Javier Vázquez Delgado recomienda: ZN 20 Años- La Línea Noir de Marvel
Veinte años no se cumplen todos los días. Sin duda, un motivo para celebrar, para que los redactores pusiesen lo mejor de sus plumas al servicio de un bien mayor, los lectores y lectoras, aquello por lo que de verdad tiene un sentido compartir tus experiencias, tus sensaciones, las constantes decepciones con respecto al Noveno Arte este tan nuestro. El leit motiv del articulo escogido para tan señalada fecha tenía una única acotación, debía ser publicado en el entorno cronológico de estos últimos veinte años. La verdad es que posibilidades habían muchas. Sé que mi trabajo en la página ha podido encasillarme en la Marvel clásica, parte que por cierto admiro sin pudor, pero mis intereses van más allá de una única editorial y de un cierto arco temporal. De repente, ante la disyuntiva de acercarme a determinadas obras, un pálpito me asoló de manera inmediata. Como entusiasta de la literatura de género, siempre he sentido por especial simpatía por ese curioso experimento que se produjo entre 2009 y 2010 en la Marvel de Joe Quesada, la Línea Noir. Vestir a ciertos iconos con los trajes de la Gran Depresión, obviando en muchos casos los poderes, con un ambiente lúgubre y decadente, era algo tan sugerente, tan creativo, sobre todo si eres, como un servidor, un consumidor habitual del género, que no podía dejarlo pasar.
Así que mi problemática echó a volar. Siempre quise hablar, de alguna u otra, forma de este sector, y nunca se había dado la posibilidad. Y dado que el experimento parece bastante muerto y enterrado, no se percibían visos de que tuviese otra mejor ocasión. Perfecto para un texto de aniversario. El que a todas luces parece que será mi última efeméride en esta casa (honestamente, no me veo a cinco años vista todavía en el candelero). Así pues, toca desempolvar los tomos que en su día publicó en España Panini Cómics y recordar al respetable en que consistía las peripecias noir de un buen puñado de héroes y villanos marvelitas. Pero antes de entrar en materia, vamos a hablar un poco de los orígenes de la temática.
Bienvenidos a un mundo en blanco y negro. Bienvenidos a la Línea Noir.
Le Noir. Elogio de la oscuridad del alma humana
La serie de cómics enclavada en la Línea Noir hunde sus bases en representaciones arquetípicas que hemos visto en distintos medios. Hemos de comenzar por la literatura, germen inicial del movimiento. Como tal, el género policiaco nace en el siglo XIX. La primera piedra de esta iglesia se considera la creación del detective Aguste Dupin en un relato a cargo de Edgar Allan Poe titulado “Los Crímenes de la Calle Morgue”, si bien es cierto que esta es una convención como otra cualquiera, dado que existen precedentes más antiguos en el tiempo. En este texto ya se pueden apreciar algunas de las características definitorias que van a acompañar al género. Para comenzar, lo fundamental es que la obra se sustenta en el seguimiento de la trama, donde es necesario esclarecer algún tipo de misterio. Protagonizada por un figura de autoridad, bien sea un detective privado o un policía, el lector sigue una serie de pistas para descubrir el cómo, el cuándo, el quién y el porqué del crimen de rigor. Poe es un autor nacido en Norteamérica, pero el fenómeno policial se extendió gracias a la llamada Escuela Británica de novela policiaca, con nombres tan populares como Arthur Conan Doyle o Agatha Christie.
El género adquirió gran popularidad en las islas. Sus maneras se implantaron como canon. La forma en que la resolución circula de manera pausada, siempre atendiendo a criterios deductivos, nunca con violencia, con unos ambientes exquisitos, en plan grandes mansiones y paisajes de campiña inglesa, se extendieron por las plumas de todos aquellos cultivadores de la temática. El éxito de la misma propició su expansión a otros territorios, donde cada idiosincrasia forjó los diferentes tipos de obras. Así, la llamada novela negra es un invento norteamericano. Los EEUU de la Gran Depresión pedían otro tipo de relato, bastante alejado de la visión aristocrática de la corriente inglesa. Autores como Raymond Chandler o Dashiell Hammett se dedicaron a ensuciar la emblemática flema británica, dando lugar a la derivación conocida como noir. El apelativo vino dado por el tono más oscuro de aquellos argumentos, pero también de sus lugares de publicación. Por ejemplo, en Estados Unidos la revista Black Mask fue el hogar de muchos de aquellos relatos, por lo que asociación black/negro se hacía de forma instantánea. Un caso análogo lo tenemos en Francia, país en la que la editorial Gallimard dio salida a este nuevo subgénero en un sello específico, la Serie Noire. De aquí se recoge el más estilizado noir, que se expandirá como epíteto para una denominación concreta de literatura y cine.
Sea como fuere, tenemos nuevas características que añadir a la terna, cuando hablamos del género negro. Así, de reflexivos detectives pasamos a rudos protagonistas, ubicados en ambientes sórdidos, investigando crímenes truculentos. La forma de comunicar también varía, pues de un lenguaje sofisticado propio del detectivesco, los actores del noir pasan a hablar de una manera popular, ruda, muy pegada al lenguaje de la calle de aquellos momentos. En sus páginas tenemos descripciones, en crudo, de escenas de violencia y trasfondos de baja estofa, llenos de detalles, en casos, demasiado gráficos. Lo que no varía es la imagen del principal protagonista, el detective o policía de turno. Eso sí, con un perfil bastante distinto. Normalmente, un tipo duro, de moral laxa y decadente, de dudosa reputación y que se gana la vida, a duras penas, resolviendo crímenes. Pese a sus evidentes defectos, son personajes que buscan la verdad sobre todas las cosas, llegando a ponerse en verdadero peligro, lo que deja al descubierto una escondida vulnerabilidad bajo la apariencia de tipo duro.
Aunque la trama de las novelas consista en la resolución de un misterio, por definición, algún tipo de crimen, son obras que ahondan en aspectos más profundos como el mal y su funcionamiento. Los conflictos del alma humana, visual de personajes torturados, y la denuncia social son temas que subyacen en muchas de estas primigenias novelas negras, no en vano se datan en los tiempos de la Gran Depresión, un periodo aciago, en muchos aspectos, de la historia norteamericana. Las subtramas de amor a la manera clásica no tienen cabida en estas obras. El deseo, los corazones rotos, las femme fatales, la pura pulsión sexual… de todo esto tendremos en abundancia, pero sin aspirar a nada remotamente parecido a finales felices. Es muy importante para los autores que el relato se mantenga muy apegado a la realidad, nunca se apela a la fantasía. Es por eso que la corrupción, política y moral, es un elemento que aparece en demasía cuando hablamos de género negro.
La temática tuvo un periodo de gloria durante los años cuarenta y cincuenta (con una crisis en los sesenta, que se recuperaría en los ochenta, hasta llegar a tiempos actuales, como uno de los géneros en boga). Autores y autoras como Patricia Highsmith, Cornell Woolrich (y seudónimos en las formas de William Irish y George Hopley), Jim Thompson, Dorothy B. Hughes o David Goodis, entre otros, mantuvieron en el candelero el surtido de tipos duros, asesinatos impúdicos, crítica social y mucha tensión acumulada, otorgando el público el favor necesario para que el noir fuera evolucionando, dando lugar al hardboiled. Momento indicado para otorgar algo de luz a un debate literario bastante habitual, el cómo diferenciar la novela negra y el ya citado hardboiled. Es una constante muy recurrente la confusión entre ambas vertientes, tanto que incluso entre los críticos podemos testear opiniones dispares.
El nuevo enfoque no deja de ser una derivación del género, también típicamente americana. Recordamos que el noir se define por una ambientación fatalista, un protagonista con muchas fallas, la investigación de un crimen y unos escenarios degradados. El hardboiled sube la apuesta al aumentar el grado exponencial de truculencia, en cuanto a crímenes, exceso de violencia (verbal y física) y presencia de sexo explícito. No es extraño que todo este fenómeno surgiera en el entorno de los pulps, la literatura barata de los años veinte y treinta del pasado siglo, al ser un medio que gozaba de poco reconocimiento en los círculos literarios habituales. Noir y hardboiled no son incompatibles entre sí, de ahí el posible desbarajuste para tratar de clasificarlos de manera estanca. Buscando un criterio de autoridad, vamos a dejar la definición de Charles Ardai, uno de los grandes editores del género, que lo estipula tal que así: “el hardboiled se refiere tanto a un estilo como a un contenido. Describe una narración en la que los diálogos y personajes son duros y coloquiales, donde hay mucha acción (peleas a tiros, a puñetazos, tipos que se quedan inconscientes, etc.), mucho sexo (mujeres de piernas largas con medias de encaje….) y mucha ambientación (bares de mala muertes, exóticos fumaderos de opio, etc.)”. Simple, pero efectiva.
Lo importante, ya sea negro o hardboiled, es que el género se expandió más allá de la literatura. Otros medios como el cómic o el cine se nutrieron de sus rudimentos para explotarlo. Del primero solo decir que se convirtió en una sensación en plenos años cincuenta. Editoriales como EC o Lev Gleason Publications, que edificó todo su imperio en base a la revista Crime Does Not Pay, son claras representaciones de ello, aunque ninguna empresa dedicada al noveno arte de aquellos días se privó de tener su propia colección sobre el noir. Por no hablar de un clásico de las tiras de prensa como Dick Tracy, de una popularidad realmente abrumadora. Pese a esto, tenemos que admitir que nuestro amado tebeo era el hermano pequeño de los grandes medios de masas. El Séptimo Arte, sin duda, fue el principal difusor de la temática. La popularidad del celuloide posibilitó la traslación de obras concretas, como “El Sueño Eterno” o “El Halcón Maltés”, de Chandler y Hammett, respectivamente. Pero también de material totalmente nuevo, demostrando que el género se podía expandir, en diferentes direcciones.
