Javier Vázquez Delgado recomienda: Marvel Limited Edition. What If? Orígenes

El multiverso. Parece un concepto sacado de la ciencia de la ficción, pero para el entendido es algo bastante real; es probable que muchos no sepan que lleva rondando en forma de hipótesis desde finales del S. XIX. Cada vez hay más científicos (comenzando por Hugh Everett y siguiendo por Max Tegmark o Brian R. Greene, entre otros) que nos han descubierto y que todavía argumentan acerca de la existencia de distintos universos paralelos dentro de la totalidad del espacio y del tiempo. Algo de tamaña magnitud queda reservado para mentes de primer nivel, como el bueno de Stephen Hawking, que precisamente estaba trabajando en un tema físico sobre realidades paralelas antes de que la muerte le llegara en el año 2018. Como vemos, el fondo tiene sus visos de verosimilitud científica, pero nosotros nos movemos en los terrenos de la ficción, y más concretamente en el ámbito del noveno arte. En el caso del Universo Marvel, había sido confeccionado como un rico tejido interconectado, ya no solo a nivel de un ficticio planeta Tierra, poblado de seres suprahumanos, sino a niveles siderales y místicos (otros mundos y otros planos mágicos nos fueron revelados desde su misma implantación).

Roy Thomas fue uno de los mayores entusiastas del concepto multiverso, ya que bajo su batuta nos trasladamos a diversas realidades alternativas, que convivían con la continuidad tradicional, en una fecha tan temprana como finales de los sesenta. Casos como las dimensiones de Arkón (donde Thomas trataba de crear su propia versión de Conan el Bárbaro) o la del Escuadrón Siniestro (luego reconvertido a Supremo) son claros intentos de ir en esa línea. A la altura de 1977, Roy es uno de los grandes nombres que pueblan el Bullpen; sin embargo, su figura cada vez se queda más relegada a proyectores menores, podríamos decir que bastante personales, en su puesto de autor-editor. Uno de ellos es la colección que tenemos entre manos, What If?, un requerimiento de nuestro Roy al editor jefe de la época, Archie Goodwin, y que terminó convertida en una longeva colección (cuarenta y siete ejemplares el primer volumen) que presentaba jugosas posibilidades alternativas, tomando como base el conocimiento de ciertos aficionados del Universo Marvel, en general. Panini Cómics y SD Distribuciones nos presenta los orígenes de esta cabecera, en un voluminoso tomo de más de 400 páginas. Nuestro objetivo es analizar, de la cabeza a los pies, lo que puede dar de sí este tipo de relatos.

Es importante consignar que nos hallamos ante un capricho personal de un autor muy versado en la continuidad, convertido en una serie con encanto, pero muy alejada de la primera plana editorial, pese a que ha quedado instaurada de manera casi permanente en la compañía (infinidad de volúmenes atestiguan esa aseveración, teniendo el último de ellos muy reciente en mente, puesto que se distribuyó en tiendas en el año 2018). A mediados de los setenta ya se podían contabilizar un buen número de momentos icónicos que el seguidor marvelita atesoraba, como oro en paño. Retorcer esas imágenes preconcebidas y utilizar los resortes de inusitadas posibilidades necesitaban de la complicidad de un seguidor más o menos versado en el entorno compartido. Sin ese detalle, el impacto sería bastante menor de lo esperado. Debido a esto, se ha decidido iniciar esta entrada con un punto donde pondremos en contexto las doce historias que constituyen el material de base para las tramas de este MLE. No vamos a entrar a destripar los argumentos que incluye el tomo; no tengan ningún miedo a ese respecto. Solo refrescar de donde parten los diferentes autores que pueblan los créditos de What If?, por si queda alguien despistado en la sala. Por último, nos referiremos a la calidad del volumen en sí, la típica reseña al uso, advirtiendo, de nuevo, que va a ser libre de spoilers.

Toda historia tiene un origen

What If? es una colección peculiar dentro del organigrama editorial. Se constituye por un puñado de historias imaginarias, que nunca ocurrieron en la continuidad tradicional, aunque muchas de ellas terminaron por resultar premonitorias y, con el tiempo, transmutadas en canon, pero no adelantemos acontecimientos. Tal y como nos relata Ralph Macchio en el prólogo de este tomo, a Roy no le gustaba que se tildaran como “imaginarios” a estos episodios. Le estimulaba pensar que el total de los acontecimientos sucedía en el multiverso Marvel, quizás al mismo tiempo en que la continuidad tradicional establecía las versiones oficiales. Como decimos, la idea romántica de Thomas es que observáramos las diversas ramas de un gigantesco árbol marveliano, capaz de generar incontables posibilidades. Pero nosotros, como aficionados con tablas, sabemos que en realidad no es más que eso, jugar con las posibilidades, retorcer a los personajes y sus esencias, y que nunca se pasará de ahí.

Para el guionista significaba una manera particular de honrar la experiencia de trabajar en Marvel junto a su mentor, Stan Lee. Thomas, en su texto de presentación situado en el Correo del Lector de What If? #1, recuerda con cariño todo lo aprendido junto a Lee y una de sus acciones predilectas era la forma que tenía el editor jefe de plantear tramas para el futuro…. ¿y si….? Roy recuerda que era la manera habitual de presentar las posibles ideas de Stan ante un expectante Bullpen. De ahí que, desde su misma concepción, se tuviera claro cuál iba a ser el título de la revista. Ésta se concibe como un grupo de argumentos autoconclusivos donde se toma de base algún aspecto de sobra conocido por el aficionado y se trastocan las esencias para que el resultado sea completamente distinto. Para que la cuestión funcione de manera orgánica, se establece un modus operandi muy concreto, utilizando la figura del Vigilante. Uatu era una creación de Stan Lee y Jack Kirby, una poderosa entidad cósmica dispuesta para observar los acontecimientos de la Tierra y alrededores, nunca con potestad para actuar. Thomas le otorga el papel de cicerone, de hilo conductor para cada capítulo, donde se suele recordar al espectador de qué punto se parte.

Y esa es la razón que nos ha traído hasta aquí, establecer las bases de las que surgen las doce historias “imaginarias” que pueblan este volumen. Solo recordar que su desarrollo difiere y mucho a lo luego serán los diversos episodios de What If? Muertes, desbandadas, cambios de estatus, nuevos rostros bajos las máscaras….cualquier cosa era posible, ya que la idea era estimular la imaginación de los lectores y, sobre todo, causar sorpresa e impacto. Trasladar la noción de que cualquier cosa era posible en manos de los autores adecuados. Roy Thomas se mantuvo en el puesto de editor, pero no siempre en el de guionista (otros profesionales de la escritura pusieron su granito de arena en el proyecto), junto a su nutrido surtido de artistas de la casa. Así, se definió el apelativo de título de culto que casi siempre le ha acompañado, dado que no se puede decir que sea una las cabeceras señeras de la época, en términos de calidad total. Su mayor función es homenajear a un Universo Marvel, que ya se acercaba sigilosamente a la veintena y cuyos andamiajes estaban lejos de ser socavados. Todo gracias al buen hacer de una serie de autores que conocían lo que implicaba la sacrosanta continuidad.

