Javier Vázquez Delgado recomienda: El Cuarto Mundo de Jack Kirby IV
Edición original: The Forever People núm. 11 USA, The New Gods núm. 11 USA, Mister Miracle núms. 10-18 USA, The New Gods (reprints series) núms. 1-6 USA, Hungers Dogs USA, Who´s Who: The definitive directory of the DC Universe núms. 2, 3, 6, 8-18, 20, 22 y 25 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión: Jack Kirby.
Dibujo: Jack Kirby.
Entintado: Mike Royer, D. Bruce Berry, Greg Theakston.
Color: Anthony Tollin, Greg Theakston, Bill Wray, Tony Dispoto.
Formato: Cartoné, 424 págs. A color.
Precio: 37,00 euros.
Afrontamos el último artículo acerca del Cuarto Mundo de Jack Kirby, en el que analizaremos el accidentado y abrupto ¿final? de la Saga original, comentaremos la influencia y relevancia de la obra y trataremos de resumir brevemente sus continuaciones y relanzamientos hasta los Nuevos 52.
Para seguir con la línea establecida en los anteriores artículos, veamos en primer lugar en qué punto quedaron las series en el tomo anterior.
En Mister Miracle #9 dejamos a Scott Free, que había ido voluntariamente a Apokolips para ganar su libertad mediante juicio por combate, derrotando al monstruo Lump en el “Ello”, un mundo virtual producido por proyección mental. Con ayuda de Barda y el batallón de Furias Femeninas escapan de la temible Sección 0 y regresa a la Tierra.
En Forever People #10, los jóvenes neogenesianos hicieron equipo con Deadman y se enfrentaron con mafiosos y monstruos varios.
En cuanto a New Gods #10, vimos cómo Orión, Buscador y Lightray repelían la invasión de la colonia de Bichos que viven bajo la superficie de Nuevo Génesis.
Y como recordatorio final, en el nº148 de Jimmy Olsen Kirby cierra los arcos que dieron inicio a su estancia en la serie con la destrucción de la Fabrica del Mal y la visita de Superman a Superciudad. Esto último supone que el kryptoniano, después de una charla con Highfather, asuma que su lugar está allí donde es útil, en la Tierra. Con este ejemplar, Kirby abandona la primera serie de DC de la que se hizo cargo.
Los contenidos de este cuarto y último tomo pueden agruparse en tres conjuntos: por un lado, los últimos números de New Gods y Forever People, que intentan, en la medida de lo posible, señalar sino un punto y final sí al menos un punto y aparte en la narración; por otro, el tramo final de la serie Mister Miracle; y, finalmente, el intento de conclusión que Kirby realizó una década después en New Gods vol.2 #6 y en la Novela Gráfica The Hunger Dogs.
El último número de Forever People (#11; 11/72) ya plantea un cierre para las aventuras de los jóvenes neogenesianos. Tras una cruenta caza por parte de Devilance, la Madre-caja les conmina a invocar a Infinity Man, que se encontraba prisionero en un limbo. La lucha entre éste y el cazador acaba con una explosión en la que ambos desaparecen mientras que el quinteto juvenil queda atrapado dentro del limbo en el que estaba Infinity Man, en un mundo que parece en perpetua paz. Eso tranquiliza al grupo, que se dispone a explorarlo.
Más abierto es el cierre de New Gods (#11; 11/72), algo lógico si se tiene en cuenta que su trama es la principal de toda la Saga y ésta apenas ha avanzado hasta el punto de presentar el conflicto. Kalibak se libera de su cautiverio y parte en busca de Orión para proseguir su combate. La cosa parece que va en serio: el Corredor Negro es convocado, lo que indica que un nuevo dios va a morir. Por su parte, Orión se encuentra desatado, consumido por la ansiedad. Finalmente se entabla el combate que acaba por llevarse por delante a Kalibak.
En medio de la refriega, Darkseid, que observa el combate atentamente, confiesa a Desaad la relación entre los contendientes, algo que éstos parecen intuir: son medio hermanos, hijos de Darkseid pero de madres distintas. Tigra es la madre de Orión, impuesta a Darkseid por su madre, la Reina Hegra, y que ahora la mantiene en cautiverio, como pudimos ver en episodios anteriores. Suli es la madre de Kalibak, de la que no hemos oído hablar hasta ahora, pero que era a la que realmente amaba Darkseid, en contra de la opinión de su madre. Un inoportuno comentario de Desaad acaba desatando la ira de Darkseid, que afirma saber que su lacayo asesino a Suli por orden de la Reina Hegra.
Mientras tanto, el combate prosigue y Desaad, secretamente, confiere más poder a Kalibak con el fin de que los combatientes desaten todas sus energías y emociones más primitivas, lo que aporta a Desaad un retorcido placer. Darkseid lo percibe y fulmina a su siervo con el Efecto Omega. Parece evidente que Darkseid siente una inclinación por Orión, pese a ser su hijo rebelde y no haberse criado en Apokolips.
Al desaparecer la ayuda de Desaad, el combate se inclina a favor de Orión y así, el Corredor Negro acaba por llevarse a Kalibak. Ante la destrucción provocada, los aliados de Orión se preguntan cuándo acabará la guerra entre los Nuevos Dioses, a lo que Orión responde con la profecía de la Fuente: cuando el hijo rebelde de Darkseid se enfrente a su padre en los pozos de fuego de Apokolips. Finalmente, Orión ha aceptado su destino.
La cancelación de dos de las tres series que componían el tapiz del Cuarto Mundo dejó a Mister Miracle como el único escaparate donde Kirby podía seguir explorando y desarrollando la saga. Sin embargo, el foco de su atención cambió drásticamente. Ya la marcha de la serie Jimmy Olsen había sido suplida pocos meses después por la aparición de Demon #1 (08/72) y ahora las cancelaciones de New Gods y Forever People se dan casi simultáneamente con la aparición de Kamandi (#1; 10/72), la serie deceíta más longeva de Kirby. Estos nuevos trabajos concentraron la mayor parte del talento del Rey.
Dados estos antecedentes, no es de extrañar que la serie de Míster Miracle perdiera totalmente el nervio durante sus últimos siete números (publicados en poco más de un año, al pasar finalmente a bimensual).
Sigue siendo admirable la inventiva de Kirby, cómo cada episodio plantea nuevos personajes, nuevas amenazas, nuevos escenarios. Un número se orienta a historias de misterio, otro a los gánster. Unos tienen como villanos a dictadores, otros a genios malvados. El carrusel prosigue, pero ya desprovisto de la tensión y los giros que aportaban las conexiones con la saga matriz. Se percibe un descuido en el tratamiento de los personajes, un amodorramiento de sus relaciones. La serie se ha volcado a la acción sin más.
Big Barda abandona el uniforme y reduce su protagonismo, quedando como ayudante de Scott en sus espectáculos. En un episodio se anuncia que el próximo se dedicará a explorar el origen de barda, pero en cambio nos encontramos con otra historia autoconclusiva de escaso interés. Podría haberse potenciado su papel como líder de las Furias Femeninas, pero éstas aparecen aleatoriamente sin muchas explicaciones de qué hacen en la Tierra.
Ya no se muestra esa tensión tan entrañable y familiar entre Oberon, Barda y Scott. De hecho, Oberon pasa a ser casi un figurante. La inclusión de Ted Brown, el hijo del Míster Miracle original, como representante de Scott le resta protagonismo.
