Javier Vázquez Delgado recomienda: Deathstroke contra Batman
Edición original: Deathstroke núms. 30-35 USA, Deathstroke the Terminator núms. 6-9 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión: Christopher Priest, Marv Wolfman.
Dibujo: Carlo Pagulayan, Ed Benes, Larry Hama, Roberto Viacava, Steve Erwin.
Entintado: Jason Paz, Richard Friend, Trevor Scott, Andy Owens, Will Blyberg.
Color: Jeromy Cox, Denei Ribeiro, Tom McCraw.
Formato: Cartoné, 240 págs. A color.
Precio: 23,00 euros.
Con la llegada a las tiendas del tomo 4 de Deathstroke los aficionados tuvieron que lidiar con el fatídico sello impreso en portada en el que se informaba de que era último número de la serie dedicada a Slade Wilson en España. No es algo agradable encontrar tal cosa en una serie, pero tras cuatro impresionantes tomos (Tomo1, Tomo 2, Tomo 3, Tomo 4) el antihéroe de DC se despedía a medias, puesto que desde ECC anunciaron la publicación de un tomo, fuera de la numeración inicial, que se encargaría de recoger los números en los que Batman y Deathstroke se enfrentar de forma clara y directa. Un caramelo final, una forma de suavizar la marcha de la serie y que viene a poner el punto final a la andadura del personaje desde que estrenara nueva serie en Renacimiento en España. Aunque esperemos que solo sea un descanso y el mercenario acabe por regresar, pues no se ha dicho nada la respecto sobre si es una cancelación definitiva o una reformulación del formato y la periodicidad de publicación.
La serie, con su protagonista camino de cumplir ya 40 años desde su creación, centra su atención en un robo de un banco que desencadena un enfrentamiento abierto, directo y descarnado, entre Batman y Slade, por un sobre que esconde documentación que dinamita de forma clara la vida de ambos antagonistas.
Esta premisa es la que Priest usa a fin de justificar este choque de titanes, puesto que no se trata solo de ponerlos a pelear al viejo estilo de los comics de superhéroes, sino que se preocupa, como todo lo que ha escrito del personaje, de justificarlo de manera que tenga suficiente andamiaje como para sostenerse por sí mismo. Con Priest nada es lo que parece y nada es fácil y no va a ser menos a la hora de encarar este arco argumental.
Nadie tiene que sorprenderse a estas alturas por el estilo narrativo del que hace gala Priest, donde la estructura lineal es inexistente y el uso de las analepsis es lo usual. Sin embargo, en este arco Priest se muestra más comedido y convencional en su estilo, sin dejarlo de lado, pues de hacerlo de otra forma debilitaría a la trama que acabaría por no funcionar de la manera que lo llega a hacer. La construcción argumental pivota sobre el pasado de Batman y el del propio Slade que ven como su presente se ve afectado por unas inquietantes revelaciones, por lo que es el escenario propicio para que Priest pueda hacer uso de sus herramientas más características. La caracterización continua siendo el punto fuerte de todo el arco argumental, en el que el guionista realiza una profunda radiografía tanto de Slade como de Wayne, siendo su enfrentamiento no solo algo físico, sino tambien algo profundamente mental, en el que ambos se ven reflejados en un espejo que lo increpa de forma directa y cruda.
Los matices que Priest usa para añadir esa capa extra de tridimensionalidad a ambos protagonistas, permite poder introducirse en la historia de manera muy intensa, puesto que se logra impregnar al lector de toda la carga emocional que embarga a Slade y Bruce, en un juego mortal en el que cada uno no es sino una cara en una misma moneda. Cara y cruz, girando aleatoriamente en el aire, con destino incierto, con dudas, engaños, furia y pasión, como condimento a un coctel explosivo que trasciende al mero enfrentamiento y que plantea interesantes preguntas al aficionado que recorre la mente de los dos protagonistas de la mano de Priest.
Además, como guinda, ECC ha añadido una dulce sorpresa añadiendo material inedito en España de la serie original de los años 80 dedicada a Deathstroke, escrita por Marv Wolfman y dibujada por Steve Erwin. Son tan solo cuatro números, pero poder leer material tan cercano a la época de creación del personaje permite poder hacer una idea de como se enfocaba por entonces al personaje y se jugaba con esa doble moral y esa dualidad entre mercenario y héroe. Una historia llena de curiosidades y que merecen quedarse en el anonimato para que cada lector pueda descubrirlas por si mismo.
Wolfman construye una aventura centrada en la mafia de Gotham y lo hace mediante el uso de un recurso muy manido pero eficaz, la protección de un soplón dispuesto a testificar contra sus jefes a cambio de inmunidad. Esto despierta profundos enfrentamientos en el seno de la policía y genera un intenso quién es quién alrededor de quién puede ser él o la que se esconde bajo la máscara de un sicario que busca eliminar al soplón. Wolfman cumple en su labor y lo hace siendo fiel al personaje y a los tiempos en lo que se publicó la serie. Todo es más convencional, más trillado, visto con los ojos del lector de hoy en día, pero desprende ese agradable aroma de historia de los años ochenta en la que la violencia que demostraba Slade era enorme, cargado de grandes armas que definen a la perfección la imagen del momento del personaje.
Una aventura que permite a los lectores de hoy conocer al personaje fuera del entorno en el que se creó, la serie de los Titanes, para volar en solitario dentro de una colección que en los años ochenta era una rara avis (al igual que la del Castigador, salvando las distancias entre cada uno de sus protagonistas) con puntos en común entre el héroe, el mercenario, el asesino a sueldo, el justiciero y el letal sicario. Un combo como solo los locos años 80 fueron capaces de generar.
Un tomo que es la despedida perfecta del personaje y que hace añorar que no se vaya a seguir publicando su serie en España. Una obra minoritaria, de excelente factura, cargada de simbolismo, que dice adiós de la única forma que sabe hacerlo Slade.
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