Es obligatorio empezar con Spiderman. A finales de los setenta, es el emblema de la editorial, el personaje icónico, aquel que lleva el peso en ventas (pronto superado por los X-Men de Claremont). Parece la opción adecuada para todos, pese a que para Roy nunca fue uno de sus personajes favoritos. Él era más de los 4 Fantásticos. Y bueno, puede ser que a algunos lectores recientes no recordaran el impactante episodio acontecido en Amazing Spider-Man #1. Pongámonos en situación. Peter Parker recién estrenaba su traje arácnido. Había aprendido por las malas aquello del “poder y responsabilidad”. Aun así, las increíbles habilidades sobrehumanas no siempre traen la felicidad. La muerte del tío Ben dejó una situación monetaria complicada en casa de los Parker. Su compromiso con la tía May lleva al trepamuros a optar por la desesperada, acudiendo al cuartel general de los 4 Fantásticos, el grupo más rutilante de la editorial. Su objetivo, formar parte de la agrupación a la espera de un jugoso estipendio, que los Fantásticos le deniegan, al conformarse como asociación sin ánimo de lucro. El palo para Spidey es considerable, por lo que no le queda otra que buscarse las habichuelas en otros pastos. Eso no quiere decir que quedara algún tipo de inquina entre los personajes; la relación entre el héroe solitario y el famoso grupo se puede decir que es algo más que cordial (la amistad con Johnny Storm es un buen termómetro de la sintonía entre ambos).

A partir de entonces, los caminos entre la Primera Familia y el arácnido más famoso del universo se entrecruzaron en varias ocasiones, resultado de las típicas colaboraciones de la casa. Finalmente, la unión al grupo se hizo efectiva en 1991, aunque con algo de trampa. En Fantastic Four #348, plena época de Walt Simonson, se presentan unos 4 Fantásticos sustitutos que quedaron marcados en la retina de una generación, gracias al fantástico diseño aportado por Arthur Adams. Hulk, Lobezno, el Motorista Fantasma y nuestro Spiderman se constituyen como los herederos de la marca, al darse por muertos los integrantes oficiales. El experimento duró un par de números, no más, pero ya se puede decir que Parker llegó a formar parte de la mitología de los Fantásticos.


Más recientemente, con la idea de Jonathan Hickman de organizar la Fundación Futuro en la franquicia fantástica, al buen Spiderman se le pudo ver colaborando con los mismos, aspecto que resaltaba con un cambio significativo de atuendo, blanco inmaculado, idéntico al de la Fundación, que incluso adoptó en ocasiones durante algunas sagas en el meollo de la Era Slott. De facto, su inclusión oficial al grupo se produjo en Amazing Spider-Man #657, cortesía del citado Slott y de Marcos Martín. Se puede decir que, desde aquel legendario Amazing Spider-Man #1, los vínculos entre Spidey y los 4F no han hecho nada más que crecer y crecer.

Incredible Hulk #1 definió a una extraña fusión entre monstruo y superhéroe, realizada por el tándem mágico formado por Stan Lee y Jack Kirby. El brillante científico Bruce Banner es alcanzado por la explosión de una bomba gamma, lo que trajo como consecuencia que el hombre cediera paso al monstruo, cuando los rayos del sol desaparecían sobre el horizonte. Hulk es una fuerza de la naturaleza, todo poder bruto, nada inteligencia, que se ve hostigado por un ejército norteamericano que solo piensa en reducir aquello que no comprende. La dicotomía Banner-Hulk se mantiene en un fino hilo, pues pronto descubriremos que no es la llegada de la noche aquello que provoca la transformación, sino el estado de ánimo de la parte humana de tan inusual entente. Y cuando eso ocurre, el admirable intelecto deja paso a una forma de pensar totalmente primaria, que únicamente se basa en la supervivencia más básica.

El Hulk primitivo es algo que ha caracterizado la larga trayectoria del Coloso Gamma. Sin ir más lejos, la interpretación reciente de Al Ewing es una de las más apreciadas, colocándose entre las favoritas para el seguidor del Gigante Esmeralda. Pero también es cierto que ha habido autores que trataron de indagar en esa posible partición entre inteligencia y primitiva fuerza bruta. El primero de ellos, y desgraciadamente de los menos recordados, fue Bill Mantlo. Autor de una trascendental etapa en los años ochenta con el personaje, puso sus esfuerzos en ahondar en la psique de Banner y en el cómo el bueno de Bruce estableció una lucha sin cuartel para recobrar el control de su cuerpo, ya fuera en su estadio normal o en el verdoso lleno de músculos. Tamaña acción fue posible, tras un costoso proceso, que dio inicio en Incredible Hulk #272 (junio del 82, fecha de portada), pasando a ser reconocido como héroe, a los ojos del mundo. Las buenas noticias tan pronto llegan, como se van; tras un par de años de un Banner controlando a la bestia, tocó afrontar un nuevo descenso a los infiernos, volviendo Mantlo al Gigante Esmeralda si cabe más salvaje y peligroso todavía, enviado a la Encrucijada para no causar mal alguno.

La senda del Hulk inteligente se había abierto y autores como Peter David explotaron esa faceta en relación a partes de una personalidad fracturada, una forma de afrontar las situaciones de tensión en la que la mente de Banner daba rienda suelta a distintas versiones del monstruo, cada una con un propósito. Sin duda, el epítome de esta tendencia fue la idea de convertir a Banner en el Maestro, un personaje poderoso y maquinador, que consiguió sobrevivir en un “futuro imperfecto”.

Llegando ya a Marvel Now!, Mark Waid utilizó la nomenclatura de Indestructible, no tanto en relación a su poder físico, sino haciendo alusión a la capacidad de un Banner capaz de controlar a Hulk a su antojo. Lo teníamos alejado de la imagen del eterno fugitivo, colaborando con S.H.I.E.L.D., en aspectos científicos y misiones de evidente dificultad. No hay duda de que, debajo de ese amasijo de músculos y fuerza bruta, siempre ha existido una mente brillante. Por momentos, ésta ha podido controlar la situación, tal y como hemos pudimos observar de primera mano en la excelente “Vengadores: Endgame”, vestido de profesor Hulk, aunque no se puede decir lo mismo en su actual etapa en los cómics.

Los Vengadores son el gran supergrupo de héroes en la editorial. Algunos pondrán en duda tal afirmación, debido a la proliferación de los mismos (X-Men, 4 Fantásticos, Defensores, Campeones, etc.). Sin duda, si recordamos sus modestos orígenes, todavía se hace complicado comprender como llegaron a despuntar, teniendo en cuenta la variopinta formación inicial. Para Avengers #1, que debía ser la respuesta a la celebérrima Justice League de DC, Stan Lee y Jack Kirby reunieron a los personajes individuales de la compañía (siempre exceptuando a Spiderman y al Doctor Extraño, que Ditko imposibilitaba como posibles adiciones grupales): Hulk, Iron Man, Thor, el Hombre Gigante y la Avispa. Todos ellos disfrutaban de aventuras nominativas en cabeceras contenedor (solo Hulk tuvo la suerte de debutar en revista con encabezado propio, aunque se canceló en el #6, y paso al sector de cómic compartido). Este variopinto elenco no podía tener menos en común, más allá de ser elementos con poderes, dispuestos a unirse cuando surgen amenazas que por separado no podrían contener. Y la figura de un maquiavélico Loki cumple perfectamente con esa definición.
Avengers se concibe como la cara oficial del Universo Marvel, en cuanto a formaciones se refiere. Una base, unos estatutos, un reglamento, un presidente, un mayordomo (el buen Jarvis)…..reminiscencias de la composición del modelo a seguir, la sacro santa Justice League. Pero Stan y Jack estaban acostumbrados a darle su toque personal, lo que solía incluir disensiones y peleas en el grupo. Así, a la conclusión del #1 USA, el Increíble Hulk decide abandonar a los débiles humanos, para continuar con sus diatribas personales.