Casi al final de la colección se va a incluir otro secundario, Shilo Norman, que oficiará de pupilo de Scott y Barda, asumiendo este trío el protagonismo de la serie. Sin embargo, ni llegan a establecer una relación interesante ni les pasan cosas interesantes.
En cuanto a la relación entre Barda y Scott, también pierde mucho de su atractivo. Nunca se había hecho explicito un romance entre ellos, pero podía intuirse y eso era precisamente parte del atractivo de su situación. En estos números actúan siempre juntos pero anímicamente de espaldas el uno del otro, sin que veamos ese choque de caracteres tan especial que les hacía una pareja potencialmente interesante. También al final de la serie, Barda empieza a interrogarse por sus sentimientos hacía Scott.
El último número (#18; 03/74) ofrece un cierre en falso no ya de la serie sino de toda la Saga. En medio de una refriega con las huestes de Apokolips al completo (otra más, aunque visto lo anterior, ya lo echábamos de menos), Scott y Barda se declaran su muto amor y tras derrotar a sus enemigos con la ayuda de Orión y Lightray pasan súbitamente a celebrar el enlace, con Highfther como maestro de ceremonias. La boda se celebra y los neogenesianos regresan a su planeta, incluyendo la reciente pareja. El número se cierra con la aparición de Darkseid, lamentando la celebración de la boda, pero resignándose a la misma con cierta ironía.
El episodio apenas sirve para cerrar el arco romántico entre Barda y Scott y ver a los viejos conocidos tanto de un bando como de otro (con la excepción de los Jóvenes Eternos, en el mundo de Infinity Man), pero deja totalmente abiertas las tramas principales de la Saga: la búsqueda de la Ecuación Anti-vida, la guerra entre Apokolips y Nueva Génesis y la lucha entre Orión y Darkseid.
Tal y como pasó con Forever People y New Gods, la cancelación de Mister Miracle, que vino precedida por la de Demon (#16; 01/74), fue sustituida por las series de Omac (#1; 10/74) y Sandman (#1; 12/74). Recordemos que este baile de sustituciones obedecía a los compromisos contractuales de Kirby con DC. Sandman y Omac, junto con el primer número de Kobra (03/76)serían lo último que realizaría El Rey para DC antes de regresar a trabajar en exclusiva para Marvel en mayo de 1976.
Y así, con este número de Mister Miracle, se ponía fin al Cuarto Mundo de Jack Kirby. O no.
En los diez años que separan el cierre de las series originales hasta el retorno de Kirby, los personajes del Cuarto Mundo se dejaron ver en varias colecciones de singular importancia para la Bronze Age deceíta.
La primera ocasión fue en el arco inaugural de la serie de la Sociedad Secreta de Súper-Villanos (nºs 1 al 5; 06/76-02/77), en el que el Señor de Apokolips ejerce de muñidor en la sombra de la primera encarnación del grupo, hasta que las inevitables disputas internas le arrebatan el control del mismo. Una historia que recoge el planteamiento kirbyano de Intergang, con Darkseid equipando y organizando clandestinamente criminales (una de las ideas, a mi juicio, más cuestionables de la Saga, sino en su concepto sí al menos en su ejecución). La diferencia reside en que en esta ocasión no se trata de delincuentes de los bajos fondos, sino de auténticos supervillanos. Esta sería la primera de muchas interactuaciones de Darkseid con la comunidad de villanos deceítas, y cabe destacar que ya en este primerizo encuentro se le reconoce como un villano de categoría superior a los demás.
Poco después de este arco hubo un primer intento de continuar la Saga donde la dejó Kirby. Entre julio de 1977 y septiembre de 1978 se retomaron las colecciones de New Gods y Mr. Miracle respetando la numeración anterior y parte de las tramas establecidas por Kirby (no así un innecesario rediseño de Orión). Así, por ejemplo, se respetó el exilio de los Jóvenes Eternos, que por esta razón quedaron excluidos del relanzamiento como ya lo habían sido de la boda entre Barda y Miracle.
Sin embargo, ni pesos pesados de la época como Steve Englehart (en dupla con Marshall Rogers) o Steve Gerber supieron encontrar un rumbo y el experimento apenas alcanzó el año. Una vez más, intentando dotar del épico final que la Saga prometía y demandaba, este relanzamiento concluyó de mala manera en los números 459 y 460 (11-12/78) de Adventure Comics con guiones de Gerry Conway donde pudimos ver la conversión de Darkseid en un gigante prometeico al tratar de traspasar el Muro de la Fuente y su desintegración accidentada por parte de un asustado y revivido Desaad.
Conway fue también el responsable de lo que podría considerarse la incorporación oficial del “Kirby-verso” en el Multiverso DC. El sitio no podía ser otro que la serie de la Liga de la Justicia, verdadero portal de entrada de los universos paralelos de DC. En los números 183-185 (10-12/80) de JLofA se establece que el “Kirby-verso” es, efectivamente, otro universo paralelo más, al margen de Tierra-Uno o Tierra-Dos. Más allá del comentario de esta saga, que ya se ha hecho en varias ocasiones, hay que destacar la oportuna resurrección de Darkseid.
La última vez que pudimos ver a las criaturas de Kirby antes del retorno de éste fue en la memorable saga de La Gran Oscuridad, que ocupó los números 290 al 294 de la Legión de Súper-héroes (08-12/82). No exageramos nada al afirmar que este arco fue determinante a la hora de coronar definitivamente a Darkseid como el gran villano cósmico del Universo DC.
No deja de resultar curioso como en el tiempo transcurrido entre la marcha y el regreso de Kirby, ha sido el Señor de Apókolips y sus acólitos quienes han tenido mejor suerte a la hora de hacerse un hueco en el Universo DC. Hasta tal punto que a partir de la temporada 84-85 ejercería como el gran villano de la serie animada de Super-Friends.
En una zona pantanosa encontramos las tres series limitadas de Super-Powers (07/84-12/86), que llegaron a ser consideradas parte de un universo paralelo con todas las de la ley (la Tierra treinta y dos, de hecho), conectado con la serie de TV y la línea de juguetes homónimas. Aunque contaron con la participación de Kirby, estaban fuera de su control. No obstante, respetaron algunos hechos establecidos por Kirby en The Hunger Dogs, como veremos a continuación.
Estamos en 1984. Han transcurrido diez años desde la cancelación de Mister Miracle. Durante ese periodo, Kirby ha concluido su contrato con DC, regresado a Marvel para salir de nuevo de mala manera; se ha embarcado en una nueva y agria disputa judicial con la Casa de las Ideas; y, finalmente, ha vuelto a DC por un motivo de lo más fortuito.
La mítica serie animada Super-Friends iba a ser relanzada en la temporada 1984-85 como refuerzo a la nueva y ambiciosa línea de juguetes Super-Powers. En los trabajos de diseño previos pronto quedó claro que había pocos villanos de la Legión del Mal que resultaran atractivos tanto para la televisión como para las jugueterías. DC se puso a buscar nuevos antagonistas para ambos formatos y los encontraron en Darkseid y sus secuaces. Inmediatamente, se pusieron en contacto con Kirby y le pidieron que rediseñara algunos de sus personajes para la serie animada y la línea de juguetes. Con ese trabajo, al margen totalmente de su profesión de dibujante de cómics, Jack Kirby cobró los únicos royalties de su vida y en un volumen desconocido para lo que solían ser sus habituales tarifas por página.
