Javier Vázquez Delgado recomienda: Limited Edition. El Planeta de los Simios

El Planeta de los Simios es una de las grandes sagas de la ciencia ficción. Un largo recorrido y una evidente vigencia corroboran esa afirmación. Varias generaciones crecieron con la imagen de un Charlton Heston asediado por agresivos simios. O bien disfrutando de la adaptación de dibujos animados que echaban los sábados por la mañana. Hace mucho tiempo de eso, pero no se preocupen, que ya vinieron Tim Burton y Matt Reeves hace unos pocos años para recordar al personal la innegable valía de los belicosos primates.

La colección Marvel que versionaba la saga cinematográfica se considera una de las grandes series de la Casa de la Ideas. Una obra en muchos casos catalogada como de culto. Esto es así, aunque se hacía difícil de corroborar, ya que durante sus buenas temporadas ha sido un material que no ha tenido edición en el mercado. Eso se debe a la peliaguda cuestión de derechos. Tras el cese del acuerdo entre Marvel y Arthur Jacobs, productor de las cintas, los derechos de reproducción han ido pasando de mano en mano, con irregular suerte para la recuperación de la serie clásica surgida en los setenta. No ha sido hasta la llegada de Boom!, que se ha comprometido a publicar el material necesario, cuando por estos lares hemos podido disfrutar de tal acontecimiento, gracias al acuerdo entre Panini y SD Distribuciones. Hay que recordar que si en USA su recorrido ha sido errático, aquí en España no teníamos edición impresa de estos tebeos desde la época de Vértice, lo que hace la friolera de casi cuarenta años. Un acontecimiento que cualquier buen aficionado al medio debe celebrar.

Esta entrada se ha preparado para analizar los distintos tomos que han ido saliendo, tras dejar atrás el Archivos uno, que contenía una saga original. El resto de volúmenes concentran las adaptaciones fílmicas, a cargo del guionista Doug Moench y algunos muy buenos artistas. Cada punto contendrá, pués, un par de versiones en viñetas de la películas, en orden cronológico, además de algunos añadidos como historias cortas de complemento, que fueron realizadas por el guionista de cabecera de la saga. Por último, también añadimos un proyecto muy especial, la reciente salida en forma de novela gráfica de la versión propia de la historia de los primates inteligentes, sin edulcorar, de Rod serling, guionista de la grandísima “La Dimensión Desconocida” y el primer escritor asignado al proyecto. Merece la pena echarle un vistazo, de verdad.

Antes de comenzar, les voy a recomendar este extenso estudio de mi compañero Enrique Rios. Para cualquier ampliación de información sobre el universo de las películas, los cómics y todo lo que puedan imaginar sobre los simios, ya saben hacia donde dirigirse.

Perfecto. Es hora de despegar. Ajusten sus módulos de desplazamiento temporal pues el viaje comienza…..ya.

La Bestia del Planeta de los Simios

Edición original:.Planet of The Apes #1-11, #21
Edición nacional/ España:.Panini Cómics y SD Distribuciones
Guión:.Doug Moench
Dibujo:.George Tuska, Alfredo Alcalá y otros
Entintado:.Mike Esposito y Sal Trapani
Formato:.Tomo en tapa dura
Precio:.

39,95 euros

El segundo volumen que corresponde a los Archivos publicados, en origen, por Boom!Studios recoge el material Marvel que trataba de trasladar las dos primeras películas surgidas de la factoría de Arhur P. Jacobs; el inicio fílmico de una formidable saga de ciencia ficción que ha llegado hasta nuestros días. Ya explicamos en su día, cuando hablamos del primer tomo, las vicisitudes de este productor, de lo mucho que batalló para sacar el proyecto adelante, basado en una novela semidesconocida por aquellos días. No vamos a ahondar en más explicaciones al respecto. Sin embargo, es relevante recordar que la compra de derechos, a cargo del editor Roy Thomas, allá por 1974, venía a ser un intento de rentabilizar un innegable éxito de crítica y público de las cintas de la FOX. Nada menos que cinco películas en su haber daban para un buen material de base para rellenar la revista. Por aquellos entonces, Roy ocupa el máximo puesto creativo y se preciaba de tener amistad con Len Grow, a la sazón importante ejecutivo de una empresa de golosinas. Fue Grow el que le descubrió a Thomas el universo simio, el que le convenció de que sería una buena idea hacerse con la propiedad de los derechos de reproducción y el que le alentó a negociar con los representantes de FOX. En un breve plazo de tiempo, el trato estaba hecho; Marvel Comics estaba en disposición de adaptar el imaginario del Planeta de los Simios, además de tener libertad para crear material de nuevo cuño.

Lo que primero hizo el staff editorial fue ubicar el próximo lanzamiento en una línea de la compañía y el espacio le correspondió a Curtis Magazine, el segmento para adultos de la casa. Las revistas en blanco y negro permitían una mayor libertad creativa, ya que no debían pasar por el Comic Code, y las cintas de los simios habían demostrado incluir temas con trasfondo, algo más que la simple aventura y la acción desenfrenada, lo que apelaba a un público más curtido. El guionista Doug Moench se convierte en el gran responsable literario de la saga, después de que Gerry Conway, la primera opción de Thomas, abandonara el proyecto. Se haría rodear de una pléyade de grandiosos artistas, como Mike Ploog, George Tuska, Rico Rival o Alfredo Alcalá, cada uno de ellos con un cometido muy preciso. El título Planet of the Apes contiene la adaptación de las distintas películas realizadas por FOX, una gran historia rio, totalmente original, titulada “Terror en el Planeta de los Simios” y pequeños arcos de pocos números que rellenaban huecos y redondeaban la publicación. De “Terror” nos olvidamos, puesto que ya ha visto a la luz en su completa extensión en el Archivos número uno. Pero esto nos sirve para recordar que Boom! no se ha guiado por la publicación cronológica para organizar estos tomos sino por la agrupación temática. En el caso de los Archivos dos, “La Bestia del Planeta de los Simios”, contiene materiales (que no la revista completa) de los ejemplares que van del #1 al #11, además del #21.