La salida del Gigante Esmeralda supone la primera piedra de toque para una constante en los Vengadores, las rotaciones en el supergrupo. Podía haber sido algo peor, la disolución total del equipo; tras un abandono, puede ser que el efecto contagio se hubiese extendido. El cambio de miembros se institucionalizó a partir de Avengers #16, con la historia titulada “El Viejo Orden Cambió”. La posibilidad de una desaparición efectiva de los Vengadores es algo con lo que se ha jugado a lo largo de su vida editorial. No en vano, su unión es algo interesada, pues todos ellos manejaban sus propios problemas en aventuras individuales. Afortunadamente, nunca terminó de concretarse esa separación.

Aun así, se pueden citar ciertos momentos de crisis donde los Vengadores se mantuvieron en el filo de la navaja. En Avengers #21, el malvado influjo de la Encantadora le hace creer a las autoridades competentes que los miembros del momento (Capitán América, Ojo de Halcón, Mercurio y la Bruja Escarlata) son molestias, a ojos de la población mundial, por lo que se les insta a la desbandada. Esta casuística apenas dura hasta el #22, donde el Capi consigue el perdón gubernamental, lo que implica a su vez que, tras el trabajo bien hecho, deje la formación (de manera momentánea, por supuesto). En Avengers #92, una icónica trinidad vengadora con comportamientos erráticos anuncia su disolución. Esto es una trampa organizada por el guionista Roy Thomas, ya que estos Vengadores son skrulls, interesados en invadir el planeta y no tener resistencia. Como algunos habrán adivinado, estamos en los inicios de la gran macrosaga conocida como la “Guerra Kree-Srull”, por lo que ese movimiento estaba más que justificado por los malévolos cambia formas.

Quizás uno de los momentos más tensos respecto a esta cuestión se dio durante la breve etapa de Walter Simonson. En Avengers #297, tenemos la primera gran separación de la formación, que nos llevó a uno de los elencos menos apreciados por el fandom, con el Capitán, Thor, dos miembros de los 4F (Reed y Sue Richards) y Gilgamesh el Eterno. Corramos un tupido velo al respecto. Más recordado es el Avengers Finale, epílogo del “Vengadores Desunidos”, la trama que Brian Michael Bendis utilizó para dinamitar cualquier aroma a clasicismo en la franquicia, allá por 2005, dispuesto a iniciar una revolución con sus New Avengers. Pese a sus diferencias, alternancias, cambios y egos, los Vengadores han sido una constante editorial desde su debut. Desde luego, jugar con una posible disolución era todo un órdago difícil de cumplir.

Los Invasores fue un caprichoso personal de Roy Thomas. En cierto sentido, ese detalle ya le conecta con la serie What If?, otro proyecto muy apegado al bueno de Roy. Este guionista siempre se había declarado un entusiasta de la Golden Age, lector voraz en su juventud de aquellos coloridos superhéroes. Así que se decidió tirar de retrocontinuidad, en plenos años 70, para jugar con los juguetes de los años 30 y 40. No era la primera vez que se había metido en tales jardines. En su primigenia etapa en los Avengers, más concretamente en el #71 USA, nos regaló la aparición de la sagrada trinidad Timely, aunque sin aportar nombre específico. El guionista intentaba que el aficionado moderno sintiera que había un pasado en la Golden y que ese era compaginable con la continuidad Marvel. De ahí que, pese a que el nombre de Invaders es algo novedoso, se pueda conectar fácilmente con el Escuadrón de Vencedores que se publicaba en Timely.

La continuidad. Ese gran concepto que muchos autores (y lectores) veneraban (veneramos) como el gran aporte del Universo Marvel interconectado. Thomas fue su primer gran adalid, con permiso de Stan. Y precisamente de la Golden se había heredado una incongruencia de tamaño “king size”. Stan Lee y Jack Kirby fueron incorporando a los grandes de manera paulatina. Cuando le tocó el turno al Capitán América, se determinó que quedó en animación suspendida desde el año 45, tras un incidente con el Barón Zemo. Pero claro, esto no casaba con la publicación real del personaje. De ahí que Roy estableciera un enrevesado plan para solventar esa cuestión. Con la ayuda de Steve Englehart, pudo arreglar lo concerniente al Capi anti-comunista de los 50. Para el tramo anterior se utilizó concretamente un número de What If?, que establecía la premisa del ¿y si…? pero quedaba olvidada, a las primeras de cambio, por un objetivo mayor.

Y es eso lo que localizamos en este tomo, un episodio que hasta el mismo Roy era consciente que rompía sus propias reglas, ya que el lector intuía que no era precisamente una historia imaginaria, sino canon oficial y oficioso. La explicación del cambio de manto del Capitán América, de aquellos que vistieron el traje de las barras y estrellas, por extrema necesidad, se puede considerar uno de los mayores aportes de Thomas al entorno marvelita.

Seguimos con la II Guerra Mundial y el Capitán, pues uno de los elementos consustanciales al personaje, en la Era Marvel, fue la losa por la pérdida de Bucky Barnes. Mientras que nuestro Abanderado había sobrevivido en animación suspendida, Barnes, su acompañante juvenil, había perecido en el intento. De ahí que Steve Rogers lo tuviera muy presente en sus recuerdos e, incluso, intentara revivir su figura en los zapatos de Rick Jones, durante un breve periodo de tiempo. La razón para su muerte es más prosaica que heroica. Stan Lee no creía en los acompañantes juveniles. Como hemos nombrado, se había utilizado para esos menesteres a Rick Jones y pare usted de contar. Lee marcó una política de no sideckicks muy clara en sus inicios, apoyando más al héroe juvenil, sin necesidad de ser adlátere de nadie.

El pensar, allá por 1977, en que la dupla patriótica no se hubiera roto era algo del todo impactante. Observar como hubieran sido los acontecimientos, siguiendo la línea cronológica hasta llegar a los sesenta, sin congelaciones, ni estados de hibernación, es la base de este What If? Un punto de interés en este episodio es ver como los autores mezclan el trasfondo de Steve Rogers y Bucky con el de Nick Furia. El viejo sargento fue otro invento ubicado fuera de continuidad, que su buena aceptación trasladó al entramado Marvel habitual. Reubicado como agente de la C.I.A, pronto se le buscó nuevo acomodo como el Director de S.H.I.E.L.D., la versión marveliana del furor por los relatos del tipo James Bond. Mezclar al Capi y a Bucky con la organización espía, enemigos como Hydra, secundarios como Dum Dum Dugan, Sharon Carter…. las posibilidades se antojan tremendas.

De todas formas, el impacto se ve bien reducido desde que, a inicios del S. XX, Ed Brubaker nos hizo partícipe del Soldado de Invierno. Un efectivo soviético que se había dedicado al noble arte del asesinato y que permanecía atrapado en estado de hibernación hasta que el siguiente gobierno lo necesitara. Ese Soldado de Invierno no era otro que Bucky Barnes. El sidekick no había muerto en el accidente, sino que cayó en terreno de la madre Rusia, que lo convirtió en una máquina de matar. La iconografía y trasfondo de este personaje no ha dejado de crecer. No ya solo por su creador original (se entiende el por qué se le otorga ese crédito a Brubaker), que incluso propuso una corta serie compartida entre el Capi y Bucky durante la II Guerra Mundial y llegó a hacer de él su sustituto oficial tras la muerte de Steve en Civil War, sino también por todos los continuadores. Un personaje que ha tenido varias mini series o etapas regulares, incluido en varios grupos de la editorial y que sigue teniendo una inusitada fuerza, tanto a nivel de cómic como en el apartado audiovisual, parte significativa del MCU.

