Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – 20 aniversario de Matrix: El sueño de lo real
Los años fluyen sin cesar a nuestro alrededor. El tiempo pasa de manera inexorable y sistémico. Y nuestros organismos orgánicos lo perciben cambiando progresivamente, de forma imperceptible, pero real y medible, mientras miramos nuestros relojes, nuestros calendarios y tachamos días, meses y años de nuestras vidas… Y es que han pasado20 años desde que llegara a la cartelera Matrix y desde Zona Negativa le queremos dedicar uns serie de artículos con los que prestar atención a una de las películas más influyentes de finales del siglo pasado y sus correspondientes secuelas. Habrá espacio para las criticas de las películas, una visión al pasado desde los ojos del hoy. También se reflexionara sobre su impacto tecnológico en el cine, su filosofía, sus aspectos legales y se hablará de Animatrix y su influencia en el cine de acción. Un amplio abanico con el que esperamos aportar una visión global de lo que estas películas significaron para toda una generación.
Y para empezar, arrancamos con un texto centrado en la experiencia inicial del visionado de Matrix, desde un punto de vista puramente emocional, que sirva como introducción a todo lo que está por venir. Bienvenidos a Matrix.
Los años pasan muy rápido, pero 20 años dan para mucho.
Recuerdo a la perfección cada minuto de la mañana a la que acudí al cine, en sesión matinal, con mi buen amigo, Daniel, compañero de fatigas y afín en gustos como pocos seres humanos en este planeta, a ver la película Matrix. Puede parecer algo baladí visto con los ojos de hoy, pero en 1999, la informática domestica estaba explotando de verdad en España, con los PC poblando las casas de usuarios que hasta entonces no se había planteado introducir tales máquinas en sus casas. Eran los tiempos del modem de 56Kb, el oír a tus padres decir que te desconectaras que querían hacer una llamada. Tiempos en los que los chats se popularizaron, el juego on line eclosionaba, Windows 98se era lo más. Tiempos en los que el vocabulario de los jovenes empezaba a incluir términos como grabadora de DVD, RAM, disco duro y tarjeta gráfica, tiempos de aprender lo digital y soñar con ese mundo. Un tiempo en el que Internet estaba en plena expansión, los correos electrónicos resultaban aún una novedad y la telefonía movil era extraordinariamente cara. Eran otros tiempos.
Recuerdo que Matrix había llegado a nuestros oídos (permitirme que hable en plural porque toda esta experiencia fue compartida en paralelo por Daniel) a través de las revistas de cine. Revistas que siguen hoy en el mercado, como Acción, Fotogramas y la que más nos gustaba, Imágenes de Actualidad. Las primeras fotos de la película parecían vender una especie de futuro donde todo parecía ser verde, con indumentarias muy molonas, que poco o nada dejaban entrever del posible argumento del film. Los textos resultaban igualmente crípticos, lo que hacía que nuestro interés aumentara exponencialmente.
La fecha del estreno… 23 de junio de 1999.
Aquel año fue movido en asuntos personales de índole emocional y mi capacidad de asombro se encontraba muy limitada. Los días pasaban, pero sin vivirlos, dejando que todo ocurriera a mi alrededor. Vimos películas (como La momia) que llegué a no recordar haberlas visto y, por tanto, mientras ojeábamos la revista, pude sentir que algo estaba cambiando en mi interior. Aquello era una buena señal.
No pudimos ir al estreno el día 23, pero si dos días más tarde, el 25, domingo, a la mencionada sesión matinal, a unos cines que hoy están cerrados en Zaragoza. La hora clave eran las 12:15 de la mañana y allí estábamos los dos, con las entradas en la mano, que si no me falla la memoria nos costaron no más de 300 pesetas (las matinales eran más baratas), haciendo tiempo hasta que fuera el momento de entrar. Deambulábamos mirando algunos de los carteles expuestos, deteniéndonos en el de Matrix, que seguía sin proyectar nada que pudiera hacernos dilucidar lo que íbamos a empezar a ver minutos más tarde.
