Javier Vázquez Delgado recomienda: Marvel Deluxe. Jóvenes Vengadores 3 – La cruzada de los niños
Edición original: Marvel Comics.
Edición nacional/ España: Panini Comics.
Guión: Allan Heinberg.
Dibujo: Jimmy Cheung, Alan Davis.
Entintado: Mark Morales.
Color: Justin Ponsor.
Formato: Libro en tapa dura. 256 páginas..
Precio: 23,95€.
Esta mismo mes de Agosto han confluido un par de publicaciones que han hecho que el lector Marvel del siglo XXI añore uno de los grupos de fundación reciente de la Casa de las Ideas. Por un lado, Panini Comics ha publicado en un Marvel Deluxe Now! la etapa de los Jovenes Vengadores de Kieron Gillen y Jamie McKelvie (con un grupo ligeramente distinto al original). Y por otro lado, dentro de los muchos homenajes que se han incluido en el Marvel Comics #1000, hay una breve aparición de los Jóvenes Vengadores originales. Así que en un arranque de nostalgia reciente y de deseo futuro de nuevas apariciones, aquí va esta reseña que recoge no la serie original sino la secuela que protagonizaron los personajes creados por Allan Heinberg y Jimmy Cheung. Y es que con el comienzo de la Edad Heroica y el relanzamiento de la franquicia vengativa en masa, se produjo el ansiado regreso de Heinberg y Cheung a los Jóvenes Vengadores, en forma de maxiserie de nueve números titulada Vengadores: La Cruzada de los Niños. (Nota: Aunque la serie se comenzó a publicar en verano de 2010, esta aventura de redención y traiciones se sitúa cronológicamente inmediatamente después de Miedo Encarnado y es previa a los sucesos de Spider-Isla o X-Men: Cisma). Sin embargo, la presencia de los Jóvenes Vengadores perdió peso para convertirse en una colección coral del Universo Marvel. Por sus páginas desfilaron Los Vengadores (incluyendo a Wonder Man y Mercurio), Magneto, La Patrulla-X, X-Factor, El Doctor Muerte, Iron Lad y, sobre todo, La Bruja Escarlata, protagonista absoluta de esta historia junto a Wiccan. Tras haber centrado las tres sagas del primer volumen en Iron Lad, Patriota y Hulkling respectivamente, en esta ocasión Allan Heinberg iba a poner en marcha los planes que le tenía reservado al cuarto miembro fundador del grupo: Wiccan. En las pocas pinceladas que le había dedicado, Allan había demostrado que este era su personaje favorito: un novio gay, incomprensión paterna, un hermano perdido, poderes incontrolables… Y sobre todo unas cada vez menos crípticas menciones a la posibilidad de que Billy fuera el hijo, en espíritu, de La Bruja Escarlata, un argumento sobre el que se va a edificar esta maxiserie.
La idea era clara. Situarlos en el centro del Universo Marvel. Para ello, Allan Heinberg retomó algunos argumentos de Brian Michael Bendis (Vengadores: Desunidos, Dinastía de M) y los utilizó para enremezclarlos con los suyos propios para dar forma a una macro-historia en la que las juventudes vengadoras parten tras la pista de la desaparecida Wanda Maximoff, acompañadas por un aliado inesperado, que hace acto de presencia en el primer gran cliffhanger de la serie: “Es hora de que conozcáis a vuestro abuelo: Magneto”. Dicho y hecho (entiéndase todo esto en la continuidad Marvel en la que el recelo editorial desde las altas esferas a los mutantes en general y al parentesco Wanda-Magneto no fue retconoeado posteriormente). Preparen las maletas y abróchense los cinturones. Destino: Montaña Wundagore, Transia, lugar de nacimiento de la Bruja Escarlata. La llegada de otro familiar de esta disfuncional familia, Mercurio, deriva en un cruce de recriminaciones verbales y físicas que, convenientemente, acaban con la vida de una pelirroja ciudadana del pueblo montañero: ¿Wanda? No, un robot. Concretamente, un doom-bot. “Con razón nadie ha podido encontrar a la Bruja Escarlata… es prisionera del Doctor Muerte”. Golpe magistral de un habilidoso Allan Heinberg en el segundo gran cliffhanger de la serie. La Bruja Escarlata pasa de ser la persona más buscada de la Tierra, una antipática y peligrosa genocida, a ser una damisela en peligro que necesita ser salvada por los héroes, redimida automáticamente a ojos del lector. De villana a víctima. Y por si fuera poco, a punto de casarse con el Rey de Latveria, el peor villano del Universo Marvel, el mismísimo Doctor Muerte.
Tras estos cliffhangers XXL, en el siguiente número el lector tiene tiempo de recuperar el aliento y de volver a encajarse la mandíbula. Se descubre que una amnésica Wanda había llegado a Latveria para suplicar clemencia a Muerte, quién aparentemente se había enamorado de ella. Ambos tenían mucho en común: madre hechicera, sus poderes emergieron de niños y enemigos en común. Cuando la visión de su hijo Billy empieza a despertar algo dentro de Wanda, Los Vengadores (con el ex-novio de la Bruja Escarlata, Wonder Man, entre ellos) llegan a Latveria, desatándose la mayor de las batallas en el patio del castillo. Magneto en un lado, El Doctor Muerte en el otro. Los dos grandes villanos del panteón Marvel frente a frente, un hito que, en cincuenta años de historia Marvel, tan solo ha ocurrido dos veces más: en una historia de dos partes (X 77) Super-Villain Team-Up y Los Campeones, y en el cuarto anual de X-Factor (X 89), aparte de verse las caras a lo lejos en Secret Wars o Actos de Venganza. En plena refriega, un furioso Lobezno se abalanza sobre Wanda, vestida de novia, dispuesto a acabar con ella y vengarse por lo que hizo a su especie. Su salvador, en un nuevo final de infarto, resulta ser Iron Lad.