La Era Marvel de los cómics nació gracias al influjo de los 4 Fantásticos. La salida de Fantastic Four #1, en noviembre de 1961, provocó un terremoto en el terreno del comic-book. Una nueva forma de afrontar un género que había sufrido los rigores del ostracismo, tras el cese de su popularidad, en los años posteriores a la II Guerra Mundial. Lee y Kirby perfilaron un cuarteto de superhéroes, totalmente remozado, que incluía un poco de todo para todos. Teníamos a Mr. Fantástico, el genio científico del grupo; el género se nutrió de abundante temática de la ciencia ficción más básica, por lo que alguien de este estilo no podía faltar. Otro integrante del equipo era la Cosa; Stan y Jack pasaron gran parte de los cincuenta especializados en la temática monstruosa, por lo que ésta era la manera de honrar su pasado reciente. La siguiente es la Chica Invisible; el elemento femenino, imprescindible para las dinámicas que estaban pensadas a desarrollar. Con ella se podía incluir la cuestión melodramática, a la que tan dado era Stan y tomar prestadas características del género romántico, que todavía hacia furor en la época. Por último, la Antorcha Humana; reciclaje de un concepto que tuvo una especial significación en la editorial durante los años cuarenta y cincuenta.

Los Cuatro Fantásticos surgen con el habitual accidente de la era atómica. Reed Richards trabaja en un proyecto, alto secreto, que pretende ser avanzadilla en el programa espacial. Los inconvenientes burocráticos obligan a Reed a fichar a sus más allegados, ya que no está dispuesto a perder la carrera por las estrellas. Su viejo amigo Ben Grimm, piloto experimentado, se une a la novia del científico, Susan, y a su joven hermano, Johnny, un enamorado de la mecánica y los motores. Cuando se encuentran en plena misión, un fulgurante baño de rayos cósmicos dará al traste con el viaje estelar. Pero algo ha cambiado en ellos, han retornado a la tierra con extraños poderes y deciden que su uso será en favor del bien de la humanidad.

Este relato es bien conocido por cualquiera que sea asiduo al mundillo de los pijamas. Cuesta alejar la imagen icónica de cada uno de los 4 Fantásticos. Por tanto, lo audaz, en este caso, es perfilar el mismo tipo de historia que surgió bajo la batuta de Lee y Kirby (con el Dr. Muerte de villano) otorgando otras capacidades a sus protagonistas……¿ver a Grimm sin su aspecto rocoso y sin su proverbial fuerza?¿Susan alejada de su imagen pasiva y convertida en la más proactiva de la formación?¿Reed asumiendo el rol del eslabón débil del grupo?¿no Antorcha Humana en los 4F? Nos encontramos ante un argumento que refuerza su denominación de imaginario, debido a que es algo que difícilmente se podría ver en la continuidad tradicional. Hemos asistido a pérdidas ocasionales de poderes (sobre todo con la Cosa, aquel que más ha renegado el viaje espacial), pero nunca una transmutación permanente de los mismos.

Amazing Fantasy #15 es pura historia del cómic. Pocas veces un relato ha impactado tanto en la forma de concebir el medio. Lo que crearon en esas páginas Stan Lee y Steve Ditko es pura magia, algo casi imposible de replicar. Y eso que generaciones y generaciones de autores se han esforzado en ello. Básicamente, que un chaval normal y corriente de Queens puede marcar la diferencia. No es el hecho de que te pique una araña radioactiva y te otorgue poderes; es saber cómo gestionar ese caudal para honrar la máxima del poder y la responsabilidad. El caso de Peter Parker era único a finales de los setenta, por lo que plantear distintas posibilidades con gente de su entorno cercano suena interesante.
El primer sujeto a tratar es Flash Thompson, el abusón de turno, que por azares del destino se convierte en el fan número uno de Spidey. Ver a Flash como Capitán Araña, y como su ímpetu no casa bien con ser un superhéroe, refuerza la idea de que la araña mordió a la persona correcta. Thompson ha tenido una vida editorial harto compleja. De eterno secundario irrelevante pasamos a conocer algo mejor su pasado, como sujeto pasivo de un progenitor que abusaba de él, para sufrir los rigores de la guerra, al perder las dos piernas. Finalmente, su recompensa fue albergar al simbionte negro más popular de Marvel, convertido en el Agente Veneno, llegando a contar con un par de volúmenes a su nombre y formar parte de varias agrupaciones. Incluso, cuando perdió el favor del parásito alienígena, todavía se pudo reformular como el Anti-Veneno. Pese a disfrutar de una fulgurante carrera superheroica, sucesos recientes nos dejan a Flash Thompson como una figura trágica a la que honrar con el recuerdo.

Nuestra siguiente protagonista es Betty Brant, la primera novia de Peter Parker. Es cierto que nombres como Gwen Stacy o MJ Watson son más queridos para el aficionado, pero no es óbice para recordar que Betty fue la primera de ellas. Eterna secretaria de JJ. Jameson, imaginen como hubiera sido la película si en vez de un Spiderman hubiéramos tenido una Spider-Girl. Brant es, por derecho propio, uno de los secundarios habituales durante la era Lee-Ditko. Con el paso de los años, fue perdiendo el favor de los autores y ha quedado reducida a la esposa de Need Leeds, con todo aquel follón del Duende, que tanto coleó durante años. Más relevancia ha tenido el apelativo. Meses antes de la salida de este What If? había debutado Spider-Woman en serie regular, la versión femenina del arácnido, pese a que los protagonistas no tenían ningún tipo de relación o cercanía. Pero el nombre de Spider-Girl podía tener su impacto. De hecho, Tom DeFalco y Ron Frenz hicieron un gran trabajo con él al otorgarle el apelativo a la hija de Peter y Mary Jane de una realidad alternativa. Y cubrieron años con este encabezado. Así pues, es necesario recordar que la primera vez que se sacó a colación el nombre fue en este cómic.

El último de los posibles “mordidos por araña radioactiva” es el hijo del editor del Bugle, John Jameson, famoso astronauta. La lógica interna de los acontecimientos le lleva a adoptar un uniforme muy similar a su ocupación y la megalomanía de su padre le obliga a hacerse llamar Araña Jameson. Hay que decir que John siempre fue un secundario muy menor, que tuvo su reconversión en un ser con poderes y que contó con su propia revista para aventuras individuales. Man-Wolf era la versión del Hombre Lobo pasada por el filtro de piedra alienígena con poderes. Durante el final de Creatures on to Loose , fechado en los años 1974 y 75, tuvo oportunidad para brillar. Ya sabemos que el personaje no alcanzó el éxito, pero la cercanía de su posible revival, en Marvel Premiere #45 (en ese mismo año 1978), hizo que los autores lo incluyeran en este What If?

Una de las grandes peculiaridades del Spider-Man de Lee y Ditko es que era algo único, irrepetible. Autores como J.M. Straczynski prostituyeron esa singularidad al convertir a Peter en parte de algo mayor, de algo totémico, de un conglomerado místico, que abrió la puerta a conceptos como “El Otro”, Miles Morales o a “Universo Spiderman” (y continuaciones….¡¡hola Spidergedon!!). Lo último de lo último a ese respecto es que durante “Pecado Original” descubrimos que la misma araña que picó a Peter también lo hizo a otra muchacha, Cindy Moon, compañera de clase del buen Parker, por lo que llegado el momento ésta también salió a la luz, convertida en la heroína Silk (o Seda, en nuestro idioma). Y pensar que en 1978 era casi anatema pensar en la existencia simultánea de más de un Spider-Man.

