Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Sordo, de Alfonso Cortés-Cavanillas

Dirección: Alfonso Cortés-Cavanillas.
Guión: Alfonso Cortés-Cavanillas, Juan Carlos Díaz.
Música: Carlos Martín.
Fotografía: Adolpho Cañadas.
Reparto: Asier Etxeandia, Aitor Luna, Hugo Silva, Marián Álvarez, Imanol Arias, Antonio Dechent, Olimpia Melinte, Cristóbal Suárez, Manuel de Blas, Ruth Díaz, Roberto Bonacini, Rocío Calvo, Jorge Basanta, Javier Ballesteros, Edu Mayo, Stephanie Gil, Íñigo Echevarría, Jaime Martín.
Duración: 121 minutos.
Productora: La Caña Brothers.
Nacionalidad: España.

“¿Qué se cree que estamos haciendo aquí? Cazar indios, sargento” Capitán Bosch

En septiembre del pasado año, con motivo de la nueva edición de Astiberri, mi compañero Diego García Rouco publicaba una excelente reseña de Sordo, la obra creada por David Muñoz y Rayco Pulido que vio la luz por vez primera en el año 2008 (Ediciones de Ponent). En ella, el redactor de Barakaldo afirmaba que “Sordo es una reflexión sobre las locuras a las que nos lleva el aislamiento, que hace que nos alejemos de la realidad”. Tras el anuncio de su adaptación para la gran pantalla, el propio Diego tuvo la posibilidad de preguntarle en una entrevista a Rayco Pulido sobre la misma. El ganador del Premio Nacional del Cómic 2017 por Lamia confesaba que tanto él como David Muñoz decidieron no meterse en la producción de la película. No sólo eso, sino que se limitaron a vender los derechos del cómic y ni siquiera habían visto la copia. Lo cierto es que, cualquiera que haya leído Sordo puede pensar que el material original se antoja escaso para soportar el metraje de un largo. Como veremos más tarde, los añadidos externos han sido los principales debes de un producto que tiene que estar orgulloso de su acabado final.

Alfonso Cortés-Cavanillas fue el encargado de llevar el proyecto a buen puerto. En su debut, Los días no vividos, el antiguo trabajador en deportes de Canal + consiguió sacar partido de un presupuesto muy reducido con una propuesta realmente interesante. Pues bien, en este segundo trabajo Cortés-Cavanillas se supera con una dirección más que notable aunque, en la escritura del libreto (apartado que comparte junto a Juan Carlos-Diaz) no está a la misma altura. Las diferentes subtramas incorporadas (especialmente la de la mercenaria Darya Sergéevich) sabotean el ritmo de la película, ensombreciendo la trama principal.

La versión cinematográfica de Sordo resulta ser un western de manual, pero ambientado en la posguerra. Desde la música compuesta por Carlos Martín, pasando por las persecuciones a caballo, hasta el vestuario utilizado por el protagonista… todo ello evoca al oeste americano. A pesar de que nunca se hable de una localización concreta, sabemos que la historia transcurre en el norte de España. Concretamente, cerca de la frontera con el país galo. Pues bien, los bellísimos exteriores donde Adolpho Cañadas, director de fotografía, da rienda suelta a todo su talento fueron rodados en Cantabria. Una vez más cabe destacar que, pese a contar con un presupuesto reducido, el nivel técnico de la cinta es sobresaliente. Tanto la iluminación como el sonido son fundamentales para sumergirnos en la trama y sufrir con su protagonista.

Salvo por el primer enfrentamiento entre el ejercito español y los maquis, el comienzo de la película es muy similar al del cómic. Sordo es una historia que habla de los vencedores y de los que no se quisieron dar por vencidos. En octubre de 1944, antiguos combatientes republicanos regresaron a España como avanzadilla de una invasión que liberase a sus habitantes del yugo del fascismo. Se esperaba que, entre mil y dos mil hombres con apoyo de los países aliados, la Operación Reconquista fuera un rotundo éxito entrando por el Valle de Arán. El gobierno franquista destinó a 50.000 hombres a la zona fronteriza evitando cualquier tipo de levantamiento.