Y finalmente abrieron las puertas.
Nos sentamos en nuestras butacas, charlamos de nuestras cosas y teorizamos sobre lo que íbamos a ver. Todo muy normal, todo muy estándar.
Y las luces se apagaron.
La sala se quedó a oscuras. Comenzaron los pertinentes anuncios, sin sonido Atmos, conformándonos con lo que entonces era lo más de lo más en audio, el THX, hasta sumergirnos en Matrix.
Nunca podremos olvidar los primeros minutos de la película. Esos minutos en los que Carrie Anne Moss era arrinconada por toda una horda de policías, sin saber si era la heroína de la historia, sin saber porque la perseguían o porque eran necesaria tanta fuerza policial. Las dudas nos tenían pegados a la butaca. Y entonces ocurrió de golpe, sin esperarlo, sin verlo venir, Trinity, que así se llamaba el personaje, se eleva en medio de la habitación, se queda suspendida en el aire y la cámara gira a su alrededor hasta que la acción prosigue. Nos quedamos sin aire en los pulmones. Nos miramos, sonreímos, sufrimos un profundo y placentero escalofrío por el cuerpo y regresamos a la pantalla para seguir viendo como la escena proseguía. El resto es historia.
Cada fotograma parecía estar rodado expresamente para nosotros. Era nuestra película.
Matrix es un todo argumental, un contenedor de acción y desarrollo, con mensaje, influenciada por infinidad de obras previas, capaz de generar por si misma un particular universo que fagocitaría al cine de acción d elos años venideros. Matrix es filosofía pura encapsulada en fotogramas, con preguntas tan existenciales como la capacidad de elección, la falsa sensación de libertad y el miedo a que la vida no sea algo real. Y es que otra de las escenas que se quedan grabadas en la memoria no es una escena de acción, como tal, sino un momento para el descubrimiento personal, cuando Neo es interrogado por Morpheo y le da a elegir entre la pastilla roja y la azul. Un momento sublime en el que la película increpa directamente al espectador.
En plena eclosión de Internet, con equipos cada vez más potentes, la manera de usar y consumir tecnología estaba cambiando. Matrix retoma el viejo temor a las máquinas y lo lleva a la máxima expresión, con la curiosa incoherencia innata al ser humano. Las tememos, sabemos que no nos están haciendo ser mejores, sino al contrario, pero no podemos dejar de seguir usándolas en nuestro propio beneficio. Esa idea fue aterradora en 1999, pero hoy, en 2019, lo es mucho más por ser algo que no es solo una ficción, sino que ya es una realidad.
Matrix marcó un camino, pero su propia existencia se debe a las profundas raíces previas de manifestaciones culturales tan dispares como el cómic, la animación, el cine y la literatura. Y es que no resulta complicado poder ver infinidad de rastros a lo largo de metraje en los que hay trazas, para nada sutiles, de pensamientos filosóficos como el de la caverna de Platón, así como los tres vectores de la película que derivan del pensamiento de filósofo francés, Baudrillard (Cultura y Simulacro). Libros como el de Alicia en la País de las maravillas (Carroll) y la Biblia, los videojuegos, el manga como Ghost in the Shell, el cine como Dark City (Alex Proyas) y obras de escritores tan relevantes como Grant Morrison (Los Invisibles), Philip K. Dick (Ubik) y Gibson (Neuromante), por citar algunos. Sobre esto se podría escribir y hablar hasta la extenuación.
Pero Matrix también genera a su alrededor un enorme campo gravitacional que hace que su estética y ciertos conceptos, como el Bullet Time, se trasladen a otros medios, como el de los videojuegos (Max Payne). La influenciada se convierte, a su vez, en la generadora de nuevos conceptos.
Han pasado 20 años desde que se llegó a los cines en España y la película continúa estando vigente. Su fondo y forma se sustentan de manera sólida, con unos FX que siguen resultando sorprendentes, con un mensaje que no caduca y que demuestra lo atemporal de la propuesta de las hermanas Wachowski.
Bienvenidos al desierto de lo real.
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario