Javier Vázquez Delgado recomienda: Joker – Simpatía por el diablo

Amar al Joker, o el irresistible encanto de los villanos por Juan Iglesia

“¿Si me gusta? ¡Me vuelve loco!”

Es enero de 1990, tengo 9 años, acabo de ver “Batman” y me doy cuenta de que he caído rendido a los pies del villano de la función. Sus escenas son las que más rememoro, sus frases las que más repito, su imagen la que más me impacta.

¿Por qué nos gustas tanto, Joker? ¿Por qué nos resultas tan irresistible?

No tienes el imponente porte metálico de un Dr. Muerte o la hondura dramática de un Magneto. No eres un trágico ángel caído como Dos Caras o un genio megalómano como Lex Luthor. Careces del poder absoluto de un Darkseid o la dimensión cósmica de un Galactus.

No se te puede negar presencia y estilo (“¿te lo he preguntado?”). Cuentas con tu inconfundible figura delgada y esbelta de saltimbanqui. Tienes tu frac de colorines para acudir a elegantes fiestas nocturnas. O tus variopintos disfraces para confundirte entre la masa.

Puedes hacerte con los más variados escenarios. Se te puede encontrar en las selectas fiestas de las élites, en cortes y palacios, pero también en el bullicio de los espectáculos populares, en circos, ferias y carnavales. Incluso en la baraja, tu hábitat natural, sin pertenecer a ningún palo estás presente en todos, no eres número, tampoco eres figura, pero puedes serlo todo.

¿Acaso no puede tener el comodín el mismo valor que un rey o una reina? ¿No eran los bufones los únicos que podían reírse de los nobles? ¿No representaban los arlequines a la canalla de los bajos fondos? Pobres y deformes en muchos casos, pero dotados de una astucia superior, conocedores de las verdades ocultas del relato.

Por eso estas siempre en el centro del escenario, por eso todas las miradas están siempre pendientes de ti. De ti se puede esperar cualquier cosa.

Estas lleno de recursos. Te diste a conocer anunciando tus asesinatos por la radio en los años cuarenta, regresaste por televisión en los setenta, trataste de ser auteur del cine y las artes plásticas en los noventa, ¿cuánto tardaremos en verte por Youtube retransmitiendo en streaming?

Dominas infinidad de registros. Desde la ópera de Pagliacci hasta el teatro bufo. Puedes ser un ladrón bromista e inofensivo, un gánster vanidoso y vengativo (“¿y tú de qué te ríes”?), un terrorista rabioso, un pandillero trap y ahora, parece que también un pseudo-revolucionario. Nada puede sorprendernos viniendo de ti. Eres divertido y cruel, impredecible e irracional. Una amenaza tanto para héroes como para villanos.

Tu carisma conecta con algo elemental, atemporal. Eres el arcano del loco, el comodín de la baraja, el bufón de la corte, el trickster del Universo DC. Por eso, antes de que nos lo explicara Morrison echando mano del transformismo posmoderno, ya sabíamos que eras capaz de encarnarte en cualquier tendencia, cualquier anhelo, cualquier delirio de esta época líquida (“es una especie de ‘supercordura’, una alteración de la percepción humana más adaptada a la vida urbana de finales del s. XX”). Sin pasado, sin futuro, sin identidad (“ninguna personalidad es la verdadera. Se crea a sí mismo cada día”). Un cualquiera convertido en el catalizador de una realidad quebrada, abrasiva, aplastante.

Así, si Batman es el héroe de esta época, está claro que tú eres su villano. Si Batman es la última línea de defensa de un orden en descomposición en el que no cree, tú eres el reconocimiento de que ese orden necesita al caos para sostenerse y justificarse. La subversión absoluta sin alternativa posible. Sembrar el terror sin finalidad alguna.

Urbi et orbe, predicas tu evangelio de locura a Gotham y al Mundo, que al caso es lo mismo, y siempre encuentras feligreses entre los inadaptados, los marginados, los que son aplastados por la realidad (“el Joker es un imán para este tipo de mentes”). Si la alternativa a la negación de la realidad es el delirio, ¿cuál es la alternativa a la sobredosis de realidad? (“no parece ejercer ningún control sobre la información sensorial que recibe del mundo exterior. Su único modo de enfrentarse a ese caótico torrente de datos es dejarse llevar por él”).

Por eso solo tú podrías ser el antagonista perfecto para Batman. Solo vosotros podríais construir una oposición tan radical, tan total y a la vez tan unitaria, tan complementaria. Desde lo más básico hasta lo más complejo. Desde el color hasta la percepción del mundo.