Entrando ya en materia, hay que reconocer que el principal reclamo de esta colección era la traslación al papel de las exitosas películas. En unos años, los setenta, donde todavía no se había implantado el sistema doméstico de reproducción en casa, la única posibilidad de revivir la experiencia era, o las sesiones de reposición en cines o que la providencia hiciese que se airease por televisión. Detalles muy al azar que se podían solventar por apenas un dólar al mes, que era el precio de salida de la revista de Marvel. Estamos hablando de una saga cinematográfica de ganancias multimillonarias (se estima que a la altura de 1974 había sumado unos cien millones de dólares, limpios para la productora; eso sin contar la inflación, puesto que en términos actuales hablamos de algo más de quinientos millones, ahí es nada), por lo que en las altas instancias de la Casa de las Ideas suponían un interés por parte de los posibles consumidores. En agosto de 1974, los lectores americanos están en disposición de adquirir el primer ejemplar de la nueva serie. Los simios se adaptan a un nuevo medio, tras haber pasado por la literatura y el cine. Sin duda, fue esta última vertiente la que consiguió el favor del respetable.

En 1968, el productor Arthur P. Jacobs logró reunir un excelente grupo de trabajo, con el director Franklin J. Schaffner y el actor Charlton Heston a la cabeza. El objetivo era trasladar a fotogramas una novela que había impactado en el citado productor, “El Planeta de los Simios”, del escritor francés Pierre Boulle. Estamos ante un reto de importante envergadura puesto que en aquellas fechas plantearse un género como la ciencia ficción era algo extremadamente exigente. Además, la novela de Boulle ponía el énfasis primordial sobre una sociedad de simios con características muy humanas, algo que ninguna productora de Hollywood se tomó en serio, mientras que Jacobs trataba de vender la idea, de estudio en estudio. Finalmente, fue Richard Zanuck, ejecutivo en 20th Century FOX, el que asumió el riesgo de otorgar un voto de confianza al entusiasta Jacobs, puesto que éste se presentaba con un guion ya cerrado, un storyboard trabajado y la inclusión de Schaffner y Heston en el paquete.

Hay que apuntar que la novela original sufrió las convenientes reescrituras para adaptarse al modelo cinematográfico. No solo en su mítico final que, como es bien sabido, fue un aporte de la versión fílmica. Ambientes, localizaciones, pequeñas tramas, etc. fueron reinventados por Michael Wilson y Rod Serling, dos guionistas habituados al medio, destacando el último en la confección de la celebérrima The Twilight Zone y todo un experto en ciencia ficción. Algunos de esos cambios vinieron por temas de presupuestos; la obra literaria nos muestra una cultura muy similar a la de una sociedad desarrollada de mediados del S. XX, mientras que en la película se hace una mezcolanza de tradiciones pero con un tono marcadamente rural y agreste. Sin duda, esto provocó un aligeramiento del presupuesto, al rodar en exteriores con pequeñas cabañas de adobo y escasos componentes tecnológicos. Por otro lado, la novela de Boulle se caracterizaba por su toque excesivamente moralista. Su mensaje, de tan evidente, sonaba a hueco; en la cinta supieron conjugar la trama dramática de un hombre perdido en un mundo que no comprende junto con los jugosos subtextos correspondientes (militarismo, disputa entre ciencia y fe, el racismo…).

Con un éxito sin precedentes en asistencia de espectadores, una obra galardonada con el favor de la crítica especializada, unido a una pasión por todo aquello que huela a simio (merchandising, televisión, juguetes), da lugar a una propiedad sumamente jugosa. Es el momento en el que Marvel Comics debe realizar su propia versión. Doug Moench sería el guionista responsable de todas las adaptaciones fílmicas (y de paso, del completo de las historias originales), tomando como base, eso sí, los guiones de las películas, por tanto, siguiendo lo ya estipulado por Boulle, Wilson y Serling. Puede parecer una tarea sencilla pero recoger esas esencias, sin necesidad de calcar plano a plano la película, requiere la habilidad y la maestría de un escriba de la calidad de Moench. Ahora bien, ese cometido es imposible realizarlo si no cuentas con un artista a la altura. Para tales menesteres se asigna a George Tuska, un veterano versado en mil batallas, puesto que hablamos de un dibujante en activo desde inicios de los años 40 y habitual de la era dorada de Marvel Comics (Avengers, Iron Man, Luke Cage, Champions, Black Goliath, X-Men y mucho más). Alguien de narrativa clara y precisa, además de trazo intachable. En las labores de entintado contamos con Mike Esposito, otro veterano establecido en la Casa de las Ideas desde inicios de los sesenta. Su tarea es bastante relevante puesto que nos localizamos en el terreno Curtis, en blanco y negro, por lo que las tintas y grises se convierten en un elemento fundamental para lograr el mejor acabado.

George Tuska nos presenta a Taylor

La historia de “El Planeta de los Simios” puede que sea de las más conocidas de la ciencia ficción reciente. Si no es así, nosotros la sintetizamos en muy pocas palabras. Una misión espacial con apenas cuatro astronautas es lanzada al espacio en busca de conocimientos. La nave acaba zozobrando y se estrella en un planeta, en apariencia desconocido. Al mando del intrépido George Taylor, líder de la expedición, los tres supervivientes de la colisión deciden explorar este extraño paraje para darse de bruces con una cruel realidad; en este mundo los humanos son sometidos y esclavizados por los monos.