Y como eramos pocos… A la ecuación se suma este joven Kang. Iron Lad ayuda a los Jóvenes Vengadores y a Wanda a escapar de Latveria entrando en el flujo temporal, viajando a un momento del pasado donde no puedan ser detectados. Casualmente el final de este viaje es uno de los días más trágicos de la historia vengadora: desunidos, minutos antes de la explosión de Sota de Corazones y la muerte del Hombre Hormiga, Scott Lang. Misterios de los viajes en el tiempo (no pregunten), los Jóvenes Vengadores consiguen rescatar casi sin querer al padre de Cassie. Este es un hecho significativo, porque cierra el círculo de muertes y resurrecciones que comenzó aquel dia. Todos los que murieron en manos de Wanda han regresado de una forma u otra, liberando a la Bruja de dicha condena emocional. En el lugar donde empezó su calvario personal, Wanda recuerda por fin quién es: “Tenias razón, Billy. Soy la Bruja Escarlata… y lo recuerdo todo”. Nuevo final agónico, esperado por los aficionados durante siete largos años. La Bruja Escarlata está de vuelta, y tiene intención de reparar sus errores devolviendo los poderes, uno por uno, a la raza mutante. Su primera parada les lleva a Investigaciones X-Factor. Entre el grupo que dirige Jamie Madrox, hay un mutante deseando recuperar sus poderes: Rictor. Dicho y hecho. Wanda, con la misma facilidad que truncó el desarrollo potencial de la raza mutante, le devuelve sus poderes sísmicos. Aunque no todo podía ser tan bonito, y más teniendo en cuenta que en la puerta trasera se presentan La Patrulla X y Los Vengadores (en la antesala del futuro evento Marvel: Vengadores vs X-Men). Ni siquiera el emotivo reencuentro de Wanda con su hermano y su padre evita la batalla entre ambos bandos. En una nueva muestra de poder, Wanda detiene a todos los contendientes y escapa del lugar a refugiarse en manos del Doctor Muerte, ante la atónita mirada de unos divididos Jóvenes Vengadores.
En la calma antes de la tormenta final, existe por fin tiempo para las explicaciones y para responder a la pregunta: “¿Qué le pasó a la Bruja Escarlata en Desunidos?”, algo que Bendis aparentemente no tenía mucho interés en explorar (como le pasó con los jovenes mutantes que trajo del pasado y cuya historia quedó a medio-contar). Heinberg la responde haciendo un homenaje a una de las historias clave de Marvel Comics: la redención de Jean Grey. De la misma forma que la joven mutante fue corrompida por La Fuerza Fénix, aquí se demuestra que Wanda fue poseída y corrompida por “La Fuerza Vital”. En un intento de recuperar a sus hijos perdidos y con la ayuda de Muerte, Wanda recurrió a esta inmanejable fuerza mística con desastrosas consecuencias. Tras haber vivido una vida difícil, en la que ha sido manipulada de una forma u otra por figuras tales como Magneto, Mefisto, Inmortus y ahora el Doctor Muerte, la Fuerza Vital es más de lo que Wanda puede soportar y la gota que colma el vaso del cóctel mental explosivo de la pobre mutante. Esta fuerza fue quien le obligó a hacer esas cosas, y no ella como ya le pasara a Jean Grey (o a Hal Jordan con Parallax en DC Comics). Definitivamente, de villana pasa a héroína, y queda redimida por completo a ojos de Los Vengadores, de Ciclope y del lector. Wanda intenta deshacerse de la Fuerza Vital, pero en pleno exorcismo este poder acaba en manos del manipulador Doctor Muerte, quien alcanza una vez más el poder absoluto. La alianza de los héroes será lo único que se interponga en su camino. Lamentablemente, la victoria tiene un precio demasiado elevado y la batalla se salda con una baja en su bando: Cassie Lang. Estatura es asesinada por Muerte.
La energía vital de Cassie se disipa ante los ojos de sus compañeros y amigos, Visión e Iron Lad incluidos. La iniciativa de este último de viajar en el tiempo para salvarle la vida encuentra la oposición de todos los héroes y en un ataque de ira, Iron Lad asesina a sangre fría a La Visión, escapando inmediatamente en el flujo temporal, tras haber cometido el primer crimen que le llevará a convertirse en Kang. Todos ellos nunca más volverán, ¿verdad? Acabada la batalla y tras los reencuentros, Wanda decide tomarse un tiempo de descanso. En cuanto a los Jóvenes Vengadores, dos bajas son más de lo que pueden soportar, así que tras la batalla disuelven el grupo. Patriota se siente culpable por lo sucedido, Kate cree que no está a la altura de los demás, la pareja Wiccan/Hulkling busca una vida sin aventuras superheroicas y tan sólo Tommy tiene ganas de seguir peleando. De esta forma tan trágica, Heinberg y Cheung completan el viaje emocional de los Jóvenes Vengadores. El futuro editorial les alejaría de las manos de sus creadores, más interesados en contrar otras historias y de trabajar en otros pastos. Y aunque el tandem Gillen/McKelvie retomó muchos conceptos, lo cierto es que su estatus como Vengadores de pleno derecho (así les nombra el Capitán América al final de esta maxiserie) apenas ha sido explorado en los casi diez años que han transcurrido desde entonces, enterrados en muchas ocasiones por el ciclo de aparición de nuevos grupos juveniles en la editorial.
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