Daredevil es uno de esos personajes que tardó lo suyo en despuntar. La mayoría del fandom conoce la etapa de Frank Miller, pero ésta se inició ya en los años ochenta, cuando el “cuernecitos” llevaba una larga carrera a sus espaldas (abril de 1964 es su fecha de debut). Después de la grandiosidad de Miller, ha sido un héroe Marvel que, en las manos adecuadas, ha dejado etapas brillantes en el recuerdo, hasta llegar a nuestra práctica actualidad; sin embargo, sus inicios fueron realmente modestos. Creación conjunta de Stan Lee y Bill Everett, se puede decir que porta en su ADN la singularidad de los productos de la Casa de las Ideas, es decir, superhéroes con pies de barro. Lo que articularon Everett y Lee es de tal audacia que todavía cuesta asimilarlo: un personaje con discapacidad, con una ceguera crónica para ser más exactos. Es cierto que no es el primer impedido en la editorial; el año anterior nacía en las páginas de X-Men el mutante Charles Xavier, postrado en una silla de ruedas, pero parecía que, al ser uno de los telépatas más poderosos del mundo (si no el que más), ese detalle quedaba como relegado. En este caso, contamos un hombre normal, entrenado en todo tipo de formas de lucha, con el resto de sus sentidos aumentados, balanceándose por los tejados de Nueva York y batallando cuerpo a cuerpo contra temibles criminales.

Como decimos, los primeros pasos de la colección fueron dubitativos. Un origen de manual, un alter ego, Matt Murdock, dedicado a la abogacía, su habitual galería de secundarios (Foggy Nelson y Karen Page, miembros del bufete), los antagonistas de rigor… en ese aspecto, sin fisuras. Pero no fue fácil encontrar la personalidad propia a la serie, que no dejaba de ser las peripecias de una especie de Spidey adulto, sin problemas económicos. Una de las claves para mantener la identidad secreta de Murdock es que nadie imaginaba que tras la máscara del Diablo Guardián pudiera esconderse un invidente. Si ese aspecto hubiese sido revelado, las asociaciones no hubieran tardado en arribar.

En la cabecera se trató el tema de manera tangencial, como el empeño de Karen de que su ceguera era operable y que contaba con un médico para revertir la situación (Daredevil #9), o la mucha más ridícula introducción del gemelo Mike Murdock (a partir de Daredevil #25), una de las decisiones más inclasificables ocurrida en el despertar de la colección. Lo trascendente en este punto es que Matt siempre asumió que su ceguera era parte de ser Daredevil; sus sentidos aumentados y la seguridad de su personalidad civil dependían muy mucho de ello.

En realidad, el meollo de la cuestión es la identidad bajo la máscara. El saber que alguien ciego es un superhéroe podía reducir el campo de acción para las pesquisas de sus archienemigos. El primero de ellos que consiguió deducir la verdad fue el malvado Kingpin, más concretamente en Daredevil #227, lo que es el pistoletazo de salida para Born Again. Después de eso, autores como Brian Michael Bendis, Ed Brubaker o Andy Diggle han tenido que reformular las historias en base al conocimiento o no de su identidad civil. Quizás el más imaginativo haya sido Mark Waid, el último gran autor en Daredevil, que jugó con tramas específicas sobre el hombre tras las máscara, durante gran parte de su etapa, llegando a un punto de complejidad que obligó a su sucesor, Charles Soule, a pasarla por ser de nuevo un secreto. Y es que la persona que se viste de Diablo Guardián es si cabe más importante que aquellas acciones a las que se tiene que entregar como superhéroe.

El primer ejemplar de los Vengadores se pone a la venta en septiembre de 1963 (fecha de portada). La reunión conjunta de algunos de los talentos más importantes de la editorial se produce en la Era Marvel de los cómics. De eso no hay duda. Pero también es cierto que la renovada importancia del superhéroe tiene sus bases en el trabajo previo de los años 40 y 50. Los héroes de los cuarenta se pueden considerar reconocidos, con nuevas versiones o directamente integrados en la continuidad tradicional. Además, teníamos el All Winners Squad o su continuación natural, los Invasores, como nombres apreciados por el aficionado. Hasta aquí de acuerdo, ¿pero qué pasaba con los efectivos de los 50? Hay que recordar que no fue una década propicia para el superhéroe, con los lectores pendientes de otros géneros en boga. Los personajes que porfiaban durante la Era Atlas vestían más para temáticas como la ciencia ficción, aventuras o el romance.

De esa guisa, los autores recuperaron a un puñado de esos caracteres creados en los años 50, para conformar un concepto que solo adquiere su significado durante los 60, Los Vengadores. Así, por pasar lista de manera rápida, contamos con Marvel Boy (émulo del Capitán Marvel), Venus (hija de Zeus y prima de Hércules), el Robot Humano (un personaje que nació en una revista de terror, Menace #11), el Hombre Gorila (creado para la ocasión pero extraído del trasfondo de Jann de la Jungla, una de tantas versiones de Tarzán femenina) y el Hombre 3D (otro invento de los 70, que ambientaba sus aventuras en el pasado, en su segmento en Marvel Premiere). Un grupo heterogéneo, reunido por el agente del gobierno Jimmy Woo, que buscaba colaboradores contra el gran peligro de la época, Garra Amarilla, la versión propia del Fu Manchú de Sax Rohmer.

Este experimento no pasó de este ejemplar de What If?, hasta que, en el año 2006, el guionista Jeff Parker lo revivió con incuestionable éxito. Woo y todo el séquito de rarezas fueron puestos de nuevo en acción bajo el más apropiado nombre de Agentes de Atlas, en homenaje al tiempo que los vio nacer (de ahí que el Hombre 3D fuera sacado de la ecuación, al ser producto de la retrocontinuidad). Dos volúmenes con Parker al timón (el primero entre 2006 y 2007, y el segundo en 2009), lo que alimentó su imbricación en el tejido editorial, han permitido que el término haya sido reformulado en este 2019 como agrupación de variados superhéroes asiáticos, esta vez con Greg Pak al procesador de textos. Quién sabe de la continuidad de estos Agents of Atlas tendrán en el futuro.


A finales de 2011 y principios de 2012, se probó de nuevo con la nomenclatura Vengadores en algo anterior a su creación efectiva. Brian Bendis y Howard Chaykin nos presentaron la asociación de varios personajes, sin duda creados en la Era Marvel, pero con una cierta longevidad, lo que les permitía retrotraerse a finales de los cincuenta. Avengers 1959 llegó a contar con mini serie de cinco números, a cargo en exclusiva de Chaykin, con elementos como Nick Furia, Dientes de Sable, Namora o Dominic Fortune. No hay nada como la solvencia de una marca para asociar lo inasociable.

Journey into Mistery fue una longeva cabecera donde abundaba la ciencia ficción barata. El aficionado habituado a ese contenido tuvo que llevarse una buena sorpresa cuando en su #83 USA se dio de bruces con una portada que anunciaba la presencia de Thor, el dios nórdico del trueno. Stan Lee, Larry Lieber y Jack Kirby estaban prestos a introducir más conceptos mitológicos, a la manera Marvel. Donald Blake es un médico estadounidense con una cojera permanente, lo que le obliga a llevar, de manera obligada, un bastón. En un viaje a los territorios nórdicos, se ve obligado a entrar en una cueva donde descansa un martillo místico que le convierte en el mismo Thor en persona. Golpeando en el suelo con el bastón, se transforma en el Dios del Trueno . Una de las secundarias de rigor que llevaba aparejada la historia era la enfermera Jane Foster, enamorada de Thor, que a su vez era por la que el doctor Blake bebía los vientos. Melodrama del bueno para echarle un poco más de salsa a la trama.
Supongo que el personal ya sabe lo que está a punto de ocurrir. Nadie, en su sano juicio, podía pensar en los setenta que Jane Foster pudiera blandir, de alguna forma el martillo, por tanto la historia de este What If? causó sensación en su momento. Ver a la apocada enfermera convertida en Thordis, toda una fuerza de la naturaleza, repartiendo mandobles por doquier, derrotando a enemigos que la superan en grandiosidad, es mucho más que un espectáculo.

