Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Matrix. Cayendo por la madrigera de conejos

Dirección: Andy Wachowski, Lana Wachowski.
Guión: Andy Wachowski, Lana Wachowski .
Música: Don Davis.
Fotografía: Bill Pope.
Reparto: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Joe Pantoliano, Hugo Weaving, Marcus Chong, Gloria Foster, Matt Doran, Belinda McClory, Julian Arahanga, Anthony Ray Parker, Paul Goddard, Robert Taylor, Marc Aden Gray.
Duración: 133 minutos.
Productora: Warner Bros / Village Roadshow Pictures / Groucho II Film Partnership. Productor: Joel Silver.
Nacionalidad: USA.

Hablar de la vida como un sueño no es, ni mucho menos, un concepto especialmente novedoso. A lo largo y ancho de este mundo existen infinidad de referencias en el hinduismo, en el budismo, en los persas, en la tradición judeocristiana y, por supuesto, en los griegos y su filosofía. Incluso en nuestra literatura existe una obra del barroco, La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Y es que la idea de que la vida pueda ser un sueño es algo demasiado jugoso cuando tu función en la vida es la de hacer arte en cualquiera de sus expresiones.

Las hermanas Wachowski, con un currículo no demasiado extenso, con una película en su haber, Lazos Ardientes (1996), y el guion de Asesinos (1995) para Richard Donner, comenzaron a dar forma a su siguiente proyecto tomando como referencia a Platón y La alegoría de la caverna, donde poder fusionar la ingente cantidad de ideas e influencias que bullían en sus cabezas.

Matrix no es una película especialmente original, pues se sustenta en infinidad de referencias previas que vienen del cine, la literatura, el cómic, la filosofía, el anime… pero que sabe unificar y fusionar con especial talento toda esa marea de ideas gracias a una factura técnica sublime. El guion era extraordinariamente atractivo y jugoso, pero también incomprensible y complejo, por lo que el camino que las hermanas emprendieron con aquel libreto no iba a estar exento de dificultades a la hora de poder llevar a cabo el proyecto.

Matrix en sus inicios, cuando el guion recorría las mesas de la Warner buscando financiación, corrió el riesgo de ser una película de bajo presupuesto. La historia era demasiado grande y se escapaba de su confinamiento de papel para ir más lejos, incluso antes de empezar a rodarse. El estudio dio luz verde al mismo con un presupuesto de poco más de 14 millones de dolares, una cifra que no permitía poder llevar a buen puerto la epopeya que las hermanas Wachowski tenían en mente.

Era necesario jugárselo todo a una carta y las hermanas invirtieron todo ese dinero en rodar la primera escena de la película, la de Carrie-Anne Moss elevándose en el aire hasta quedar suspendida de forma estática mientras la cámara giraba a su alrededor… momento en el que el tiempo volvía a activarse. Aquello lo cambio todo para el estudio que no tuvo reparos en sacar la chequera y dejar en blanco el apartado dedicado a la cuantía económica del mismo. Con Joel Silver, el productor, tuvieron que esforzarse más, y para hacerse entender fue necesario que este visionara el clásico del anime Ghost In The Shell, una de las influencias más directas de Matrix.
Todo parecía ya estar en marcha.

El siguiente paso era dar forma al casting, que no presentó problema alguno, salvo en dos casos muy concretos. El primero Morfeo, que fue ofrecido a actores tan dispares como Sean Connery, Samuel L. Jackson y Gary Oldman, siendo Laurence Fishburne el que finalmente se llevó el papel. El segundo, como cabria esperar, fue el del papel de Neo, que rozo el delirio en cuanto a los actores a los que les ofrecieron encarnar a la figura del elegido. El guion llego a manos de Val Kilmer, Leonardo DiCaprio, Tom Cruise, incluso a Nicolas Cage, siendo Keanu Reeves el que finalmente supo aportar el tono y equilibrio que las Wachowski buscaban para el papel.

A modo de anécdota, cabe destacar que algunos actores rechazaron el papel que les ofrecieron, como es el caso de Jean Reno, al que le ofrecieron ser el Agente Smith, que prefirió desechar la idea de la vida es sueño por irse a enfrentarse al Rey de los Monstruos, Godzilla. Y el más sonado de todos, el de Will Smith, que reusó ser Neo para poder rodar la que se considera una de sus peores películas, Wild Wild West.

Con el casting definido, la parte financiera solventada, el guion listo (o eso se creía, puesto que desde la parte ejecutiva del estudio promovieron un cambio respecto a la idea original en la que las máquinas no capturaban a los humanos para usarlos como fuente de energía, sino para usar sus cerebros como procesadores biológicos con los que aumentar su capacidad de computación) y la tecnología visual disponible, las visionarias ideas de las hermanas Wachowski comenzaron a rodarse.