La serie animada y la línea de juguetes resultaron un éxito y propiciaron la aparición de tres colecciones limitadas bajo el título de Super-Powers, a las que ya hemos hecho referencia. La cuestión es que al mismo tiempo que se estaba publicando la primera serie de Super-Powers (07-11/84), DC presenta una nueva edición de los once primeros números de la serie original de New Gods, los realizados por Kirby.
Esta reedición se enmarcaba en un intento editorial por recuperar sagas clásicas de los años setenta en formato de series limitadas de números dobles (48 páginas). De esta manera regresaron a los expositores Green Lantern/Green Arrow de O´Neil y Adams, la Saga de Ra´s Al Ghul de los mismos autores o el Detective Comics de Englehart y Rogers.
Al calor del trabajo en Super-Powers y la nueva edición de New Gods, DC le ofreció a Kirby la posibilidad de retomar y concluir la Saga en 24 páginas del último número de la reedición. Sin embargo, las condiciones no eran las propicias no sólo por el número de páginas. Las fechas de entrega impuestas también limitaban enormemente la labor de Kirby.
Contribuyeron también a su desánimo otros elementos, como las indicaciones que recibió por parte de la dirección editorial, contrariamente a lo ocurrido durante su primera colaboración con la Distinguida Competencia, de total autonomía. Ahora los personajes del Cuarto Mundo formaban parte del Universo DC, eran conocidos, aparecían en productos derivados y la editorial había tomado nota de su potencial. Inevitablemente quería un mayor control sobre ellos y sus destinos. Un final tipo Ragnarök con varios personajes principales muertos, en la onda de lo que Kirby quería y la propia historia demandaba, era ahora inadmisible para DC.
Con estas mimbres, el numero 6 de New Gods vol.2 (11/84), que contenía la reimpresión del viejo número 11 de la primera serie, incluyó un episodio nuevo titulado “Hasta los dioses deben morir” escrito y dibujado por Kirby que tenía la intención inicial de cerrar el ciclo. La elaboración de este número fue bastante accidentada y acabó reelaborado y desdoblado en una continuación posterior.
La acción empieza fuerte, con Orión apareciendo en medio de Armagueto gracias a un Tubo Boom. Nada más llegar, se da cuenta de que algo ha cambiado en Apokolips: los soldados han sido sustituidos por máquinas guerreras, los Mekkanoides. En efecto, pronto vemos como Darkseid ha impuesto una política de automatización total de sus efectivos. Nuevos computadores le permiten recrear todo cuanto desee. De esta manera revive a Desaad, Kalibak, Steppenwolf y Mantis (que no estaba muerto, al menos en su última aparición escrita por Kirby en New Gods #10), aunque es incapaz de reproducir completamente sus personalidades. ¿Imposición editorial para justificar la presencia de esos personajes en la línea de juguetes? Tiene toda la pinta: tras la resurrección apenas se les ve el pelo en lo que queda de Saga.
Kirby ya había reflejado antes los peligros de la investigación militar. Lo vimos con la Fábrica del Mal y su manipulación genética. También en New Gods #7, donde Darkseid accede a tecnología de teletransportación a cambio de suministros para la Silla Mobius de Metron. “¡Algún día nuestras máquinas serán “capaces de todo”! (…) Las alabaremos… las maldeciremos…¡y las temeremos!”, afirma Darkseid. Una reflexión crítica del papel de la tecnología a la que seguirán otras muchas.
Tras un primer encuentro, con los Mekkanoides, Orión se sumerge en las profundidades de los suburbios de Armagueto y prepara su asalto a la fortaleza de Darkseid. Una breve visita de Lightray sirve para ponernos sobre aviso de su propósito. Pese a lo que dicta la profecía de la Fuente, a la que Lightray no concede mucho crédito, Orión no ha ido a Apokolips para enfrentarse con su padre, sino a liberar a Tigra, su madre, del cautiverio al que le somete Darkseid.
Una maniobra de distracción de Lightray permite a Orión penetrar en la fortaleza y llegar hasta las estancias de su padre. Ante la presencia de su hijo Darkseid le conduce a una trampa. Revelando a Tigra encadenada para conmoción de su hijo, un pelotón de soldados oculto descarga sus armas contra Orión. Su cuerpo acribillado cae a los Pozos de fuego. Darkseid reconoce que no era capaz de matar a su propio hijo mientras duda sin Orión está realmente muerto.
Como puede apreciarse, el número funciona en parte como nuevo episodio de New Gods que como cierre de toda la Saga. No aparecen los Jóvenes Eternos, que suponemos seguirán en el mundo de Infinity Man, no sabemos nada de Big Barda y Míster Miracle, tampoco vemos neogenesianos excepto Lightray. Sin embargo, al trasladar la acción a Apokolips, la historia da un salto enorme que deja el terreno expedito para la confrontación final entre Orión y Darkseid, que finalmente no se da.
La relación entre éstos se ha complejizado. Sólo en una ocasión los habíamos visto brevemente juntos. Siempre se habían enviado mensajes desde la distancia. Orión parece olvidarse de la profecía y sólo se preocupa de llevarse a su madre. Darkseid le desprecia porque no se le parece “¡Nunca fuiste como yo! No conspiras, no maquinas ¡Te abalanzas sobre la vida como una fiera sobre su presa!”. Sin embargo, no parece sincero. En el pasado Darkseid ha demostrado preferencia y respeto por su hijo rebelde. Ahora incluso se confesará incapaz de matarlo. Ambos parecen atrapados por unos sentimientos que no reconocen. Incapaces de asumir un legado que les define más allá de sus papeles de padre e hijo. Darkseid no reconoce a un hijo que le odia, pero en el fondo siente sus triunfos y su indómito carácter como algo propio. Orión reniega de la naturaleza violenta y destructora heredada de su padre, pero sabe que sólo dando rienda suelta a esas pasiones en el combate es verdaderamente feliz.
Como en el espacio de un único número era imposible concluir realmente nada, Kirby compondría con los materiales sobrantes de este número y otros nuevos una continuación que, tras muchos azares y reelaboraciones, acabaría adquiriendo el formato de “novela gráfica”, entonces de reciente aparición en la industria de EE UU.
“Los Perros Hambrientos” (03/85) se convirtió así en la última palabra de Jack Kirby sobre el Cuarto Mundo.
En estricta continuidad con “Hasta los dioses deben morir”, un Orión malherido es recogido por los Humildes (aquí nombrados indistintamente como Perros hambrientos) tras la emboscada sufrida a manos de Darkseid. Himón y su hija Bekka, presentada en esta aventura, cuidan de él.
Por su parte, Darkseid sigue volcado en la investigación militar. La guerra ha disparado la producción en masa de nuevas armas químicas, biológicas y bacteriológicas. Además, cuenta con un nuevo aliado: Esak, neogenesiano ex-alumno de Metrón, que lo abandono.
Esak ha desarrollado el arma definitiva: la Micro-marca, una bomba diminuta de tremenda capacidad destructiva. “No hay necesidad de intrigas ni de grandes esfuerzos… ¡el cosmos es de infantes capaces de pulsar botones!”, afirman ufanos los oficiales de Apokolips. La invención de la Micro-marca ha abierto una etapa nueva en la guerra, una etapa en la que Apokolips puede alzarse con el triunfo. Con todo, Darkseid parece abatido.