La simpleza de la sociedad de los humanos (como demuestra el interés romántico del protagonista, la bella Nova) choca con la complejidad de la homóloga de los primates; Taylor observa impasible como las actitudes “civilizadas” pertenecen a los simios, ya que nuestros congéneres no tienen ni siquiera la capacidad de hablar, y el espectador es capaz de detectar las contradicciones intrínsecas de la misma, a modo de sociedad espejo, donde Moench, siguiendo el hilo de Wilson y Serling, deja en manos del sufrido lector el sacar conclusiones al respecto. La estructura simiesca no está exenta de fisuras. Tenemos, por un lado, a dos inteligentes chimpancés, Zira y Cornelius, que representan la visión científica de los simios; luego tenemos al Dr. Zaius, como firme figura de la fe ortodoxa y del poder civil en manos de orangutanes; por último, los gorilas, violentos y tendentes al maltrato humano, son la viva imagen del poder militar. Todos ellos conviven en un paisaje devastado, en el que se intuye una debacle de tipo nuclear. De ahí que cobre importancia la llamada Zona Prohibida, un lugar al que los simios tienen vetado el acceso y donde se sabe que existen algunas comunidades de humanos.

En este entorno tan particular, observamos las peripecias de Taylor, rebelde y contestatario, como buen miembro de la raza humana, tratando de huir del cautiverio de los monos y con un objetivo muy claro, escapar de tan esquizofrénico planeta. Siempre acompañado de la fiel Nova (obviando aquí la vertiente familiar que le otorga Boulle en la novela original), se dirige, de manera inexorable, a uno de los finales más sorprendentes, más geniales, de la historia del cine, no solo de ciencia ficción. La prisión de Taylor es mucho más extensa de lo que cualquier aficionado al medio hubiese sospechado. Huelga decir que esa misma sensación de desazón es trasladada con la suficiente efectividad a las páginas del cómic; no por sabido deja de impactar tamaña imagen, después de verla una y otra vez.

Muestra del trabajo conjunto de Tuska y Esposito

La buena acogida de la cinta (es decir, la cantidad de vil metal ingresada en las arcas) protagonizada por Heston hizo que Jacobs se lanzara, sin ningún tipo de pudor, a la creación de una franquicia alrededor de los simpáticos monos. En 1970 los cines estadounidenses pudieron deleitarse con “Regreso al Planeta de los Simios”, una secuela con un objetivo complicado, puesto que el cierre del film anterior era tan perfecto que iba a costar mucho conectar, de una manera orgánica, las dos películas. Jacobs contrató a Paul Dehn y a Mort Adams para perfilar el guion, puesto que ni Wilson ni Serling quisieron saber nada de posibles continuaciones. No fueron los únicos; Schaffner estaba fuera del proyecto, sustituido en la dirección por Ted Post, y Heston se negó a ser el protagonista y accedió a rodar algunas escenas siempre y cuando dejaran claro que su personaje moría. James Franciscus fue el actor designado como su sucesor, alguien, por cierto, con un extraordinario parecido al bueno de Charlton.

El film fue una gran decepción, en cuanto a calidad artística y en comparativa con su primera parte, no así en cuanto a recaudación, algo menor que “El Planeta de los Simios” pero una que sí garantizó su buena entrada de millones de dólares. Ciertamente, se nota una bajada importante en el presupuesto, lo que se percibe en los maquillajes y en los efectos especiales. En cuanto a la historia de fondo, no solo es notablemente inferior sino que por momentos desvirtúa la película anterior. Se sabe que Pierre Boulle, con motivo de la buena recepción de su novela sobre los simios, trabajaba en una segunda parte donde el plot principal sería observar a Taylor intentando juntar a los distintos clanes humanos dispersos para organizar una rebelión; una suerte de Espartaco en modo ciencia ficción. Por supuesto, esto estaba pactado con Arthur Jacobs, a la espera de exprimir la gallina de los huevos de oro. Pero la impaciencia de productor echó al traste la posibilidad de un producto pensado y reposado. Encargó un tratamiento de guion en el que exigió a los escritores un giro si cabe más espectacular que en la primigenia cinta, una trama en base a golpes de efecto que quedara grabada en el espectador.

¿Qué pensaba Doug Moench, encargado de trasladar la historia a las páginas de Marvel, de la dinámica de la franquicia? Así lo recordaba el escritor en una entrevista en 1999, para la revista Comic Book Marketplace: “disfrute mucho con la primera película. No diría que fuese seguidor de la franquicia. Me gustó bastante la segunda, pero no tanto como la primera. Esa fue la mejor de las secuelas. No estoy seguro si llegue a ver la tercera. Ni siquiera me molesté con las dos últimas”. Como ven, Moench es de los pocos que se muestran favorables con este “Regreso”. Lo cierto es que la mayoría de la crítica incide en los problemas más evidentes, es decir, plantar un sucedáneo de Heston para cubrir el puesto de protagonista, hacer un remake encubierto de la primera parte, en sus compases iniciales, para luego acometer una trama loca, con humanos mutantes viviendo en los subsuelos, que trazaba con brocha gorda la problemática de la época, el miedo nuclear. Este tipo de argumentos eran habituales en las viñetas de cómic, con un público acostumbrado a todo tipo de mezcolanzas, por lo que el rechazo de la crítica cinematográfica no tenía que afectar a la aproximación de Moench.

Repasemos, de manera sucinta, el argumento general de “Regreso”. La pérdida de la tripulación de Taylor hace que desde su lugar de procedencia se mande una nave de rescate formada por dos tripulantes. A la manera de su predecesora, el personaje principal se queda solo, a las primeras de cambio. Este nuevo héroe se llama Brent y ha venido en busca de los astronautas extraviados. La providencia quiere que se encuentre de manera fortuita con Nova, a la que el buen Taylor había enviado de vuelta a la ciudad de los simios, con una misión. El americano localiza la chapa de Taylor, sobre el cuello de la muchacha, por lo que decide unirse a la aventura de Nova. Recordamos que la humana carece de capacidad de habla, por lo que el desorientado astronauta tendrá que confiar en la mujer, sin saber que le lleva a la boca del lobo. Brent es testigo, de primera mano, de la civilización gobernada por los simios y pronto sabrá a ciencia cierta cómo se las gastan los gorilas cuando de género Homo Sapiens se trata.