El cine noir se nutre, pues, de las mismas características básicas que su homólogo literario: carácter policiaco y misterioso, sin posibilidad de finales felices, cargado de fatalidad, miedo y oscuridad. Al ser un medio distinto, esa ambientación lúgubre y opresiva se traslada fundamentalmente a la estética visual, muy influenciada por diversas corrientes (desde el Expresionismo alemán hasta el Neorrealismo italiano). De aquí extraemos esas imágenes tan recordadas de hombres duros, casi siempre rodeados de alcohol y tabaco, tendentes a dejarse arrastrar hacia los rincones más oscuros, de suntuosas mujeres, cuyo hálito llevaría a cualquiera de estos parias hasta el mismo infierno, callejones oscuros, bares de mala muerte…. Un conglomerado que permitió que el género noir, también en las pantallas, gozase de una gran popularidad durante una buena temporada. La llegada del color y el cambio de la sociedad americana, cada vez más conformista, propiciaron su caída en desgracia (temporal) en los años sesenta.
Pero en el ciclo de la vida todo se repite. El noir lleva muchos años estando de moda, de nuevo. Si lo clásico nos aburre, el solo se reinventa; no hay más que ver la profusión de la vertiente nórdica del género, desde la llegada del fenómeno Stieg Larsson a las librerías. Si nos centramos en el apartado cómic, más concretamente en Marvel, motivo de este estudio, no se puede decir que haya sido una temática abundante en su producción. Si dejamos de lado el intento de trasladar la obra de Arthur Conan Doyle en el mercado de las revistas, no hay prácticamente nada que nos recuerde, no ya al noir, si quiera al policiaco, hasta los primeros compases del S. XXI. Son los días de un Brian Michel Bendis que vestía a Daredevil de una pátina que nos resulta algo familiar, que además creaba a la maravillosa Jessica Jones y su agencia de investigación, Alias, sin olvidar los intentos de Peter David de acercarse al mismo con su excelente X-Factor. Son quizás los ejemplos más destacables. Pero seamos sinceros, algo noir, de pureza contrastada, no había existido nunca en la Casa de las Ideas, hasta que un inglés, un italiano y un francés se pusieron a orquestar una posible trama con protagonismo de Spiderman.
Toca hablar de la Línea Noir, que fue creada por casualidad, como casi todo en esta vida. David Hine es un autor británico que a inicios de esta centuria encontraba suculentos encargos en las filas de Marvel. No era extraño tampoco al género negro, dado que había dejado muestras en la producción de la compañía, en el año 2004, con una serie de corte policiaco con protagonismo de Bishop en el barrio mutante, District X (y su continuación natural, Mutopia). En el año 2006 coincidió en Londres con el editor Fabrice Sapolsky, encargado de la revista francesa Comic Box. Éste último le comentó una idea que le rondaba sobre Spiderman, pensada para un universo alternativo. Fuera de su contexto cronológico, pues viajamos a los años treinta del S.XX, las aventuras se ubicarían un ambiente lleno de violencia y corrupción. La cosa no pasó de aquí; un intercambio lúdico entre dos profesionales que se movían en entornos muy distintos.
Sapolsky llegó a su casa de París y allí le esperaba un mensaje inesperado de Hine: “¡Caramba! Me quedé pensando en tu idea todo el día después de que te fueras. Me parece muy buena”. Comenzó el intercambio de ideas entre ambos. Sacaron la ambientación de un libro de fotografías del famoso fotorreportero Weegee y además pensaron en un personaje análogo que para sustentar el inicio del relato. El elegido fue Ben Urich, clásico periodista del Universo Marvel. En una semana tuvieron montado el armazón de la historia y con ello se presentaron en las oficinas de la Casa de las Ideas. La semilla inicial era que se lanzara un único ejemplar en la Línea MAX y que no pasara de allí. Pero en las altas instancias editoriales supieron ver el potencial que tenía. No solo aprobaron el proyecto, sino que lo ampliaron a una mini serie y además lo extrapolaron a más personajes del entorno compartido. Sin comerlo ni beberlo, daba inicio la Línea Noir de Marvel.
El caso es que en 2007 se estaba manejando en la editorial la posibilidad de sacar unos especiales donde los iconos Marvel viajaban a distintos momentos del tiempo. No se sabía todavía cómo se iba a plantear, si como una serie de especiales, como un evento o como arcos argumentales. Aquello hizo que se centraran los esfuerzos en una única línea de tiempo, lo que ayudaba a que la producción ganase en coherencia. Así que los jefazos dejaron claras sus intenciones a la totalidad de los implicados, extraer los diálogos, las tramas, los giros de la novela negra en lo que se refiere a la escritura; tomar prestadas la ambientación, la imagen, la pose del cine noir para la cuestión gráfica.
Al ser un evento de mayor calado, el lanzamiento organizado de toda una serie de cómics, Joe Quesada puso una terna rutilante de editores a funcionar, entre los que cabe citar a Mark Paniccia, Warren Simmons o Axel Alonso. Ellos se encargarían de elegir equipos creativos y superhéroes para pasar por el formato noir. Pese a que fue un fenómeno relativamente breve, que va desde inicios del 2009 hasta mediados del 2010, la editorial se llenó de tipos duros, ruines hampones y femme fatales, que cualquier aficionado reconocía, aunque no portaran sus coloridos uniformes. Las tramas se bajarían al nivel de calle, casi al de alcantarillas y callejones, por lo que la fantasía se limitaría a lo imprescindible. Puños, cuchillas y pistolas sustituyen a los poderes clásicos de nuestros protagonistas. Los clichés se desarrollan en su más amplia extensión y las sombras, fiel reflejo de la oscuridad que impregna a los argumentos, se convierten en otro activo más. Eran los tiempos de la Gran Depresión, donde la pobreza, el tabaco, el alcohol y la corrupción campaban a sus anchas. Viajamos a la Marvel más negra. Nos adentramos en la Línea Noir.
Spiderman Noir
Ya hemos comentado que le debemos mucho a David Hine y Fabrice Sapolsky. Sin ellos jamás hubiera existido este movimiento. Su idea estaba llena de inventiva, de posibilidades. Para convencer a los mandamases habían presentado bocetos, no solo de Spiderman, sino de variedad de personajes vestidos con la guisa de los años treinta (los 4F, la Patrulla X o el Castigador pasaron por ese rediseño). Sin duda, los autores tenían un convencimiento de que el concepto podía funcionar muy bien. Y ya tenemos claro que lograron su objetivo; Quesada compró todas las ideas y les asignó a los autores la responsabilidad de abrir fuego con la publicación de Spider-Man Noir.
Lo primero que se puso en marcha, antes incluso que la revisión y pulido del guion, fue el aspecto gráfico del Spiderman noir. Una estrella del calado del trepamuros tenía que contar con un aspecto que llamara la atención, obligado a alejarse de su icónico traje rojo y azul. Para ese cometido se seleccionó a Marko Djurdjevic, acompañado del gran jefe, el mismo Quesada en persona. La imagen final se basaba en un supuesto traje de piloto del tío Ben, dejando a un Spidey vestido de negro oscuro, ataviado con un pasamontañas, unas gafas de aviador y una ostentosa gabardina. Imagen que se ha mantenido inmutable con el paso de los años.
De todas formas, el elegido como el encargado artístico de la colección no fue el alemán, ni tampoco el gran jefe. Carmine di Giandomenico, un artista italiano de trazo nervioso y grandes capacidades narrativas, que llevaba colaborando en Marvel desde el 2005, es el dibujante titular de Spider-Man Noir. Y fue con todo a por la cabecera. Suyos son los créditos en lápices, tintas y color; autor completo, nada menos. Así recodaba sus experiencias en este proyecto: “una gran diversión para mí, vestir con ropa nueva a personajes clásicos. Trabajamos los uniformes y la ambientación con mucho cuidado. Intenté mantener mi estilo reconocible, pero, por supuesto, me dejé influir por el ambiente noir. Me gustó mucho jugar con elementos propios del periodo”. Solo hay un aspecto que le será ajeno y ese es el tema de las portadas. Para la confección de las mismas se ficha a Patrick Zircher, con toques de Dennis Calero, un artista este último que se implicaría y mucho en la confección de la Línea Noir.
Hine, más habituado a las formas americanas, se considera el guionista principal y pese a ello no podemos dejar de nombrar a Sapolsky, que aportó importantes elementos a la trama, además de ser el creador del concepto primigenio. Estamos ante dos autores de origen europeo, lo que se va a notar bastante en los subargumentos que van a rodear el leit motiv primordial de la narración. Así hablaba el británico acerca de sus sensaciones previas al lanzamiento de la serie: “siempre estoy buscando medios para escapar de la fórmula confinadora de los comic-books y, aun así, poder crear un título comercialmente exitoso. Este era un gran compromiso”. Podemos adelantar ya que el argumento de Spider-Man Noir no va circular por los canales al uso.
A estas alturas parece una boutade el explicar quién es Peter Parker y qué le hace convertirse en Spiderman. La historia de un muchacho de Queens que es mordido por una araña radioactiva, otorgándole fabulosos poderes arácnidos, que a su vez tendrá que aprender a controlar bajo el dogma del poder y la responsabilidad, tras la muerte de su tío Ben, es una historia tan conocida que da reparo volverlo a recontar. Pese a encontrarnos en un periodo histórico muy alejado de los sesenta, sus esencias se van a mantener inmutables, contando con que esta línea parte del planteamiento más realista posible. Peter es un chico común y corriente que se va a ver arrastrado por su sentido del deber ante un escenario corrupto, uno que se ha llevado a la tumba a su tío Ben.
Sin embargo, como hemos adelantado, Hine y Sapolsky tardan su tiempo en cocinar la aparición de Spiderman. No será hasta su #2 cuando apreciemos el episodio de la araña, que en esta ocasión, se trata de un ejemplar místico, nada radioactivo. Bueno, esto no es técnicamente cierto. El #1 comienza con la impactante imagen del asesinato del editor de Bugle, JJ Jameson, con el bueno de Spidey en la escena del crimen, casi con las manos en la masa. Comienzo accidentado para el que se supone que es el héroe de esta historia. Empezamos la serie in media res. Una manera de generar un impacto inesperado en el lector. Pero tras cuatro páginas iniciales de tensión, se recurre al viejo truco de retrotraernos al principio de todo y para ello el hilo conductor no es Peter Parker, sino el temerario Ben Urich.