Matrix es ante todo una amalgama de un todo. La historia se nutre de infinidad de fuentes y las ensambla de forma certera a través de una aventura en la que las preguntas que se plantean los protagonistas (interpelaciones directas al espectador) son el fondo de una producción donde la forma lo es todo.

Con esto en mente Matrix hunde sus garras en ese mundo virtual para mostrarnos la anodina existencia de Neo (Thomas Anderson en su vida falsa) como programador de una empresa de software y hacker nocturno. Esa dualidad, ese arranque en media res, con el tren ya en marcha, no deja indiferente al espectador que ya está metido desde el primer minuto de metraje gracias a la espectacular persecución de Trinity. Algo que define el ritmo de toda la cinta.

La cinta se va definiendo a lo largo del metraje a través de la acción pura y dura, las escenas de intensos diálogos, donde la carga filosófica es enorme (siendo necesaria una atención extra para reposar cada una de las palabras que conforman las verdades que Morfeo le va indicando a Neo). Y es esta combinación, esta densa mezcla de cine de acción, con cine con mensaje, el que hace de Matrix una obra magistral, apasionante y reveladora. No hay dos visionados idénticos de Matrix, ni dos espectadores iguales para Matrix. La experiencia que transmite la obra es única para cada uno, dejando espacio para que pueda resonar de forma armónica en cada uno, siendo una obra que incita al revisionismo y el discernimiento a partes iguales.

La elección, el libre albedrio, esa extraña sensación de libertad a la que tanto se aferra la sociedad, es cuestionada de forma clara y directa, escondiendo entre líneas, sin excesivo ímpetu, las ideas de Platón asociadas al mito de la caverna. Era imposible que en 1999 un concepto tan potente no acabara por crear escuela.

Las hermanas Wachowski centran su atención en la parte mesiánica de la historia, pues la parte bíblica de la trama resulta más que evidente para cualquier espectador medianamente familiarizado con la figura de Jesucristo como salvador de la humanidad. Con Morfeo en el doble papel de profeta y discípulo (aunque esta forma dual no sea visible en un primer visionado) refuerza la idea bíblica de todo el conjunto.

Y es por eso por lo que Matrix despierta tanto recelo como admiración.

Profecía y mito se unifican bajo la atenta mirada del Oráculo, un añadido griego a la trama que no deja de nutrirse de cuantas fuentes precise con tal de poder dar forma el constructo necesario con el que poder sostener la trama.

Matrix es una película de fuego y humo, mucho humo, pero humo de calidad, con el que poder esconder sus defectos, siendo el mayor de todos querer ser más inteligente de lo que puede ser. Y, sin embargo, es algo que no importa, pues aglutina, además, suficientes elementos de thiller para ser capaz de funcionar a la perfección dentro de este género (aunque Matrix es muchos géneros a la vez). Algunos podrán ver en ella una simple película de acción, otros se quedarán en la zona más filosófica, otros un claro y detallado mensaje LGTBI+, mientras que otros verán en ella un sinfín de referencias a otras obras, con ideas recicladas, guiños y detalles que no hacen sino añadir más sustancia a una película que brilla por sí misma en todos sus aspectos.

La cinta no se limita a arañar la incipiente cultura informática, sino que hunde sus garras en todo ese mundo en el que Internet estaba despegando, la telefonía movil había llegado para quedarse y términos como virus informático, hacker y realidad virtual pasaron a ser comunes en cualquier conversación de toda una generación. Una generación que quedó marcada por la llegada de Matrix.

Matrix juega a sentar la duda en el espectador. Matrix quiere cuestionarlo todo. Quiere criticarlo todo. Quiere dejar una semilla distinta en cada espectador y lo logra de manera contundente al convertirse en el mayor espectáculo del mundo de 1999. (Si se hace un visionado hoy se puede apreciar la enorme robustez de la propuesta y de los efectos especiales, aguantando a la perfección el paso de estos 20 últimos años).

Las realizadoras juegan con ideas y conceptos del día a día para introducirlos en Matrix de tal forma que el espectador se sienta integrado en la trama, puesto que en la realidad que vive eso mismo ocurre de manera incesante. Ese sabor a pollo de muchas comidas, esos deja vu de la vida, esa bendita ignorancia a la que se alude, no sin cierto sarcasmo a lo largo del metraje, incitan a pensar que, por un momento, tal vez Matrix no sea una invención.

