Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Toy Story 4, de Josh Cooley
Dirección: Josh Cooley.
Guión: Andrew Stanton, Stephany Folsom (Historia: John Lasseter, Andrew Stanton, Josh Cooley, Valerie LaPointe, Rashida Jones, Will McCormack, Martin Hynes, Stephany Folsom).
Música: Randy Newman.
Fotografía: Jean-Claude Kalache.
Voces: Tom Hanks, Tim Allen, Annie Potts, Tony Hale, Keegan-Michael Key, Madeleine McGraw, Christina Hendricks, Jordan Peele, Keanu Reeves, Ally Maki, Jay Hernandez, Lori Alan, Joan Cusack, Bonnie Hunt, Kristen Schaal.
Duración: 100 minutos.
Productora: Pixar Animation Studios. Distribuida por Walt Disney Pictures.
Nacionalidad: Estados Unidos.
“El secreto de estos filmes es que nunca tratan de repetir los sentimientos que provocaba la entrega anterior” John Lasseter
No mucha gente recuerda que los primeros pasos que dio Pixar en este mucho datan del año 1979 cuando Geroge Lucas la fundó como una división de Industrial Light & Magic. Por entonces se hacía llamar The Graphics Group y su objetivo era investigar la posible aplicación de la tecnología digital a la imagen cinematográfica. En la década de los 80 fue vendida a Steve Jobs quien, además, invirtió en su capital para erigirla como una empresa independiente de animación. Sin embargo, su primer largometraje no llegó hasta 1995. Por el camino, a modo de entrenamiento, crearon cinco cortos de los cuales con Luxo Jr. (el famoso logo de la compañía) conseguirían su primera nominación al Oscar en 1986 y con Tin Toy (génesis de lo que años más tarde sería Toy Story) su primera estatuilla dorada en 1988.
De esta guisa llegamos al estreno de Toy Story a mediados de la década de los 90. El primer largometraje de Pixar también sería la primera cinta de animación generada totalmente por ordenador. A los mandos del proyecto se encontraba John Lasseter, un pionero en este departamento que comenzó su carrera laboral en Disney. Lasseter escribió el hilarante guion de Toy Story junto a Joel Cohen (no confundir con Joel Coen), Alec Sokolow, Andrew Stanton (que años más tarde sería el máximo responsable de grandes obras como Buscando a Nemo o Wall-E) y, ni más ni menos, Joss Whedon.
La crítica especializada se mostró entusiasmada con los primeros pases y el público respondió en las salas de cine. Se estima que Toy Story costó, aproximadamente, 30 millones de dólares y consiguió una taquilla global superior a los 370 millones. El gran potencial de productos de merchandising se hizo realidad y el mercado comenzó a llenarse de juguetes, videojuegos, libros infantiles… relacionados con la recién estrenada franquicia. A todo esto hay que añadir que la cinta dirigida por Lasseter se hizo con tres nominaciones a los Oscar (BSO, canción y guion original) y es que ¿Quién no puede tararear la magnífica Hay un amigo en mí hoy en día?
Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Antes de convertirse en el buque insignia de Pixar, la producción de la primera entrega de la saga duró cuatro años y generó fuertes dolores de cabeza. El guion tuvo que ser reescrito cuando se llevaban varios meses de grabación puesto que el personaje de Woody (al que desde entonces siempre ha prestado la voz Tom Hanks) era demasiado gris para los ejecutivos de Disney. Por otra parte, Billy Cristal rechazó doblar a Buzz Lightyear y, finalmente, fue Tim Allen el que hizo suyo al personaje. Aunque Hasbro prestó a Mr. Potato para la película no hizo lo propio con los G.I. Joe y Mattel se negó en rotundo a ceder a Barbie.
Aún con todo lo comentado anteriormente, el resultado final fue maravilloso. Toy Story es una Buddy movie imperecedera. Desde el momento mismo de su estreno se convirtió en un clásico cargado de inteligencia e igualmente divertida y conmovedora. Con un ritmo vibrante, los juguetes cobraban vida cuando sus dueños (en este caso el pequeño Andy) les dejaban a solas. La poderosa técnica de Pixar (aunque por entonces los humanos no estuviesen todo lo pulidos que les habría gustado) se entremezclaba con su poderoso buen hacer emocional dando como resultado una película con un equilibrio casi perfecto.
Igual que ocurrirá con el resto de las películas de la saga (y con el conjunto de cintas del universo Pixar) se nos plantean situaciones muy humanas. En este caso, Woody, el protagonista, no acepta dejar de ser el centro de atención de Andy y, por ello, trata de eliminar de la ecuación (edulcoradamente) al recién llegado Buzz. De una forma magistral, se nos muestran los temores lógicos (el miedo a ser reemplazado) de los juguetes con la llegada de cada cumpleaños o día de Navidad. Los celos, la incertidumbre y el destino son elementos con los que se juega constantemente en la saga. Como no podía ser de otra forma, pese a que el mundo de Woody se tambalea y Buzz no es consciente de que es un simple muñeco, la pareja deberá aliarse para vivir la mayor de las aventuras y regresar al cuarto de su dueño.
