Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de Terminator: Destino Oscuro, de Tim Miller

Aviso de Spoilers: La siguiente entrada contiene algunos spoilers de Terminator: Destino Oscuro y de otas entregas de la saga.

Dirección: Tim Miller
Guión: James Cameron, Charles H. Eglee, Josh Friedman, David S. Goyer, Justin Rhodes
Música: Junkie XL
Fotografía: Ken Seng
Reparto: Linda Hamilton, Mackenzie Davis, Natalia Reyes, Arnold Schwarzenegger, Gabriel Luna, Diego Boneta, Enrique Arce, Tristán Ulloa, Alicia Borrachero, Tom Hopper, Cassandra Starr, Brett Azar, Edward Furlong
Duración: 128 min
Productora: 20th Century Fox / Paramount Pictures / Skydance Productions / Lightstorm Entertainment / Tencent
Nacionalidad: Estados Unidos

En 1984 un desconocido guionista y director canadiense cuya única carta de presentación era su primer largometraje detrás de las cámaras, Pirañas II: Los Vampiros del Mar, con el que acabó muy decepcionado, estrenó una película independiente protagonizada por un culturista austriaco reconvertido en actor que dos años antes había conseguido su primer gran éxito con Conan: El Bárbaro, adaptación cinematográfica del personaje literario creado por el escritor Robert E. Howard. El director se llamaba James Cameron, el actor Arnold Schwarzenegger y la película Terminator. La historia de Sarah Connor huyendo de un letal cyborg del futuro que intentaba asesinarla para evitar el nacimiento de su primogénito, líder de la resistencia rebelde contra las máquinas en su adultez, se convirtió en un inesperado sleeper que recaudó 78 millones de dólares habiendo costado poco más de 6. The Terminator era una impecable y potente mezcla entre cine de terror, acción y distopía futurista con la que Cameron y sus colaboradores al guión, Gale Ann Hurd y William Whiser Jr, asentaron las bases de un microcosmos que en 1984 sólo había dicho su primera palabra de cara al público. Porque siete años después, en 1991, llegó Terminator 2: El Juicio Final, la primera secuela que, al igual que su hermana mayor, marcó un hito dentro de la historia del cine contemporáneo, pero por motivos muy diferentes. Esta segunda entrega era casi un remake del film primigenio con el que James Cameron no sólo facturó una de las mejores películas de acción y ciencia ficción de los 90, sino que consolidó el uso de los efectos digitales por ordenador dentro de Hollywood. Unos tan elaborados y minuciosamente adheridos a la narración que hoy día, casi treinta años después de su estreno, siguen luciendo espectaculares en pantalla.

Terminator 2: El Juicio Final es una obra maestra dentro del género al que se adscribe. En su momento fue la película más cara y una de las más taquilleras de la historia del cine. La calidad de todos sus apartados se antojó tan descomunal que cualquier secuela de la franquicia que viniera tras ella iba a cargar con el handycap de ser comparada con ella y perder irremisiblemente. Así sucedió en 2003 con la, ya por aquel entonces innecesaria, llegada de Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas, primera continuación alejada de la mano de James Cameron, pero con Arnold Schwarzenegger de vuelta. A pesar de mantener la dignidad gracias al buen hacer de un competente artesano como Jonathan Mostow (Breakdown, U-571) detrás de las cámaras, especialmente inspirado en las secuencias de acción, esta tercera parte era la primera en la que la escasez de originalidad y la idea de dar vueltas sobre lo planteado en los dos primeros largometrajes se convirtió en la seña de identidad de la saga.

Seis años después, y si no contamos la serie de televisión Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor que se desarrollaba independientemente, Terminator Salvation sirvió como una especie de reinicio o reboot de la franquicia situando la acción en el futuro apocalíptico en el que John Connor, en esta ocasión interpretado por Christian Bale, ejercía como líder de la resistencia humana contra las máquinas capitaneadas por Skynet. De este lavado de cara escrito por Michael Ferris y John Brancato, también autores del guión de la tercera entrega, dirigido por McG (Los Ángeles de Charlie, La Babysitter) y con Sam Worthington, Anton Yelchin, Bryce Dallas Howard, Helena Bonham Carter o Michael Ironside entre los secundarios lo decimos todo si tenemos en cuenta que lo más recordado de ella a día de hoy es el audio que recoge la impresionante bronca que el actor de Batman Begins echó al director de fotografía Shane Hurlbut en pleno rodaje. El primer intento por renovar la creación de James Cameron no ofreció los resultados esperados, pero en Hollywood en lugar de dejar las cosas como estaban para no empeorarlas volvieron a intentarlo seis años después.