Efectivamente, mientras la guerra entre Apokolips y Nueva Génesis se aproxima a la Hecatombe, Armagueto es una olla a presión a punto de estallar: los Humildes están sirviendo de cobayas para los experimentos militares de Darkseid. La tenaza compuesta por avances tecnológicos y la presión ejercida contra los desharrapados están arrastrando la situación a un punto crítico.
Armagueto finalmente estalla y es Orión quien lidera la revolución, confirmando que el conflicto ha entrado en su fase terminal: “¡ya sea de carne o de máquina… nacerá una nueva era!”. Orión avanza entre combates buscando a su padre, pero no lo encuentra. Aun así, puede presenciar la redención de Esak en su agonía y confesar su amor y su verdadero rostro a Bekka, que lo acepta sin reparos.
En medio de este completo caos, Highfather, consciente del peligro al que se enfrenta su pueblo, toma una decisión drástica: consiente la destrucción de su planeta. Los neogenesianos están, de todas formas, a salvo en la Superciudad, que es capaz de sobrevivir sin el planeta. Nada se dice de los habitantes que pueblan el suelo y el subsuelo de Nueva Génesis.
Sin embargo, la destrucción de Nueva Génesis tiene un efecto totalmente contraproducente en Apokolips. En un hábil giro dramático por parte de Kirby, los apokoliptianos no celebran su victoria, sino que se sumergen en una histeria colectiva, convencidos de que la desaparición del planeta hermano es el preludio de su propia destrucción. Un planeta como Apokolips, gobernado por el terror total, temerá la derrota tanto como la victoria. El miedo a la Micro-marca se extiende. Los mismos soldados son los que, dominados por el pánico, arrasan los silos de las bombas, temerosos de que una detonación accidental acabe con ellos. Darkseid ve claro que este estallido de paranoia era la intención de Highfather.
El Señor de Apokolips no puede controlar la situación, al menos de momento, y trata de saldar cuentas antes de huir. Marcha al encuentro de Orión, que ha conseguido rescatar a su madre, y mata a Himón mientras Orión, Bekka y Tigra logran escapar en dirección a Superciudad. Darkseid se queda solo mientras su reino se consume por un fuego que no ha iniciado y no controla.
Al final, queda un rayo de esperanza, Highfather, más Moisés que nunca, llama a su pueblo a explorar el cosmos en busca de un nuevo hogar. Sin que nadie lo advierta, Metrón llega de las profundidades del espacio montado en su Silla Mobuis. Tras de sí arrastra un planeta que, quién sabe, puede que sirva de hogar para los Nuevos Dioses.
Y así es como acaba el Cuarto Mundo de Jack Kirby.
Poco se puede decir de los episodios que cierran las series originales de la Saga. Cada una en su estilo, apenas habían conseguido presentar las tramas principales en las que se basaban. Sobre todo en el caso de New Gods, la serie parece que concluye justo cuando se ha cerrado un arco largo de presentación, en el que Orión acaba asumiendo finalmente su misión. Forever People es la que tiene un final más cerrado tal vez porque Kirby era consciente de que había decaído bastante. Y en cuento a Mister Miracle, ganada ya la libertad frente a la Abuela, quizá era el momento de ir desarrollando la relación entre Scott y Barda. En vez de eso, la serie se abandona al aventurismo en el que Kirby transita con el piloto automático. Hay por tanto un descenso claro de calidad en dibujo y guion en el primer tramo del tomo. Kirby estaba ya a otras cosas.
Cuestión distinta son los episodios de cierre tras el retorno de Kirby. Es cierto que el paso (y el peso) de los años es notorio. Ha transcurrido una década desde que Kirby abandonó forzadamente la Saga y se nota. Su momento vital es otro. El momento histórico es otro.
Podemos criticar el trazo, más tosco que nunca, o parte del acabado, dolorosamente esquemático. Podemos criticar a su vez la narración, apresurada, con varias secuencias y transiciones confusas. Pero no podemos dejar de apreciar momentos poderosos, combates espectaculares, un drama auténtico y palpitante, una crítica nada velada de la actualidad del momento. En suma, el regreso del Kirby más Kirby luchando por componer, en la medida de lo posible, un final apoteósico para su obra.
Así, las dos últimas historias recuperan el tono épico-trágico propio de New Gods pero añadiendo un ingrediente especial. Hay en ellos algo distinto, un aire fatídico, ominoso. Quizá sea por lo accidentado de su elaboración, pero la sensación es que los acontecimientos avanzan sin ningún control hacia una catástrofe.
Uno no puede dejar de pensar en el momento histórico en el que se elaboró y se publicaron estas historias. Es un panorama muy diferente al que había cuando salieron las series originales, a principios de los setenta, definido por la distensión, pese a la sangría de Vietnam. Pero en 1985 la distensión ha quedado muy lejos. En 1985 la Guerra Fría volvía a estar en un punto caliente. La crisis de los euromisiles no se ha superado. Los estados mayores especulan con guerras nucleares limitadas o nuevos artefactos menos destructivos con el entorno, pero igualmente letales para la vida humana. La carrera armamentística, impulsada por la revolución informática, había llegado a un nivel tal que la tecnología amenazaba con precipitar por sí sola la guerra, como mostraban el accidente del equinoccio de otoño de 1983 o la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan (la conocida como “Guerra de las Galaxias”).
Con mayor o menor intensidad, con mayor o menor justificación, el temor nuclear era una realidad extendida y cotidiana. Un asunto presente en conversaciones, telediarios, cumbres internacionales o movimientos sociales. El cine, la música o el cómic, no dejan de hacerse eco de ese clima tenso y amenazador. Watchmen, The Dark Knight u otras grandes obras de la época están empapadas del ambiente de pánico nuclear. La película WarGames (1983) muestra cómo la tecnología puede precipitar la hecatombe. El telefilm The Day After (1983) causaría un tremendo impacto con su realista y detallada descripción de una escalada nuclear en la que nadie llega a saber quién ha sido el primero en apretar el botón. Y después ya no importa.
Hay algo de eso en estas páginas. Algo de ese miedo, de esa paranoia. Un “nuevo tiempo” no tiene porqué ser un “tiempo bueno”, parece recordarnos Kirby. No cuando ese tiempo facilita que todo pueda saltar por los aires.
En todo caso, la emergencia del nuevo tiempo se cuela, junto con el tema de “la carne frente a la máquina”, como dramáticos leitmotiv de este final apresurado. Cuesta creer que en ellos el autor no vuelque algo de sus propias incertidumbres vitales. Darkseid e Himón discuten como dos ancianos, conscientes de llevar una vida entera enfrentándose y que ahora todo eso se acerca a su fin. Incluso Orión se derrumba en un cierto momento, asustado de que el cambio signifique el fin de la nobleza en el combate.
No cabe duda que Kirby consigue transmitir agonía y ansiedad por un tiempo que se agota y que parece que también es el suyo. Cualquiera diría que su angustia está motivada por el final de la inocencia en el cómic de superhéroes. Una inocencia herida de muerte ya en los setenta, cuando el Rey inició esta epopeya con sabor clásico a contracorriente, pues al mismo tiempo las novias de los héroes morían o sus sidekicks se enganchaban a la heroína. En 1985, como en breve dejaría claro Moore con Watchmen, ya no hay sitio para el heroísmo clásico.
El rechazo de Kirby a la guerra, patente en toda la obra, no significa la condena genérica de la violencia. El combate cara a cara entre Orión y Darkseid se plantea como un final digno y honorable al conflicto, sin víctimas inocentes.