Urich representa el periodista inquisitorial, inasequible al desaliento, siempre en busca de la verdad. Creado en 1978 por la dupla formada por Roger Mckenzie y Gene Colan para el entorno de Daredevil, el personaje fue asentándose en otros rincones del Universo Marvel, haciendo el trasvase obligado hacia la parcela del trepamuros. Eso sin contar con las series de corte periodístico en las que ha participado como pilar importante para su sustento (Deadline, The Pulse, Frontline). Durante este tiempo Urich se ha mostrado como una persona de espíritu inquebrantable, siempre con un puntito de buen corazón, como se pudo ver cuando descubrió la identidad secreta de Daredevil y prefirió mantenerla oculta, siguiendo su código deontológico.
En estas páginas vivimos en tiempos difíciles, incluso para un reputado periodista del Daily Bugle. El bueno de Ben es enviado por Jameson a buscar las historias más truculentas de los bajos fondos, con todas esas familias sufriendo por la Gran Depresión. El escenario es el Bajo Riverside Drive, una parte de la ciudad construida a base de chabolas, en la que el crudo invierno hace todavía más mella en sus desvalidos moradores. Por allí tenemos a May Parker, siempre acompañada por su sobrino Peter, que en esta realidad es toda una abanderada política del socialismo. Se nota a lo lejos el toque europeo de sus autores, puesto que cuesta imaginar en un tebeo americano una visión que no sea maniquea de algo parecido a la izquierda social. Recordamos que los movimientos socialistas llegaron a EEUU como a cualquier otro país del globo; en 1901 su fuerza era lo suficientemente relevante para que diera lugar a un partido político, a la manera estándar. No es que fuera una fuerza que aspirara a gobernar pero durante las primeras décadas del siglo XX tuvo su representación en las instituciones. Por tanto, presentar a la tía May como una activista, en lucha abierta contra los poderes fácticos, supone la interpretación más interesante que se ha hecho nunca sobre este longevo personaje. Y no solo ella, también su sobrino se muestra afín a la ideología marxista.
Aquí Ben es testigo de un incidente que le acercará a la figura de los Parker. Los Forzadores, unos matones al servicio en de un poder superior, vienen con intenciones de acabar con el mitin, presiones a las que se opone el joven Peter. Urich está allí para captar la tensión del momento con su cámara, por lo que el Buey, Fancy Dan y Montana deciden dejar el incidente en tablas. Este singular equipo fue una de las primigenias creaciones del dúo formado por Steve Ditko y Stan Lee, los padres de Spidey. Concebidos allá por marzo de 1964, en las páginas de Amazing Spider-Man #10, se trata de una de sus primigenias bandas de antagonistas, aunque nunca han pasado de ser unos simples esbirros al servicio del jefe mafioso de turno. Aquí obtienen ese mismo rol, ser el músculo que limpia pequeños conatos, debido a que el gran jefe tiene su propia fuerza de elite, referidos a matones de primer nivel.
El periodista conecta de manera inmediata con el muchacho. Alguien joven, con una increíble pasión, con unas ganas inusitadas de cambiar este injusto mundo. Pero también empatiza con su dolor. Urich es sabedor del episodio de la muerte del tío Ben, como ningún lector puede llegar a intuir en estos estadios iniciales; Parker está convencido de ha sido obra del gánster más importante de la ciudad, alguien llamado simplemente el Duende. Ben sabe que está jugando con fuego por lo que decide llevarle a un lugar muy particular, la Gata Negra, un local de alta alcurnia donde se mezcla lo legal con lo ilegal. Si alguien no capta el momento histórico, los años treinta fueron los instantes finales de la llamada Ley Seca, promulgada en EEUU en 1920 y que llegaría hasta 1933. Años donde era ilegal la fabricación, transporte y venta de productos alcohólicos para la población civil. Pese a esa clausura de la Ley Seca, durante todo el resto de la década era necesario obtener un permiso específico para la venta de alcohol, por lo que sus efectos duraron más de lo esperado. Lo que es innegable es que la prohibición dio lugar a un mercado negro, a unos locales clandestinos, donde se reunían parroquianos de toda clase y condición.
Esta Gata Negra bien puede encajar en ese perfil, el local de moda donde los grandes hombres se reúnen para sus cosas. Como cualquier buen conocedor de Spiderman habrá intuido, el local está regentado por Felicia Hardy, la traslación de la Black Cat de la Tierra Primordial. Este personaje fue creado por Marv Wolfman y Keith Pollard en Amazing Spider-Man #194 (julio de 1979, fecha de portada) como una villana para el trepamuros. Ladrona de alto standing, Felicia ha terminado por vascular por ambos lados de la ley, forjando una personalidad repleta de grises, que Hine y Sapolsky terminaron por trasladar como la femme fatale que cualquier buen noir se precia en poseer. Como dueña de la Gata Negra, Hardy está al tanto de todo lo que ocurre en la ciudad, tanto en los bajos fondos como en las altas instancias, y no tiene reparo en jugar con ello para su propio beneficio.
La razón para la visita de Urich y Parker al garito es que el periodista quiere mostrar al muchacho un mundo donde no existe el blanco y el negro. Políticos, policías, gente respetable, se mezcla, negocia con hampones como el Duende. Es aquí donde se da el primer roce entre Peter y Norman Osborn, al que el lector reconoce como el Duende pero que al que nadie se atreve a señalar. Osborn es uno de los grandes villanos, no solo de Spiderman, sino de la totalidad de la editorial. Aparecido por primera vez en las páginas de Amazing Spider-Man #14, cortesía de la dupla Lee-Ditko, se fue posicionado con el paso de los ejemplares como uno de los más temibles antagonistas que jamás ha tenido Peter Parker. Quizás debamos recordar como hito fundacional la muerte de Gwen Stacy, pero su catálogo de fechorías se tornaría interminable en trasladar en una entrada como esta.
El Norman de esta realidad noir es un completo desconocido. Ni siquiera Urich ha conseguido más info que su posible relación con circos y las paradas de los monstruos de la zona. Los Freak Show (lugares donde se exhibían sin descaro rarezas biológicas) y los circos son un fenómeno habitual a inicios del S.XX. De hecho, se convirtieron en espectáculos muy populares, que llevaron a transformar a sus propietarios en hombres muy acaudalados (el caso más conocido es el de Phineas Taylor Barnum). De aquí se reconoce la procedencia de sus esbirros; tanto los Forzadores, como Kraven, un antiguo domador de animales, y el amenazante Buitre, una rareza que se dedicaba a arrancar la cabeza a animales indefensos, eran antiguos feriantes venidos a más. Son la fuerza, la imagen del terror, que inspira un gánster como el Duende. Todo un panorama. Huelga decir que Kraven y el Buitre pertenecen a la galería de los mejores villanos de Spiderman, por derecho propio. Pese a eso, en esta obra tienen un papel de meros secuaces al servicio de Osborn, por lo que su impacto, en general, se ve algo reducido.
El periodista consigue convencer a Peter en que hay una manera de cambiar el mundo, sin enfrentarte a los malos, a cara descubierta. Le introduce en el periodismo. Urich insta a su jefe, el bueno de JJ Jameson, para que Parker sea su fotógrafo freelance y así ir mostrándole la problemática del mundo real. Pero también hay que advertir que Ben no es del todo trigo limpio y que su trabajo con el muchacho es un vano intento de limpiar su conciencia. Comenzamos a ver los giros, las dobles caras de gente como Jameson o el propio Urich, que se nos muestra como un pobre adicto. No solo el tabaco y alcohol eran de consumo generalizado es esta década. Las drogas duras estaban muy instauradas, tanto que nos sorprendería a día de hoy (se podrían comprar pastillas de cocaína para niños, por poner un ejemplo); importantes personalidades como Arthur Conan Doyle o Sigmund Freud eran consumidores habituales de opio y cocaína. No se tenía la consciencia de que debían perseguirse, por lo que era algo muy fácil de observar en los callejones oscuros de cualquier gran ciudad. Aquí los guionistas se permiten incluir la problemática, aunque sea muy de soslayo.
Peter Parker obtiene sus poderes en el #2 de la colección. Siguiendo el rastro de los Forzadores, en sus habituales quehaceres criminales, los localiza trasladado una antigua reliquia arácnida, que justamente viene acompañada por un extenso séquito de arañas. Una de ellas pica a Peter, otorgándole un gran poder, pero también una gran responsabilidad. Una de las reglas básicas del noir es mantener las historias lo más pegadas posible a la realidad, lo que equivale a nada de superpoderes. En esta ocasión la máxima se tiene que quebrantar pues la araña mística le ofrece fuerza, agilidad, telarañas orgánicas y sentidos aumentados, el famoso sentido arácnido, muy en la línea de su contrapartida de la continuidad tradicional. Pese a ello, Peter irá ataviado con sus pistolas para hacer frente a los peligros del hampa.
Lo cierto es que el tema de los poderes queda muy diluido en un ambiente que respira a pulp y género negro por los cuatro costados. Una vez que tenemos las piezas sobre el tablero, Sapolsky y Hine conducen la narración hacia la trama de fondo, que no es otra que la corrupción, un escenario que cualquier lector informado sabrá reconocer. El poder político municipal de Nueva York, los poderes fácticos, tienen intereses en mantener un statu quo, al que Peter Parker, por su naturaleza rebelde, se enfrenta por convicción. Da igual quién sea el responsable final de la podredumbre moral, que haya víctimas por el camino, Spiderman siempre se opondrá, pues nadie como él para comprender que significa poder y responsabilidad.
El éxito de esta primera mini serie propició la aprobación de una segunda aventura titulada Spider-Man Noir: Eyes Without a Face (¿homenaje al gran Billy Idol? Quién sabe), que se publicaría a lo largo de 2010 (entre febrero y mayo; siempre hablamos de fechas de portada). Se recogen los eventos vistos en la primera colección, además de mantener el equipo creativo intacto, es decir, a David Hine y Fabrice Sapolsky en la escritura, Carmine de Giandomenico como autor total del arte y Patrick Zircher, ayudado por Dennis Calero, responsable de las portadas. Veamos como continúa la travesía del Peter Parker noir.