En 2015 Terminator: Génesis fue un intento desesperado por contentar a fans veteranos y espectadores neófitos. En una vuelta de tuerca imposible esta quinta parte era por un lado otro reseteo y por otro una continuación de la primera película a la que volvía, literalmente, por medio de una rebuscada trama, escrita por Laeta Kalogridis y Patrick Lussier, repleta de viajes y paradojas temporales, construida sobre la impersonal puesta en escena de Alan Taylor (Thor: Mundo Oscuro, Juego de Tronos) y rematada con un casting demencialmente erroneo en el que Jason Clarke, Jai Courtney o Emilia Clarke, entre otros, interpretaban a personajes icónicos a los que ninguno de ellos hacía justicia. Aunque Arnold Schwazenegger volvía a interpretar a otro T-800 y el mismo James Cameron tuvo palabras de alabanza hacia ella, antes de su estreno, Génesis no gustó a casi nadie, no funcionó en taquilla como se esperaba y debería haber sido el último clavo en el ataúd del Universo Terminator. Pero ya sabemos que en la meca del cine tienen otra manera de pensar.

A mediados de 2017, sólo dos años después de la debacle de la última entrega, Skydance Media, Paramount Pictures y 20th Century Fox confirmaban que James Cameron como productor y Tim Miller (Deadpool, Love, Death and Robots) en labores de dirección estaban preparando una nueva película de Terminator a modo de continuación directa de las dos primeras cintas, obviando por ello las otras tres posteriores. Poco a poco íbamos recibiendo noticias del proyecto, entre ellas el previsible regreso de Arnold Schwazenegger y el no tanto de Linda Hamilton en su papel de Sarah Connor e incluso Edward Furlong como su hijo. Dicha concesión a esa nostalgia que en la actualidad llega a incluso nublarnos la razón y el sentido común despertó el interés de propios y extraños. Al reparto se unieron caras nuevas como las de la canadiense Mackenzie Davis y una mezcla de actores estadounidenses, latinoamericanos y españoles entre los que encontramos a Natalia Reyes, Gabriel Luna, Diego Boneta, Tristán Ulloa, Alicia Borrachero o Enrique Arce. En cuanto al guión David S. Goyer, Justin Rhodes, Billy Ray se ocupan de adaptar para la pantalla una historia original escrita por los dos primeros junto a James Cameron, Charles H. Eglee y Josh Friedman.

Desde su prólogo Terminator: Destino Oscuro comienza a construir una trama que se irá debilitando poco a poco hasta su recta final. Esos apresurados primeros compases en los que se minimiza, desmitifica y reduce a la nada todo lo acontecido en Terminator 2: El Juicio Final asientan una enclenque base argumental que transitará por lugares comunes vistos hasta el hartazgo en la franquicia añadiendo en el proceso justificaciones narrativas del todo inviables, llegando a producir hasta sonrojo en no pocas ocasiones. La estructuración de Terminator: Destino Oscuro es una amalgama de las dos primeras entregas, con dos viajeros del futuro llegando al presente, uno para matar a una persona que contraerá una relevancia capital en el año 2042 y otro para intentar salvarla. Nada nuevo en horizonte en lo referido a la construcción de la saga que, salvo en Terminator: Salvation, siempre ha utilizado el mismo y manido esquema impidiendo al universo cinematográfico de Terminator evolucionar minimamente.

