Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Érase una vez en… Hollywood, de Quentin Tarantino

Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Fotografía: Robert Richardson.
Reparto: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Margaret Qualley, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Michael Madsen, Tim Roth, Zoe Bell, Damian Lewis, Luke Perry, Emile Hirsch, Dakota Fanning, James Marsden, Clifton Collins Jr., Scoot McNairy, Damon Herriman, Nicholas Hammond, Keith Jefferson, Spencer Garrett, Mike Moh, Clu Gulager, Martin Kove, James Remar, Lena Dunham, Austin Butler, Leslie Bega, Maya Hawke, Brenda Vaccaro, Lorenza Izzo, Penelope Kapudija, Rumer Willis, Dreama Walker, Costa Ronin, Madisen Beaty, Sydney Sweeney.
Duración: 165 minutos.
Productora: Sony Pictures Entertainment (SPE), Heyday Films, Visiona Romantica.
Nacionalidad: Estados Unidos.

La magia del cine permite hacer nuestros sueños realidad, tener esa segunda oportunidad que tod@s hemos deseado alguna vez en nuestras vidas. No sólo eso. La magia del cine permite mostrarnos los sueños rotos, las celebridades que se deshacen como si fueran un azucarillo. En Érase una vez en… Hollywood, Quentin Tarantino se convierte en mago capaz de juntar por primera vez en la gran pantalla a dos de los hombres más deseados de las últimas tres décadas para realizar su particular homenaje a la ciudad de las estrellas de finales de la década de los sesenta. Como si de una matrioshka se tratara, el genio de Knoxville juguetea, travieso, con la fórmula del cine dentro del cine con la maestría que se le presupone.

Quentin Jerome Tarantino nació en el Estado de Tennessee en 1963 y en su filmografía aparecen nueve largometrajes. De todos es sabido que el icónico cineasta ha asegurado en varias ocasiones que su ciclo cinematográfico finalizará al realizar diez películas (¿Tal vez sea la próxima entrega de Star Trek su broche dorado?). Aunque esto no signifique que parará en seco su tremenda creatividad artística ya que comenta que le gustaría hacer obras de teatro, series de televisión e incluso novelas, deberíamos paladear cada plato elaborado que nos prepara para salas de cine. Si esto fuera un menú degustación, estaríamos ya en los postres.

Dejaré claro desde el principio que no entraremos en el juego de comparar Érase una vez en… Hollywood con el resto de obras tarantinianas. Dejamos esa “responsabilidad” para que vosotr@s, amig@s lectores, compartáis con nosotros en los comentarios. La cinta que hoy nos ocupa es la más personal y emotiva del director de Kill Bill. No parece casualidad que Leonardo DiCaprio y Brad Pitt sean los protagonistas teniendo en cuenta que la primera película que vio Quentin en Hollywood a la edad de seis años (en 1969, precisamente el mismo curso en el que se desarrolla Érase una vez en… Hollywood) fue Dos hombres y un destino, cuyos intérpretes principales eran Paul Newman y Robert Redford, auténticos sex simbols de la época.

El hombre pisó la luna en 1969, y la humanidad se enfrentaba a cambios cada vez más convulsos. En la industria cinematográfica, la mítica era dorada de Hollywood llegaba a su fin y la década de los setenta comenzaba a enseñar la patita con su particular hornada de talentosos directores (Coppola, Scorsese, Cimino…) que gracias a su creatividad realizarían poco después auténticas obras maestras. Tarantino recoge sus vivencias y recuerdos para mostrarnos esos días de la mano de su pareja protagonista que muestra una química en pantalla exultante. Sólo el guionista de Amor a quemarropa es capaz de desarrollar personajes tan cools y patéticos a la vez. Quizá por eso resulta chirriante el poco aprovechamiento que hace de Margot Robbie en general y de su Sharon Tate en particular. Da la sensación de que su personaje lumínico, más allá de mostrar sonrisa ha quedado como cebo para que los espectadores acudamos en masa a su llamada cargados de morbo y amarillismo. Ya lo dijo Molière, somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos.

Erase una vez en… Hollywood se estrenó en el Festival de Cannes, el mismo escenario donde Tarantino se hizo con la Palma de oro con Pulp Fiction hace ya un cuarto de siglo. Como ya ocurriera en aquella, Los Angeles vuelve a ser el escenario en el que se desarrollan los acontecimientos aunque, sin duda, en esta ocasión cobra una mayor importancia transformando a la ciudad californiana en un personaje más de la película. La carta de amor sobre la Gran Manzana escrita por Woody Allen con Manhattan cambia de costa y de clima para transmutarse en su homóloga tarantiniana.