Las cosas nunca cambian en esta realidad. Sórdida, corrupta, tendente hacia la autodestrucción. La caída de un jefe mafioso supone su puesto sea ocupado por el siguiente oportunista de la lista. En este caso tenemos al Señor del Crimen, como la cabeza responsable de la delincuencia en Nueva York. Este personaje fue creado por Stan Lee y Steve Ditko en Amazing Spider-Man #26 como el típico hampón, Crime-Master, una práctica habitual durante la Silver Age. No en vano, el nombre puede sonar a reciclado, ya que bajo la tutela editorial de Stan se había creado un Crime Boss en 1953, como líder del Sindicato del Crimen, al que se oponían la Antorcha Humana original y su compañero Toro. Quizás Lee y Ditko potenciarán el misterio de la identidad secreta sobre el perfil de malhechor, puesto que ese Señor del Crimen porta una estilosa máscara. Ahora sabemos que era un maloso llamado Nick Lewis. De todas formas, su periplo fue muy breve porque acabó muerto en el número siguiente a su debut, dejando la figura de Crime-Master en un concepto de legado, ya que varios portadores han continuado recogiendo la máscara (desde el vástago pequeño de los Lewis hasta Bennet Brant, hermanísimo de Betty). En este mundo noir, tras la caída del Duende, es el que maneja el cotarro.
Como buen mafioso, debe rodearse de rufianes que le hagan la faena más fácil y en esas lides destaca Sandman, el Hombre de Arena, otro enemigo clásico de la galería de Spidey, tras el Duende Verde, Kraven o el Buitre. Tan clásico que su nacimiento se data en septiembre de 1963, en The Amazing Spider-Man #4, obra y gracia de la dupla Lee-Ditko. Flint Marko, sobrenombre de William Baker, ha tenido una vida complicada. Abandonado por su padre, esa sensación de deriva le llevó a acometer la senda delictiva, como un delincuente común, de baja estofa. Aun así, se puede decir que ha orbitado en ambos lados de la moneda puesto que obtuvo un perdón presidencial y llegó a formar parte de los Vengadores, nada menos. En esta ocasión, lo encontramos en un papel recurrente en su vida editorial, un simple esbirro, con poca relevancia en la historia, hay que aclarar.
Peter continúa con su cometido de luchar contra el crimen y sabe bien donde apretar para conseguir información; obtiene rápidamente la pista del Señor del Crimen y decide que, como ya hizo con el Duende en su día, la próxima misión de Spiderman será desmantelar su emporio criminal. Hay que recordar que Parker mantiene esa dualidad tan específica del personaje; justiciero pulp de noche, reportero de día. La tía May sigue fiel a sus postulados marxistas, a la vez que impulsa proyectos humanitarios, como su comedor social. Por cierto, como nueva recluta de este establecimiento tenemos a Mary Jane Watson. Poco podemos decir sobre ella, ya que, aparte de ser mundialmente conocida, es el amor por antonomasia del joven Parker, al menos en la continuidad tradicional. Su papel en el universo noir es más bien de figurante, puesto que el interés amoroso para Spidey en este relato pasa a ser Felicia Hardy, la regente de la Gata Negra. Con la excusa de ser una valiosa informante del submundo criminal, Felicia y Peter terminan por acercar las posturas a nivel horizontal. Obviamente, esa relación tendrá consecuencias, algunas especialmente negativas, conforme nos vayamos acercando al final de la saga.
Pudiera ser que los autores se mantuvieran en una repetición de esquemas de lo visto en la anterior mini serie. Jefe criminal de turno y demás corruptelas. Pero a Hine y Sapolsky, como incorregibles europeos, les gusta meter el dedo en la llaga. Y para ello van a jugar con una de las peores lacras de la América contemporánea, el racismo. El hilo conductor escogido serán los Robertson. Robbie Robertson fue creado por Stan Lee y John Romita Sr. con la intención de que fuese un secundario afroamericano de peso. Experimentado periodista desde que lo vimos aparecer en Amazing Spider-Man #51, Robbie es el número dos del Bugle. Un tipo serio y capaz que curiosamente hacía de contrapunto a un histriónico JJ Jameson, aquel que hacía gala de comportamientos dramáticos y pasados de vueltas en plena redacción de su periódico. Siempre fue un apoyo para Parker, en la Tierra 616, y siempre trató al periodismo con la gravitas que se merecía, tratando de escapar del sensacionalismo barato que muchas veces trataba de imprimir el alegre Jameson.
Pues bien, en esta realidad Robbie sufre una actualización importante. Primero se nos presenta a un viejo amigo de la familia Parker, Carver Robertson. Su hijo Robbie y Peter son de una edad similar, lo que ya lo aleja de la imagen tradicional que todo seguidor de Spiderman tiene de él. Eso sí, ambos dos comparten profesión, reporteros. Curiosamente, mientras que Parker todavía no ha acudido siquiera a la facultad, y puede saborear las mieles del éxito en el Daily Bugle, Robertson, alguien al que se le presupone formación, malvive en un periódico segregado llamado The Negro World. Y es que vivimos en la América donde los blancos y los negros eran como líneas paralelas, como agua y aceite; separados por obligación. Conociendo las ideas progresistas de tía May, eso era algo que en casa de los Parker no tendría cabida, por lo que Peter y Robbie son buenos amigos. Éste último le hace partícipe de su próxima investigación, una que imagina que le va a llevar al estrellato. El nombre del sujeto a investigar, Otto Octavius.
Así pues, entra en escena la traslación del Doctor Octopus, un villano de lo más top entre el elenco de antagonistas del trepamuros, a la altura del Duende Verde. Y es que el pillo de Otto se las ha hecho pasar canutas a nuestro Peter, en situaciones tan embarazosas como tratar de casarse con la tía May o robarle su propio cuerpo. Ahí es nada. De hecho, todavía circula por las páginas de Marvel de esa guisa, con las hechuras del Spiderman Superior. Una carrera rutilante desde aquel Amazing Spider-Man #3, publicado en julio de 1963 (fecha de portada). Para obtener su imagen de Octopus, Di Giandomenico acomete un rediseño total del personaje. Recordamos que no existen poderes, ni avanzados gadgets para confeccionar a los secundarios. Otto es el biólogo más brillante del país, pero la naturaleza ha sido cruel con él. Es un tullido obligado a estar postrado, por el resto de sus días, en una silla de ruedas; una muy especial a la que su talento científico le ha otorgado brazos metálicos, en aras de que puedan servirle para sus fines. Ahí tienen la imagen que el subconsciente asocia al Doctor Octopus. De momento, se halla recluido en la Isla de Ellis, centrado en unos misteriosos experimentos que el bueno de Robbie Robertson pretende sacar a la luz pública.
En la isla de Ellis, Octavius no está del todo solo. Cuenta con ayudante muy particular, el doctor Curt Connors, alias el Lagarto, en la continuidad tradicional. Connors debuta en los albores de la colección, allá por el #6, lo que equivale a noviembre de 1963, en fecha de portada. Lee y Ditko pensaron en él como un brillante científico, con dos doctorados: uno de biología y otro de bioquímica. En el ejército llegó a practicar la medicina, ejerciendo como cirujano de campo, lo que nos deja una imagen de un simpar y talentoso hombre de ciencia. Pero su periodo militar le causó un gran desvelo, una correosa herida en su brazo derecho que a la larga le hizo perder la extremidad. Desde entonces, centrada su carrera civil en la ciencia, desarrolló una enfermiza fijación con los reptiles y en su capacidad de regenerar sus miembros. Tanto se expuso que al final decidió experimentar con su propio cuerpo, dando lugar al temible Lagarto. En este cómic poco vamos a ver del singular villano arácnido. Nos centramos en su faceta científica, aunque su papel es bastante menor, como el ayudante personal de Octavius.
Peter permanece ajeno a estos tejemanejes de la isla de Ellis. Su gran objetivo es hacer caer al Señor del Crimen, pero la desaparición de Robertson hará que nuestro héroe decida investigar por aquellos parajes, dándose de bruces con una cruel realidad. El Señor del Crimen, el Hombre de Arena, Connors, Octavius; todo está conectado. Y mucho más evidente cuando los autores señalen un problema de aquellos años que muchos americanos parecen no recordar. Y es que hubo un partido favorable a los nazis actuando en la política de la nación, aliado con los típicos elementos racistas (tal como el Ku Klux Klan). Uno de esos aspectos que escuecen en la memoria colectiva el rememorar a los Amigos de la Nueva Alemania, el Bund colaboracionista que se instauró en el país, y los políticos que en privado suspiraban por la victoria del Reich de los mil años. Información vital para que todas las piezas se conecten parte del agente del FBI llamado Jean De Wolfe, reconversión de la capitana DeWolff, un personaje creado en 1976 por Bill Mantlo y Sal Buscema, que tuvo una muerte memorable a manos del Comepecados, cortesía de Peter David. Aquí vestido como un hombre, dado que las mujeres tenían reservados otros roles en los años treinta, se puede decir que es partidario del colaboracionismo con el justiciero y sirve para introducir a la oficina federal, muy encima de los movimientos nazis en las altas esferas de la política.
Nos vamos acercando al final; los hilos de la telaraña se van entretejiendo, con el eje principal del racismo y la persistente intentona de involución de los partidarios de la ideología nazi. Con las piezas sobre el tablero, los autores nos dejan una resolución con sabor áspero, duro, pues en esta historia no hay ganadores, más bien se siente como una derrota generalizada. Algunos tendrán que vivir con las consecuencias, terribles, en el caso de Robbie Robertson, o humillantes, en la piel de Felicia Hardy. Para Peter representa una mancha en su expediente heroico, pues se demuestra que nunca va a poder salvar a todo el mundo. Para Otto significa un baño de humildad, ni más ni menos, regalándonos la imagen de un científico superior despreciado por aspectos nimios, algo que en esencia concuerda con su contrapartida en el Universo 616.
Con esto podemos dar finalizado el apartado que corresponde a Spider-Man Noir. Pese a que los distintos personajes habitan una tierra común, la 90214, no se produjeron cruces de ningún tipo entre las diversas cabeceras, ni tampoco se dieron apariciones especiales de otros iconos. Se trataban de colecciones autocontenidas, circunscritas a sus propios títulos. Por lo que el Peter Parker noir desapareció conforme los ecos de esta línea se fueron apagando. O eso es lo que nos querían hacer creer, ya que todo cambió en el año 2014.