En este sentido, Orión, en su fiera querencia por el combate cuerpo a cuerpo, no queda señalado como un belicista, al contrario: su comportamiento se resalta como heroico y honorable. Lo contrario es la actitud de Darkseid, que huye el combate con su hijo o le prepara emboscada tras emboscada y finalmente escapa no sin antes tratar de infringirle el mayor daño posible.
Existe otro tema apuntado, que sirve de telón de fondo, aunque no se le dedica mucha atención. Es la revolución de los Perros hambrientos. Los habitantes de Armagueto no sólo dan título al último episodio de la Saga, sino que en la misma introducción de portadilla Kirby deja claro su papel: “Las batallas decisivas se libran en la calle, las batallas decisivas las libran los indefensos, las batallas decisivas las deciden… ¡los Perros hambrientos!”. Teniendo en cuenta la juventud pendenciera de Kirby y su carácter de veterano de la Segunda Guerra Mundial, cabe percibir otra nota autorreferencial.
Los Humildes son así protagonistas de la caída de Darkseid, pero su insurrección apenas pasa de ser la acción de una turba. Ha sido además la acción de Orión la que los ha impulsado, puede que deliberadamente, para aprovecharse del caos subsiguiente. En el levantamiento parece que converge tanto el anuncio de un “tiempo nuevo” distinto al de la Micro-marca como la victoria de “la carne frente a la máquina”. Tristemente, nada se avanza en ese sentido. Más allá de desencadenar el caos, este asunto no pasa de ser parte del decorado de la obra, sin apenas mensaje diferenciado.
Más allá de las temáticas abordadas, la historia contiene escenas de acción que son tan poderosas o incluso más que en los mejores momentos de la Saga. La incursión de Orión en Apokolips, la emboscada de Darkseid o la insurrección de los Humildes son escenas que se benefician del nuevo viñetado que emplea Kirby y consiguen una mayor fuerza e impacto. Hay algo cinematográfico en esas escenas, dramático. Kirby no ha perdido sentido de la narración gráfica.
Nunca antes habíamos visto Apokolips con tanto detalle. La omnipresencia de monstruos mecánicos, torres de vigilancia y módulos carcelarios rodeadas de suciedad, decadencia y entornos industriales dan un verdadero aire de pesadilla, de mundo distópico. Un mundo a punto de colapsar, ya sea por la guerra o la revolución.
Los diálogos son excesivos, sobrecargados, demasiado rimbombantes y declamatorios. La Saga siempre había tendido a esa ampulosidad, pero creo que, en estos episodios finales, esa tendencia se desborda.
Por otro lado, el ya comentado viñetado y la composición de página han dado un vuelco enorme en relación con la clásica parrilla de cuatro o seis viñetas, la más usada por Kirby en la Saga. Formas geométricas variadas o enmarcados de motivos tecnológicos tratan de darle un aire distinto y también ofrecen una solución al baile de formatos que sufrió la elaboración de la historia. Un baile que se nota de una página a otra y que a veces afecta a la calidad del dibujo, al color o a la fluidez de la historia.
A pesar de algunos cabos sueltos, existe tanto continuidad en trama y temas entre éstas últimas historias como cierta distancia con los de las series originales. Los temas más trascendentes como la búsqueda de la Ecuación Anti-vida, que en el pasado justificaron todos los movimientos de Darkseid, son relegados en favor de la carrera armamentística. El propio Darkseid se muestra consciente de este cambio. Tanto en una historia como en otra, se muestra incómodo ante los avances tecnológicos y nostálgico de los tiempos de las conspiraciones y la guerra cara a cara. Parece que Darkseid aprecia más el sometimiento por la victoria o por el quebranto de la voluntad que por la pura y simple aniquilación.
Se puede decir que la visión más bien optimista de la tecnología que mostraban las series primitivas ha virado a un enfoque más pesimista. No deja de resultar curioso que sea el villano el que se haga eco de esta inquietud, que parece nacer del propio autor. En 1985 Kirby tiene 68 años. Ha dejado muy atrás su juventud. Se entiende una mirada recelosa de los avances tecnológicos producto de la guerra. De este modo, Darkseid se acerca a sus nuevos ingenios mecánicos con el mismo escepticismo que un anciano general se acercaría a los novísimos misiles crucero de la época. Una extraña sintonía que se percibe entre villano y autor.
En todo caso, es obvio que pese al tono de “Grande Finale” de esta space opera, la Saga está lejos de haber concluido. Todos los personajes principales están vivos y sus tramas abiertas. Darkseid sigue ansiando la dominación cósmica. Orión asumir su herencia y redimirla. Secundarios importantes han vuelto oportunamente a la vida. El combate profetizado por la Fuente no se ha producido. La Ecuación de la anti-Vida sigue sin descifrarse y el misterio de la Fuente sin resolverse.
Si la serie original era una fanfarria, estos episodios son más bien fúnebres. No en vano, son la historia de un Apocalipsis Nuclear. Pese a sus defectos, ejercen una extraña fascinación.
Lo que deja este final es un sabor agridulce. Maravilloso caos total en la ficción, oportunidad perdida para autor y lectores. Uno no puede dejar de preguntarse qué habría sido capaz de hacer Kirby, pese a su edad y las limitaciones de espacio, si hubiera dispuesto de total libertad creativa.
Si la Saga del Cuarto Mundo no tuvo el final que se merecía, podría decirse lo mismo de los reinicios ejecutados por los más variados autores tras el abandono definitivo de Kirby
.
De forma sucesiva al fin del Cuarto Mundo original, se publicó el vol. 2 de Super-Powers que en algún aspecto trataba de proseguir la acción desde The Hunger Dogs, por ejemplo, Darkseid instalado en la Luna tras su huida de Apokolips y su pugna por recuperar el control de su planeta tras la revolución. Sin embargo, esta continuación apócrifa pronto fue barrida por un acontecimiento de dimensiones multiversales: la Crisis en Tierras Infinitas. En esta trascendental epopeya, tan solo vemos asomarse a Darkseid y sus acólitos en un par de números, aunque juegan un papel significativo en la destrucción del Anti-monitor. Sin embargo, la importancia de esta participación radica en dos aspectos. Por un lado, respeta el final de la Saga establecido por Kirby, con la destrucción de Nuevo Génesis. Por otro, reconoce la existencia de Apokolips en el Nuevo Universo DC post-Crisis, ya que su última aparición en la maxiserie es una vez reiniciado el Universo DC (CoIE #12; 03/86).
Ya en el Universo DC post-Crisis y hasta el reinicio de los Nuevos 52 (2011), podemos encontrar varios intentos de, o bien reiniciar el Cuarto Mundo, o bien dotarle de un final de altura. Cada uno de estos intentos reelaboró con mayor o menor intensidad las bases del cosmos ideado por Kirby.
En la magnífica web Comic Teams dedicada a supergrupos DC se pueden encontrar esquemas, resúmenes y un montón de información acerca de las distintas encarnaciones de los Nuevos Dioses de Kirby. Aquí nos limitaremos a hacer un breve resumen, sin entrar en las aportaciones o los matices que diferencian unos de otros, para lo que necesitaríamos una enciclopedia.
Ya vimos un primer relanzamiento, a finales de los setenta, donde Gerry Conway fue pieza clave, y que fue borrado de la continuidad con el regreso de Kirby a mediados de los ochenta.