Es aquí cuando observamos un patrón repetitivo de lo visto anteriormente. Brent debe descubrir el funcionamiento de esta sociedad a la vez que trata de escapar, acompañado de Nova. Aparecen Zaius, Cornelius y Zira, aunque su impacto es mucho menor que en la ocasión anterior. El tratamiento de personajes se empobrece, al perder los puntos de vista sobre la variedad de las problemáticas, y se cede toda la fuerza argumental al empeño de los gorilas por invadir la Zona Prohibida, pese a que Zaius y su cohorte de orangutanes vestidos de burócratas se oponen encarecidamente a ello. Los dos humanos consiguen huir de las garras simias para recalar en los subsuelos de la Zona Prohibida. Y aquí es cuando hay que agarrarse puesto que vienen curvas y pronunciadas.

Existe una ciudad subterránea, en los terrenos que antes ocupaba el metro de Nueva York, donde se ha desarrollado una tribu humana que se caracteriza por haber desarrollado poderes psíquicos. Una críptica y desconcertante sociedad mutante que adora a un dios con una reconocible forma de bomba atómica. Ya tenemos desplegado el miedo de la época, el terror a la energía nuclear. No solo eso, estos mutantes tienen preso a Taylor por lo que la reunión no se hace esperar. Nova, Brent y el ya citado Taylor se conjuran para escapar de los peligrosos psíquicos, mientras que las huestes de simios se adentran de manera paulatina en los terrenos de la Zona Prohibida. Un final explosivo, que deja poco lugar a la imaginación, cierra el ciclo de Taylor y sus posibles rescatadores.

Lo cierto es que mientras que en la primera parte, Moench apenas tuvo que esforzarse para dar una coherencia al argumento del cómic, en esta segunda intentona se requería un esfuerzo mayor para poner en orden el batiburrillo original del que se partía. El guionista, con sus eficientes textos de apoyo, sus largos diálogos, llenos de matices y soliloquios circunspectos logran que el resultado sea mucho más creíble que la cinta en la que se basa. Pero si hay un valor que hay que reconocer para que este “Regreso” versión Marvel funcione a las mil maravillas es el apartado gráfico, en manos de un magnífico Alfredo Alcalá. El filipino se hizo cargo del proceso de dibujo de manera completa (lápiz, tintas, grises) y el resultado es digno de elogio. Sus cuidadas viñetas, sus soluciones narrativas, sus transiciones entre escena y escena…. encajan a la perfección. Con una narrativa distribuida en paneles irregulares, pero siempre abundantes (solo se cuenta con la típica splash page en cada inicio de los diferentes capítulos de la adaptación), llenando la página con cuantiosos detalles, en estudiada sintonía con un Doug Moench habituado a meter bastante densidad en sus obras.

El talento de Alfredo Alcalá

En este Archivos, aparte de la religiosa plasmación de las dos primeras cintas de FOX, disponemos de una trama original, ideada por nuestro Doug, con debut de personaje para añadir a la mitología de los simios, Derek Zane. Ubicada en los números 9 y 10 de la revista, se trata de una aventura en dos partes sin visos de continuación (aunque sí la hubo con el paso del tiempo) y que surge, sin duda, con el objetivo de rellenar páginas del magazine. Nosotros poca queja podemos tener cuando es material de calidad y muy apegado al lore de The Planet of The Apes, y más concretamente al sempiterno Taylor. Titulada “Reino en una Isla de los Simios”, aunque popularmente conocida como la “Saga de Zane-Y”, fue ideada con el propósito de ser un Annual de la revista pero el editor Archie Goodwin no vio motivo para tal acontecimiento, por lo que sirvió para rellenar más páginas en la colección de Curtis. Se tuvo que reajustar, pues, al formato mensual, ya que la idea inicial era que constase de cincuenta y cinco páginas. Rico Rival, otro dibujante experto en el blanco y negro, firma como autor completo en el apartado artístico. Este argumento tendría un epílogo en el #21, con Herb Trimpe, Dan Adkins y Sal Trapani en los créditos.

Zane es un inventor incomprendido que vive en el S. XX. Recordemos que el viaje en el tiempo es tremendamente importante para la comprensión de las tramas que suceden en esta saga de los simios. El bueno de Derek vive obsesionado por la expedición de Taylor y crea un método para ir en su busca. Pero claro, el personal de la NASA lo trata de chiflado; pese a todos los obstáculos, nuestro protagonista decide poner en marcha el proyecto. Con su Módulo de Desplazamiento Temporal se traslada hasta el año 3975, la fecha exacta en que se supone que se estrelló Taylor y su tripulación. Se supone…… Doug Moench trabajó con el guion de rodaje de cada una de las películas, pero éste era una versión beta que podía (y solía hacerse de manera habitual) ser modificada durante la filmación. La fecha final que vimos en la pantalla grande fue el año 3978, por lo que siguiendo la lógica nos llevaría a una cierta paradoja pues Zane arribaría al futuro tres años antes que Taylor. Afortunadamente, cono hemos señalado, la versión en cómic de Moench respetó el guion original de Wilson, que marcaba el 3975 como fecha de llegada, por lo que los datos cronológicos en la revista quedaban atados y bien atados.

