Javier Vázquez Delgado recomienda: Mis héroes siempre han sido yonquis

Edición original: My heroes have always been junkies (Image Comics. Octubre, 2018)
Edición nacional/ España: Mis héroes siempre han sido yonquis. Panini Cómics. Junio, 2019
Guion: Ed Brubaker
Dibujo: Sean Phillips
Color: Jacob Phillips
Formato: Cartoné, 72 páginas
Precio: 13€

Oh, Angie, don’t you weep
All your kisses still taste sweet
I hate that sadness in your eyes
But Angie, Angie
Ain’t it time we said goodbye
…?”

Angie (Jagger/Richards)

Mis héroes siempre han sido yonquis de Ed Brubaker y Sean Phillips habla sobre la ausencia. Y apunta que la baja autoestima causada por la falta de atención y cariño por parte de los padres puede llevar a una persona a múltiples episodios de autodestrucción.
Ellie es una joven despierta e inteligente que está ingresada en un centro de rehabilitación para adictos. Su inconformismo y su rebeldía no encajan en un ambiente tan supervisado como el del centro y tiene frecuentes encontronazos con los médicos. Ellie tiene necesidades emocionales infantiles insatisfechas e idolatra a los músicos que su madre le dejó en un viejo casete, artistas como Billie Holiday, Gram Parsons, Elliot Smith. Resulta que todos eran o habían sido yonquis. Ellie no se resigna a seguir la disciplina del sanatorio y por ello acaba convirtiéndose en una “mala compañía”…

Mis héroes siempre han… habla de las drogas desde un punto de vista poco convencional. Sin demasiado dramatismo, pero con mucha profundidad. No carga las tintas sobre los consumidores, sino que analiza las múltiples causas que llevan a la gente a tomarlas y hace hincapié en los devastadores efectos que su consumo puede causar en estas personas. Habla de sus terribles consecuencias, no tanto de las sociales como de las individuales, a nivel psicológico y afectivo.

Mis héroes… es un relato de género negro, inscrito de manera tangencial dentro de la serie Criminal que llevan realizando con éxito desde hace más de una década estos dos grandes autores llamados Ed Brubaker y Sean Phillips. Se trata de una obra menor, pero no por ello carece en absoluto de valor. Al contrario, su interés radica en la falta de pretensiones de su propuesta y en los grandes momentos de poesía que entre Bru y Phillips consiguen materializar. Momentos sublimes que casi siempre están centrados en el personaje de Ellie y en la dolorosa relación con su difunta madre.

A estas alturas – y perdonen la osadía – podemos afirmar sin tapujos que Ed Brubaker es el digno sucesor al mando de un universo de ficción que fue creado en la segunda mitad del siglo pasado por artistas como Nicholas Ray y Ross Macdonald. Un cosmos donde hombres y mujeres heridos, casi abatidos por el dolor intentan sobrevivir y – en algunos instantes de lucidez – incluso amar. Una galaxia de ficción centrada en la destructora influencia que los padres suelen ejercer sobre sus hijos y de cómo esta relación los acaba afectando gran parte de su vida. Al igual que el creador de Lew Archer, nuestro Bru suele repetir sus premisas en cada obra que emprende. Ya en Lowlife, una especie de autobiografía disfrazada de costumbrismo, el protagonista padece un abandono familiar evidente. En Scene of the crime el guionista hablaba también de la ausencia paterna, de la culpabilidad de los supervivientes y de la perversión de unos ideales inmaculados llevados a la práctica de una manera maligna. En Catwoman tanto Selina Kyle como el mismo Batman luchaban por defender a unas mujeres a las que nadie defiende, a las que nadie hace caso, siendo el personaje de Holly uno de los más característicos de su carrera. Y tanto en Criminal como en The Fade Out sus protagonistas presentan cuadros severos de baja autoestima, abandono paternal y tendencias peligrosamente destructivas.

Mis héroes siempre han sido yonquis participa de esta corriente. Contiene el suficiente dolor y la necesaria traición para atraparnos en su red y no dejarnos escapar. Es una telaraña densa, pegajosa y fatídica llamada Criminal que tanto Brubaker como Phillips han estado tejiendo durante casi quince años y que nos tiene prisioneros. Al acabar este relato no podemos evitar volver a las siete historias anteriores para intentar atar cabos sueltos y también para revivir las mismas sensaciones, para recordar como es el infierno desde el punto de vista de los pecadores y de las personas que los aman; los que de verdad sufren…
Un consejo; intenten leer tanto el prólogo como el epílogo de esta obra con la música a la que hace referencia la protagonista. La experiencia vale la pena. La lectura adquiere una nueva dimensión. Especialmente en el capítulo final.

Sean Phillips divide la página en una cuadrícula de tres tiras con dos o tres viñetas aunque a menudo abre o remata la escena con un cuadro que ocupa toda la extensión de la tira.
Phillips realiza aquí un trabajo artístico diferente a sus obras anteriores. El trazo es mucho más suelto, necesita de menos materia para definir a sus personajes y los ambientes donde transcurre la acción. No delimita las viñetas con un trazo negro sino que deja que tanto el dibujo como el color terminen abruptamente, la sensación es de un trabajo más ligero, más aéreo que además complementa con un uso recurrente del azul y del rosa. Frente a la excelente labor de coloreado que ejerció en The Fade Out la joven Elisabeth Breitweiser, en esta obra contamos con el trabajo de un desacertado Jacob Phillips que aplica una plantilla de colores poco atractiva con una ejecución bastante descuidada.

La edición de la obra a cargo de Panini Cómics es muy correcta, aunque algo rutinaria. Esta impresa de manera excelente, con un papel extraordinario y una buena reproducción de los colores. Entiendo que quiera ofrecerse el producto de manera casi inmediata a su salida en Estados Unidos y a un precio competitivo pero, quizás, se podría haber añadido algún artículo de contextualización y sobre todo evitar frases publicitarias tan absurdas como “La primera novela gráfica original de los creadores de…”. ¿Y qué son The Fade Out y Sleeper? Qué manía la de confundir el formato de publicación con su forma narrativa. El precio del álbum es ajustado.

Estamos ante una historia menor y accesoria dentro de la magnífica saga de ficción llamada genéricamente Criminal. Pese a ello Mis héroes siempre han sido yonquis contiene suficientes elementos para ser un relato de gran intensidad y con momentos muy bellos. Tanto Ed Brubaker como Sean Phillips rayan a la altura que nos tienen acostumbrados, el color desentona pero no invalida la propuesta.
Mis héroes siempre… es un buen aperitivo, un buen sustituto para aplacar nuestra dependencia hasta que llegue el nuevo arco de Criminal que están acabando de perpetrar estos dos genios en los Estados Unidos… y sobre todo para esperar tranquilos esta maravilla titulada Bad Weekend que sorprenderá a más de uno.

Por cierto; por si fuera poco lo dicho, este fin de semana nos hemos enterado de que a este tomo que estamos reseñando le han concedido el Premio Eisner al Mejor Álbum gráfico (de novedad) en la San Diego Comic Con. Somos más de lo que pensaba.

Salut!



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