Dan Slott, el guionista que guiaba los destinos del trepamuros, se planteó una gran macro historia donde incorporar cualquier versión alternativa de Spider-Man, titulada Spider-Verse. Ya lo había introducido en el videojuego “Shattered Dimensions”, por lo que no podía faltar en esa ensalada arácnida nuestro Peter noir como parte fija del elenco. No solo eso, Sapolsky y Hine volvieron para un especial en Edge of Spider-Verse #1, solo que ahora acompañados en el aspecto gráfico por Richard Isanove. El evento fue un completo éxito, lo que derivó en colecciones adyacentes como Guerreros Araña, en la que el Spiderman de los años treinta se convertía en un valioso activo, o más recientemente en una continuación natural, Spider-Geddon, en la que nuestro Parker noir no ha salido bien librado. Una salve por los caídos. La pobre Spider-Gwen ha tenido que ir por el vasto multiverso para informar a las familias de las bajas ocurridas sobre el terreno.
No podemos cerrar este repaso sin nombrar, aunque muy de pasada, esa joya animada que fue Into The Spider-Verse, la fantástica cinta producida por Sony Pictures, ganadora al Oscar a la mejor película de animación en 2018. En ella contamos también con un Spiderman noir, cuya voz fue prestada por el inigualable Nicholas Cage, una versión estrictamente en blanco y negro, y que a buen seguro no se va a dejar de lado tan fácilmente, debido a la buena acogida de la totalidad de los hombres y mujeres araña que se vieron involucrados, una vez más, en un gigantesco problema multiversal. Hasta la gran pantalla ha llegado el influjo de la Línea Noir.
X-Men Noir
El siguiente buque insignia en saltar a la palestra, tras Spiderman, fueron los X-Men. A igual que el trepamuros, contaron con dos mini series en su haber, además de un par de derivados, en las figuras de Lobezno y el Arma X. Para este proyecto, el editor Mark Paniccia selecciona a Fred Van Lente, para la cuestión literaria, y a Dennis Calero, para el apartado artístico, vestido como autor completo (lápiz, tintas y color). Van Lente es un prolífico y talentoso guionista, capaz de compaginar su trabajo en varias compañías. En la Casa de las Ideas se había ganado un nombre en la línea Marvel Adventures o en cabeceras como Incredible Hercules (co-escrita con Greg Pak), Power Man and Iron Fist o Marvel Zombies. Sin duda, es un tipo versátil como pocos y llama la atención que no se haya convertido en un guionista hot, dado que pocas veces suele defraudar. Por aquellos entonces era habitual de la editorial (de manera reciente apenas se le ha visto y en proyectos muy menores, lo que es una lástima), por lo que Paniccia le asigna la tarea de redefinir a los X-Men ajustados a la Gran Depresión.
Le acompaña Calero, que se ha dedicado al mundo de la ilustración (videojuegos y temáticas del rol) casi tanto como a interiores de cómic. Su singular estilo y su capacidad para moldear diseños noir le hicieron una fuerza fundamental en este movimiento. Es cierto que solo firma estos dos volúmenes de X-Men Noir como dibujante, pero se le reconocen créditos en diseños para otras colecciones, jugar a ser guionista, además de ser el encargado oficial de las portadas variantes, para toda la línea. Lo cierto es que el lápiz de este artista le queda como un guante al género negro, muy en consonancia, por cierto, a lo que le iba a plantear el guionista titular.
Van Lente convierte la historia de la Patrulla-X, la de los mutantes, los perseguidos y odiados por antonomasia, en la perfecta traslación de una novela de género negro. Hay cero fantasía en estas líneas; no esperen poderes, rayos láseres, garras de adamamtium, lecturas psíquicas…..no queda nada, absolutamente. Pero a su vez consigue conservar la esencia de que los X-Men son parias, rechazados de la sociedad, y que ese pequeño detalle traerá consecuencias en un mundo podrido por la corrupción. Los mutantes son una creación de Stan Lee y Jack Kirby, bajo requerimiento del Publisher, Martin Goodman, que les solicitó la creación de otro grupo Marvel. Al quedarse sin opciones para más accidentes o casualidades, decidieron optar por la solución simple, estos seres eran el siguiente estadio de la evolución humana. Sus poderes nacían con ellos, eclosionando a la llegada de la pubertad. De ahí que un experimentado mutante, un psíquico llamado Charles Xavier, sea el adalid de la convivencia pacífica con los humanos y dedique sus esfuerzos a formar a los jóvenes más extraños, sabedor que existen algunos de sus congéneres que buscan solo su propio beneficio. Aquellos cinco originales eran La Chica Maravillosa, el Ángel, la Bestia, Cíclope y el Hombre de Hielo. La primera generación de uno de los fenómenos con más impacto en el género del superhéroe. Ha quedado consolidada la Escuela Xavier para Jóvenes Talentos.
La genialidad de Van Lente no se queda solo en convertir a los coloridos mutantes, con su variedad de habilidades, en simples y grises humanos, y que todavía los reconozcamos como tales, sino en articular la trama en torno a un personaje que nunca fue un X-Men. Hablamos de El Ángel, aunque no de Warren Worthington III, sino del héroe pulp de la Era Timely. Atrevido, ¿verdad?
The Angel fue creado por Paul Gustavson en el estudio Funnies Inc., propiedad de Lloyd Jacquet. Éste consiguió un excelente trato con el entonces editor de revistas Martin Goodman; se encargarían de producir todo el material para una nueva sección de negocio dentro de su emporio, conocida como Timely Comics. Marvel Comics #1, con fecha de portada octubre de 1939, suponía el nacimiento de una era y traía sugerentes historias como la de la Antorcha Humana, Ka-Zar o El Hombre Submarino. Este relato es harto conocido por casi cualquier aficionado al medio, por lo que no es necesario ahondar más. Entre ellas teníamos el debut de El Ángel, quizás un personaje que ha pasado más bien desapercibido con el paso de los años. Thomas Halloway es un niño criado a finales del S.XIX en un marco tan poco recomendable como una prisión, dado que su progenitor era de oficio alcaide de la misma. Allí aprendió toda una serie de artificios, trucos, que iba sonsacando a cualquier preso que le hiciera un mínimo de caso. El chaval decide utilizar esas malas artes en beneficio del bien, por lo que decide confeccionarse un colorido traje y luchar contra el crimen vestido como El Ángel.
No dejaba de ser el intento de Gustavson de construir un héroe tan del gusto de la época como la Sombra, La Araña o incluso Doc Savage. Luchadores contra el crimen, capaces de asombrar al lector con impactantes peripecias, dispuestos a arriesgar su pellejo por hacer lo correcto, utilizando para ello cualquier tipo de medio. Más pulp imposible. Con el tiempo, el personaje fue adscribiéndose al género del superhéroe, llegando a formar parte del Escuadrón de Vencedores, cuando los enemigos pasaron de ser hampones de medio pelo a los malcarados nazis. Sinceramente, no es que haya sido un caracter muy utilizado en la editorial, más allá de sus seriales en la Era Timely. Menciones esporádicas o apariciones estelares en Marvels, Avengers/Invaders o The Twelve. Lo más relevante lo tenemos en esta serie de X-Men Noir, cuyo primer volumen se publica en febrero de 2009, y de ese mismo año el Proyecto Marvels, de Ed Brubaker y Steve Epting. Parece que 2009 debía ser el año de El Ángel.
La trama principal parte de un asesinato. Una misteriosa mujer desnuda, de pelo rojo como el fuego, aparece muerta, a las orillas de la isla de Ryker. Cualquier aficionado a los mutantes la identificaría como Jean Grey. Porta un misterioso tatuaje, una X, que rápidamente invalida la búsqueda del culpable para los encallecidos agentes de policía. Esto llama la atención del novato Peter Magnus. Con el manual bien aprendido, recién salido de la academia, se extraña del desdén del que hacen gala el resto de sus compañeros. Fred Dukes, el veterano al que ha sido asignado como compañero, trata de explicárselo: los X-Men son escoria, poco importa lo que les pase. A Dukes le resulta chocante que el muchacho sea tan pusilánime, siendo hijo de quien es, el gran jefe de policía, Erik Magnus. En pocas páginas, Van Lente nos ha presentado su versión noir de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, con Magneto, Mercurio y la Mole como primeros representantes. Lo cierto es que sus roles distan mucho de ser parecidos a sus versiones canónicas. Erik es un policía que ha visto de todo en su larga carrera y que ha sucumbido al lado oscuro. Debe rendirle cuentas a Sebastian Shaw, líder del Club del Fuego Infernal pero también importante político al cargo. La sombra de la corrupción planea larga sobre esta colección. Dukes es una de sus lacayos más fieles; su diseño nos recuerda a un hombre con sobrepeso pero muy alejado de la oronda e imbatible Mole. Peter es el novato de buen corazón que va a intentar cambiar las cosas, aunque la negrura que le rodea se lo poner muy, muy difícil. Como ven, nada de poderes, todo noir.
En ese Nueva York oscuro parece que sí hay alguien interesado en resolver ese asesinato. Hablamos de Thomas Halloway, que en sus ratos libres se viste como El Ángel, luchador pulp contra el crimen. Empieza sus pesquisas por la cabeza visible de los X-Men, Charles Xavier, prestigioso psiquiatra encarcelado por ser el instigador, el líder en la sombra, de un grupo subversivo conocido como la Patrulla-X. Este Halloway posee incontables talentos ya que durante su niñez convivió con algunos de los peores maleantes de la ciudad. El truco del flashback al pasado, para ver la infancia de Thomas, le sirve al guionista para introducir pequeños guiños al lector, en forma de personajes como Sean Cassidy o Cain Marko. Éste último será muy relevante en la segunda serie regular.
Las pesquisas de El Ángel le llevan a verse, frente a frente, con los discípulos de Xavier. Una banda de chicos que utilizan sobrenombres para parecer más malotes. Cíclope, el Hombre de Hielo y la Bestia es el escueto grupo que forma la Patrulla-X. Nos falta la figura de Warren Worthington, cuya inspiración para el nombre parte del personaje de Timely. Stan Lee recicló conceptos como la Antorcha Humana o Ka-Zar, por lo que llamar al mutante el Ángel era una forma de honrar a ese pasado Timely. Aquí se comenta que está muerto, pero se le recuerda como antiguo integrante del grupo, asociándolo a los cinco originales, tal y como está estipulado. Obviamente, los X-Men también quieren saber quién es el responsable de la muerte de Jean. Los recelos serán habituales entre el grupo fugitivo y el justiciero, pero parece que comparten objetivos. Como ya habrán notado, ninguno de ellos tiene poderes: a Bobby le gusta llamarse Hombre de Hielo por creerse un hacha con la navaja; Scott lleva unas llamativas gafas rojas y le falta un ojo, de ahí lo de Cíclope; mientras que la Bestia destaca por su agilidad. Tres simples rateros siguiendo las órdenes, desde la lejanía, de una mente mayor.