Otra muestra de la endeblez del argumento tejido por los cinco guionistas es la gratuidad con la que están incluidos los personajes de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger. El ya citado prólogo es la excusa para insertar a Sarah Connor en la trama, un personaje que aunque se revela como lo mejor de la velada por el carisma y la entrega de la veterana actriz podría ser extirpado de raíz del relato sin que este se resintiera un ápice concentrando la trama en Grace y Dani huyendo del REV-9. Lo del protagonista de Depredador o El Último Gran Héroe (Last Action Hero) es incluso más sangrante, no sólo por su forzosa inclusión en el largometraje sino por la peregrina justificación y vergonzosa explicación que dan los autores del guión a su inclusión social durante más de veinte años. En ese punto a un servidor no le quedó más remedio que echarse las manos a la cabeza ante la sarta de disparates relacionados con este nuevo T-800 interpretado por el ex Mister Olympia y retratado con una pátina de comicidad que funciona entre poco y nada de cara al espectador. Aunque por suerte no es tan exagerada y vergonzante como en Terminator: Génesis.

En cuanto al trabajo de Tim Miller detrás de las cámaras se nota su intención por, dentro de las limitaciones establecidas por una superproducción gestada en el seno de Hollywood, minimizar el uso del CGI en las escenas de acción más espectaculares. Algo curioso si tenemos ne cuenta que antes de ejercer como director se curtió profesionalmente en ese ámbito dentro del séptimo arte. Sirva de ejemplo la primera persecución con vehículos en la que se perciben carreras, choques y explosiones reales en varios momentos concentrándose los efectos digitales por ordenador de manera casi exclusiva en el personaje de Gabriel Luna. En líneas generales la puesta en escena del realizador de Deadpool es competente y sabe aprovechar el abultado presupuesto que tiene a su disposición, pero hay ocasiones puntuales en las que los ya mencionados CGI se muestran notablemente ineficaces, sobre todo en los instantes en los que los personajes saltan o aterrizan desde grandes alturas. Pero como mencionamos los pasajes más dinámicos funcionan y la pelea del clímax final es satisfactoria aunque queden a años luz de cualquier secuencia de Terminator 2: El Juicio Final.

En cuanto al reparto de las nuevas incorporaciones sólo tienen verdadera relevancia los roles de Mackenzie Davis, Natalia Reyes y Gabriel Luna, ya que el resto del cast son secundarios incidentales y de poca importancia. La primera convence gracias a su entrega física en un personaje que no demanda mucho más que eso, pero que ella resuelve con soltura. En cambio a la actriz de origen colombiano le viene grande su criatura en casi todo momento y ni siquiera cuando toma un perfil más activo en la trama consigue ser resolutiva a pesar de su notorio esfuerzo. Por último Gabriel Luna consigue mostrarse como una amenaza física aceptable, pero su composición es demasiado plana y desangelada, a años luz de la milimétrica asepsia del T-1000 al dio vida un enorme Robert Patrick. Como ya hemos apuntado es Linda Hamilton la actriz que se roba la velada, porque a pesar de quedar lejos los años en los que lucía físico fibrado y rotundo su presencia magnética y con efectivos golpes de humor la encumbran dentro del cast. En cambio Arnold Schwarzzeneger sólo puede aprovechar los rescoldos que quedan de la versión del T-800 al que interpretó en las dos primeras películas y que en las posteriores entregas ha ido adentrándose en el ridículo y en un tan ineficiente como innecesario sentido de la autoparodia que, como previamente hemos comentado, tocó fondo en la anterior Terminator: Génesis.

Terminator: Destino Oscuro podía haber supuesto la oportunidad perfecta para que James Cameron recondujera la saga que creó hace treinta y cinco años. Pero tanto él como sus colaboradores más cercanos han ejecutado la enésima repetición de esquemas adscritos a su universo ficcional reconocible. Tenemos otro siniestro futuro distópico, otra inteligencia artificial que pone a las máquinas en contra de la humanidad, a otro ser humano dirigiendo a la resistencia y cuya misión es mandar a una persona de su confianza al pasado para cambiar el futuro mientras esta se alía o enfrenta con variantes de terminators. Más allá de la labor de algunos de los miembros del reparto que ya hemos mencionado o el sano afán de los máximos responsables del largometraje a la hora de apelar por una diversidad racial y de género a la hora de diseñar varios de los personajes principales nos encontramos con la enésima rudimentaria y prescindible secuela de Terminator. Esperemos que los pobres resultados de taquilla que está obteniendo sirvan para que Hollywood deje a la franquicia dormir de una vez ese merecido sueños de los justos en el que debería haberse sumergido en 1991 cuando pudo despedirse por todo lo alto y en su máximo esplendor.



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