de Marvel, pero que allí fue rechazada. Algo que el autor niega tajantemente: “en el libro de Sean Howe (Marvel. La Historia Jamás Contada) hay una anécdota que dice que yo presente American Flagg! para ser publicada en Epic. Nunca lo hice”. Por tanto, queda claro que su destino siempre fue ver la luz bajo el paraguas de First Comics. Chaykin se muestra muy orgulloso del trabajo realizado en esa serie, sobre todo a nivel artístico: “Flagg! era yo tratando de aplicar todo aquello que sabía sobre narrativa de una renovada forma. Estaba anticipando el Photoshop. Uso el Photoshop ahora como cuando realizaba los montajes entonces”.

Esta obra sirvió para introducir un tipo de relato que podía aunar diversión con subtextos muy interesantes: “fue la puerta de entrada para muchos temas y subgéneros dentro del cómic. Y le costó, pues fue la precursora de muchos cómics que luego trataron esos temas”. Pero ello no indicaba que Chaykin abandonara para siempre el panorama mainstream. Pese a lo mucho que se le puede escuchar renegar de él, Howard siempre hace retornos puntuales al entorno de Marvel y DC. Así, a finales de los ochenta, trabajó para la última en actualizar un cómic bélico, con una serie de aviadores ubicados en los años 30, Blackhawk; o para la primera al hacerse cargo del apartado artístico de la Marvel Graphic Novel llamada “Conexión Escorpio, protagonizada por Lobezno y Nick Furia, y guionizada por Archie Goodwin. Según el propio autor, éste es un proyecto que se había completado tiempo antes de su publicación, allá por 1989. Aun así, es curioso siempre resaltar un fuerte carácter contestatario ya que Howard, junto a gigantes de la talla de Alan Moore o Frank Miller, auspiciaron un boicot a DC Comics en 1987, por la implantación de los editores de un sistema que etiquetaba su producción en base a la cantidad de sexo y violencia que circulaba por sus páginas. Howard Chaykin gritaba a los cuatro vientos que nunca más trabajaría para ellos. Solo duro tres años ese autoimpuesto exilio, ya que en 1990 volvía de nuevo al redil.

En 1988 tenemos otro de los grandes hitos de su carrera, la publicación de Black Kiss, en la pequeña editorial Vortex Comics. Doce números repletos de polémica puesto que Howard se quitó cualquier tipo de imposición y nos dejó un cómic repleto de imágenes explícitas, donde teníamos elementos sobrenaturales como vampiros, pero cuya base era el noir mezclado con el erotismo. El propio autor comenta que el fuerte componente sexual y de violencia estaba ligado a la pérdida de libertad que se asumía con la imposición de ciertos códigos, como el señalado anteriormente de DC: “el cómic se hizo en los tiempos en que habían discusiones serias para crear un sistema de clasificación por edades y la idea fue qué podría hacer yo para que un cómic fuese malvado y ofensivo….. y divertido”.

Obviamente, ese factor de diversión es el que el creador más remarca en sus entrevistas. Curioso porque su proyecto se llegó a tildar de pornográfico, por algunos libreros de la época. Pero para Howard fue como una catarsis, un reflejo de un cambio importante en su vida, tanto personal como de artista: “la hice por diversión. Creo que es bastante divertida. Es el primer cómic que hice cuando llegué a California en 1985 y tenía mucho trabajo de cuando estaba en Nueva York……reflejaba todos mis sentimientos respecto a Los Ángeles. La paranoia que sentí. Había crecido en Nueva York, en un entorno muy, muy pobre. Un mundo en blanco y negro. Y California me acojonó. Durante mis primeros años allí me dediqué a ser un alcohólico y un drogadicto, que vivía aislado de todo el mundo. A mi bola. Me costó aceptar California tal como es. Y Black Kiss refleja eso, esa paranoia. Los vampiros de Black Kiss tienen que ver con la paranoia que sentí allí viviendo a finales de los ochenta”. Howard Chaykin era un tipo inconformista y su traslado a la soleada California tuvo que ver con su intento de implicarse en el mundo del celuloide, en el que pudo realizar trabajos menores, como ser co-escritor en algunos episodios de la serie de Flash de los años noventa o de la relativamente desconocida Mutant X, uno de los primeros intentos de Avi Arad de trasladar los mutantes a imagen real, ya a inicios de los años 2000.

Estamos ante los evidentes pináculos de la creatividad de Chaykin. Tanto American Flagg! como Black Kiss son sus dos obras más reconocidas y estudiadas, dos tebeos que se publicaron fuera de la órbita de las grandes, ya que entre boicots y peleas con Jim Shooter, a nuestro autor le tocó ingeniárselas para sobrevivir. A inicios de los años 90 se rompe el veto a DC, para terminar realizando una mini serie con el gran José Luis García López sobre los héroes de la ciencia ficción de los 50. Twilight es el título de la mini serie de tres números. En esta misma órbita lanzó una novela gráfica con un personaje que Chaykin creó en los magazines de esa casa, Ironwolf: Fires of the Revolution. Respecto a Marvel, con la salida de Shooter, su situación también acabó normalizada. En esa primera mitad de los noventa casi siempre publicaba en Epic, la línea marvelita cuyos derechos pertenecían a los autores originales. Fafhrd and the Gray Mouser, en colaboración con Mike Mignola, o Midgnight Men son claros ejemplos de ello. De todas formas, esta década supuso un importante impás para su dedicación al noveno arte, ya que quitando alguna cosilla en Malibu Comics, un experimento en Helix (magazine de ciencia ficción propiedad de DC) con Ciberella y un Elseworld muy popular con el murciélago, Batman: Oscuras Lealtades, casi el cien por cien de su esfuerzo lo puso en su carrera de escritor audiovisual.

