Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de En la hierba alta, de Vincenzo Natali
Dirección: Vincenzo Natali.
Guión: Vincenzo Natali (Obra original de Stephen King y Joe Hill).
Música: Mark Korven.
Fotografía: Craig Wrobleski.
Reparto: Laysla De Oliveira, Avery Whitted, Patrick Wilson, Harrison Gilbertson, Will Buie Jr., Rachel Wilson.
Duración: 102 minutos.
Productora: Copperheart Entertainment / Netflix.
Nacionalidad: Estados Unidos.
“Puedes encontrar cosas. Es fácil si están muertas.”
Podríamos decir que el éxito la nueva adaptación a la gran pantalla de It, dirigida por Andy Muschietti y basada en la famosa novela de Stephen King, ha vuelto a despertar el interés por las historias de este incombustible autor estadounidense creador de clásicos como La zona muerta, El Resplandor y Misery. Pero no sería cierto, porque la realidad es que King no ha abandonado la gran pantalla desde 1976 cuando Brian De Palma estrenó su adaptación de Carrie; desde ese momento no han pasado más de dos años de media sin que una de sus novelas haya sido pasto del cine. Y eso sin contar su presencia en la televisión y, en los últimos tiempos, en plataformas como Netflix que en 2017 ya produjo sendas películas de 1922 y El juego de Gerald (con irregulares resultados). No hay dos sin tres y estos días hemos podido ver En la hierba alta, producción basada nuevamente en una historia de King, aunque en este caso en colaboración con su hijo y también novelista Joe Hill (conocido por los aficionados al cómic gracias a Locke & Key). La cinta también ha sido la encargada de abrir la 52ª edición del Festival de Sitges.
En este caso, la historia concebida a cuatro manos por padre e hijo es un relato corto de 60 páginas publicado en dos partes en 2012 por la revista Esquire. Esta es la segunda colaboración entre los dos después de haber trabajado en 2009 en otro relato corto llamado Throttle que ha sido ha adaptado al cómic por la editorial independiente IDW Publishing y que está en camino de saltar a la gran pantalla. La tendencia está clara, todo lo que pasa por las manos de King, y ahora también de su hijo, es susceptible de interés para cualquier productor que se precie de serlo. El nombre de King suele amortizar cualquier filme, independientemente de su calidad. Suponemos que eso tranquilizaría al veterano director y guionista Vincenzo Natali a la hora de aceptar el encargo de Copperheart Entertainment y Netflix para adaptar En la hierba alta. El responsable de Cube y Splice: Experimento Mortal regresa así al género después de haber rodado en 2013 Haunter y haber estado trabajando en el mercado televisivo en series tan destacadas como Hannibal,The Strain, Westworld y American Gods.
El material original lo aprovecha Natali para intentar narrar una historia que busca elevar nuestro nivel de claustrofobia a un plano cuasi existencial. La premisa apenas cuenta con un grupo de personajes y un contexto acotado por el que estos se pueden mover. Es inevitable retrotraerse a Cube en la filmografía de Natali para quizás entender su vinculación personal con este proyecto. En la hierba alta es una historia con un esquema clásico, una propuesta que mezcla terror y ciencia ficción y en la que no importa tanto la amenaza y/o el enigma (habitualmente no resuelto) como la manera en la que las (posibles) víctimas afrontan su extraordinaria situación. Este es un cliché del género de terror que King ha convertido en arte gracias a lo detallado de sus perfiles psicológicos, un punto de partida que hemos visto explorado en otras de sus obras como La niebla o la ya citada Cementerio de animales (“casualmente”, las dos también cuentan con varias adaptaciones a otros medios).
La trama de En la hierba alta está protagonizada por dos hermanos, Becky y Cal, que al detenerse junto a un campo de hierba en una autopista desierta de Kansas en su camino a San Diego escuchan a un niño pedir auxilio. El chico parece haberse perdido en el campo al intentar encontrar a su perro. Los dos hermanos entran para intentar ayudarle, pero pronto se desorientan y descubren que algún tipo de fuerza siniestra impide que puedan hallar la salida del cada vez más desasosegante campo de hierba. La situación se acaba descontrolando cuando descubren que hay más personas como ellos atrapadas en el campo de hierba y una de ellas tiene parece tener intenciones verdaderamente perversas. Esta escueta premisa Natali la reproduce en fotogramas con más ilusión que acierto y buenos resultados. El problema es el mismo que se puede apreciar al visionar en Netflix 1922: la dificultad de hacer justicia a una idea sugerente en el papel, pero anodina y convencional en celuloide.