Lo cierto es que la leyenda de Mjolnir lo dice bien claro: “quien sostenga este martillo, si es digno, poseerá el poder de… ¡Thor!”. No es que sea de uso exclusivo del hijo de Odín, sino que apela a la dignidad intrínseca del portador. Así lo pudimos ver en 1983, con una autor en estado de gracia, un Walt Simonson que impuso la primera gran sustitución de impacto, en la continuidad tradicional. Bill Rayos Beta es un alienígena que se muestra digno de portar el arma forjada en Uru, ante los ojos de un extrañado Odín, lo que se tradujo en que obtuviera su propio martillo, el Destructor de Tormentas. Sin duda, fue una primera intentona que abrió el camino a otros portadores, aunque siempre tuviéramos al bueno de Thor como principal usuario del Mjolnir.

En 2014, como resultado del evento “Pecado Original”, Odinson se volvió indigno. Esa tara le impide levantar el famoso martillo, abandonado a su suerte. Pero hete aquí que alguien recoge ese testigo, una misteriosa mujer se hace digna y se convierte en el Thor oficial de la editorial. Durante algunos números (los previos a Secret Wars), el impulsor de la idea, Jason Aaron, mantuvo la intriga de quién podía ser esa fémina capaz de alzar a Mjolnir. La sorpresa saltó a las redes sociales cuando se hizo público que Jane Foster, que además estaba enferma de cáncer, había sido la elegida por el guionista de Alabama. Durante cuatro años, Aaron se ha dedicado a sublimar al personaje de Jane Foster, convertida en un ejemplo de cómo se debe tratar la mitología nórdica fusionada con el Universo Marvel. Cuando su periplo en Thor está a punto de finalizar, con “La Guerra de los Reinos” ocurriendo en estos instantes, el guionista anuncia que comienza una nueva serie con Foster como Valquiria. ¡¡Quién lo iba a decir en 1978!!

Los 4F significan el origen de la Era Marvel de los cómics. Su importancia es reconocida por cualquier elemento del Bullpen. Durante los setenta es todavía uno de los puntales definitorios, lo que no enmascara que los tiempos están cambiando. Marvel se ha poblado de nuevas caras, su tendencia es hacia arriba y está presta a convertirse, a no muy tardar, en la número uno del mercado. Hay experimentación, nuevas líneas, ideas atrevidas…. Algunos lectores de la década puede que piensen que esto siempre había sido así. Nada más lejos de la realidad. Marvel Comics es herencia directa de Atlas, un tiempo maldito donde el dueño de la empresa, Martin Goodman, apenas tenía personal para cubrir el cupo y no pocas veces se planteó cerrar el chiringuito. La verdad es que la transformación era considerable.

Jack Kirby había retornado a casa por estas fechas y hablando con Roy Thomas sobre What If?, éste le propuso al Rey montar un argumento ligero sobre cómo serían los 4 Fantásticos vestidos de la guisa de trabajadores de la Casa de las Ideas. Kirby aceptó el envite, por lo que en vez de llevar al equipo editorial en viaje a las estrellas, hizo que una caja repleta de energía cósmica llegara a la redacción, con inusitadas consecuencias. Buscó a los miembros con más solera y estableció los siguientes nombres: a Stan y Jack no hace falta presentarlos, pues son los demiurgos, los creadores del Universo Marvel; Sol Brodsky se trataba de un artista que se encargaba, en los viejos tiempos, de la producción, es decir, que casi todo (borraba lápices, montaba páginas, añadía color, etc.) y ahora era la mano derecha de Lee; y Flo Steinberg, la secretaria de Stan, que en realidad trabajaba en montones de cosas más en la redacción. Tamaño supergrupo llevaba unido a Marvel Comics (y precedentes) su buena cantidad de años. Era justo que fueran ellos la representación “viva” del cuarteto fantástico.

Obviamente, este What If? ha tenido poca traslación a la continuidad tradicional. Se trata más bien de un homenaje. Pero no es menos cierto que aparición de guionistas, dibujantes o editores, interactuando con personajes de la editorial, casi siempre en tono jocoso, es algo que se ha prodigado bastante desde que Lee y Kirby trataron de colarse en la boda de Reed Richards y Susan Storm. Este relato se mueve, ni más ni menos, que en esa misma onda.

En realidad, este episodio se debe tomar una celebración. Primero, por la participación de Jack Kirby, que dentro de muy poco abandonaría las oficinas de Marvel para nunca más volver. Luego, a renglón seguido, por ser una loa a un momento en el que no habían abultados números en ventas, grandes fastos, solo un pequeño grupo de abnegados profesionales que entregaban lo que mejor tenían para llegar a fin de mes. Marvel Comics llevaba camino de convertirse en un gigante, pero era necesario recordar de dónde se venía para saber hacia dónde se iba.

Incredible Hulk #1 es un número impecable como argumento de origen. Es innegable que el resto de la colección, hasta su cancelación en el #6, fue dando tumbos, pero hay que reconocerle a Stan y Jack que su mezcla entre Doctor Jekyll y Míster Hyde, versión era atómica, y superhéroes funcionó a las mil maravillas. La historia es harto conocida. El doctor Bruce Banner es un experto en energía gamma, colaborador habitual del gobierno y más concretamente del ejército estadounidense. En los momentos previos al testo de la primera bomba gamma, con fines militares, un joven alocado se adentra en terreno prohibido, a escasos segundos de su lanzamiento, lo que hace que el buen Bruce salga raudo y veloz en su busca, sabedor de que la bomba podría finiquitar su vida. Lo que ocurre a partir de ahí es todo un clásico: Banner salva al chico pero absorbe la radiación de la explosión gamma, transformándose en Hulk.

Nosotros nos vamos a centrar en el joven temerario cuyo nombre, para el que lo desconozca, era Rick Jones. En la continuidad tradicional, Rick se quedó con el título de sideckick oficial de la compañía. Ya lo hemos nombrado previamente, Stan detestaba a los acompañantes juveniles, no así a los héroes adolescentes. Rick se vio reducido a eso en prácticamente toda su vida editorial. Comenzó como el único y mejor amigo de un Hulk muy complicado de manejar, para luego ser el artífice de la reunión de los Vengadores, ocupar una temporada el manto de Bucky al lado del Capitán América y compartir aventuras con el Capitán Marvel, probablemente su rol más conseguido. Pues bien, este What If? parte de la premisa de que es Jones el que asume la radiación gamma, convertido en el alter ego del Goliat Esmeralda. Pero los autores no se quedan únicamente en el entorno de Hulk, sino que optan por darse un paseo por esos lugares que Rick horadó como sidekick, solo que ahora es una mole verde de cientos de kilos. Una visión distinta de lo que representa el personaje.