Cuando alguien lucha tan ferozmente por imponer el orden para no caer en su propia locura, ¿no será la personificación del caos su mayor pesadilla? La obsesiva necesidad de Batman de que se castigue al culpable para que todo pueda tener sentido (“el mundo solo cobra sentido cuando lo fuerzas”) es respondida por ti mostrándole que el sinsentido es nuestro estado natural, que el caos ya gobierna y no cabe reprimirlo (“yo creo que no deberíamos reprimirnos”). El orden y el sentido son nociones frágiles que apenas alcanzan a abarcar pequeñas regiones mentales y sociales (“si se las presiona demasiado, se quiebran”).

Solo tú conseguiste derrotarle por completo. No una derrota física, como la de Bane, una derrota en lo que le da sentido: no pudo salvar a Jason ni a Bárbara.

Solo tú le sitúas ante su propio reflejo. Le conviertes en un asesino en sus pensamientos cada vez que sueña con matarte (“desde el principio supe que no había nada malo en ti que no pudiera resolver con mis propias manos”), cada vez que valora esa idea, que la sopesa, la analiza… y la saborea.

Como en todo antagonismo elemental no cabe una victoria ni una derrota completa por parte de ninguno, sino un empate catastrófico (“¡no puedes vencer al Joker! ¡El Joker es un comodín!”). Batman nunca matará al Joker porque supondría su triunfo final. Y el Joker nunca enloquecerá a Batman porque incluso el caos necesita un asidero para no caer en el pozo infinito del delirio absoluto, en la nada. Pero solo tú lo entiendes (“creo que tú y yo estamos destinados a hacer esto de por vida”). Y ahí está la gracia, ahí está el chiste. Batman cree que debe existir un mundo sin el Joker aunque no sea capaz de eliminarte y esa contradicción le consuma por dentro, mientras que tú no concibes un mundo sin Batman pues sería como negarte a ti mismo (“tú me completas”), por eso vas siempre a su encuentro, reclamándolo como tuyo (“¡el Joker se merece a Batman!”).

Pero no es la perfecta oposición entre el Príncipe Payaso del Crimen y el Caballero Oscuro lo que está cerca de convertirte en el único personaje de ficción, junto con Vito Corleone, que reporta el Oscar a dos intérpretes diferentes. No es la aterradora simetría entre orden y caos, entre racionalidad e irracionalidad, entre tragedia y comedia que representáis. Es tu mayor arma, tu superpoder, que se superpone y corroe cualquier antagonismo. La risa (“¿nunca os han hablado del poder curativo de la risa?”).

La risa es el mayor desafío que cabe frente al poder, frente al dolor, frente a la adversidad, por eso nos gustas. Ríe, payaso, y todos te aplaudirán. Pero tu risa no nos aleja de la desesperación, sino que nos arrastra hacia ella, no elude el delirio, sino que lo abraza, por eso nos das miedo. Porque no puede ser lo mismo reírse de la muerte que matar sonriendo.

En esa ambigüedad reside tu fascinación.

Citas extraídas de:

El pez sonriente. 1978.
La marca del Joker. 1978.
El Regreso del Caballero Oscuro. 1986.
La broma asesina. 1988.
Arkham Asylum, un lugar sensato en una tierra sensata. 1989.
Batman, la película. 1989.
El Caballero Oscuro. 2008.

Joker es, por Ivan Rivas

Ah. El Joker. Qué personaje ¿eh?. Conocemos muchos villanos en los cómics pero pocos que sean capaces de infundir ese miedo en el lector. Esa sensación que te recorre la piel antes de pasar la página diciéndote “aquí puede pasar algo gordo”. Eso si está en manos de un guionista que sepa aprovechar todo su potencial, claro está. ¿y cuál es ese potencial?

Como ya indicaba Pablo Menéndez en este recomendable artículo el Joker anterior a Alan Moore no era el mismo personaje. Tenía potencial si, ya manejaba esos registros que funcionaban bien frente a un personaje como Batman. Pero funcionaban simplemente bien. Moore cogió esos 2 o 3 engranajes, y cual MacGyver con un clip, construyó una maquinaria compleja e infalible. El guionista inglés entró como elefante en cacharrería, cogió esa sonrisa y ese abrigo morado y los retorció de tal manera que ya nada volvería a ser lo mismo. Como ya sucediera con Frank Miller y su Batman: Año Uno, DC Comics adoptó enseguida en nuevo enfoque a sus series regulares. Tras dejar a Batgirl en silla de ruedas en La Broma Asesina, la editorial aprovechó ese tirón homicida y el mismo año el Joker masacraba a Robin con una barra de hierro en “Una muerte en la familia”. Y de paso a su madre recién encontrada. Boom.