El trabajo que desarrollan sus protagonistas a nivel actoral es el justo y necesario para las necesidades de la cinta. No hay un desarrollo profundo de los personajes, siendo sus características atractivas desde el primer momento, dejando la evolución para más tarde (las secuelas eran una idea que terminaría por cuajar gracias al resultado de la taquilla). Todo es como debe ser, sin dobleces, sin retorcidos argumentos (ya de por si el argumento general es complicado de seguir si nos ponemos en la mente de un espectador de 1999), en cuanto a las relaciones entre los personajes y su entorno.

Y, sin embargo, lo que si que hace Matrix es tomar el trabajo de Campbell, las diecisiete etapas del monomito, y lo lleva la máxima expresión. Existe la llamada, el rechazo, la ayuda sobrenatural, el primer paso, las pruebas, el encuentro con los dioses, la tentación, la reconciliación, la apoteosis, el don final antes de comenzar el regreso que acaba con la libertad para vivir, para decidir, para asumir que es lo real y ser consciente de todo ello de forma clara y directa. Un Camino del Héroe marcado por un villano que merece mención aparte por ser el verdadero maestro de ceremonias.

El agente Smith, el guardián y protector de Matrix, el buscador de anomalías, de renegados, de todo aquellos que pueda poner en riesgo la existencia falsa, si que recoge para si mismo todos lo matices y desarrollo que los protagonistas dejan pasar de largo. En Matrix el villano crece y madura, evoluciona, alcanza la consciencia plena de su realidad virtual y decide por si mismo cambiarlo todo, siendo el mismo la anomalía que acabara por amenazar a Matrix al final de la tercera parte. Y el máximo culpable de que algo así ocurra y ocurra de manera creíble es el actor que interpretó a Smith, Hugo Weaving, que hace suyo al personaje, al concepto de código binario, para sorprender con unos monólogos de alto octanaje, aderezados con una poderosa interpretación corporal. Sin Smith, Neo no podría existir de la forma que lo hace.

La obra de las Wachowski resulta excesiva, apabullante, impactante, rompedora e ingeniosa a la hora de plasmar sus referencias en pantalla de forma astuta, retorcida y mística, que son ingredientes básicos para visualizar, mediante el uso de la cámara, la fotografía y la puesta en escena (donde la música golpea al espectador con ritmos electrónicos hipnóticos) un mundo que iba más lejos en cuanto a las normas físicas del mundo real. La literatura, con Carroll, Philip K. Dick, Borges y Gibson; la filosofía, con Platón y Breudillard a la cabeza; el cine de John Woo y las artes marciales; el anime con Ghost in the Shell y Ninja Scroll como máximos exponentes; el cómic de Los Invisibles de Grant Morrison, los tropos de los videojuegos de acción y la religión cristiana son algunas de las fuentes de las que Matrix se nutre sin pudor alguno. Unas fuentes que dibujan un entorno nuevo, una amalgama, un mosaico global de estas manifestaciones culturales, filosóficas y religiosas que logran que la película pase de ser la influenciada a ser la generadora de nuevas tendencias audiovisuales en el cine post 1999.

Y Matrix transcendió más allá de las salas de cine, conjugando en su ser toda una experiencia que empezó a la finalización de sus títulos de crédito, cuando aparece la línea en la que se pude leer: Code Steak, relacionado con lo que Cifra expone durante la película respecto al filete de carne que devora con fruición. Un código escondido que, si uno visitaba la web Enter The Matrix, podía usarlo y desbloquear contenido escondido en la misma. Un primer paso que ayudaba a ensamblar las historias y que con Animatrix (a la que se le dedicará una entrada en exclusiva) se reforzaba toda la mitología alrededor de Matrix y servía de inicio de las secuelas. Una experiencia global que empezó con Matrix, continuaba en la web, se complementaba con Animatrix, para saltar el videojuego y acabar en las dos secuelas, que conformaron un todo sólido y cohesionado. Unas secuelas de las que sin duda hay que hablar.

Y es que Matrix no había terminado de decirlo todo.

NOTA: Sirva como apunte final que al poco de estrenarse la película, esta se vio envuelta en la polémica debido a la aplicación del dicho de Hollywood, “a cada Blockbuster, un juicio por plagio”. Y Matrix no se libró, es más, recibió dos acusaciones por plagio. La primera llegó de la mano de Grant Morrison que les acusó de fijarse más de la cuenta en su obra, Los Invisibles, aunque no llegó a emprender ningún tip e acción legal. Por el contrario a segunda si llego a los tribunales y fue interpuesta por Sophia Stewart que los acusaba de haber plagiado su libro Teh Eye de 1983.



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