Corría el 4 de febrero del año 2000 cuando Toy Story 2 llegaba a nuestras carteleras, casi tres meses después de su estreno en el país del Tío Sam. El tercer largometraje de Pixar (entre medias se coló Bichos que libró una dura batalla en taquilla con Antz, película de animación de Dreamworks) resultó ser una secuela de su producto estrella. A pesar de tener el listón muy alto, la cinta que volvía a estar dirigida por John Lasseter pero con la ayuda de Ash Brannon y Lee Unkrich resultó ser un éxito rotundo. Nuevamente, la crítica aplaudía a rabiar una obra llena de ingenio que desprendía una arrolladora brillantez. La recaudación global se fue hasta los (casi) 500 millones de dólares convirtiéndose en la tercera cinta más vista de su promoción (Solamente superada por Star Wars: Episodio I – La amenaza fantasma y El sexto sentido). Cierto es que la producción, con los avances técnicos conseguidos en el último lustro, fue de unos 90 millones de dólares pero Pixar se encumbraba como una de las grandes compañías a seguir en el venidero siglo XXI.
Toy Story 2 se hizo con el Globo de Oro a la mejor comedia/musical y todo el equipo de Disney, liderado por Thomas Schumacher, trabajó codo con codo con Lasseter y compañía. La historia se centraba en el secuestro de Woody. El cowboy se encontraba en un mercadillo intentando liberar a otro juguete cuando un coleccionista (el nuevo villano de la saga) descubre su gran valor. Una vez más, la trama está cargada de humanidad siendo divertida y profunda a partes iguales. Estas características son marca de la casa y, con el tiempo, se han grabado a fuego como señas de identidad no sólo de la franquicia, sino también del conjunto de películas de Pixar.
Lemas como “vive el presente y controla tu propia vida” son las conclusiones que podemos sacar de estas entregas en las que los juguetes no son sino uno reflejo de nosotros mismos. Toda la filmografía de Pixar es disfrutable tanto por un público infantil como por un público adulto. Con la finalidad de juguetear con este último target, no pocas serán las referencias a otras películas que cualquier cinéfilo podrá desvelar. Toy Story 2 cuenta con guiños a 2001: Una odisea del espacio, Robocop, La jungla de cristal, Dos hombres y un destino, entre otros.
Tuvo que pasar una década para ver de nuevo a los juguetes en la gran pantalla. Toy Story 3 contó con un presupuesto de 200 millones de dólares que se quedaron en nada tras su paso por salas de cine. El buque insignia de Pixar volvía a mejorar todos los pronósticos recaudando más de 1.000 millones a lo largo y ancho de todo el planeta. Con cinco nominaciones a los Oscar, incluyendo el de mejor película (finalmente se haría con dos premios), e infinidad de críticas que la catalogaron como obra maestra, la cinta dirigida por Lee Unkrich se presuponía que iba a ser el magistral cierre de la trilogía. El propio director de Coco reconoció antes de su estreno que las tres películas deberían formar parte de una única gran historia. Como veremos más adelante, y todos vosotr@s ya sabréis, esta afirmación quedaría en agua de borrajas.
En Toy Story 3 nos encontrábamos con un Andy que había dejado de ser niño para convertirse en adolescente. De esta forma, el paso de tiempo no sólo se notaba a nivel técnico o en los años que tuvimos que esperar para poder ver esta nueva entrega sino que también la trama, inevitablemente, tenía que hacer frente a este nuevo status. Los protagonistas se enfrentaban a cambios muy importantes y tuvieron que aprender a hacerles frente. En definitiva, una aceptación de la realidad que demuestra como han ido madurando Woody, Buzz y compañía. 15 años después del estreno de la obra primigenia, sus creadores pusieron especial cuidado en que la tecnología no hiciese a los personajes demasiado sofisticados. Querían que el vaquero, el astronauta y el resto de los juguetes siguieran manteniendo su esencia original. Tras un reseteo de Buzz, en la versión española pudimos “disfrutar” con el doblaje del cantante flamenco Diego “El Cigala”. Por si esto fuera poco, los nuevos personajes secundarios que formaron parte de esta entrega, Lotso y Ken (a quienes prestaron su voz Ned Beatty y Michael Keaton) dotaron de cierta complejidad a la trama merced a un cainismo juguetero que, en parte, ya había asomado en las dos primeras cintas de la saga.
