Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de El hijo, de David Yarovesky
Dirección: David Yarovesky.
Guión: Brian Gunn, Mark Gunn.
Música: Tim Williams.
Fotografía: Michael Dallatorre.
Reparto: Jackson A. Dunn, Elizabeth Banks, David Denman, Meredith Hagner, Matt Jones, Jennifer Holland, Steve Agee, Becky Wahlstrom, Stephen Blackehart, Terence Rosemore, Annie Humphrey, Christian Finlayson, Emmie Hunter, Mike Dunston, Gregory Alan Williams, Elizabeth Becka, Gwen Parrish, Leah Goodkind, Shaun McMillan, Michael Rooker.
Duración: 90 minutos.
Productora: H Collective. Distribuida por Sony Pictures Entertainment (SPE)..
Nacionalidad: Estados Unidos.
“Mom, who I am?” Brandon Breyer
Históricamente, los miembros más pequeños del hogar han sido siempre centro de todo cuidado y protección. Tanto el desarrollo físico como el mental se encuentran en fases muy primarias fomentando dicha vulnerabilidad. Sin embargo, esto no es óbice para que, en el mundo del séptimo arte, numerosos infantes hayan sido protagonistas de las mayores amenazas. Habitualmente vinculadas al género de terror, ahí tenemos claros ejemplos como La profecía, ¿Quién puede matar a un niño?, Los chicos del maíz o la reciente ganadora en el Fant a la mejor película, The hole in the ground (o si preferís su horrible traslación al castellano, Bosque maldito).
De manera inevitable, el título de la cinta que hoy nos ocupa me retrotrajo a 1993, cuando a mi tierna edad de diez años me disponía a ver El buen hijo, interpretada por Macaulay Culkin cuya Solo en casa solía devorar el reproductor VHS de mi padre compulsivamente. El sadismo del personaje me traumatizó profundamente mientras me solidarizaba con el primo de este interpretado por un jovencísimo Elijah Wood. No es oro todo lo que reluce, y la mente retorcida de este pequeño psicópata en potencia era equiparable (aunque sin poderes) al Brandon Breyer que acapara el protagonismo en El hijo.
El hijo es una modestísima cinta que contó con un presupuesto de 6 millones de dólares y desde sus primeros avances ya intuíamos que iba a utilizar la curiosa fórmula de combinar el género de terror con la arquetípica cinta de origen de superhéroe. Y es que, si Mark Millar nos presentaba Superman: Hijo Rojo, la versión alternativa de El Hombre de Acero aterrizando en la extinta Unión Soviética siendo tan solo un bebé, David Yarovesky hace lo propio en ese pequeño pueblo de Kansas llamado Brightburn (título original de la cinta), reverso tenebroso de Smallville, creando un trasunto de Superman oscuro que bien podría rivalizar con el Ultraman de Tierra 3.
La carta de presentación del realizador de El hijo, el mencionado Yarovesky, se antojaba escasa siendo la olvidable The Hive su único y desconocido trabajo detrás de las cámaras hasta la fecha. Pero, si algo llama la atención en los títulos de crédito de esta cinta es la predominancia del apellido Gunn en los mismos. El director de Guardianes de la Galaxia, James Gunn, tras confirmar su presencia en la dirección de la tercera entrega de dicha franquicia marvelita (una vez que quedara en agua de borrajas su despido por aquellos tuits ofensivos hace casi una década), ejerce aquí como productor y bajo su manto surgen los nombres de Mark y Brian Gunn, primo y hermano respectivamente del futuro realizador de The Suicide Squad, y que fueron los responsables de la escritura del guion.
Los noventa minutos que dura El hijo se nos pasarán en un suspiro gracias a su alto ritmo. Cierto es que no hay un gran desarrollo de personajes, ni tampoco se nos contará el origen de Brandon (ni falta que hace), pero la película es tan entretenida como trepidante y no hace ningún tipo de concesiones. El reguero de muertes no es apto para estómagos sensibles y ciertos “fatalities” nos recuerdan a ejecuciones similares vistas en sagas como Destino final o Saw. El gore y la casquería es un recurso que se utiliza en momentos puntuales de la película y nos recuerda que, aunque el protagonista tenga 12 años, el visionado debe de ser exclusivamente para adultos. Jackson A. Dunn (por momentos pensé que se trataba de un miembro más de la Tribu de los Gunn) construye un inquietante antagonista, aunque bien es cierto que no llega a aterrar. Su Brandon Breyer, que por nombre y funciones recuerda al Michael Myers de Halloween, percibe “la llamada” de su civilización y activa su destino: conquistar el mundo. No sabemos si atendiendo al lema de “piensa globalmente, actúa localmente” comenzará la misión en su pequeño pueblo adoptivo cual villano de slasher haciendo pasar las de Caín a toda su línea de flotación.
A pesar de que desde el comienzo vemos cierta falta de adaptación, bullying mediante, el guion no trata de justificar los actos de Brandon en ellos. Las virtudes de la humanidad no han calado en el muchacho procedente del espacio exterior y su carencia emocional le permite cometer todo tipo de tropelías sin pestañear. Nadie dijo que la pubertad alienígena fuera fácil. El atuendo elegido para su nueva ocupación resulta funcionar a las mil maravillas pese a ser algo tan simple como una capamanta roja con una capucha que recuerda a la del Dr. Jonathan Crane en la trilogía de El caballero oscuro dirigida por Christopher Nolan. El resultado final es bastante siniestro pese a asemejarse, una vez más, a la túnica escarlata de Clark Kent.
En el resto del reparto el rostro más conocido era, sin duda, el de Elizabeth Banks. La actriz nacida en Pittsfield (Massachusetts) hace 45 primaveras tiene en su filmografía títulos como ¿Hacemos una porno? o Los juegos del hambre. En esta ocasión, Banks se mete en la piel de la sufridora madre del protagonista. El amor incondicional de este personaje hacia su primogénito se verá truncado a medida que va descubriendo que el niño, probablemente, es culpable de las muertes y desapariciones que se están dando en Brightburn. Banks cumple sin más en un guion que no está hecho para lucimiento de sus intérpretes. Un escalón por debajo podemos poner a sus compañeros de reparto. Empezando por su marido a quien da vida David Denman (13 horas: Los soldados secretos de Bengasi), pasando por el veterano Gregory Alan Williams como el sheriff Deever y terminando por el cameo de Michael Rooker en los títulos de crédito que, una vez más, fantasea con la idea de que otros miembros similares a los de la Liga de la justicia (En este caso Wonder Woman y Aquaman) estén dando rienda suelta a su faceta más oscura para poner en jaque al conjunto de la humanidad.
En definitiva, El hijo es una película que cumple con lo que promete. Directa al mentón, la cinta dirigida por David Yarovesky se nos pasará en un suspiro. La historia juguetea de forma traviesa con el mito de Superman para darle la vuelta a la tortilla y presentarnos a un preadolescente dispuesto a aplastarnos. A ojos de Brandon Beyers (que firma sus propias “obras” con una doble B), los humanos somos seres inferiores que, además de aburrirle solemnemente, tenemos que ser eliminados de la ecuación. Al encenderse las luces nos quedamos con ganas de más y eso sólo puede ser una buena señal. Independientemente de que El hijo cuente con secuelas o no lo haga, esperamos que franquicias como The Suicide Squad (que precisamente llevará a buen puerto James Gunn) tomen buena nota de como con muchos menos medios se pueden conseguir grandes resultados.
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