Un segundo relanzamiento, ya post-Crisis, tuvo lugar a finales de los ochenta, con los segundos volúmenes de Forever People y Mister Miracle y el tercero de New Gods (recordemos: el segundo era una reimpresión del primero) implicando a JM De Matteis o al ayudante de Kirby, Mark Evainer.
Este segundo relanzamiento se realizó en un contexto totalmente diferente a la Saga original y a su posterior continuación sin Kirby, pues el Cuarto Mundo se encontraba ahora perfectamente incorporado al Universo DC, Darkseid ejercía ya sin discusión como el gran villano deceíta (como se vio en Legends -1986/87-) y personajes como Míster Miracle o Big Barda eran protagonistas en la nueva Liga de la Justicia Internacional. A su vez, contó con el refuerzo de la miniserie Cosmic Odyssey (1988/89), de la mano de prestigiosos autores como Jim Starlin o Mike Mignola.
En esos mismos años, los personajes del Cuarto Mundo también frecuentaron las colecciones de Superman, primero bajo la batuta de John Byrne, responsable de su relanzamiento post-Crisis, y luego con Roger Stern y George Pérez.
A modo de crossover con Legends, Byrne ideó una pequeña saga de tres números en las colecciones del Hombre de Acero (Superman vol.2 #3, Adventures of Superman #426 y Action Comics #586, todo el 03/87) en lo que sería el primer encuentro post-Crisis entre Darkseid y Superman. Es en este arco donde vemos por primera vez a un “Superman malvado” adoptado por el Señor de Apokolips, idea que tanto furor y dolor de cabeza ocasionaría después. Byrne respeta el final establecido por Kirby e incluso se permite añadir algún personaje al reparto del Cuarto Mundo. El arco, hay que decirlo, es excelente. Con un Darkseid ya consolidado como la personificación del “Mal” del Universo DC, la lógica imponía convertirlo en un antagonista directo, sin mediación de la Liga u otros, de la principal fuerza del “Bien”, Superman.
Posteriormente, también vimos una suerte de reboot de las tramas y los personajes que Kirby utilizó en Superman´s pal Jimmy Olsen. Morgan y su hijo Vincent Edge, Dubbilex, el Proyecto Cadmus, el Guardián o incluso el Superbólido fueron frecuentemente utilizados por Stern o Pérez en sus estancias en las series de Superman.
Sorprendentemente, este relanzamiento post-Crisis cayó en clamorosos fallos de continuidad cuando Mark Evainer en New Gods vol.3 no respetó algunos de los sucesos de The Hunger Dogs (señaladamente, la destrucción de Nueva Génesis o el rescate de Tigra por parte de Orión)lo que contradecía lo visto en las series de Superman o en Legends. A esto se le sumaron nuevas injerencias editoriales y baile de autores que hicieron naufragar el relanzamiento.
Poco después, aprovechando el reseteo parcial de Hora Cero (1994), DC procedió a una nueva revisión del canon. En esta ocasión, no sólo vimos el cuarto volumen de New Gods y el tercero de Mister Miracle, sino nuevas series como Takion (1996) o múltiples one-shots.
Este nuevo reboot empezó enmendando el contradictorio material post-Crisis publicado hasta entonces, para acabar eludiéndolo y conectando directamente con el final original de Kirby cuando John Byrne tomó las riendas. Byrne, fan acérrimo de Kirby y siempre con un ojo en su trabajo, trató de proseguir la Saga donde la había dejado el Rey al mismo tiempo que reelaboraba y profundizaba en los orígenes de los Nuevos Dioses en la mini serie Genesis (1997). Es en este momento cuando se oficializa la denominación “Cuarto Mundo” y se pretende completar su arquitectura aclarando la trayectoria de los tres mundos anteriores (donde el Segundo Mundo lo compondrían los Viejos Dioses del panteón escandinavo, siguiendo planteamientos del propio Kirby) y anunciando el advenimiento de un Quinto Mundo.
Y así llegamos a las últimas reelaboraciones de los mitos del Cuarto Mundo previas a Los Nuevos 52, esta vez centradas exclusivamente en cerrar dignamente este ciclo kibyano. Fueron Jim Starlin y Grant Morrison los que trataron de componer el final operístico que la historia demandaba filtrando, sintetizando y recapitulando todo lo que pudieron del material previo. Como no podía ser de otra manera, los trabajos casi simultáneos de ambos autores no pudieron evitar caer en nuevas contradicciones y fallos de continuidad. En el caso del estadounidense, la miniserie Death of the New Gods (2007-08) conectaba con su anterior Cosmic Oddisey, y respetaba parte del trabajo de otros. En cuanto al escocés, su planteamiento respondía únicamente a un extenso macro-arco propio que fue atravesando el Universo DC a lo largo de una década en títulos tan variopintos como JLA, Seven Soldiers of Victory o Batman para hallar su consumación en Crisis Final (2008), donde se marcaba el fin definitivo del Cuarto Mundo y el inicio del Quinto dentro, claro, del multiverso “morrisoniano”. Los planes de DC, huelga decirlo, eran otros, y con Flashpoint (2011) se estableció un nuevo reinicio global de todo el Universo con renovados Nuevos Dioses formando parte de éste. Darkseid siguió siendo, por si alguien lo dudaba, el villano definitivo.
Este accidentado peregrinaje de relanzamientos, injerencias, contradicciones y grandes finales abortados añade drama y tragedia a la epopeya editorial del Cuarto Mundo. Tristemente, parecen avalar cierto aire de obra maldita, incapaz de hallar la composición y el final que merece. Aunque a su vez, no deja de tentar a los mejores creadores del género. Quizá sea un reto creativo irresistible, o una forma particular de rendir personal homenaje al Rey. O a lo mejor se trata, tan sólo, de una historia tan buena que todavía busca un final a su altura.
Pese a que en su momento se valoró como un fracaso comercial y una obra confusa, lo cierto es que el Cuarto Mundo ha acabado triunfando.
Con esta obra, Kirby aportó elementos de drama cósmico y space opera que eran totalmente desconocidos para el Universo DC. Es cierto que en DC contaban con Adam Strange, la Legión o incluso la JLA para plasmar diferentes tipos de conflictos estelares, pero ninguno tenía la dimensión e implicaciones del Cuarto Mundo. Esto se dejaba notar en varios sentidos.
Por un lado, la extensión del conflicto. Ya no se trataba de una “invasión marciana”, abierta o clandestina, o de una guerra civil en un planeta a lo Flash Gordon. El Cuarto Mundo era una “guerras de las galaxias” antes de que existiera La Guerra de las Galaxias. Coincidencia o no, Marvel empezó a publicar a los pocos meses de aparecer las series del Cuarto Mundo la Guerra Kree-Skrull en las páginas de The Avengers (#81, 06/71),donde la Tierra era también el campo de batalla de una conflagración intergaláctica entre dos bandos.
Por otro, las implicaciones del conflicto. No se trata tan sólo de la lucha espacial entre dos potencias, enésima metáfora de la Guerra Fría, sino que en ese conflicto se dirimen cuestiones que afectan al principio y al fin del mundo, a lo que entendemos por vida o por libertad. Estos temas también se pueden entender como proyecciones de las implicaciones subyacentes en el choque entre EE UU y la URSS, pero Kirby los conjuga en un relato creacionista, dualista y escatológico, a la manera de las mitologías y las religiones occidentales.
