Javier Vázquez Delgado recomienda: La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte
Hablar de Seth es hablar de amor y pasión por los cómics. Gregory Gallant, conocido por todos ustedes como Seth, es uno de los artistas imprescindibles para entender el cómic alternativo de las últimas décadas. Al igual que otros autores como Daniel Clowes o Chris Ware, en Seth el diseño de los cómics es un personaje más, y es de vital importancia. En este sentido, La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte fue concebida originariamente antes que Wimbledon Green, aunque acabada y publicada después, debe leerse como un díptico junto a este tebeo, del que tiene en común con éste tanto temática como diseño. Ambos cómics son exactamente iguales en el aspecto formal y quedan en la estantería como dos gotas de agua, algo que no ocurre con el resto de la bibliografía de Seth. Si en Wimbledon Green se centraba en los coleccionistas de cómics; en La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte se centra, como su propio nombre indica, en los historietistas canadienses. Tanto el estilo de dibujo como el de composición de página, es el mismo en ambos casos.
Pese a ser sensiblemente inferior en calidad a Wimbledon Green, La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte es un cómic que reúne todos los tics de Seth y que está muy interrelacionado con otras obras del artista nacido en Clinton, Ontario en 1962. Así pues, esa mirada nostálgica hacia el pasado, una vez más, está presente aquí, aunque hay que tener en cuenta que esa mirada esconde más de una pulla velada hacia un pasado (casi) íntegramente creado por la inagotable inventiva de Seth. Esto no es nuevo, ¿se acuerdan de La vida es buena si no te rindes? Ahí mezclaba realidad con ficción, algo que aquí repite, ya que sí que hay autores reales entre los miembros de la ficticia Hermandad de Historietistas, tales como Doug Wright, Jimmy Frise o su gran amigo y compañero de fatigas Chester Brown, que recibe un par de halagos por parte de Seth que posiblemente hayan sonrojado al historietista de Nunca me has gustado.
Francamente, me impresiona la imaginación de Seth que es capaz de inventarse autores, cómics, y hechos “pseudohistóricos” sin ningún pudor y sin ningún atisbo de agotamiento. Igualmente, esto lo hacía en Wimblendon Green y George Sprott, pero en este sentido, éste último tebeo mencionado es muy superior en cuento a narración, ritmo y precisión. Pese a tener varios momentos de humor conseguidos en La Hermandad de Historietistas, Wimbledon Green era un cómic mucho más divertido. Cierto es que éste arrastraba algunos problemas en su estructura, pero había más frescura y pasión. En cambio, aquí la mirada es más derrotista y apagada, también porque se contagia de un espíritu (ficticio) con apariencia de gloria pasada. Lo realmente irónico del asunto es que ese espíritu está envuelto de cierta caspa.
No cesan ahí sus relaciones con otros tebeos del propio Seth, puesto que tanto La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte como Ventiladores Clyde suceden en la ficticia (perdón que me repita, pero con Seth es inevitable escribir varias veces esta palabra) ciudad de Dominion. La creación de esta ciudad por parte de Seth le ha posibilitado desarrollar otra de sus grandes pasiones: las maquetas hasta tal punto que un documental recoge esta gran afición de este historietista.
Si hasta en un par de ocasiones Chester Brown recibe halagos de Seth, no se queda atrás Joe Matt. Una práctica habitual en este maravilloso tridente de artistas es que suelen dedicarse mutuamente los cómics. En esta ocasión, es Seth quien dedica este tebeo a Joe Matt. Ya saben que tengo especial debilidad por Joe Matt, este historietista semirretirado que lleva muchos años sin publicar y al que deseo que un día vuelva a deleitarnos con un nuevo trabajo. Tanto es así mi obsesión por el autor de esa obra maestra llamada Pobre cabrón que cuando pude conocer en persona a Seth, irremediablemente tuve que preguntarle por Joe Matt. Y el día que conozca a Chester Brown haré lo mismo. Lo sé, no puedo evitarlo.
Este cómic le sirve a Seth para hacer un recorrido tanto por la historia del cómic canadiense como por la historia de su propio país. Ante todo, este tebeo es muy, muy canadiense, y eso es bueno porque, como comentaba en la reseña de Louis Riel de Chester Brown, se nos acerca la idiosincrasia de otra cultura que ha crecido para nosotros a la sombra de la estadounidense.
Otro elemento que también he mencionado en más de una ocasión es la de la influencia de las tiras de prensa en general y de Charles M. Schulz en particular en los historietistas de cómics alternativos. Precisamente, uno de los momentos más divertidos de este cómic es cómo uno de los autores ficticios que aparecen aquí, Sol Gertzman, incluye a Snoopy sin permiso de ningún tipo en su obra, Canada Jack y desconociendo por completo de qué iba Peanuts. Una vez más, Seth, con maestría mezcla realidad con ficción, puesto que Canada Jack sí que existió de verdad. Fue un superhéroe creado por George Rae en los años 40. Podrán comprobar el nivel de capas de lectura que tiene este tebeo.
La G.N.B. Doble C. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte no es el mejor cómic de Seth ni el más indicado para iniciarse en la obra de este autor por parte del lector neófito. En cambio, sí que hará las delicias de aquellos que hayan seguido el trabajo de un artista irrepetible e inimitable… Seth solo hay uno.
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