Derek Zane, dibujado por Rico Rival

El leit motiv puede resultar repetitivo. Humano del S. XX llega a un mundo dominado por los monos y debe encontrar su camino, en este caso, la localización de la expedición pérdida (curioso que se olvide la segunda de ellas, de la que solo se salvó Brent). Pero la grandeza de nuestro guionista supo enfocar la historia hacia territorios desconocidos en la franquicia. ¿Imaginan un ambiente de caballerías, con sus princesas y magos, en el terreno ideado por Pierre Boulle? A que no, ¿verdad? Pues Doug sí que fue capaz de hacerlo y así nos presenta la isla de Avedon, la traslación del mito artúrico a la mitología de “El Planeta de los Simios”. El bueno de Derek, por sus conocimientos científicos, se transmuta en un suerte de mago para sus nuevos vecinos, en un territorio donde humanos y monos conviven en una tensa armonía, como si un drama medieval se tratase, además de añadir justas, dragones y demás parafernalia de la época.

La historia pareció gustar al respetable, por lo que Moench volvió a recuperar al personaje para el #21 USA. Y no se crean que mantuvo una estructura idéntica al ciclo que acabamos de relatar. Sin obviar el trasfondo de la isla de Avedon, Zane es sacado de su cuento de hadas para volver al más clásico “simio odia humano” y viceversa. La cuestión es que el guionista quería colocar a Derek como protagonista del magazine, ocupando el hueco de las películas, cuya traslación íntegra había quedado finiquitada. Al lado de Jason y Alexander, estrellas de “Terror”, el futuro del científico Zane se avistaba lustroso. Pero como ya sabemos, la revista fue cancelada antes incluso de que las nuevas tramas echasen a andar, por lo que la vida de Derek Zane en el Planeta de los Simios la tienen recopilada en su totalidad en este tomo 2 de los Archivos. Rich Handley, editor de Boom! al cargo de la saga, nos regala un artículo donde explica de manera pormenorizada las intenciones de Moench con el personaje. Solo se puede decir que nuestro guionista tenía cuerda para rato y que sabiendo ciertas cosas todavía pesa más la cancelación de la revista.

El trabajo artístico, a cargo de Rico Rival, se debe catalogar como excelente. Dibujante detallista como pocos, de narrativa clara, que no sencilla (solo hay que ver su tendencia a romper las viñetas o sus magníficas splash pages), tiene su mejor virtud en su habilidad para utilizar el contraste con las masas de negro, ofreciendo un festival de sombras y degradados que denota un profundo conocimiento del blanco y negro. Como hemos señalado líneas arriba, la intención inicial es que esto fuese un anual, por lo que cuando se partió en dos mitades surgió un pequeño problema. Para el comienzo del número 10 se necesitaba una splash de continuidad, entre un número y otro, pero Rico vivía en Filipinas, con los consiguientes problemas añadidos. En la editorial intuían que la página no llegaría a tiempo por lo que le pidieron a Walt Simonson que se encargara de este pequeño detalle. Por último, el #21 es un número más convencional, menos estimulante, con el trabajo conjunto de Herb Trimpe y Dan Adkins, debido a las premuras de las fechas de entrega, que Sal Trapani trató de homogeneizar con sus tintas.

Recurso de urgencia, obra de Simonson

En definitiva, nos encontramos con un tomo más que solvente para uso y disfrute de cualquier tipo de aficionado, no solo de los seguidores de la saga. El trabajo de Doug Moench, tanto en las adaptaciones como en el material original, hace muy sencilla la inmersión en este mundo apocalíptico comandado por los monos. Pero es que además, sacando jugo a la mejor ciencia ficción, aquella que buscaba reflejar problemáticas candentes, todo el volumen está trufado con subtextos de gran interés (los ya repetidos temas de racismo, la diatriba entre la fe y la ciencia, etc., etc.). Tenemos muestras de acción, tal y como también las teníamos en las cintas originales, pero su perfil tiende hacia un tipo de tebeo más reflexivo, más pausado, alejado del típico cómic de Marvel de la época. Unas historias intensas, de gran interés, dibujadas por artistas de innegable talento. La intención es que suene a cumplido, para dejar claro en el lector de estas líneas, que el hacerse con este Archivos dos es algo de lo que difícilmente se va a arrepentir.

En Busca del Planeta de los Simios

Edición original:.Planet of the Apes #12-22
Edición nacional/ España:. Panini Cómics y SD Distribuciones
Guión:.Doug Moench
Dibujo:.Alfredo Alcalá y Rico Rival
Entintado:.Alfredo Alcalá y Rico Rival
Formato:. Tomo en tapa dura
Precio:.

39,95 euros

El volumen 3 de los Archivos sigue la misma dinámica que el tomo anterior. En este nos vamos a centrar en la versión noveno arte de la tercera y cuarta películas de la saga, más un pequeño añadido original que Moench introdujo como salvoconducto de unión entre las dos cintas finales del proyecto de Arthur Jacobs. Lo que se vendría a ser en numeración USA el arco correspondiente que va del #12 al #22 de la revista Planet of the Apes. Se mantiene al procesador de textos el guionista, inasequible al desaliento, mientras que dos viejos conocidos, Alfredo Alcalá y Rico Rival, hacen los honores en la parcela artística. Es el momento indicado para echar un vistazo a las versiones fílmicas de esta longeva saga.

Huida del Planeta de los Simios” representa un momento trascendente para el futuro de la franquicia. En una búsqueda del golpe definitivo, el final de “Regreso” dejaba poco lugar a la imaginación, ya que los guionistas de la cinta borraron de un plumazo cualquier posibilidad natural de continuación, atención spoilers,

Aviso de Spoiler

al hacer estallar el planeta gobernado por los primates.