A la altura de 1978, solo existía un Hulk en la editorial. Como sabemos, esa singularidad se rompió en 1980 cuando nació She-Hulk. Jennifer Walters, la prima de Bruce Banner, recibe una transfusión de sangre de su familiar, lo que da lugar a que se transforme en Hulka, una versión mucho menos agresiva que la anteriormente conocida. Y a partir de aquí, el cielo es el límite. Thaddeus Ross se convirtió en el Hulk Rojo, Betty Ross (o Betty Banner) en la Hulka Roja, Amadeus Cho sustituyó a Banner vestido del Alucinante Hulk….

Volviendo con Rick Jones, se puede decir que estamos ante otro de esos episodios premonitorios puesto que, llegado el momento, el joven Jones se vio afectado por rayos gamma en la continuidad tradicional. Utilizando la sangre de la Abominación, que había muerto a manos del Hulk Rojo, Rick paso su proceso de transformación, pasando a ser conocido como A-Bomb, un nuevo miembro para el cuerpo de los Hulks. Este proceso fue revertido durante la etapa de Gerry Duggan, dejando a Rick como un humano corriente, de nuevo. Un breve paréntesis como el Whisperer (ver Imperio Secreto) y una fea vuelta gamma, con consecuencias, en Inmortal Hulk, son los últimos coletazos del eterno Jones en la editorial. Ver para creer.

Fin de la aclaración. Damos por concluidas las premisas, los puntos de inicio sobre los que se van a cimentar los What If? contenidos en este tomo. Ya solo nos queda centrarnos en el volumen en sí y ver que tal ha quedado la edición en Marvel Limited Edition.

Marvel Limited Edition. What If?

 

Edición original:. What If? #1-12
Edición nacional/ España:. Panini Cómics y SD Distribuciones
Guión:. Roy Thomas, Don Glut y otros
Dibujo:. V.V.A.A.
Entintado:. V.V.A.A.
Color:.V.V.A.A.
Formato:. Tomo en tapa dura
Precio:.

44, 95 euros

 

Tras un periodo de vaivenes temporales, donde la línea se ha movido desde la Golden Age, pasando por los años ochenta y llegando a los noventa, volvemos al terreno de juego habitual para el MLE, los añorados setenta. Un periodo de experimentación, de renovadas concepciones, en el que cabía algo más que el sota, caballo y rey. La colección titulada What If? bien puede encajar en esa definición de experimento, dado que se trataba de ver a clásicos de la editorial en situaciones nunca imaginadas, cambiando sus esencias más básicas y proponiendo destinos alternativos. La apuesta funcionó a nivel de ventas, lo suficiente para mantenerla en quioscos. El genio creativo detrás de la idea es Roy Thomas, del que vamos a hablar largo y tendido. Roy pensó en el corazón de todos seguidores hardcore de la editorial, como él mismo, en la manera que podían abrazar el ver a sus amados iconos de diferentes guisas. Si bien el creativo, en su puesto de autor-editor, es el máximo responsable de la serie, se puede decir que le sobrevivió con buena salud, puesto que llegó hasta el #47 USA, fechado ya en el año 1984, dado que Roy había abandonado Marvel Comics algunos años antes. El Marvel Limited Edition que nos presentan Panini Comics y SD Distribuciones cubre los primeros años del proyecto (fue colección bimestral durante tiempo), los doce números iniciales, confeccionados por un buen surtido de artistas de la editorial.

La premisa de la cabecera no puede ser más sencilla, plantear historias imaginarias que de ninguna forma podrían (o eso se pensaba entonces) ocurrir en la continuidad tradicional. Por tanto, hablamos de mundos alternativos donde los acontecimientos variaron sustancialmente el discurrir de héroes y villanos. A Roy Thomas no le gustaba especialmente que se consideraran imaginarias; él hablaba de un multiverso Marvel, donde las historias ocurrían como si fueran canon. Otra característica de este inicio de colección es que se trata de aventuras autoconlusivas; no hay más desarrollo que el número unitario de rigor, sin esperar continuación. Así nos lo anuncia el Vigilante, la figura editorial que nos sirve de guía en esta maraña multiversal. De ahí que se nos antoje innecesario hablar de un hilo conductor o de un argumento general, ya que hemos cubierto ese cupo con el punto previo, además de que la portada de cada What If? anuncia muy a las claras de qué va cada ejemplar; sin embargo, el contexto editorial sí requiere cierta explicación y para ello tenemos que fijarnos en un autor muy concreto, nuestro querido Roy Thomas.

Thomas era uno de los nombres más rutilantes en el comic-book americano de aquellos días. Su experiencia, su sabiduría, su saber hacer había impactado en varias generaciones. A la altura de 1977, momento en que alumbra la idea de What If? se encontraba en puesto plácido en el organigrama editorial, una figura privilegiada denominada autor-editor. De reciente creación, era algo que Roy había conseguido, vía Stan Lee, y que poco a poco se fue ampliando a importantes miembros del Bullpen, hasta la llegada de Jim Shooter al puesto de máximo responsable, que se propuso eliminar tales privilegios. La cuestión es que esa posición no te obligaba a rendir cuentas ante nadie, ni siquiera frente al editor jefe. Uno era responsable total de las colecciones que escribía (y dibujaba, caso de Jack Kirby). Es obvio que se debía dar luz verde a las series en cuestión, pero una vez pasado ese trámite, nadie podía meter el hocico en el trabajo de un autor-editor.

¿Y cómo consiguió Roy tal prebenda? De manera tajante, nada sosegada. Thomas entró en Marvel en los sesenta como asistente y poco a poco se hizo un hueco como guionista destacado, tanto que llegó a ser adoptado por Stan Lee como su pupilo preferido. En el año 1972 se produjo un terremoto de profundo calado en la editorial. Nuevos accionistas mayoritarios alejaron al dueño de la compañía, Martin Goodman, ascendiendo a un Stan que se veía en la tesitura de actuar como Publisher. El editor jefe que se había mantenido inmutable desde los cuarenta debe ser sustituido y Lee tiene muy claro quien encaja en el perfil. Roy Thomas asciende la pesada silla en ese 1972 y debe cubrir múltiples aspectos empresariales, dejándole poco tiempo para la escritura, su auténtica pasión. Nuestro guionista cubrió el cupo durante dos años, un tiempo en el que Thomas tuvo que tomar complicadas decisiones de negocio. Pero hubo una que no le sentó nada bien.

Estamos en 1974 y Roy asiste a una reunión secreta entre Stan Lee y Carmine Infantino. Los máximos mandatarios de Marvel y DC unidos por algún propósito ¿futuro crossover o colaboración? Para nada, pactar tarifas para que los creadores no pudieran exigirles aumentos pecuniarios a los mandamases. Un caso clarísimo de colusión. Y Roy, que se siente profesional del medio, antes que editor jefe, se muestra contrario a este proceder, por lo que le presenta su dimisión a Lee. Stan tiene que trabajar duro para conseguir retener a su pupilo preferido. Thomas acepta quedarse, tras dejar el puesto de editor en jefe y solicita una nueva figura, la ya mentada autor-editor, dedicado a crear sus propias series, sin ningún tipo de injerencia. El Publisher acepta todos los requerimientos solicitados, por lo que parece que la situación de crisis parece controlada.

Así pues, desde mediados de los setenta, el bueno de Roy se dedica a series propias, por las que siente una especial predilección, casos de Conan, su homenaje a la Golden Age (es decir, Invasores) o este What If? Vestido de guionista y editor, Thomas afronta esta nueva revista como un reto al que, en variadas ocasiones, no va a poder llegar. Aparte del genio detrás de la idea, este tomo incluye aportaciones de otros guionistas. Y a esa cuestión vamos a dedicar unas palabras, al apartado literario, para luego centrar nuestros esfuerzos en el artístico.