La ambientación de la cinta es sobresaliente y nos transportaremos al LA de hace cincuenta años. Para conseguir ese realismo se confeccionaron unas cien piezas de vestuario y, como ya es habitual en la filmografía del director de Los odiosos ocho, el soundtrack encaja como un guante regalándonos clásicos como el Mrs. Robinson de Simon & Garfunkel, Hush de Deep Purple o nuestro Bring a Little Lovin’ de Los Bravos. No será esta la única referencia española puesto que en cierto momento de expansión laboral de Rick Dalton (DiCaprio) en pantalla veremos el rótulo de Almería, lugar de filmación de multitud de spaghetti western, subgénero predilecto de Tarantino y cuyo ADN está impregnado en prácticamente toda su obra.

A pesar de que no nos aburriremos en ningún momento, los 165 minutos de metraje resultan excesivos. Es probable que sea este uno de los males endémicos del cine de Tarantino. Como diría el malogrado Andrés Montes, por el artículo 33 Quentin hace lo que quiere, cuando quiere y como le da la gana. En su afán por no limitar su talento, alarga escenas que en otras salas de montaje serían suprimidas. De sus últimos cuatro filmes dirigidos, Malditos bastardos es el de menor duración con 146 minutos.

Érase una vez en… Hollywood es un cuento en el que Tarantino mezcla personajes ficticios con otros reales como Charles Manson, Steve McQueen o Bruce Lee. Resulta curioso como estas dos últimas celebridades también surgen en el imaginario del gran Pep Brocal en los cómics Alter y Walter o la verdad imposible e Inframundo, creando una relación que creíamos imposible. La teoría de los seis grados de separación es recortada gracias al mundo de las viñetas.

Tanto monta, monta tanto, Pitt como DiCaprio. Hablábamos antes de la extraordinaria química entre ambos actores que ya sabían lo que era trabajar con el genio de Knoxville pero que no habían colaborado anteriormente. La madurez de ambos hace que sus interpretaciones eclipsen las del resto. Una multitud de grandes nombres que funcionan a modo de figurantes. Desde Al Pacino a Kurt Russell pasando por Lena Dunham o Bruce Dern, casi nada lo del ojo. DiCaprio construye un Rick Dalton que mira al pasado con ojos nostálgicos, sabedor de que su mejor momento ya pasó y que tiene la disyuntiva entre desaparecer en Hollywood con papeles cada vez menores o cruzar el Atlántico en pos de nuevas aventuras. Siempre a su lado se encuentra Cliff Booth (Pitt), algo más que su doble de acción y su chico para todo. Booth es su amigo del alma y se retroalimentan de tal forma que probablemente nos encontremos ante la relación más pura en toda la obra de Tarantino. Un personaje, el interpretado por Pitt, complejo, duro, del que atisbamos un oscuro pasado pero que tendrá alguna de las escenas más descacharrantes de la cinta junto a su inseparable perra que parece salida de una entrega de John Wick.

A diferencia de otras cintas de Tarantino, esta no está dividida en capítulos. Originalmente concebida como novela, tras la presentación de los tres personajes cada uno de ellos tendrá su propia subtrama. Un día de rodaje en la vida de un frustrado Rick Dalton, el contacto con la Familia Manson de Cliff Booth y la descafeinada trama en la glamurosa vida de Sharon Tate. Como si fueran ríos que acabarán desembocando en el mismo mar, en este caso Cielo Drive, Tarantino atiza al movimiento hippie sin miramientos, ridiculizándolos y, como ya hiciera con los nazis en Malditos Bastardos, convirtiéndolos en su particular saco de boxeo. Se hace esperar, pero la explicita violencia marca de la casa Tarantino surgirá entre carcajadas en una traca final que hará las delicias de los seguidores de su obra y resultará excesiva para el público más comedido.

Érase una vez en… Hollywood es una cinta en la que Tarantino da rienda suelta a su melomanía y rebusca entre sus recuerdos para homenajear al cine y televisión que degustó siendo tan solo un niño y que le convirtió en reputado cineasta décadas después. Tomando como referencia los terribles asesinatos perpetrados por la Familia Manson, Tarantino da la vuelta a la tortilla y se saca de la manga una divertidísima historia de amistad en la que tienen cabida prácticamente todos los elementos y códigos propios del director de Jackie Brown. ¡Qué grande es el cine!, programa que dirigió durante una década José Luis Garci, bien podría haber sido el título de la novena película de Quentin Tarantino, que comenzó su carrera en Hollywood como un enfant terrible y que se ha acabado convirtiendo en un puto autor con mayúsculas.



Ver Fuente

Comentarios

Entradas populares