Javier Vázquez Delgado recomienda: Podía volar

 

Edición original: She could fly 1-4.
Edición nacional/ España: Medusa Cómics.
Guión: Christopher Cantwell.
Dibujo: Martín Morazzo.
Color: Miroslav Mrva.
Rotulación: Clem Robins.
Formato: Tomo, 144 páginas.
Precio: 17,50 €.

 

Cuando Dark Horse anunció la llegada de Karen Berger a la editorial, como editora con su propio espacio para escoger obras y su sello dentro de la empresa, muchos nos llevamos una alegría. El trabajo de Berger en el mundo del noveno arte es indiscutiblemente asombroso, hizo que cuando decimos eso de “los noventa no fueron una buena época para el cómic” tengamos que seguir con un “pero”, gracias a esta persona pudimos disfrutar de algunas de las mejores obras que este medio nos ha dado, publicando cómics de mucha calidad dentro de una editorial multinacional, cuyas ideas resultaban más frescas y novedosas que las de editoriales independientes. Esa valentía y ese buen ojo, además de los buenos consejos que todos los autores dicen que da, se traslada a una nueva editorial tras la caída en picado de Vertigo, sello de DC recientemente cerrado.

Karen Berger demuestra la importancia de la figura del editor, tradicionalmente nos tiramos a alabar las tareas de dibujante y guionista en un cómic, últimamente se ha reivindicado, con razón y éxito, la labor de los coloristas y, desde hace menos, la de los rotulistas, pero la existencia de Berger Books dentro de Dark Horse es un buen ejemplo de que detrás de todo buen proyecto debe haber un buen editor. Su arranque está siendo calmado, nombres menos conocidos en el medio como Tana Ford se mezclan con grandes como Ann Nocenti y David Aja, y la temática de las obras presentadas son variadas, pero en cada cosa que se lee se nota ese aire de Vertigo, lo único que le falta es dar con bombazos como Sandman, Predicador o Hellblazer, pero también estamos hablando de obras históricas dentro del medio que son más valoradas ahora que cuando empezaron a publicarse. Por ello hay que ir con cuidado, Berger tiene buen gusto y Podía volar es una historia que encaja muy bien en lo que esta editora nos suele ofrecer.

No es algo nuevo que Karen Berger busque talentos fuera del mundo del cómic, para la ocasión tenemos a Christopher Cantwell, creador y guionista de la serie de televisión Halt and Catch Fire, en la que es su primera incursión en nuestro querido medio, aunque ahora Marvel apuesta por él para realizar, junto a Salvador Larroca, una serie del Doctor Muerte. Sin embargo lo que me llamó la atención para comprarme este cómic fue el trabajo de Martín Morazzo, el artista argentino lleva ya unos años haciendo trabajos en IDW, Marvel o Image, ya con Great Pacific mostró una enorme calidad, con un toque distinguible, buen tratamiento de los personajes y una narrativa espectacular, solo la portada de este tomo ya es lo suficientemente atractiva como para hacerse con él. Por suerte no llegué a leer la contraportada antes de empezar el tomo y eso me hizo entrar mejor en la obra, pensando que iba por unos derroteros que no eran tales.

Podía volar nos plantea un mundo real en el que de repente aparece una mujer volando a gran altura, sin ninguna explicación aparente. El mundo entero busca respuestas, como lo harían en el nuestro, pero la historia no es esa exactamente, sino la de una chica con muchos problemas, mentales la mayoría, que se obsesiona con esa mujer y piensa que al encontrar la verdad encontrará respuestas sobre ella misma. Es cierto que el primer giro de guión llega antes de que acabe el primer número, cuando la misteriosa mujer voladora explota en el aire sin que se sepa nada sobre ella, pero es el punto que necesitaba el lector para darse cuenta que esta no es una historia al uso.

La inestabilidad mental de Luna Brewster es el hilo que nos conduce durante toda la obra, lo que nos mantiene enganchados a ella, su pensamiento que roza la psicopatía y cómo este le afecta en su vida diaria, incluso en su forma de ver a las personas, donde el trabajo de Morazzo es magnífico. Luna es un reflejo de la adolescencia y la confusión que esta genera, pero llevada a un nivel extremo, haciendo que el personaje sea impredecible hasta el punto de que el lector dude en varias ocasiones qué va a hacer. Además estas ideas se mezclan con conspiraciones desde el más alto nivel y espionaje industrial, lo que hace la obra más completa.

Pero no solo ella, los secundarios están muy bien cuidados, empezando por la familia de Luna, una familiar normal, con sus problemas normales, que saben que a su hija le pasa algo raro y se preocupan por ella, pero que siempre son enfocados porque lo que les pasa es importante para la narración, no para la historia, pero sí para profundizar en los personajes. Quienes sí son importantes es la pareja formada por Bill, un científico que vio como su proyecto se le escapaba de las manos por ser incapaz de terminarlo y cuya moralidad es, cuanto menos, dudosa, y Verna, una prostituta canadiense con la que Bill mantiene una extraña relación y que resulta ser clave según se desarrolla la historia. La parte de la mujer voladora es la que nos mete en el cómic pero los personajes son los que nos enganchan.

Podía volar es un tomo que tiene ese aire cercano al underground, fresco y profundo aun siendo un cómic fácil de leer. Recupera esa melodía que nos cantaban las grandes series de Vertigo aunque aun le falta algo de camino por recorrer. De momento se ha editado esta serie y la continuación en forma de limitada, que viene anunciada al final del tomo editado por Medusa Cómics bajo el título de Podia volar: El piloto perdido. Ni que decir tiene que la edición española es tan buena como nos tienen acostumbrados desde Medusa para estos productos, tapa dura bien encuadernada que, si bien no es barato, tampoco es tan exagerado como otras que se publican últimamente. Sería una pena que un producto así se perdiese entre tanta novedad.



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