Montándonos nuevamente en la máquina del tiempo, llegamos a 2019. Veinte películas después, con maravillas como Up o Los Increíbles, la recolecta asciende a 15 premios de la Academia y miles de millones de dólares recaudados. Sin embargo, la sorpresa nos asaltó sobremanera cuando se hizo público que Toy Story 4 vería la luz. El cierre que había supuesto Toy Story 3 funcionaba de manera colosal y no sabíamos que As en la manga podía estar guardándose Pixar en esta ocasión. El debutante Josh Cooley fue el elegido para llevar el proyecto a buen puerto y, si bien nos encontramos ante un producto notable (que por momentos roza el sobresaliente), nos da la sensación de que la franquicia comienza a dar señales de agotamiento y dudamos de la necesidad de esta última producción.
Para nuestro desconcierto, Toy Story 4 arranca de manera brillante con un flashback. En él se nos muestra la marcha del personaje de Be Beep, la pastorcilla de porcelana que tenía un breve romance en los albores de la franquicia pero que había desaparecido misteriosamente en la tercera entrega. El desarrollo de este personaje (una auténtica heroína hecha a sí misma), que volverá a reencontrarse con Woody años más tarde, no sólo será el motor de la trama sino que se convierte en coprotagonista de la cinta dejando a Buzz Lightyear en un segundísimo plano. La necesaria feminización de la saga no termina aquí puesto que tanto Gabby Gabby, la nueva antagonista, como Bonnie, la nueva dueña de los muñecos, también comparten género. La escena del primer día de guardería de Bonnie nos retrotraerá muchos años atrás y es que, el miedo a lo desconocido es un terror muy primario.
Precisamente, para dar voz a la nueva villana (aunque finalmente no lo será tanto) se contó con Christina Hendricks. La siniestra muñeca es ignorada por todos aquellos que entran en la tienda de antigüedades en la que está a la venta por culpa de un defecto de fábrica. Aunque no está sola. Como lugartenientes cuenta con varios muñecos de ventrílocuos que bordean el límite de terror tolerable por los más pequeños del hogar. Sólo faltaba una versión animada de José Luis Moreno para haber hecho aún más tétrica dichas escenas. Cabe recordar que, originalmente, Woody iba a ser un muñeco de ventrílocuo en la primera entrega pero ejecutivos de Disney pensaron que sería demasiado aterrador. Esta tienda de antigüedades a la que antes habíamos hecho mención cuenta con una decoración espectacular y es que, para recrear los 10.000 objetos que se ven de manera milimétrica, trabajadores de Pixar visitaron varios comercios de este tipo.
Además de la actriz de Mad Men, otros grandes nombres debutan en la saga. Keanu Reeves, en un trabajo mucho más relajado que John Wick: Capítulo 3 – Parabellum, presta su voz al motorista canadiense Duke Caboon en la versión original. Por otra parte, el omnipresente Jordan Peele y Keegan-Michael Key hacen lo propio con una extraña pareja de peluches. Bunny y Ducky harán suyas las escenas más cómicas de la cinta en dura pugna con Forky, otro recién llegado. Con la voz de Tony Hale, este juguete con graves problemas de identidad, creado por Boonie, se asemeja a la criatura de Frankenstein. Con cierta fijación por la basura, Forky es la representación del diferente y la demostración de que Woody ha madurado del todo. Si en la primera entrega veíamos al cowboy celoso ante la llegada de Buzz, 24 años después Woody entiende cual es su rol y cuida en todo momento al nuevo y destartalado miembro de su familia.
“La vida es un perpetuo cambio” “Cada final es un nuevo comienzo” podríamos pensar que son frases sacadas de la serie alemana Dark que causa furor en Netflix pero son afirmaciones hechas por el propio Cooley para justificar la gestación de esta nueva entrega una vez que Toy Story 3 había puesto un, supuesto, broche final inmejorable. “Toy Story no se crea ni se destruye, únicamente se transforma” se escucha en los pasillos de la redacción. Finalmente se le presenta una disyuntiva a Woody que deberá elegir entre cerrar definitivamente un ciclo y hacer lo que le pide el cuerpo o seguir ejerciendo sus funciones como juguete. Una moraleja cuyo subtexto no parece tan comprensible como en otras ocasiones.
En definitiva, si ves la botella medio llena, Toy Story 4 es una gran película que aspira a convertirse en la mejor cinta de animación del año. Si ves la botella medio vacía, el filme dirigido por Josh Cooley está un escalón por debajo de sus predecesoras y, más allá de los nuevos personajes, tampoco aporta mucho más a la mitología de la saga. Lo cierto es que, probablemente, no entrará en los puestos de honor de Pixar pero aún así es una película que, sin ser necesaria, es totalmente recomendable.
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