Javier Vázquez Delgado recomienda: Oblivion Song 2
Edición original: Oblivion Song #’s 7-12 USA, Image Comics.
Edición nacional/ España: Planeta Cómic.
Guion: Robert Kirkman.
Dibujo: Lorenzo De Felici.
Color: Annalisa Leoni.
Formato: Tapa blanda.
Precio: 15,95 €.
Todos cometemos errores. Ya sea por equivocación, por ignorancia, por arrebato, por rabia, puedes estar seguro de que no hay en todo el mundo un currículo impoluto, equivocarse es una certeza en nuestra vida. Lo que sí está en nuestra mano es hacer algo al respecto, pues contra el defecto de errar, está la virtud de mejorar. ¿Pero se puede arreglar todo? Cuando nuestros fallos provocan un daño demasiado grande, ¿se puede hacer borrón y cuenta nueva? Tal vez haya errores tan enormes que el único lugar en el que se puede encontrar la redención sea más allá de nuestro mundo.
Siempre es una buena noticia tener a Robert Kirkman de vuelta por nuestras tierras, y este mes pasado hemos podido volver a disfrutarlo con la llegada del segundo tomo de Oblivion Song, una de las más recientes obras del guionista para Image y que, como es habitual, nos llega gracias a la labor de Planeta Cómics. Ha sido una espera inusualmente larga, debido a aquel peculiar estreno de la serie, que nos trajo todo el primer arco a España a la vez que en EEUU salía a la venta únicamente la primera grapa. Una exclusiva que fue muy refrescante en su momento, pero que a la larga nos ha dejado con el doble de tiempo entre sus dos primeros números.
Tras su genial tomo de introducción, Oblivion Song nos trae de vuelta a la historia de Nathan Cole, al que los acontecimientos revelados al cierre del primer arco con respecto a su responsabilidad en la Transferencia, nombre por el que se conoce al intercambio que sufrió un pedazo de Philadelphia por una extraña dimensión poblada de peligrosas y terroríficas bestias que dio lugar a la muerte o desaparición de 300.000 personas, dejan al protagonista en una situación tremendamente complicada. Tan complicada como la de Heather, atrapada entre su pareja y su deber, así como la de Ed Cole, de vuelta en un mundo que nunca sintió suyo. Juntos deberán plantearse el peligro de que la tecnología de Nathan caiga en malas manos y el precio de hacer lo correcto, aunque quizás esa definición no sea la misma para todos ellos.
Si tuviera que destacar una virtud de Robert Kirkman, sería su compromiso con la historia. El guionista de The Walking Dead no solo es capaz de alumbrar ideas interesantes, sino que se arroja sin ningún tipo de red a explorar todas las implicaciones que puede desencadenar su planteamiento. Es ese sello distintivo que tenía Invencible y que la hacía tan especial, que era cómo exploraba los códigos del género superheroico pero asumiendo las consecuencias de su narración, sin chasquidos ni Mefistos que reseteen todo para no salir del statu quo del personaje. Un enfoque valiente y sincero que siempre se sustenta sobre un plantel de personajes entre los que prácticamente nunca hay uno plano, que no sirva para explorar alguna de las ramificaciones de la historia que su guionista quiere explorar. Ahí tenemos a Duncan para hablar del shock post-traumático y las dificultades para reintegrarse a la normalidad, o a Ed para cuestionarnos si lo que consideramos “lo mejor” no es más que la perspectiva mayoritaria y subjetiva que lastra a aquellos que no encajan con los arquetipos. Pero sobre todo, el foco principal es Nathan como vehículo para explorar los límites de la redención, dibujando a un protagonista convertido en héroe por el peso de sus actos pasados, y que nos hace plantearnos hasta qué punto podríamos llegar a perdonarlo si no fuera porque como lectores somos testigos de su culpa y su tesón.
¿Y cómo avanza la trama con este nuevo volumen? Si en el estreno de la serie tuvimos toda la introducción del escenario post-catastrófico y de esa dimensión paralela a la nuestra tan aterradora, este segundo arco comienza el relato pasado de qué ocurrió realmente el fatídico día de la Transferencia, con una narración que consigue transmitir auténtica intranquilidad, para pasar posteriormente a mutar en una historia de fugas y robos encubierta. Un tomo que si bien pierde un poco en comparación con el primero al no profundizar en las incógnitas sobre esa otra dimensión que tanto impactan en el anterior y que aquí quedan un poco aparcadas, no pierde ni un ápice de dinamismo y de capacidad para mantener enganchado en cada una de sus páginas. El resultado final es un arco que deja sabor a fin de temporada, con una conclusión que deja muchas líneas aparentemente cerradas y que podría parecerse a un final si no fuera porque en cierto modo terminamos con el mismo cliffhanger que nos dejó el primer volumen.
Pasando al aspecto artístico, la mejor palabra que se me ocurre es estabilidad. Lorenzo de Felici se mantiene al nivel del número anterior, que ya era notable. Las caras que dibuja el italiano siguen resultándome un poco toscas y extrañas, pero su habilidad para narrar es magnífica y aporta un gran dinamismo a las escenas de acción. Mención aparte se merece el diseño de todo lo relacionado con esa dimensión de pesadilla, desde sus parajes hasta sus criaturas, absolutamente descomunal y para quitarse el sombrero, aunque cabe decir que tengo la sensación de que es un dibujo que le debe muchísimo al color de Annalisa Leoni, que le aporta una personalidad tremendamente especial a la serie. En gran parte, la enorme presencia que tiene esa dimensión alternativa se debe a sus paletas.
En definitiva, Oblivion Song sigue fresca y apetecible, y Robert Kirkman sigue siendo una fábrica de historias trepidantes. Con sus dos buques insignia finiquitados y el final de Outcast a la vuelta de la esquina, esperemos que esta serie pueda convertirse en su nuevo proyecto a largo plazo. Desde luego, parece que de momento solo hemos rascado la superficie de lo que nos quiere contar.
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