Entramos ya en el siglo XXI y Howard Chaykin comienza de nuevo a hacerse de notar en el mundo del cómic. Vertigo, el sector de DC Comics más arriesgado, es uno de sus principales caladeros, con American Century o Mighty Love como nombres clave de esa producción. No es el único al que presta atención. El tan odiado mainstream vuelve a ser terreno Chaykin. Challengers of the Unknown, Blade, Hawkgirl, New Avengers, Avengers 1959, un especial con el Capi loco de los 50….sin duda, una ingente producción con la que tampoco pretendemos aburrir al personal, citando títulos y títulos. Lo importante es que Howard no cambió ni un ápice su forma de pensar con respecto a las dos grandes y sus más famosos iconos: “no me importan los personajes del cómic. Solo los elementos narrativos que nos sirven para contar historias…. Solo están ahí para ayudarnos a contar una historia. Son bidimensionales, no tienen personalidad. Solo el valor que le dan los autores. Y eso vale para Batman, Superman y el Joker. Reflejan la sensibilidad que no tiene que ver con el personaje en sí, sino con la idea que tienen los niños de 50 años del orden. No de la justicia, ni de la ley. Solo del orden. Porque los niños son fascistas por defecto. Los cómics son sobre liberales que emplean métodos fascistas”.

Mucho más satisfactoria es su colaboración con la mejor versión de Image Comics. En la editorial de Eric Stephenson pudo publicar una continuación de Black Kiss (añadimos el II, y a correr), que ciertamente atrajo bastante menos atención que su versión original, y su más reciente foco de polémica, The Divided States of Hysteria, en 2017. De nuevo, nos trasladamos a un futuro distópico donde atentados terroristas provocan una ola de violencia en todo el país. Esto es utilizado por el autor para marcarse una sátira de campeonato sobre la América contemporánea. La idea no fue muy bien entendida por un sector de público, lo que incluía a un reputado grupo de profesionales del medio, que criticaron sin pudor a Chaykin y a su proyecto: “mis cómics han molestado a mucha gente. Gente que dice que era de izquierdas y gente que dice que era de derechas. A la izquierda le gusta analizar todo desde una pureza política que no es nada sana”. States of Hysteria fue todo un shock en su momento, provocando una proliferación de artículos en la red, criticando o alabando la excesiva rotundidad del creador, llegando al punto de tener que pedir disculpas públicas, en el caso del Publisher de Image. Y Howard, sin inmutarse: “Flagg! salvó mi vida, no solo financieramente sino porque pude demostrar a todo el mundo lo que de verdad podía hacer…… Y ya me quedé tranquilo. Desde entonces fundé la hermandad espiritual de pasar complemente de lo que la gente opine de mí. Nunca busco las críticas o reseñas de mis obras en Internet. No me importan”.

La alianza con Image Comics continuó con Hey Kids! Comics, tras la tormenta mediática, publicada en cinco números durante 2018, donde el creador pone el énfasis en la parte oscura de la industria del cómic, siempre incisivo y siempre certero. De sus últimos trabajos rescatamos la actualización de la Newsboy Legion y los Boy Commandos, que hizo con motivo del Centenario de Jack Kirby, y un especial de War is Hell, realizado en la editorial Marvel por sus ochenta años de historia. Un poco de pulp bélico es un género que siempre le ha gustado a nuestro autor. Y eso que sigue quejándose amargamente de la estructura del mainstream americano: “el talento alfa es el del escritor, lo que es un absurdo. Los artistas no somos el problema, son los guionistas. Ellos carecen del entendimiento del estado real de una página. No puedes hacer un drama épico, un melodrama, un romance en una página divida en siete paneles…. Estoy esperando a que alguien que escriba cómics le importe la suficiente mierda esta cuestión…”.

Hasta aquí cuarenta años de dedicación al medio para un autor que no es que sea muy ensalzado en el fandom comiquero habitual: “la gran mayoría de aficionados que leen cómics hoy día no tienen ni idea de quién soy. Pero los autores sí. Todos lo que leyeron Flagg! en el 83 quisieron entrar en el mundo del cómic…. el lenguaje y las lecciones aprendidas, a partir de eso, fueron absorbidos por artistas que trabajaban en el mainstream. Muchas de las ideas y las técnicas que introduje en esos cómics fueron absorbidas por el mainstream, para un público que ni sabe que existo”. Pero es que Howard Chaykin no es precisamente un entusiasta del panorama actual: “creo que la importancia de los cómics se exagera. Existen casi exclusivamente por la esperanza en que se conviertan en videojuegos, películas o televisión….. A la relación que tienen los cómics con Hollywood suelo describirla como la gente que nos pegaba cuando íbamos al colegio y que ahora gana dinero a nuestra costa”.

No se puede negar que es un autor sin pelos en la lengua. A eso hay que añadir su influencia en generaciones de autores, su versatilidad (guion, dibujo, cine, televisión, seminarios…) y su capacidad de trabajo que le ha mantenido en el candelero unos cuantos años. Nos despedimos con una de sus habituales sentencias, de esas que te dejan el culo pelado y que tiene tela que cortar: “creo que la cultura ya está infantilizada. Solo puedo hablar de lo que pasa en EEUU. Vivo en un mundo donde la hombría es solo una extensión de la adolescencia. Cuando voy a las convenciones de cómic me asombra ver a hombres de 40 o 50 años comportándose como si tuvieran quince. No quiero parecer muy conspiranoico, pero me parece que los que gobiernan el mundo pueden ganar mucho con la ignorancia, el analfabetismo y la semiestupidez”. Lo dicho, al amigo Howard, si no existiera, habría que inventarlo……



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