Por su voluntad cosmogónica, el Cuarto Mundo podía aportar un paraguas que sirviera de sostén a todo el entramado cósmico deceíta precisamente en el momento de expansión de su Multiverso. Sin embargo, en esto, como en otras cosas, la suerte no sonrió a Kirby ni al Universo DC. Para empezar, y como ya se ha comentado, sus creaciones tenían un estatus peculiar dentro de la naciente continuidad oficial. Después, las cancelaciones y posteriores revisiones limitaron enormemente no ya su integración, que se dio a trompicones pero se dio, sino su eficacia como fondo de escenario común de una “DC cósmica”. Incluso en tiempos post-Crisis, el rendimiento del Cuarto Mundo como expresión de la “DC cósmica” ha estado por debajo de su potencial.
Mientras eso ocurría en DC, Marvel experimentó una verdadera explosión cósmica con la decisiva aportación de Jim Starlin, donde la influencia de Kirby y su Cuarto Mundo se hicieron notar. La “Marvel cósmica” coqueteó con un universo bipolar con la guerra Kree-Skrull, planteó las grandes preguntas de la existencia con Adam Warlock y parió un villano colosal en la figura de Thanos. Es en este villano, el supremo producto de la Marvel cósmica, donde más directamente se ve la influencia de Kirby y su Darkseid. Incluso a la vuelta de “Jolly” Jack, no tuvieron problemas en integrar a sus The Eternals (#1; 07/76, serie que evoca poderosamente al Cuarto Mundo) en el sólido entorno cósmico marvelita.
Otro elemento novedoso fue el carácter de saga. Este es una de las características más peculiares del Cuarto Mundo. Tres colecciones independientes pero entrelazadas, formando un único relato. Se podría decir que el Universo Marvel ya tenía esa peculiaridad, pero es que lo que vemos aquí no es el devenir de un universo compartido sino la historia reconcentrada de su colapso: es un proto-crossover, un proto-evento. Sin duda se trata de una aportación fortuita, dado que la intención de Kirby era componer una saga prolongada llena de pequeñas historias, a la manera de las eddas, pero la composición final, debido a las cancelaciones, resultó en casi medio centenar de números publicados en poco más de un año, con una colección central y varias colecciones satélites. Una vez se consoliden las series limitadas, el esquema básico y el formato de publicación de los eventos superheroicos está servido. Conflicto cósmico-reunión de personajes-villano definitivo sería la columna vertebral. Serie limitada central-docenas de crossover laterales sería la fórmula de publicación propicia. Antes que Crisis en Tierras Infinitas, antes que Secret Wars, Kirby ya nos había enseñado cómo contarlo.
Por último, un aspecto quizá implícito: el culebrón. Como ya se ha comentado, el armazón clásico dota a la saga del imprescindible conflicto familiar. Este aspecto culebronesco que necesariamente supone un seguimiento estricto de la continuidad, ya era moneda corriente en Marvel, pero no tanto en DC.
Por el peso, la importancia y la actualidad de esos aportes, no debería despacharse precipitadamente esta obra por envejecida. No cabe duda que hay en ella cosas insostenibles a día de hoy, pero también muestra recursos y planteamientos que son todavía hoy alimento del género supeheroico por la sencilla razón de que hunden sus raíces en esquemas atemporales.
Debido a esto, la potencialidad y actualidad de los personajes y las tramas aportadas por Kirby han acabado imponiéndose. Casi cinco décadas después de su publicación, ya consumada su integración en el Universo DC, su papel en el mismo se ha vuelto imprescindible, como evidencian sagas como Legends, Crisis Final o la Liga de los Nuevos 52.
Otros formatos al margen del cómic se han nutrido enormemente del Cuarto Mundo. Las series animadas, desde Super-Friends hasta Justice League Unlimited pasando por Superman no han hecho sino confirmar su naturaleza de pieza clave del Universo DC. La presencia de los personajes del Cuarto Mundo en el DCAU dio episodios inolvidables, con dedicatorias y homenajes a Kirby incluidos.
Por si persistían dudas, la película de la Liga de la Justicia (2017) trató de basar el naciente DCEU sobre elementos clave del Cuarto Mundo. El estrepitoso fracaso del film no empaña la versatilidad de la obra de Kirby, a todas luces demostrada. De hecho, los directivos de Warner, advirtiendo el golpe y en una de sus pocas decisiones comprensibles, decidieron limitar al mínimo imprescindible la presencia de elementos del Cuarto Mundo para que no se vieran afectados por el fracaso. Es decir, prefirieron reservarlos para usos mejores. Eso indica una mínima valoración por su parte.
Pero sin ninguna duda, el mejor legado que el Cuarto Mundo de Kirby dejó a DC fue Darkseid y sus acólitos. Con él, la Liga ganó un rival de su nivel; Superman, su némesis cósmica; y el Universo DC el villano de mayor calibre y carisma de todos cuantos tiene. Desde que debutó hace casi medio siglo no hay representación del Universo DC en cómic, televisión, cine, videojuegos, juguetes u otros soportes donde el Señor de la Guerra de Apókolips no sea la suprema encarnación de la destrucción y la opresión. En estos años también se ha dado, por supuesto, la caricatura y la sobre-exposición. El convertirlo en villano-multiusos, que aporta una solución fácil cuando ya no se sabe por dónde tirar. En este sentido, quizá aun estemos huérfanos de una historia definitiva de Darkseidy sobre Darkseid.
No se limita a DC y Marvel la influencia del Cuarto Mundo. Desde hace tiempo existe la opinión de que el Cuarto Mundo fue una de las influencias fundamentales de George Lucas en la gestación de su saga Star Wars.
La verdad es que hay similitudes más que evidentes. Si fueran sólo un par de casos aislados, quizá no merecería más atención, pero van más allá. Vemos similitudes en personajes y sus alineaciones, donde cierta gestualidad, conductas y estéticas de la pareja Darkseid-Desaad recuerdan a la compuesta por DarthVader-Emperador solo que con los papeles cambiados, así como los Jóvenes Eternos -un vaquero, un adolescente, un gigantón peludo y una chica- remiten al cuarteto que forman Han, Luke, Chewie y Leia. Sólo faltaría Vykin… ¡¿Lando?!.
Seguimos viendo similitudes en determinados nombres y conceptos, donde Darkseid es una alteración deliberada de “darkside”, el lado oscuro de la Fuerza. La Fuerza, a su vez, puede remitir a la Fuente o bien a la Astro-fuerza, aunque ésta no ejerce el papel central que en un principio apuntaba; o Mark Moonrider que parece una variación de Luke Skywalker. Incluso la Estrella de la Muerte como “terror tecnológico”, con su enorme cañón, parece un Apokolips actualizado con sus Pozos de fuego convertidos en armas.
Caso aparte es la ambientación, el sabor vagamente similar de ambas sagas, comprensible en tanto que beben de la space opera y el “espada y planeta”, con su peculiar mezcla entre medievalismo y futurismo, entre religiones antiguas y alta tecnología. Sin olvidar la presencia alegórica de temas de la actualidad en el envoltorio de una fantasía espacial. En eso, el Cuarto Mundo anticipa mucho de lo que ha hecho grande a Star Wars.
Hay otra semejanza más elemental y profunda, y es la del hijo-héroe que lucha por cumplir su destino frente al padre-villano. No cabe duda de que el esquema básico de ambas sagas es esencialmente el mismo. Pero difícilmente se puede reprochar aquí nada, ya que estamos ante un paradigma argumental clásico, que se repite en multitud de sagas y que forma parte de un patrimonio cultural milenario. Son precisamente exitosos los relatos que consiguen reinterpretar y actualizar ese planteamiento básico y conectarlo con el “espíritu de época” actual.
