Javier Vázquez Delgado recomienda: Clase Letal 2: Los niños del agujero negro

Edición original: Deadly Class #’s 7-11.
Edición nacional/ España: Norma Editorial.
Guión: Rick Remender.
Dibujo: Wes Craig.
Color: Lee Loughridge.
Rotulación: Rus Wooton.
Formato: Rústica.
Precio: 16,50 €.

¡Ah, el amor! Nada se vive tan apasionadamente como el amor, y nunca tanto como en el instituto. El amor enciende ilusiones, cimenta futuros, desata guerras y precipita tragedias en igual medida, y sus males son probablemente los únicos que vemos como niñerías cuando los sufren los demás y como auténticos dramas cuando los sufrimos en nuestras carnes. No es casualidad que la grandísima mayoría de las historias que hemos creado a lo largo de los tiempos giren alrededor de ese eje, incluso cuando tu historia trata sobre chavales asesinos y un paleto follacabras llamado Fuckface.

Continuamos repasando la fantástica Clase Letal, y lo hacemos con su segundo tomo, Los niños del agujero negro. Tras los sucesos finales del número anterior, el grupo intentará localizar a ese misterioso tipo con la cara destrozada que se llevó algo que podría meter a los chicos de Kings Dominion en un lío, mientras María intentará lidiar con los sucesos acontecidos con el apoyo de Marcus. La pregunta es si Marcus puede y quiere ser su apoyo. Con este escenario, Rick Remender nos sumerge en un apasionante arco que continúa expandiendo lo presentado en el primer tomo, comenzando a dar formas más complejas e historias más detalladas a los protagonistas de su epopeya homicida.

Los niños del agujero negro puede dividirse perfectamente en dos núcleos principales: los orígenes y los amoríos. Por un lado, Remender comienza a dar uso a las cartas que nos fueron presentadas anteriormente mostrándonos el pasado de sus personajes. Sin duda lo más relevante y dinamizador para la trama es conocer por fin la misteriosa historia de nuestro protagonista, el origen de sus cicatrices y de su reputación, de la que solo recibimos difusos retazos en el primer tomo, así como su conexión con Fuckface. A lo largo de un larguísimo flashback Remender nos lanza a la cara la grotesca y brutal infancia de Marcus, una que en cierto modo trae a la memoria al Jesse Custer de Predicador y su perra vida con su abuela. Es una evolución importante, porque mientras que en el primer tomo se nos mostró la dimensión del peligro al que se ve expuesto Marcus en Kings Dominion, este segundo le replica diciéndonos que sí, que muy bien, pero que no nos olvidemos de que nuestro prota no se chupa el dedo, y de que si está en Kings Dominion es por mérito propio (incluso a pesar de esa maravillosa y bochornosa escena de la resaca). También tendremos sitio para la trágica infancia de María, que nos lanza una nueva perspectiva sobre su relación con Chico y aprovecha de paso para presentarnos a un nuevo villano que apunta a ocupar un lugar importante.

Pero si hay un núcleo principal que empuja este tomo, para mí es el amor. Habrá quien pueda decir que llamar amor a los calentones y encaprichamientos juveniles es cuanto menos exagerado, ¿pero acaso hay un momento en el que se viva tan intensamente y tan lleno de preguntas? Remender desarrolla un triángulo amoroso con su protagonista en medio, y lo usa para hacer una deconstrucción de las distintas maneras de vivir esas relaciones, desde el que se protege rechazando el apego hasta el que se refugia completamente en él. Especialmente interesante es su afinada manera de plasmar ese clásico perfil de “culpabilidad del pobre”, esto es, la de ese chico que siempre ha estado solo, y que al encontrar por fin a alguien siente que cualquier cosa que no sea agradecimiento sería una falta de respeto, pues quién es él para permitirse el lujo de rechazar. Todo esto consigue desarrollar Remender no con el cinismo del adulto que mira a estas relaciones desde arriba con prepotencia, sino dándoles toda la importancia que realmente tendrían para sus personajes, porque es consciente de que si él mismo no se los tomara en serio, nadie podría hacerlo.

¿Y qué tenemos en el apartado gráfico? Un nuevo despliegue de recursos de Wes Craig que hace de la lectura una experiencia brutal. Es posible que el nivel sea (muy) levemente inferior al primer tomo, en especial los inicios del primer número de este, donde el trazo comienza algo irregular, pero en pocas páginas recupera el ritmo y podemos seguir hablando de un trabajo soberbio en términos generales, con una especial habilidad para hacer unas escenas de acción tan dinámicas que prácticamente salen disparadas de la página. Se hace extraño no haber visto a este autor nominado a algún Eisner, pero ya se sabe cómo funcionan los premios. Al fin y al cabo, Pacino solo tiene un Oscar.

En definitiva, el segundo tomo de Clase Letal consigue que el fantástico primer número no quede en agua de borrajas, sino que su guionista profundiza inteligentemente en su trama y en sus personajes, aplicándoles nuevas capas que aumenten su riqueza y sus dimensiones. Con un Wes Craig que sigue en tremendo estado de forma, y con un cliffhanger final como el que tiene, pocos motivos se le pueden ocurrir a uno para no lanzarse de cabeza a por el siguiente número.



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