En cierta manera, ese Joker de “La broma asesina” era tan parecido al personaje que naciera en los años 40 como lo eran The Question y Rorschach. O como Blue Beetle y Búho Nocturno. Sólo que esta vez a Moore le dejaron jugar con los juguetes de verdad. Hay que reconocerle a todos los autores previos que las bases para que el payaso pudiera explotar todo su potencial ya estaban allí, pero sin embargo, fue imprescindible el giro hacia la oscuridad que dio también Batman en los años 80 para que el Joker fuera quién es en la actualidad, porque la dicotomía entre héroe y villano revienta registros cuando ambos están en el extremo de los polos. Frente a un rostro adusto, una carcajada histriónica. Frente al orden y la justicia, el caos y la violencia. Frente a la oscuridad y el negro, tormenta de colores con el violeta y el verde al frente.

Es este choque de trenes el que convierte al Joker en uno de los mejores villanos del cómic. El Joker no tiene un pasado complicado en Auschwitz, no es cerebro criminal sin parangón, no posee multinacionales ni preside países. No le hace falta, porque al otro lado del espejo está Batman. Ya lo decía Mr. Glass (Unbreakable, 2000): “En un cómic ¿sabes cómo se nota quién va a ser el villano más malvado?. Es justamente el opuesto del héroe.” Y no hay mayor opuesto en los cómics que el Joker. El Príncipe Payaso del Crimen no maneja escala de grises. No le pasa esto de mañana me uno a los X-Men y pasado lucho contra ellos. No le va eso de ser un criminal con fachada de hombre respetable. Es un maníaco sin peros. Sin disimulos. Y con una mente tan retorcida que siempre es complicado conocer su próximo paso.

De todas formas, aunque Alan Moore abriera ese jugoso melón en 1988, evidentemente no todos los autores han sido capaces de plasmar la misma esencia del personaje. ¿Cuáles podría mencionar que si lo hayan hecho? Para empezar (será una cosa generacional) siempre se me viene a la cabeza Chuck Dixon y su “Abogado del diablo” (1996). Pese a su larga y dilatada carrera en Detective Comics y otras series del Universo Batman, Dixon sólo escribió dos cómics con el Joker. Por tanto, se aseguró muy mucho de que esas apariciones no dejasen frío al lector. Sin extenderme más sobre dicho tebeo, que para eso ya tenéis la reseña, hay que recalcar que el cómic, sin necesidad de utilizar una violencia desmedida, nos dejaba con dos o tres momentos para recordar y unas buenas interacciones entre el Joker y Batman.

Unos años después (2000), Greg Rucka utilizaría al Joker de forma magistral para cerrar “No Man´s Land” por todo lo alto en su último arco argumental, Endgame. De nuevo, como en La Broma Asesina, sería el Comisario Gordon quién sufriera las peores consecuencias: el Joker asesinaba a Sarah Essen, despidiéndose después de su cadáver con un tétrico “Feliz Navidad”.

Otras historias destacables ya las tenéis en esta guia de lectura de la que sin duda no podéis dejar pasar “Caballero blanco”, que aunque no destaque en los mismo parámetros de los que hemos venido hablando aquí, es sin duda una de las mejores obras de Batman de los últimos tiempos y una original historia del Joker. Id adelantando esta lectura en vuestras pilas pendientes, porque la secuela ya está en marcha y promete dejar de nuevo buenas sensaciones.

En cuanto al diseño del personaje, en los cómics se ha mantenido durante décadas con pocas variaciones. Serían Snyder y Capullo quiénes más se alejaran del diseño canónico con “La muerte de la familia”. En esa historia de tintes terroríficos, el Joker llevaba su rostro arrancado y después recuperado cogido co grapas a su cara en carne viva, iba vestido de mecánico y usaba un martillo para todo menos para clavar clavos. Tal sería la desviación del modelo previo, que Geoff Johns lo presentaba como uno de sus “Tres Jokers” para esa historia que Jason Fabok está dibujando pero para la que no tenemos aún fecha de salida a la venta.

¿Y en el cine? Ahí estamos todos de enhorabuena. Actores de una calidad incuestionable han dado vida al Joker y (casi) todas son y serán recordadas por cinéfilos de todas las épocas. Tachando de la lista al Joker de Jared Leto, víctima de una película fallida en todas y cada una de sus áreas, nos quedan otras tres interpretaciones (hijas de su época) que han ayudado a plasmar para el gran público lo que los comiqueros hemos disfrutado en el cómic en las últimas décadas. Si no fuera por Thanos podríamos decir sin lugar a dudas que es el peor vilano que hayamos visto en el cine, pero con el grandullón de Titán la batalla está complicada.

Sea como fuere, si hace poco celebrábamos el 80 aniversario de Batman, es motivo de celebración también que 79 años después su antagonista esté más vigente que nunca.



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