Javier Vázquez Delgado recomienda: Astro City: Estrellas resplandecientes
Edición original: Astro City: Shining Stars USA (Astro City: Samaritan Special USA, Astro City: Astra núms. 1–2 USA, Astro City: Silver Agent núms. 1–2 USA, Astro City: Beautie núm. 1 USA).
Edición nacional/ España: Astro City: Estrellas resplandecientes (ECC Ediciones).
Guión: Kurt Busiek.
Dibujo: Brent Anderson.
Formato: 208 páginas, color.
Precio: 20,50€.
Este octavo tomo de Astro City contiene cuatro historias que pueden ser agrupadas en dos pares bien diferenciados. Permitidme que no siga un orden cronológico y que me extienda en primer lugar acerca de las dos historias centrales del tomo, aquellas que componen el par menos interesante. Quizás “menos interesante” no sea el constructo gramatical más correcto. Sería mejor explicar que, a pesar de su gran calidad, estas dos historias no llegan tan lejos como las que abren y cierran el libro.
La pregunta que define tanto Sus oscuros orígenes de plástico como Día de graduación es la siguiente: ¿Cuál es el precio que hay que pagar por ser un superhéroe, por ser especial?
En el caso de Bonita, una mujer sintética creada a imagen y semejanza de una muñeca barbie, el atributo que la hace “especial” es su belleza. Los seres comunes y corrientes (todo lo común y corriente que se puede ser en Astro City, habría que aclarar) que la rodean no pueden ver más allá de su fachada de plástico, y ella misma tiene problemas para conectar con la humanidad, incluso con su propia humanidad. Su historia es un afilado retrato de la soledad.
En el caso de Astra, la integrante más joven de la Primera Familia, el atributo que la hace “especial” es su fama. Todos sus pasos y todas sus acciones están controladas por los paparazzi y los medios de comunicación.
“Día de graduación” es una historia con buenos mimbres, pero que peca de ser un tanto simple, de estar dibujada con brocha gorda. La secuencia inicial, por ejemplo, con cartelas de texto subrayando una secuencia en la que Astra y sus amigos se comportan en una discoteca como la pandilla de Scooby Doo resulta un poco sonrojante. Algunas alusiones a videos sexuales y drogas son extrañas, y vienen y van a ninguna parte. En definitiva, es evidente que Busiek no era el escritor adecuado para esta historia.
¿Por qué? Por una situación cuanto menos curiosa que se da en estas dos historias. Kurt Busiek es un guionista de tradición e influencias evidentemente clásicas (sus lecturas y referentes son los comics y la ciencia ficción de la era Kennedy: relatos caracterizados por una visión optimista, caucásica y masculina respecto del progreso), y a la vez es evidente también que en sus guiones hay una tensión por liberarse de esas influencias (probablemente debido a que, como escritor inteligente que es, no puede sustraerse a las tendencias más maduras del medio).
Es decir, que tenemos un guionista que intenta nadar entre dos aguas. Por un lado, no quiere o no puede las tesis más básicas de los comics (considerados como) “guays” (nihilismo, escepticismo, cinismo mezclados con una visión compleja, ambivalente y polifacética de la realidad y el medio social), pero a la vez tampoco quiere volver a las visiones maniqueas y obsoletas de su juventud.
En algunos casos, cuando no está fino, Busiek da la impresión de ser un hombre que se resiste a crecer, de ser un niño que tiene miedo a vivir. En otros casos, cuando la alquimia funciona, los efectos que provocan sus fábulas son sorprendentes y originales.
Eso último es lo que ocurre en las dos historias que siguen. La pregunta que define tanto El águila y la montaña como Para servir y proteger es la siguiente: ¿Qué significa ser un héroe?
El águila y la montaña narra la cena amistosa que Samaritano mantiene anualmente con su peor enemigo, El Infiel. Este último es un viajero y conquistador temporal al que ciertas acciones de Samaritano privaron de su reino. A partir de entonces ambos se enfrascaron en una lucha sin cuartel, en la que cada uno excluía al otro de la realidad una y otra vez. Llegados a un punto muerto, los dos adversarios establecieron una tregua que saben no durará.
Mark Waid dice en el prólogo de este libro que lo que define El águila y la montaña es la naturaleza insidiosa de la tentación. No deja de ser cierto, pero no es importante. Lo que define esta historia es lo mismo que define la fábula que le da título: el choque eterno entre dos fuerzas antagónicas, entre un ying y un yang incapaces de entenderse el uno sin el otro. Un choque que, de forma literal, da forma al mundo.
Para servir y proteger es probablemente una de las mejores historias de Astro City, siendo además una suerte de epílogo de la gran epopeya que es La edad oscura. En esta última, veíamos aparecer a Agente de Plata en modo cristico después de su ejecución. El efecto era tremendamente potente, y parte de la potencia de este efecto se debía al carácter inexplicable (en otras palabras, sagrado) de las apariciones de Agente de Plata. Busiek arriesga al explicar lo inexplicable. Arriesga y gana, porque conoce a la perfección la estructura de los grandes mitos solares de la historia humana.
Resulta que Agente de Plata fue salvado de la silla eléctrica y trasladado a un futuro remotísimo, donde una vez más tuvo que salvar el universo de una fuerza cósmica descomunal y dictatorial. Resulta también que (como Cristo, como Ra, como Krishna, como Odín y como tantos otros) Agente de Plata alcanza su mayor gloria en el momento de su apoteosis: una muerte aparente que tiene lugar después de un calvario, y antes de cierto número de apariciones milagrosas.
La gran tragedia de este relato, aquello que lo hace grande y significativo, es el sacrificio último de Agente de Plata, un hombre definido por hacer siempre lo correcto, pase lo que pase. Aunque eso signifique morir. Y morir, como dice Milton, es “sin duda una cosa terrible”.
Como vemos, Busiek es un guionista que funciona mejor cuando se mueve en niveles más grandes que la vida misma, cuando escribe sobre heroísmo, redención, familia, sacrificio y humanidad. Cuando insiste en elegir temas en los que (da la impresión) nunca ha estado sumergido (o ha estado sumergido tangencialmente) el resultado provoca distanciamiento.
Quizás sea ese uno de los motivos por los que una colección tan magnifica como Astro City no goza del predicamento que merece. Su tesis está en tierra de nadie, en una posición incómoda en la que no agrada a los lectores más alternativos ni convence a los lectores con gustos más clásicos. Esta circunstancia se ha ido agudizando con los años, de modo que una serie que comenzó como una oda a los superhéroes acabó reflejando de forma imperfecta el cansancio de los mismos. Pero esta elección, consciente o inconsciente, de Busiek, resulta ser, en su fracaso a medias, una lección para todos nosotros.
Busiek no sabe o no puede plasmar conflictos humanos solventes (es decir, construir un drama, escribir literatura) en sus historias. Pero, como sabe que este es un objetivo loable y digno, nunca dejará de intentar despegarse de la sombra de los dioses. Busiek es el Sísifo de los clásicos guionistas, y así, en su derrota, se convierte en un guionista clásico.
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