Volviendo a la película, el prólogo de esta nos muestra el grupo de guerrilleros al que pertenece Anselmo (Etxeandia) y que recuerda, levemente, a los Malditos Bastardos de Tarantino. Pronto sus planes comenzarán a torcerse. El puente que habían decidido volar por los aires como primera parte del plan, lo hace antes de tiempo. Como consecuencia de esto, todos morirán salvo Vicente (Silva), que será encarcelado, y Anselmo, que pese a conseguir escapar ha quedado totalmente sordo por culpa de la explosión. A partir de este punto, en el cómic nos encontramos páginas y páginas sin una sola línea de diálogo. Todo gira alrededor de la historia de supervivencia de Anselmo, con su recién adquirida discapacidad, que deberá buscarse la vida en el bosque con alguna pequeña incursión en su pueblo.

Sin embargo, como bien decía Pulido en la entrevista realizada por Diego, de haber realizado una versión literal del cómic, Sordo habría quedado como una peli de arte y ensayo. Cortés-Cabanillas opta por dar un mayor protagonismo al ejercito español y crear, de esta forma, una cacería cuyo objetivo es Anselmo. De una manera casi obsesiva, liderados por el Capitán Bosh (Luna), atrapar a este guerrillero implica acabar con la llama de la esperanza. Este arco, que vendría a representar la primera parte del filme, es el que mejor funciona. Por desgracia, el desarrollo del personaje es más creíble en el cómic puesto que la soledad (más el plus de la sordera) que atenta contra su estabilidad mental, en la gran pantalla no está tan conseguido. A pesar de irse a las dos horas de duración, el elemento de la naturaleza como amenaza nos lo racionan con cuentagotas. Da la sensación de que, eliminando personajes secundarios innecesarios (así como unos cuantos minutos de metraje) y acercándose más al tono desprendido en obras como Naúfrago (Robert Zemeckis, 2000) o Ártico (Joe Penna, 2018), el resultado habría sido mucho más satisfactorio.

Asier Etxeandia se muestra exultante con su primer papel protagonista, ofreciendo una interpretación muy física que le demandó bajar de peso y poner en jaque a su salud. 2019 no será un año que olvide fácilmente el actor vasco ya que, tras destacar en Dolor y Gloria, se consolida como valor al alza en el star-system patrio. Acompañando a Etxeandia nos encontramos a un buen puñado de secundarios que cumplen de manera notable. Aitor Luna, después de interpretar al Capitán Alatriste en aquella serie de la que no hablamos, repite rango militar mostrándose implacable e ideando un plan maestro más propio del 1984 de Orwell que del cómic de Rayco y Muñoz. A las órdenes del Capitán Bosch nos encontramos con el siempre notable Imanol Arias haciendo las veces de sargento, al que se le advierte buen corazón y poco futuro. En el lado rebelde, Hugo Silva tiene un pequeño papel (aunque clave) como el encarcelado Vicente y Marian Álvarez (Cien años de perdón) da vida a su sufrida y estigmatizada esposa que pasa las de Caín desde el principio hasta el fin.

En la otra cara de la moneda nos encontramos con un personaje creado íntegramente para esta versión. Olimpia Melinte, a quien descubrimos en Canibal, se mete en la piel de Darya Sergéevich, una sádica mercenaria rusa al servicio del ejercito español. No da con la tecla la actriz rumana con la figura más pulp de toda la película. Con parche en el ojo y un índice de letalidad que se sale de la tabla, este doppelgänger vitaminado de Mireille Enos parece sacado del Polar de Victor Santos. Pero no, no es Black Kaiser. A pesar de que se esfuerzan en darnos un par de pinceladas de su pasado, ni la escena de la cantina (¿a qué viene tanta sangría?) ni la desagradable (y bizarra) violación posterior aportan coherencia al relato.

La narrativa irregular de Sordo no ayuda a entender la creciente paranoia de Anselmo, haciendo poco creíble el giro final de la película. Ese proceso quijotesco queda emborronado por una serie de escenas (principalmente las de la tiradora rusa) que restan protagonismo a la reconversión animal del personaje excelentemente interpretado por Asier Etxeandia. El cineasta Alfonso Cortés-Cabanillas fusiona el cómic de David Muñoz y Rayco Pulido con el cine de Peckinpah y Leone para realizar un western cuyo escenario es la España de la posguerra. Un país deprimido al que unos pocos trataron de devolverle su libertad, aunque la semilla de la locura amenazase con germinar en su interior.

P.D. permitidme la licencia de, en clave de humor, explicar la importancia de los cinco sentidos para comunicarnos como especie. Sordo da pie a ello y, de paso, recojo el guante lanzado por mi compañero Jordi T. Pardo. No me chilles que no te veo… hace el resto.



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