Fin de acto. Pero Jacobs tenía claro que quería continuar la empresa simiesca, por lo que volvió a recabar la ayuda de Paul Dehn, co-escritor de “Regreso”, para que en una suerte de ciclo sin fin, se abrieran nuevas posibilidades. Dehn establece una vuelta a los orígenes, aquellos en los que Taylor y Brent partieron en viaje espacial. Un cohete desconocido se estrella en aguas de Estados Unidos. El ejército, en bloque, plantea una operación de salvamento. En el interior de la nave viajan tres tripulantes. Qué sorpresa cuando se quiten los cascos y observen que no son seres humanos, sino que se trata de tres simios, sospechosamente erguidos y de mirada inteligente. Aquí está la vuelta de tuerca inesperada, solo que nos la ceden en su comienzo, no al final. Y pese a todo, todavía les quedaría una última jugada maestra para con el espectador. Pero no adelantemos acontecimientos.

De una forma casi poética, volvemos a repetir un esquema que nos suena bastante: grupo de individuos que recala en un planeta desconocido, cuyas reglas les resultan desconocidas y además alternan su posición en la estructura social. Aquí, los monos son simples animales, muy lejos de la preponderancia de los seres humanos. Para que hubiera una conexión con el resto de la saga, se estima que dos de esos simios sean viejos conocidos, Zira y Cornelius. El tercero en cuestión, Milo, es un personaje de nuevo cuño que no tendrá mucho recorrido y morirá a las primeras de cambio. Un detalle a destacar es que en el cómic la secuencia de inicio es mucho más compleja, ya que se nos muestra el diálogo de los tres astronautas mientras observan perplejos la destrucción del planeta. De ahí al viaje estelar, la perturbación temporal y el destino la Tierra, pero en el año 1975, como fin de fiesta. Hay que recordar Moench admitió no haber visto esta tercera parte y que los equipos artísticos trabajaban sobre una versión beta del guion.

Secuencia inicial no incorporada en la película

Los lectores de la saga disfrutaban con esos añadidos, que atribuían al bueno de Doug, pero éste siempre desechó quedarse con méritos ajenos: “las escribí a partir de los guiones de dirección. Por eso no son calcadas a las películas finalizadas. Muchos fans me han preguntado, “por qué hiciste esto? “, en referencia a varias escenas. Trabajé a partir de los guiones de dirección, así que la historia general encaja, aunque no de la misma forma que la película terminada”. Así pues, se puede considerar un añadido ver el resultado final en pantalla grande y compararla con la versión en cómic.

La llegada de estos tres simios causa conmoción en el panorama político y social estadounidense. Son puestos a buen recaudo en el zoo de rigor y encargados de su estudio a dos especialistas en primates. Los monos tratan de pasar desapercibidos, puesto que utilizando la lógica inversa de lo ocurrido con Taylor, supondría un shock total en esta extraña sociedad el saber que tienen la capacidad de hablar. La verdad no tardará en salir a la luz, llegando el caso de los monos parlantes hasta el despacho oval. Una comisión científica debe determinar si son potenciales enemigos o no, dado que el principal científico del gobierno está convencido que estos monos no son fiar. El presidente, en cambio, determina que los simios han calado en la población y que hacerles daño supondría una pérdida de votos. Sin comerlo ni beberlo, Zira y Cornelius se convierten en el epíteto de la fama. Y la cosa adquiere nuevos tintes cuando sepamos que la hembra está embarazada.

La trama comienza a complicarse, de manera paulatina. El representante gubernamental, el doctor Hasslein, sigue en sus trece de que estos dos chimpancés van a representar el fin del mundo conocido por los hombres. Con un intrincado plan, consigue extraer la información pertinente que nuestros protagonistas estaban ocultando: el encuentro con Taylor, el trabajo de Zira diseccionando humanos, la recuperación de la nave espacial (ya que los primates del futuro no habían conseguido el desarrollo de tal tecnología), la destrucción del mundo, el ascenso de los simios, a costa de los humanos, el viaje en el tiempo… De héroes a villanos, en menos que canta un gallo.

Hasslein está muy seguro de que el hijo de la pareja será el que lidere la revuelta que llevará a los simios al poder, por lo que el presidente accede, con la ratificación del consejo científico, a que el embarazo de Zira sea interrumpido. Nuestros sujetos pasivos no se van a quedar de brazos cruzados; están decididos a tener esta criatura, por lo que trazan un plan para escapar de su confinamiento, ayudados por los únicos en este tiempo que han confiado en ellos, los dos científicos animalistas del comienzo, que no dejan de ser los reflejos de Zira y Cornelius en la primera película. Estos tratan de buscarles refugio en el circo de un conocido feriante llamado Armando, alguien con el que tienen un trato habitual debido a su profesión. Será en este lugar donde nazca Milo, el famoso chimpancé que cambiará el mundo, aunque no habrá mucho tiempo para fiestas. Da inicio una frenética carrera contra el reloj, puesto que Hasslein y el gobierno van detrás de ellos para finiquitar la vida de su hijo recién nacido.

El final de la película (y de paso, el del cómic) es uno de los más duros y ásperos que podemos recordar. Una espiral de violencia incontrolada supone el cierre de esta historia. Y eso que nos encontramos con la versión más filosófica, más reflexiva, que plantea más preguntas de difícil respuesta, de toda la saga. Lo cierto es que Dehn abre un melón de compleja asunción, ya que en ciertas partes, le toca desdecir a la cinta pionera de la saga. Una de las revelaciones de Zira y Cornelius es que conocen el proceso de ascenso de los monos y caída del Homo Sapiens. En un momento indeterminado, una plaga asolará los principales animales de compañía de la humanidad, los perros y los gatos, por lo que los humanos se dedicarán a enseñar a los primates, porque es lo mismo un gorila de más cien kilos que un caniche, llegando el tan temido punto de rebelión. La explicación funciona, en el contexto de esta trama, y en lo que está por venir, pero rompe de plano con lo que los dos chimpancés pensaban de Taylor, nada menos que el eslabón perdido de una evolución que hasta ese momento no supieron comprender. Corramos un tupido velo y volvamos a retomar la narración.