El guionista teje los típicos artificios del género, donde los misterios ahondan por doquier. También destacan en papeles secundarios otros reconocidos personajes, que por su idiosincrasia, tienen su papel en la trama. Así podemos observar al taimado Remy LeBeau, jefe de un garito de apuestas, y que dista mucho de ser trigo limpio. A su servicio encontramos al guardaespaldas Bishop y como habitual del local, una Wanda Magnus, siempre arrastrando problemas. En esta realidad, Peter y Wanda son los hijos de Erik, mientras que el primero se queda con el papel de hijo que quiere contentar a su padre, la segunda es la cabeza loca que llevará a su propio hermano a traspasar ciertas líneas rojas. Pero la más interesante de todos estos secundarios es Ann Marie, una que pretende pasar por damisela en apuros, pero que en realidad tiene una historia muy potente a sus espaldas.
Con tanto X-Men, parece que hemos dejado de lado al más popular de todos ellos. Para nada, ya que la aparición de Logan supone el condimento esencial para el plato que el guionista estaba cocinando. En esta realidad, el pequeño canadiense no posee sus características garras, ni su factor de su curación. Aun así, es un correoso luchador, con sus características cuchillas, pese a que sean artificiales, además de dedicarse al noble oficio de ser un contrabandista. Puck, el miembro de los Alpha Flight en la continuidad tradicional, es su incombustible compañero. Resulta que en este ambiente noir no se olvida ese triángulo amoroso, por momentos tan manido, como el que forman Jean, Cíclope y el propio Logan. Cuando éste último se entere del destino de la joven Grey irrumpirá en escena, como elefante en cacharrería. De todas formas, la historia se supedita a las investigaciones de El Ángel y sus pertinentes habilidades nos permitirán conocer el cómo y el porqué del destino de Jean Grey, dejando un final abierto, que sonaba a próximamente un poco más de X-Men Noir.
En febrero de 2010 tenemos en tiendas la continuación natural de la primera mini serie, “La Marca de Caín”. Con el equipo artístico intacto, es decir, Van Lente y Calero, nuestros X-Men tienen nuevas aventuras. Hay un cierto cambio tonal, pues abandonamos los lúgubres ambientes de la ciudad y nos abrimos a nuevos paisajes, digamos más exóticos. Habíamos dejado a Logan, Cíclope, Puck y nuestro Ángel huyendo de la maltrecha Nueva York. Sus pasos se dirigen a la legendaria Madripur, un imaginario país situado en el sudeste asiático, creado por Chris Claremont y Steve Leialoha, a mediados de los años ochenta. Ha pasado por ser un enclave donde el crimen campa a sus anchas y donde el propio Lobezno, vestido con el avatar de Parche, se hizo un nombre por sus sangrientas aventuras. En este reino se dice, se comenta, que se localiza el Templo de Cyttorak, con un tesoro de incalculable valor bajo su techo. Eso se sabe, pero no es nada fácil localizarlo y mucho menos acceder a sus secretos. Suerte que El Ángel tuviera en tiempos una buena amistad con Cain Marko, aquel que dicen que fue capaz de localizar la gema de Cyttorak. Como sabe cualquier buen marvelita, la unión de Marko y la gema daba lugar al imparable Juggernaut, un enemigo clásico de la Patrulla-X, que debuto por primera vez en 1965, obra y gracia de Lee y Kirby, y que ha tenido épocas de redención, pasando a formar parte de los buenos. En esta historia es un personaje un tanto ambiguo, sin saber, de inicio, si es amigo o enemigo de nuestra singular banda. Lo importante es que el equipo, dirigido por Halloway, tiene un nuevo objetivo.
Desde Estados Unidos la cosa ha dado un giro inesperado. Charles Xavier ha sido redimido de sus pecados y no solo eso; se posiciona como el principal adalid en busca y captura de nuestros héroes, respaldado por las instituciones al mando y por una Wanda Magnus, que busca venganza por los hechos acaecidos en la primera mini serie. No hay que olvidar los lazos de familia, pues en esta realidad, como en la continuidad tradicional, Charles y Cain son hermanos políticos, por lo que las conexiones entre los diversos puntos adquieren una mayor complejidad. Xavier se montado un nuevo grupo de X-Men, tras el fiasco del primero, por lo que ahora le acompañan Ororo, Herr Kurt y el ruso Piotr. O lo que es lo mismo, las versiones noir de Tormenta, Rondador Nocturno y Coloso. El guionista nos legaba una nada velada traslación de la Segunda Génesis, aquella que inició Len Wein y Dave Cockrum, y que Chris Claremont supo llevar al estrellato.
Otro escenario que el lector sabrá reconocer es la bahía de Genosha. La alegoría Marvel del nefasto apartheid sudafricano fue instaurada por Chris Claremont en 1988. Van Lente lo convierte en una penitenciaria de alta seguridad regentada por una alcaide muy particular, la misteriosa Emma Frost. Ésta fue creada como villana por el tándem mágico formado por Claremont y Byrne, como parte del Club del Fuego Infernal. Con el tiempo ha ido circulando por una línea de grises, pasando de malvada a heroína, con demasiada facilidad, sobre todo desde que se unió de manera romántica a Scott Summers, una relación que tenido de todo, desde inicios del S. XX. Esta prisión se convertirá en escenario recurrente, pues pronto descubriremos que está unida a una organización gubernamental conocida como O.N.E. Este concepto es relativamente reciente, ya que la Oficina de Emergencia Nacional fue instituida al final del Día De M, cuando los mutantes fueron diezmados por las palabras de la Bruja Escarlata. Un grupo de Centinelas tripulados vigilan los restos de aquellos portadores del gen X que todavía sobreviven en el país.
La O.N.E. noir parte de una idea del senador Robert Kelly, un político republicano que defiende al existencia de prisiones de alta seguridad deslocalizadas del territorio americano. Para hacernos una idea, una especie de Guantanamo, en términos modernos. No debe sorprendernos que por allí circule un tal doctor Cornelius, pues los seguidores de Wolverine lo pueden asociar rápidamente a cierta historia de Barry Windsor-Smith. En la mitología de la Patrulla-X, el nombre del senador Kelly nos recuerda poderosamente la impotencia y la sensación de persecución, dado que su inquina por los mutantes nos permitió ver el futuro distópico de “Días del Futuro Pasado”.
La conjunción de todo estos elementos entrelazados nos deja una trama donde, de nuevo, el papel de motor fundamental se lo lleva el personaje de El Ángel. Suya es la peripecia principal, el desglose psicológico del protagonista y el giro sorpresivo de la trama. El resto de los elementos refuerzan el argumento principal, convenientemente esbozados y ajustados a su sentido original, dejando una historia que, con sus evidentes toques noir, recuerda más los pulps que publicaba Goodman en los años veinte y treinta.
Un spin off de estas dos series se puede considerar el one shot publicado en julio de 2010, titulado Weapon X. Esta historia está confeccionada en su totalidad por Dennis Calero, unificando la única tarea que le faltaba por asumir, el ser guionista titular. El protagonista primordial es Kurt Wagner, apodado el Demonio, un artista de circo itinerante que disfruta de gran fama, a lado de su compañera, Jimaine Szardos. De gira en un país centroeuropeo, gobernado por un arrogante regente, el príncipe Wyn’Garde (referencia al Mente Maestra original), éste es asesinado en la misma función en la que Kurt estaba desplegando su número. No pocos giran la mirada hacia el misterioso Demonio, por lo que es detenido e interrogado por el temible Fenris, o lo que es lo mismo, Andreas Strucker, la mitad de los poderosos gemelos, descendientes del fundador de Hydra. Pero en los servicios de palacio se encuentra infiltrado un agente secreto americano, Calvin Rankin, que por sus habilidades especiales se le conoce como el Mímico.
Este agente le cuenta al bueno de Kurt el motivo de su viaje, y ese no es otro que localizar al efectivo conocido como Arma X, un misterioso asesino selectivo que va dejando cadáveres de políticos a su paso, con la intención de provocar una guerra mundial. Todo el argumento gira en torno en desentrañar la misteriosa identidad de ese Arma X, con varios candidatos en la palestra: Wagner, Szardos, Rankin, Strucker….. una historia de investigación cercana, en esencia, al noir, aunque con una ambientación curiosa, puesto que el escenario y las motivaciones escapan al género, de una manera evidente.
Vamos cerrando el apartado mutante y para ello nos queda hablar de Lobezno Noir. Daniel Ketchum, editor al cargo, selecciona como escritor al novelista Stuart Moore, que por aquellos días trabajaba de manera habitual para Marvel. Al dibujo tenemos a C.P Smith, un artista que siempre se ha presentado bajo pseudónimo, de ahí que pocos datos más podamos aportar, más allá de que ha trabajado en todas las editoriales importantes del mainstream americano. Su acabado sucio le viene de perlas a este acercamiento noir sobre Wolverine.
Hay que aclarar que este Logan se parece poco al aparecido en X-Men Noir. Se entiende que este universo, el 90214, es común a toda la línea, pero eso no coartó la libertad de los distintos creadores. Mientras que el primero que hemos visto era un capitán de barco dedicado al contrabando, este es un detective privado, a la manera clásica. Para los amantes estrictos al género, Moore monta una de las tramas que más nos recuerda al mismo, con todos sus elementos fácilmente visibles. Jim Logan regenta una oficina de detectives de mala muerte; le acompaña su medio hermano, al que solo llaman Perro. No hay cariño, ni amistad entre ellos; parece que Logan lo mantiene a su lado por una especie de cargo de conciencia. En esas aparece la femme fatale de turno, Mariko Yashida, que en la continuidad tradicional llegó a ser brevemente la esposa de Lobezno, antes de ser brutalmente asesinada. Esta cliente le pide que investigue ciertas sospechas pues su padre ha venido al país a cerrar importantes negocios.