Lucas siempre ha afirmado, en todo caso, que su gran inspiración fueron los seriales de los años treinta y en concreto Flash Gordon, amén de la influencia de Kurosawa. Todos hemos visto escenas y fotogramas casi idénticos de la saga galáctica y esas fuentes referidas: la relación es difícil de negar. Sin embargo, que yo sepa, Lucas nunca ha reconocido influencia alguna por parte de Kirby y su obra. Vistas las semejanzas ya apuntadas, cuesta creer que el director o alguien del proyecto no hayan ojeado unos cuantos cómics de Kirby.
No se trata aquí de ejercer de justiciero ni de acusar de nada, tan sólo de aportar los elementos que nos permitan ser conscientes de la dimensión de Kirby como creador de mitos. Su capacidad de conectar con ese fondo atemporal de relatos, caracterizaciones, tramas e ideas es asombrosa. Su influencia va así más allá del medio al que se entregó en cuerpo y alma.
El Cuarto Mundo es la expresión más personal de esa incombustible capacidad del Rey de crear relatos más grandes que la vida. Relatos sobre el principio y el fin del mundo, sobre la eterna batalla entre el bien y el mal, sobre lo que hay de divino en el ser humano.
Por eso, Jack Kirby debe ser reconocido como uno de los grandes creadores de mitos populares de la cultura contemporánea.
Valoraciones finales: el Rey ante su Cuarto Mundo.
La importancia de esta obra en la trayectoria de Kirby es fundamental. Ya se ha comentado que es su obra más personal y ambiciosa y puede considerarse su último gran trabajo.
No cabe duda que Kirby será recordado siempre por su magistral obra en la Marvel de los sesenta, sobre todo en The Fantastic Four y The Mighty Thor. El Cuarto Mundo trata, de hecho, de interiorizar ese bagaje narrativo y desarrollar todo el potencial de las ideas esbozadas en sus trabajos en Marvel. Existen así evidentes líneas de continuidad y vasos comunicantes con su obra marvelita. Sin embargo, el contraste es también notorio. Por ambición, temas y profundidad, el Cuarto Mundo se sitúa mucho más allá que sus trabajos en Marvel.
Kirby no tiene en la cabeza una gran novela-rio sin final como ya era Marvel. Él quiere una gran historia, con un cierre a lo grande, operístico. Narrar un ciclo mitológico completo, una “materia del Cuarto Mundo”. Su apuesta es pues más osada, más personal. Pero su ejecución también es menos depurada. Menos equilibrada.
A veces da la sensación de que quiere hacer algo para lo que todavía no hay un formato. La epopeya cósmica se ve algo lastrada por una serialización todavía muy deudora de los esquemas de la Silver Age, con su búsqueda del impacto número a número. El dominio de esta fórmula por parte de Kirby es total. Su inventiva parece realmente ilimitada, pero la sensación es que intenta que dé de sí algo que le excede, algo para lo que necesita un formato de narración que todavía no ha sido inventado. Los grandes eventos cósmicos, con multitud de series limitadas, tramas transversales, fill-ins, tie-ins, sin-offs, etc. serían la respuesta.
Se sabe, además, que Kirby improvisaba, que se dejaba llevar por sus golpes de inspiración. La historia de fondo va transitando así de manera irregular, aunque perceptible, a través de quiebros, desvaríos y acumulación de ideas. Un sólo número del inicio de la Saga o episodios trascendentales como “El pacto” o “Himón” darían ahora para arcos enteros, números especiales, miniseries o novelas gráficas. Aquí son un número más metido entre aventura y aventura.
En relación a la tradicional crítica de la obra como “confusa”, hay que decir que Kirby se muestra muy seguro de lo que quiere decir y transmitir. Otra cosa es que esa transmisión a veces resulte sobrecargada, demasiado apabullante. Cabe añadir, además, que cuando hablamos de grandes eventos cósmicos, prácticamente ninguno se escapa de incoherencias, confusiones, lagunas y algún que otro problema de fluidez.
A lo largo de la Saga se han planteado temas atemporales como literalmente lo divino y lo humano, la libertad y el destino, la guerra y la paz, la resistencia frente a la opresión, el choque generacional, el viaje del héroe. Pero no todo es grandiosidad. Hay también temas más terrenales que vertebran los dramas personales presentes. Walter Simonson lo comenta en una de las introducciones: Mister Miracle trata sobre un objetor de conciencia, Forever People sobre unos jóvenes aventureros, New Gods sobre los grandes guerreros y Jimmy Olsen sobre la gente normal situada en tierra de nadie en un conflicto ajeno.
Es también una historia de superhéroes absolutamente desacomplejada, con su fantasía desbordante, su ciencia ficción imposible, su lenguaje pseudocientífico lleno de palabras inventadas. Para Kirby los superhéroes son dioses y, como tales, “gigantescos reflejos del bien y el mal que los hombres albergan en su interior” (Orión en New Gods #10). Ese es el eje sobre el que pivota buena parte de su obra, tanto en Marvel como en DC. En esto Kirby no va al compás de los tiempos, sino a la contra. Mientras él diviniza a los superhéroes, los nuevos autores de los setenta y los ochenta los humanizan hasta lo truculento.
Su marcha de Marvel se entiende plenamente justificada: tiene algo que contar, algo propio, sin condicionantes, y va a hacerlo.
En este punto siempre menciono a Morrison. Probablemente el autor de cómics de superhéroes más desacomplejado desde Kirby. Siempre he visto mucho de Kirby, para bien y para mal, en Morrison: los conceptos colosales, la disparatada jerga pseudocientífica, el sentido trascendente de la aventura, la querencia de gran saga, los temas filosóficos diseminados por doquier. Y también, cambios de escena incomprensibles, argumentos entrecortados, sobrecarga de acontecimientos. Morrison añade, eso sí, una “molonidad” muy del gusto actual y un saber hacer en lo guiones que destaca por diálogos brillantes, atinadas caracterizaciones y un talento asombroso para la frase épica.
Dicho esto, es un ejercicio inútil pero fascinante fantasear con un lo que hubiera podido hacer un Kirby en plena forma, bien asistido, con variedad de formatos de publicación. Ya se ha visto luego a autores en mejores condiciones estrellarse a la hora de tratar de ordenar el caos del Cuarto Mundo. Tan fácil no debe ser.
No es solo la estructura de gran saga lo que ha dejado, también un puñado de personajes sólidos, solventes, atractivos. Su permanente inquietud por reflejar los temas de su tiempo, por deslizar críticas o mensajes en relación a las grandes preocupaciones del momento. Que todo eso saliera de la mente y la mano de un solo hombre no puede merecer más que un profundo reconocimiento.
Estamos, en fin, ante una referencia ineludible del cómic de superhéroes. Una obra hecha con el corazón. La más personal de uno de los autores de cómic por antonomasia. Desbordante y excesiva, sí, pero también intensa y emocionante.
Una obra inacabada, sin un final a la altura de sus ambiciones, pese a la nómina de formidables talentos que han tratado de concluirla.
Una obra a la espera una vez más de que el retorno del Rey reinstaure el orden cósmico frente a la destrucción definitiva.
El Rey que fue y que siempre será.
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