En la hierba alta es una versión extendida del relato original que pese a intentar poner su peso en el aspecto psicológico de los personajes se hace harto repetitiva; una película en la que si desconectas no notas la más mínima diferencia al regresar a ella porque no hay nada que haga la función de pegamento, algo que haga relevante lo que pasa entre una escena y otra. El juego de Natali está claro, construir un mecanismo que logre mantenernos en tensión con los vaivenes de sus personajes. No obstante, el resultado se antoja monótono y demasiado estirado para lo que el relato original nos quiere contar; visualmente Natali saca petróleo de los primeros planos del campo de hierba, de la brisa meciendo sus tallos y, en general, su manera de humanizar lo verde convirtiéndolo en el personaje principal de la historia. Pero eso no es suficiente para mantener la atención del espectador y sus constantes giros lejos de desorientarnos nos acaban siendo indiferentes.
En el casting tenemos una selección de intérpretes cuyo nombre más destacado es Patrick Wilson. El actor de Expediente Warren, Aquaman y Watchmen nos ofrece en esta película una de sus interpretaciones más histriónicas y ofuscada. El suyo es un rol de villano a la fuerza que pese a las dotes de Wilson no se nos hace interesante ni especialmente amenazador en ningún momento de la película. Por su parte, muchos de sus compañeros de reparto afrontan aquí uno de sus primeros trabajos importantes en el medio y, en contraste, las tablas se notan. De esta manera, tenemos al debutante Avery Whitted, al jovencito Will Buie Jr., a la actriz Rachel Wilson que lleva probando suerte en el medio desde principios de los añós noventa, y el algo más experimentado actor australiano Harrison Gilbertson que ha participado en producciones como Need for Speed, Fallen y Upgrade. Todos ellos cumplidores, con interpretaciones bien llevadas y roles bien definidos pero a los que no beneficia la dinámica de la película impidiendo esta que despiertan nuestra empatía.
No obstante, la excepción es la actriz Laysla De Oliveira a la que vimos en 2016 en Lea to the Rescue de Nadia Tass y que ha estado ligada a producciones comiqueras televisivas recientes como iZombie, The Gifted y, casualmente, la futura adaptación de Locke & Key producida por Netflix. Todo queda en familia. Lo que está claro es que En la hierba alta es por ahora el trabajo más destacado de la actriz que tiene pendiente de estreno este mismo año dos filmes canadienses: Código Ocho y Guest of Honour. En el filme de Natali su papel le permite encararse al de Patrick Wilson con cierta eficiencia aunque a ello contribuye el guion que la convierte en protagonista de algunos de los pasajes más crudos del filme. En términos generales, la película es bastante fiel al material de partida, pero el final dista bastante del imaginado por King y Hill que siguiendo la tradición de los buenos relatos de terror tiene una conclusión más oscura y menos condescendiente de la planteada por Natali en su guion cinematográfico.
En definitiva, En la hierba alta es una cinta fallida perjudicada principalmente por su metraje; la manera en la que Natali intenta explotar el punto de partida de la historia original de King y Hill acaba hastiando al espectador. No estamos hablando de una película excesivamente larga -un poco más de hora y media- pero lo suficiente para que el impacto de su premisa se diluya fácilmente y se nos haga tan pesada como a sus protagonistas sus continuas carreras por el campo. La propuesta habría funcionado a la perfección como capítulo de una antología televisiva, pero de esta manera lo único rescatable acaba siendo la fotografía de Craig Wrobleski que tiene momentos verdaderamente inspirados que la libran de caer en una simple película de serie B del montón. Pero, por fortuna, si hay algo que nunca se le acabará al cine, son las historias de Stephen King para adaptar y la prueba la tenemos este mismo mes con el estreno e Doctor Sueño, la adaptación de la secuela de El Resplandor realizada por Mike Flanagan que ya salió bien librado con su versión de El juego de Gerald.
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