Roy Thomas se encarga de cuatro ejemplares de la colección (los dos primeros, el #4 y el #6) siendo de especial relevancia el centrado en Invasores, todo un catálogo de cómo gestionar la continuidad. Por esa época, Roy había abandonado Nueva York y se había establecido en la soleada California. Allí entablaría amistades en el mundillo creativo y una de las más relevantes para nuestro interés es Don Glut. Este multifacético artista, había comenzado su labor como creativo en el mundo del cine, en los años sesenta, realizando y montando por su cuenta pequeñas cintas que ahora tildaríamos como arte y ensayo. Tras su fallido intento de ser cineasta, volcó sus aptitudes en la escritura, paseando su talento por el mundo del cómic. Archie Comics, Charlton, Gold Key, incluso algo en DC y por supuesto, Marvel. Puede que sea la editorial en la que más créditos haya dejado, debido a que pronto abandonó la cuatricromía y se dedicó al mundo de la literatura. Se puede decir que en este tomo de What If? es el escritor principal, por encima de Thomas.

Como autor accesorio tenemos a Jim Shooter, entonces guionista destacado, pero a punto (muy a punto) de convertirse en jefazo. Suya es la idea de una posible desbandada de los Vengadores y la primera imagen de la “Legión de Hierro”. Conociendo a nuestro Jim, la historia se llena de épica y tensión a la manera Shooter. Azares del destino; Roy acepta dejarle un hueco al buen Shooter y éste terminó por dinamitar la carrera de Roy en Marvel, provocando su salida airada en 1981. No salió nada beneficiado con el intercambio, desde luego.

Cuando se anunció What If? hubo aficionados que pensaron que se trataba de una colección paródica, al estilo Not Brand Echh. Nada más lejos de lo planeado. Sin embargo, en este primer tomo sí se incluye una historia de este corte, protagonizada por el Arañombre, una araña mordida por un hombre (sic!), compartiendo lugar con la mucho más seria concepción de un Daredevil preocupado por su ceguera. De ese complemento se responsabiliza Scott Shaw, una artista especializado en el tono cartoon y que recuerda mucho a Fred Hembeck.

Por último, pero no menos importante, tenemos a Jack Kirby. El Rey se había marchado de Marvel en 1970, con un fuerte resentimiento contra el estamento editorial que lo había ninguneado. Aparte de declaraciones públicas, se permitió el lujo de incluir una ácida crítica en Mr. Miracle, con la presentación de Funky Flashman y Houseroy, disparo directo a Stan Lee y el propio Roy Thomas. Aquello no sentó nada bien a los implicados. Cuando a Kirby le estaba yendo mal en DC Comics, el primero al que se acercó, perteneciente a las filas de Marvel, fue a Thomas. Ambos limaron asperezas y Roy facilitó la reconciliación entre Stan y Jack. El regreso a la compañía que le vio triunfar estaba más cercano. Kirby se hizo con un puesto de autor-editor, al igual que Roy Thomas, y no quiso saber nada del universo compartido. Por eso resulta de especial valor su participación en una colección que le era ajena. Por lo tanto, se puede percibir una buena sintonía entre el Rey y Thomas, ya que, aparte de la totalidad del What If? #11, se hizo cargo de la portada del #9, en esta misma colección, y varias en Invaders, cosa que no repitió en prácticamente ninguna otra colección, hasta su despedida definitiva de Marvel en 1978.

De todas formas, son esencialmente Thomas y Glut los que sustentan el volumen que tenemos entre manos. Se trata de tramas curiosas, algunas muy bien pensadas, otras más bien random, que no suelen pasar de la calificación de correcta. A Roy le conocemos como guionista clasicote, demasiado explicativo para los estándares actuales; pues bien, Glut le supera en es ese aspecto, dejando unos diálogos farragosos, repetitivos y machacones, en demasiadas ocasiones. No hay un motivo de relumbrón, que nos maraville como historia, dado que muchas de ellas se han visto ampliadas y mejoradas en la continuidad tradicional; suele ser complicado destacar una recopilación que se define como antológica, con variedad de encargados creativos.

En el aspecto artístico, los créditos andan algo más repartidos. La idea era dotar de personalidad gráfica única a cada uno de los episodios autoconclusivos. Por estas páginas vemos desfilar autores plenamente consagrados, como el ya citado Jack Kirby, Gil Kane, Frank Robbins, Sal Buscema o George Tuska. También talento que comenzaba a despuntar, que apuntaba maneras y que no terminaron de llegar al estrellato. El más destacable es Jim Craig, un dibujante de sinuoso trazo que fue derrotado por las fechas de entrega. O Rick Hoberg, asistente de Russ Manning y habitual en pequeños encargos en Marvel en los setenta, terminó por ser un nombre más asociado a la DC de los ochenta. Por último, artistas de poco calado como Alan Kupperberg o Herb Trimpe hacen bajar puntos a la nota. En defensa del buen Trimpe, hay que decir que se encarga de un argumento sobre Hulk, y él había sido uno de los principales encargados de definir su figura. Por otro lado, el entintado de Tom Sutton siempre le sienta bien a casi cualquier lápiz.

En el apartado de tinta y color, los nombre crecen exponencialmente. Las fechas de entrega son un mal endémico en la industria y la rapidez de algunas de estas páginas se comprenden solo en esa tesitura. Gente como Pablo Marcos, Klaus Janson, Frank Springer o Mike Royer dejaban lo mejor de sí en las tintas, mientras clásicos como Janice Cohen, Glynis Wein, George Roussos o Phil Racheson hacían lo propio con el color. En cuanto a las portadas, solían estar confeccionadas por los autores responsables de cada historia, aunque se dio el caso de buscar algún que otro revulsivo en las firmas de John Buscema, Jack Kirby, Gil Kane o Jim Mooney.

Pasando, brevemente, a la edición del MLE, poco más que añadir a lo ya sabido. Tomo robusto en tapa dura y papel poroso para reproducir material restaurado, traído directamente de los fondos de Marvel Comics. De extras va vacío. Un par de textos introductorios, a cargo de Ralph Macchio y Eduardo de Salazar (muy interesantes), una reproducción de la portada original del #5, a cargo de Hoberg, y la plasmación de las ilustraciones de What If? Classic, que no era más que tunear el trabajo de Buscema y Kirby con un estridente color. Lo dicho, pelado en el tema de extras. Pese a esto, sí hay un detalle que merece la pena resaltar y es la inclusión del correo del lector. El “¿Por qué No?”, título del mismo, es una excelente piedra de toque para ver la aceptación de la cabecera, observar de primera mano como los aficionados proponían tramas para el futuro y escuchar atentos cualquier explicación de Thomas. Un gran acierto, siempre, la incorporación del correo del lector.

En definitiva, nos encontramos con un tomo que resulta curioso para el aficionado de largo recorrido en Marvel. Roy Thomas trataba de sublimar una cierta manera de crear historias y para eso es bien necesario estar empapado, sentir una gran empatía, por las peripecias que daban orígenes a sus futuras derivaciones. Sin esa empatía, al tomo le falta algo, y mucho más evidente cuando algunas de esas tramas han sido ampliadas y desarrolladas a lo largo del tiempo. Aunque quizás esa parte sea un poco injusta. Quedémonos con el espíritu de esos setenta, donde la editorial estaba en plena adolescencia, en su estirón. Este What If? era la puerta a posibilidades infinitas, a ser partícipes de otra visión, desde inusitados puntos de vista. Y eso es algo que nunca nadie le podrá arrebatar.



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