Comienza a andar una deliciosa trama que imbrica elementos del pasado con asuntos mundanos del presente. Y es que no se puede negar que está obra basa su impacto en “Lobezno. Origen”, la controvertida historia que Paul Jenkins y Andy Kubert sacaron a la luz para que cierta película, que no merece la pena recordar, no contara los primeros días del personaje al respetable, sin haber hecho previo paso por el cómic. En aquella se nos hablaba de James Howlett, un enfermizo niño de una rica hacienda del Canadá. Pero también de los Logan, la cara menos amable que representa el servicio. Allí, James, Rose y Perro consiguen enhebrar una amistad entre despreocupados chavales, que a la larga tendrá consecuencias cuando se descubra que el pequeño de los Howlett es un mutante y empiecen a surgir secretos familiares. La historia de los tres chicos ya crecidos no acabó nada bien.
En esta versión noir adaptamos ese drama de época a la ambientación de la Gran Depresión. Un escenario como el Bowery neoyorkino, tan propicio para esta truculenta trama, además de un clásico secundario para Lobezno como era Victor Creed, Dientes de sable, el peor enemigo del canadiense, ayudan a enrarecer y complicar el ya de de por sí cargado ambiente. Añadir a la ecuación un poco de Creed siempre mejora algo la mezcla. Dolor, traición y mucha sangre impregna un relato que supone un gran homenaje a lo que representa la esencia del género negro.
Héroes Marvel Noir
Spider-Man y los X-Men son los proyectos más destacados de la línea, de eso no hay duda. Y pese a ello, no se debe obviar que un buen puñado de héroes Marvel tuvieron su oportunidad de pasar por el filtro negro. En este apartado vamos a hacer un repaso sucinto de ellos. Se puede decir que mantuvieron una estructura análoga a la de sus compadres, es decir, mini serie de cuatro números donde se actualizaba al personajes en referencia a los años 30 del pasado siglo e historias cerradas, sin visos de continuación. El responsable de la edición de este pequeño sector fue casi en su totalidad Axel Alonso, prestigioso profesional que se había asentado como activo de la Línea Vertigo en DC, exceptuando al Hombre de Hierro, que pasaba por otra oficina. Como ya hemos comentado, la Tierra-90214 nacía con un propósito finito y no quedaron intenciones de continuar con nuevas historias. Entre otras cosas, porque muchas de ellas ya representaban un fin de camino necesario para sus protagonistas en esta estructura noir.
El primer invitado de este apartado es el ya nombrado Iron Man. El playboy y filántropo dedicado al negocio armamentístico al que una mala experiencia en la guerra del Vietnam alojó una bala en las cercanías de su maltrecho corazón, es un personaje que nació con cierta raíz trágica, ya que le era necesario para poder sobrevivir vivir el portar una armadura hiper tecnológica. A grandes rasgos, el origen de esta creación de Stan Lee, Larry Lieber, Jack Kirby y Don Heck que se ha convertido en icono mundial gracias a la interpretación de Robert Downey Jr. en la gran pantalla. La editora Jeanine Schaffer tuvo la tarea de asignar equipo creativo para vestir con la pátina noir al Vengador Dorado. Los elegidos fueron el escritor Scott Snyder, que era un novato en Marvel, con apenas una historia de complemento de la Antorcha Original en la antología del 70 aniversario, y Manuel García, dibujante español que era una garantía de buen hacer a comienzos de este siglo. Snyder es uno de los guionistas con más caché en el panorama comiquero actual y esta es una de las pocas colaboraciones que ha tenido con la Casa de las Ideas, ya que pronto giraría hacia DC Comics, compañía en la que ha tenido una carrera más que exitosa. De García hace tiempo que le tenemos perdida la pista. Una pena, pues durante una época sus lápices fueron santo y seña en el mainstream americano. Para acompañarle en las tintas tenemos la figura de Lorenzo Ruggiero y como encargada del color a Marta Martínez. Las portadas serían obra de Mike Flyes.
Snyder, de partida, nos sitúa fuera de los escenarios habituales del noir. Nos vamos a un ambiente selvático, la Honduras Británica, donde el millonario e inventor Tony Stark se encuentra en busca de aventuras. Su objetivo es localizar una máscara de Jade proveniente del inframundo maya. Le acompañan un escogido grupo de colaboradores: el incombustible James Rhodes, Giuletta Nefaria y Virgil Munsey. Rhodes es uno de los secundarios más importantes de Iron Man. Surgido en 1979, bajo el talento de David Michelinie y John Byrne, el potencial de Rhodes se llevó a su límite cuando tuvo que sustituir a Tony en la armadura, debido a sus episodios críticos con el alcohol. De ahí surgiría, a no muy tardar, otro superhéroe conocido como Máquina de Guerra. Nefaria es un apellido que nos recuerda a villanía, por lo que las traiciones no van a ser desconocidas en la serie. Por último, Munsey es un personaje creado con un cometido para esta serie y que pronto se verá desplazado de plano.
Que un genio reconocido como Stark vaya en busca de un artefacto arcano llama la atención de los malos del momento, los nazis. Mucho se ha hablado del componente sobrenatural en las cuestiones del nacional socialismo, por lo que se convierten en los comparsas perfectos para este tipo de argumentos. El guionista se trae una buena ristra de clásicos de la editorial, para cumplir tales designios, entre los que cabe citar al Barón Zemo, a Von Strucker y al Conde Nefaria. El lector pronto advierte que la trama se va a centrar en el típico enfrentamiento entre el Iron Man noir y las terribles huestes de Hitler.
A pesar de vestir el relato con un toque pulp, más que estrictamente noir, Snyder nos plantea un sugerente misterio que deberemos desentrañar, en compañía de nuestros héroes. También introduce las obligadas referencias al entorno del personaje, para delicia de los seguidores del Hombre de Hierro. ¿Recuerdan a Virgil Munsey? El sentido de éste es ser un periodista de revista pulp de la época, llamada Marvels, que cubre las disparatadas peripecias de Stark, a lo largo del mundo. Este reportero cae en la primera aventura y es sustituido por Pepper Potts, la eterna secretaria de Tony, desde los tiempos de Tales of Suspense. Se une en calidad de cronista, creando un fuerte impacto en Stark, ya que sus capacidades distan mucho de ser las esperadas en una mujer en tales menesteres. Otro nombre obligado es Jarvis, el mayordomo cedido por Stark para servir en la Mansión de los Vengadores. Aquí es un compañero de armas de nuestro héroe. Ambos sirvieron en la I Guerra Mundial y desde entonces el millonario sufre de problemas en el corazón, por una herida de guerra. Con muy poquito, se pueden advertir los elementos que definen el trasfondo de Iron Man en la continuidad tradicional.
Volvamos a la trama. El guionista establece una serie de misterios en los que Tony se ve obligado a embarcarse, debido a la cercanía con asuntos familiares. Así, la búsqueda del mítico continente perdido de Atlantis le permite añadir elementos externos, de indudable interés. Hablamos de Namor, uno de los grandes de la Era Timely, convertido aquí en el intrépido capitán de un barco con capacidades únicas para localizar un paraje desaparecido, hace miles de años, el Lady Dorma (homenaje a cierto miembro de la realeza atlante y una de las primeras enamoradas de Namor en la Era Marvel).
Pero el componente aventura es dejado de lado, tras cumplir su función, por el tema de fondo, la lucha entre los nazis y el mundo libre, que representa esta versión de Iron Man. Los germanos tienen de su lado una creación única llamada Arsenal, que todo indica que fue creada por Howard Stark, lo que confunde y mucho a nuestro Tony. En este aspecto, se parece bastante a su origen canónico pues este robot fue presentado en Iron Man #114, obra de Bill Mantlo y Keith Giffen, como un cometido secreto llamado “Proyecto Mañana”. Creado por un compendio de científicos aliados, comandados por Howard, se trataba de una medida de prevención en caso de que los nazis volvieran a resurgir. En nuestro caso, se trata de la pieza final de un puzle, que nos ha llevado por diversos y exóticos lugares, pero cuyo trasfondo fundamental tiene que ver con el legado familiar, corrompido por la ambición y el ansia de poder.
Seguimos el repaso con la figura de Luke Cage. Este digno representante de la Blaxploitation nace en su propio título mensual, Luke Cage, Hero for Hire, gracias al empuje de Roy Thomas, Archie Goodwin y John Romita Sr., en 1972. Su objetivo era ese, recabar a los posibles entusiastas de un fenómeno cultural que arrasaba en la década de los setenta. Antiguo presidiario, encarcelado por un delito que nunca cometió y sometido a experimentos que le otorgaron una piel a prueba de balas, decidió utilizar ese poder al mejor postor en su Harlem natal, una zona empobrecida como pocas en Nueva York. Axel Alonso es el editor que debe elegir al equipo creativo que debe honrar sus características originales. Para ello confía en el tándem formado por Mike Benson y Adam Glass. Benson es un guionista multidisciplinar, acostumbrado al género negro, tanto en literatura como en televisión. Glass es un escritor más centrado en cómics, con el que había colaborado de forma previa, formando una buena entente. Shawn Martinbrough se encarga del dibujo, un especialista en la temática, ya que incluso escribió un libro específico sobre el tema, “How To Drawn Noir Comics”. Le acompaña en la vertiente artística el color de Nick Filardi y las increíbles portadas de Tim Bradstreet.
Glass y Benson parten de los mismo principios que su homólogo de la Tierra 616. Cage es un ex convicto que vuelve a su Harlem natal para ajustar cuentas. Como buen noir, no existen elementos sobrenaturales, nada de poderes, pero la leyenda de Luke dice que es alguien inmune a las balas, lo que le convierte en un elemento peligroso para los engranajes del poder. Todo el mundo le llama Power Man. Si Harlem era una jungla en los setenta, el panorama no es mucho mejor en los años treinta. En un ambiente de pura segregación racial, pocos blancos se asoman por este rincón de Nueva York. Eso no es algo que le importe a Luke, pues está decidido a desentrañar misterios de su pasado, en un entorno de viejos colegas que son poco o nada de fiar, gente como Lápida o Willis Stryker. El primero fue creado en la parcela de Spider-Man, más concretamente en Web Of….#36, obra de Gerry Conway y Alex Saviuk, como un hampón de Harlem, con el que se las vería ocasionalmente el trepamuros. Su lugar de procedencia, junto al hecho de ser un afroamericano albino, significó que se organizasen encuentros con el bueno de Luke. El segundo, en cambio, es un personaje propio de la colección original de Cage, su mejor amigo en el barrio, en la vida delictiva juvenil, por lo que su traída a colación no puede estar mejor planteada.