Doug Moench tenía entre manos el argumento con menos acción de toda la saga. No se puede decir que fuese una circunstancia que le causara rechazo a nuestro guionista. A través del impecable arte de Rico Rival, que sabe articular una narrativa cinematográfica, ajustada a paneles de diversos tañamos (que se atreve a romper en ocasiones), esta “Huida” nos presenta un tratamiento de personajes a la altura, llegando a empatizar de manera real con sus protagonistas, Zira y Cornelius, pues no se trata más que de unos padres desesperados por salvar a su hijo neonato. Incluso el villano de la historia, el doctor Hasslein, tiene su punto de razón, puesto que sus únicas intenciones son por el bien de la raza humana, convencido de una más que segura debacle, por lo que no es malvado porque sí, sino que es alguien que cree estar haciendo lo correcto. Los matices y las posiciones son muy importantes, y aquí el escritor lo sabe trasladar de una manera muy acertada que evita el más que posible maniqueísmo de la futura conclusión. No en vano, esta tercera parte legitima este viaje sin retorno que representa “El Planeta de los Simios”: los humanos no hubieran tratado con desdén a los monos si estos no hubieran sabido la historia del fin del mundo que les trajeron Zira y Cornelius del futuro. La paradoja se encuentra ahí.

La crítica al culto a la fama, dilemas políticos en las decisiones del presidente, cuestiones morales con respecto a la toma de diversos actos drásticos…. Son algunos de los subtextos que subyacen en la obra, ya sea en la versión fílmica o en la impresa, dejando una sensación de contemporaneidad inequívoca en el lector actual, puesto que muchos de esos temas siguen tan candentes como en los años setenta. Y como colofón, pues es necesario seguir ciertas tradiciones en la saga, también consta de un final sorpresivo. El lector ha sufrido el drama de nuestros chimpancés protagonistas, la aparente muerte de su pequeño Milo, pero en la última página, se nos muestra la realidad:

Aviso de Spoiler

Armando, el dueño del circo, sabedor de las posibilidades de un simio originario de los únicos monos inteligentes de la historia, nos dio un cambiazo fuera de cámara, por lo que el hijo de Zira y Cornelius sigue con vida.

Ya tenemos el puente para saltar a la siguiente entrega.

La llegada de Milo, Zira y Cornelius, visto por Rival

La cuarta parte de la saga se titularía “La Conquista del Planeta de los Simios”, manteniendo Arthur Jacobs al guionista titular, Paul Dehn, aunque cambiando al director. Don Taylor, que había sacado petróleo de “Huida” con una bajada de presupuesto escandalosa, sería sustituido por J. Lee Thompson, un curtido artesano británico que debería finiquitar las dos últimas partes del ciclo simiesco. Moench, siguiendo los llamados guiones de dirección, y Alfredo Alcalá corren a cargo de la exquisita traslación a viñetas Marvel. Veamos como continúa la historia.

Nos encontramos en un futuro cercano para los lectores de aquellos días, nada menos que el año 1991. No muy alejado del tiempo presente, como mandan los cánones de la ciencia ficción dura, para poder introducir problemática social y dilemas en los consumidores de los simios. Estos Estados Unidos de 1991 parecen constituidos con una cierta pátina de nación paramilitar, con unas fuerzas policiales agresivas y con libertad para disparar. Los monos hace tiempo que han seguido un ciclo de domesticación, para servir a sus dueños humanos. En “Huida”, Zira y Cornelius nos hablaron de la extinción de los animales de compañía, básicamente perros y gatos, por lo que aquí el guion continúa ese desarrollo: los primates se ponen al servicio del Homo Sapiens. Claro que hay que marcar un pequeño matiz; mientras nuestros queridos gatos y perros eran tratados con respeto por sus dueños, aquí se opta por maltratar y humillar a cualquier cosa que recuerde a mono. La injusticia y la dureza para con estas criaturas la sentimos desde el instante inicial.

Alcalá y la violencia contra los simios

Colea en el ambiente general la idea de que el vástago de aquellos dos monos inteligentes que vinieran del futuro lejano todavía podría estar vivo. Eso genera recelos en el statu quo puesto que la salida a la luz de ese mesías pondría contra las cuerdas al estado policial que gobierna. Pues bien, como muchos habrán imaginado (y resulta imposible ocultar, puesto que es el eje de la trama), Milo está vivo, oculto bajo el paraguas de Armando, el dueño del circo de nuestra aventura anterior. De hecho, el punto de inicio de la historia es un viaje de Armando y su simio inteligente a la ciudad, haciéndolo pasar por un primate apenas entrenado. Es una manera de comenzar algo tosca, ya que no se le busca un sentido a esta excursión a la urbe de los humanos. No se explica por qué salen de su zona de confort, dado que se encontraban seguros en los ambientes rurales y ambulantes de la América profunda. Peo el caso es que ahí los tenemos, entrando de lleno en las fauces del peligro.

Milo puede observar, como testigo privilegiado, el maltrato hacia sus congéneres. Manifestaciones de seres humanos en contra de que otros hagan los trabajos que ellos no están dispuestos a acometer (¡sic!) y, sobre todo, violencia injusta por parte de un estado policial. Esto sobrepasa el aguante de Milo, que no puede evitar soltar una frase lapidaria, “Humano asqueroso”. Este es el punto de partida de la historia, uno que provoca la separación entre Armando, que se las verá con fuerzas gubernamentales para proteger a su pupilo, y el bueno de Milo. También supone la epifanía del simio, dado que el dueño del circo lo ha criado como si fuera un hijo, por lo que éste nunca había adivinado siquiera la maldad del humano promedio. Esa revelación es la que hace que nuestro protagonista busque su lugar en la historia.