En un entorno enrarecido, comido por el crimen y la desesperada situación económica de sus habitantes, se produce un desagradable incidente, la muerte de una mujer caucásica en sus calles. El marido de la chica, un rico hombre de negocios, blanco, por supuesto, se empeña en que sea Cage el que lleve la investigación, evitando información vital al cuerpo de policía, en aras de que no se produzca un escándalo. Luke lo acepta pues quiere lo mejor para el barrio, mientras que sus enemigos naturales siguen hostigándole, desde su salida de la cárcel. Este el misterio de fondo en el que el equipo creativo deposita sus mejores intenciones.
Benson y Glass articulan una excelente trama repleta de intrigas, donde pasado y presente se cogen de la mano para darle un aura si cabe todavía mayor a la figura de Luke Cage. Logran mimetizar una perfecta ambientación noir con una explicación milimétrica de cómo era un barrio afro en los años de la Gran Depresión. Y además, pese a la innegable crudeza del relato, consiguen cerrar la historia con algo único para el género, una sensación de esperanza, pese a que el destino de la mayoría de sus protagonistas acabe sellado, para siempre.
Daredevil es un personaje que nació en 1964, obra y gracia de Stan Lee y Bill Everett, con el objetivo de ser un título de aventuras de corte lúdico. Es cierto que se trata de un superhéroe discapacitado, ya que un accidente le privó de la vista, pero también le potenció el resto de sentidos, otorgándole las capacidades de un hombre sin miedo. Además, el alter ego del super es Matt Murdock, un asentado abogado de la Gran Manzana, lo que no daba lugar a un mayor drama más que a detener a los malos de rigor y el típico melodrama romántico con Karen Page. Hasta que llegó Frank Miller, orquestando una transformación de Daredevil en un alma torturada y tornando sus aventuras hacia nuevos niveles de trascendencia. Esa imagen ha sido reutilizada por la mayoría de sus continuadores. A inicios del S.XXI, autores como Brian Michel Bendis o Ed Brubaker acercaron su tono al noir, por lo que su paso por la línea se hacía casi obligado.
Alonso debía hacer bien sus deberes para tratar de adaptar un personaje con tan buen bagaje y lo cierto es que el equipo creativo no es que fuera de relumbrón. Alexander Irvine proviene de ese nutrido grupo de profesionales de otros medios que comenzaron a trabajar en Marvel durante la Era Quesada. Novelista especializado en ciencia ficción y fantasía, con muy poca experiencia en cómics, parece que no le hacía ascos a un proyecto de género negro como este. En la parte gráfica se selecciona a Tomm Coker, un dibujante que fue bastante prolífico en los noventa, pero que a principios de siglo se había retirado de la primera plana para probar suerte en el mundo del Séptimo Arte. La elección de su arte es todo un acierto debido a su acabado sucio, anguloso y con muchas referencias cinematográficas, perfecto para degustar a este Daredevil Noir, que presagiaba en muchas de sus esencias, a la versión Netflix del héroe marvelita. Daniel Freedman se haría cargo del color mientras que las portadas son obra del mismo Coker.
Para asentar las bases se recurre a lo ya sabido sobre Matt Murdock. Hijo de un boxeador de baja estofa, Jack el Batallador, un desgraciado accidente le deja sin vista cuando es nada más que un tierno infante. Pero claro, este no es el Nueva York alegre de los sesenta. Estamos en la Cocina del Infierno de los años treinta, uno de los lugares más deprimidos de la ciudad. Matt debe ganarse la vida como espectáculo de feria, desde bien niño, y de ahí obtendrá su apodo del Hombre sin Miedo. Al ser alguien huérfano, los recursos escasean, por lo que el hurto y el pillaje se convierten en una práctica suya, demasiado habitual. En uno de esos entuertos es defendido en el juzgado por el letrado Foggy Nelson y Matt decide pagarle sus servicios convirtiéndose en su investigador privado, debido a sus increíbles habilidades naturales, capaz de acceder a sitios y escenas que ningún otro ser humano podría. En los años treinta era inviable que un pobre huérfano de la Cocina del Infierno estudiase para abogado.
Irvine cambia algunas piezas, para adecuarlas al contexto de la década estudiada, pero deja un sabor reconocible en cuanto comenzamos a pasar las páginas. La sencillez del planteamiento, justiciero contra jefe criminal al uso, no debe despistarnos de la ambición de la propuesta. El guionista presenta una trama fraccionada en partes donde vemos principios y finales, y en la que el conjunto del constructo, con partes dispersas por aquí y por allá, se compensa de una manera virtuosa, por momentos exquisitamente intimista. Sin meternos en más desarrollos argumentales, hay un Kingpin, hay un Bullseye, hay femme fatales y hay un Diablo Guardián. Lo esperado en este tipo de relato. Pero el argumento está tan bien trazado, tan lleno de espíritu noir, que por méritos propios este Daredevil Noir debe figurar como uno de los grandes aciertos de la línea.
Nos acercamos al final y nunca debemos olvidarnos del Punisher. La figura del Castigador casa como ninguna en la tragedia del género negro. Frank Castle, marine de los Estados Unidos, disfruta de un día familiar en Central Park cuando una disputa entre bandas mafiosas le destroza la vida. Desde entonces, empieza una lucha encarnizada contra el crimen, erigiéndose en juez, jurado y verdugo, que convertirá al Punisher en un oscuro anti-héroe, del que el resto del Universo Marvel recelará, en múltiples ocasiones, por sus métodos expeditivos. El personaje fue creado en las páginas de Amazing Spider-Man #129, en el año 1974, cortesía de Gerry Conway, Ross Andru y Romita Sr. En EEUU se vivía la era del vigilantismo, con una ola de películas muy populares, entre las que destacan las de Charles Bronson, por lo que Marvel decidió adoptar su modelo particular. Es obvio que su esencia es monolítica, pero no se puede negar el valor de las actualizaciones realizadas por el escritor irlandés Garth Ennis, en el presente siglo. Su visión del personaje se ha convertido en canon y por aquellos días resonaban, con toda su grandeza, los ecos del Punisher MAX.
De nuevo cae en la órbita de Alonso el seleccionar autores y de su trabajo en la parcela mutante mantuvo una estrecha vinculación con Frank Tieri, un escritor que gusta darle un tono oscuro a sus creaciones. Se trata de un colaborador habitual de los dos grandes, compaginando trabajos de manera continuada, hasta nuestra misma actualidad. Casi un valor seguro. Para la parte gráfica contamos con una estrella emergente como Paul Azaceta, que por aquellos entonces no tenía un currículo de relumbrón, pero que hoy es un artista plenamente reconocido (el Outcast junto a Robert Kirkman ya debe ser una señal de validez). Las fechas de entrega le pasaron factura por lo que para el #4 necesitó la ayuda de Antonio Fuso para finalizar el encargo. En el tema del color firma Nick Filardi y las portadas, de nuevo, hay que recordar a Tim Bradstreet, un portadista muy asociado al Castigador, preciosamente durante la época de Ennis.
El guionista sabe orquestar un argumento original con las trazas que sabemos reconocer de Castle, solo que ambientada en los años treinta, una década dura, donde el hambre y la miseria campan a sus anchas, territorio propicio para que criminales sin escrúpulos se aprovechen de la situación. Por tanto, el propósito principal de este Punisher será igualmente la lucha contra el crimen organizado. Pero también observamos el impacto de la guerra, cambiando Vietnam por la I Guerra Mundial. Y, sobre todo, vivimos una historia de legado.
Sabedor de que hay elementos que han funcionado previamente, a Tieri no le tiembla el pulso el incluir aspectos de la etapa de Ennis con el personaje. De ahí que tengamos la aparición del temible Ruso y que se convierta en una pieza fundamental para el desarrollo del relato. Pese a la original concepción del argumento, el guionista nos sabe regalar las mejores esencias de un Castle en una ambiente tosco, duro y fuertemente violento, tanto que conseguiría hacer sonreír al bueno de Garth.
Cono despedida y cierre vamos a nombrar una rareza como Masacre Pulp. En principio, estaba pensado como parte de la Línea Noir, pero los autores designados, Adam Glass y Mike Benson, que ya se encargaron de Luke Cage Noir, pensaron que lo que tenían en mente era más apropiado para los años 50, la época de la Guerra Fría, por lo que se mantuvo la esencia de historia sin poderes, muy apegada a la realidad, con un Wade Wilson agente secreto en pleno conflicto entre el comunismo y el capitalismo. El toque años 50 se le debemos al artista Laurence Campbell, dibujante titular del proyecto. Al no ser técnicamente parte de la línea, solo dejamos constancia de su existencia, dirigiendo al lector a la Guía de Lectura que confeccionamos en esta casa sobre el Mercenario Bocazas, en el caso de buscar mayor información.
Concluimos de esta manera lo que ha dado de sí la Línea Noir en la editorial Marvel. Un proyecto cerrado, que tuvo su momento histórico donde desarrollarse y que este redactor considera que es de las mejores ideas que tuvo la administración Quesada. Ninguna de sus integrantes son obras maestras del género, pero la calidad general de cada una de ellas mantiene una muy buena media. Merece mucho la pena pasear por esos ambientes propios de la Gran Depresión, con la idiosincrasia política y social del momento, observar de cerca a personajes que a la vez son tan reconocibles como frescos. Pero, por encima de cualquier cosa, se aprecia un enfoque adulto, donde cualquier icono Marvel demuestra que puede ser fuente de variados registros, de distintas aproximaciones. Todas estas colecciones subliman un género, que pese a sus múltiples baches, nunca ha dejado de dar alegrías a sus incontables seguidores. Vaya desde aquí ese especial reconocimiento.
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