Armando y su pupilo, en la ciudad del hombre

Empieza una trama repleta vaivenes pero con un objetivo claro, la revolución de los simios para acabar con una sociedad tiránica y quasi fascista. Fundamental para la comprensión del argumento es el papel de Milo como simio al servicio del gobernador, puesto que desde aquí, con un perfil bajo, el primate ira articulando su lucha particular. También es significativo que rápidamente se nos muestre la dialéctica principal de la obra, el racismo. Tanto Dehn, en su versión fílmica, como Moench, en su versión escrita, no esconden que la problemática que subyace se centra en la segregación, como parte consustancial de una tara que a la sociedad americana, incluso ya avanzado del S.XX, todavía le cuesta gestionar. Para que todavía sea más evidente tenemos al personaje de Macdonald, ayudante del gobernador, afroamericano y único en este drama sensible con la raza simiesca. En muchos momentos, el ayudante recuerda que el tratamiento de los monos le trae infaustas reminiscencias de un pasado peor para los de raza. Es por ello que la simpatía entre Macdonald y Milo sea fácilmente entendible por el entregado espectador. Por cierto, el gobernador le dejará elegir el nombre al primate (que se supone que no debe de tener, al presentarse como un ejemplar recién amaestrado) y éste decide que será César……. Apunten este apodo pues es trascendental para la saga.

César se convierte en el salvador de los simios, una figura que sus congéneres y familiares seguirán a pies juntillas mientras que los humanos poco a poco serán conscientes de que el hijo de Zira y Cornelius está haciendo de las suyas. Así pues, vemos una evolución en la personalidad de nuestro protagonista; de hijo sumiso de Armando a líder revolucionario y libertario, con un discurso final basado en la sangre y el fuego, algo que, precisamente, su progenitor humano le había tratado de no inculcar, más favorable a una convivencia pacífica entre Sapiens y simios. Pero la mecha ya estaba encendida. Desde la llegada de Taylor al futuro apocalíptico dominado por animales, los guionistas de la saga habían moldeado la narración para que de un ciclo circular se tratase. Y estábamos a punto de ver su comienzo.

Eso ya lo veríamos en la quinta parte de las películas producidas por Jacobs, por lo que escapa de este epígrafe, dado que el Archivos tres incluye únicamente hasta la cuarta de la saga. Pero sí se añade un pequeño puente que nos hace comprender mejor esa última parte de la concepción de FOX del universo creado por Pierre Boulle. Denominada “En Busca del Planeta de los Simios” y publicada en dos partes en Planet of the Apes #22, la historia sería totalmente original de Doug Moench, que se mostraba conocedor de los entresijos de la franquicia, y cada una de sus secciones vendría firmada, en los lápices y las tintas, por habituales de la casa; la primera a cargo de Rico Rival y la segunda por Alfredo Alcalá.

El argumento comienza a escasos años de la conclusión de “Conquista”. Vemos la sociedad que está surgiendo, alrededor de la preponderancia de los simios, con los humanos como tristes esclavos. César se ha esforzado por ejercer una labor civilizadora entre todos los monos, ya sean chimpancés, gorilas u orangutanes, empezando por el primordial don del habla. Además, ha montado la estructura social como un fiel reflejo de la humana, dejando a los Homo Sapiens, tal como era deducible, como simples bestias de carga. La imagen de una sociedad avanzada de 1991, con sus edificios y su tecnología, ha desaparecido para mostrar un ambiente más agreste. Se presupone que ha ocurrido el desastre nuclear, con la Zona Prohibida como punto cero de la debacle, por lo que los simios se han retirado al campo y han comenzado a montar sus viviendas con cañas y adobos. Algo que es intencionado ya que empezamos a conectar con la imaginería de la cinta original.

Los actores de esta función son viejos conocidos, César y Lisa (que ya debutó en “Conquista” como interés romántico de nuestro líder), básicamente, pero también ciertos elementos humanos que nos sirven como hilo conductor para la transformación de la personalidad del hijo de Zira y Cornelius. Hablamos del gobernador, que pese a estar subyugado, continúa siendo un elemento hostil para con la familia de los monos, y por supuesto de Macdonald, el colaboracionista por excelencia, aquel que pese a la derrota, mantiene la fe de la convivencia pacífica entre humanos y primates. Por último, contamos con figuras esenciales de la siguiente película, el gorila Aldo y el orangután Mandemus.

Moench se esfuerza en dar coherencia en el paso de “Conquista” a “La Batalla por el Planeta de los Simios”, la última intentona de FOX, por aquellos días. Esta cinta venía con unos problemas internos bastante evidentes, por cambios repentinos de guionistas, lo que no dejó la trama todo lo perfilada que debiera. Como ya hemos relatado, acabamos “Conquista” con un César furioso, dispuesto a arrasar la civilización humana, mientras que en “Batalla” lo tenemos como un gobernante mensurado, incluso diligente a mantener buenas relaciones con los humanos. En esta trama Moench explica la manera en la que se ha llegado a ese punto, debido a su rivalidad con Aldo y su buena sintonía con Macdonald. También se expone la función de Mandemus, como gobernante de las armas, algo que salía de la nada en la quinta de las películas de Jacobs y que en este ciclo en dos partes adquiere su total significación. Y ya como toque final, el gobernador y la Zona Prohibida logran una conexión con los mutantes de Méndez, aquellos que vivían en los subsuelos de Nueva York en “Regreso”, y que terminaron por provocar el fin del mundo. Son algo más de treinta páginas pero su acople en la estructura narrativa de la saga le otorga una coherencia tan necesaria, tan milimétrica, que no queda más que alabar el trabajo de Doug Moench en su conjunto, un guionista comprometido como pocos con sus asignaciones.

Aldo, el rival de César

Con este cómic se cierra el tomo tres de los Archivos editados por Boom! Ya hemos ido comentando la enorme labor de un escritor que supo trasladar de manera impecable el universo fílmico imaginado por Boulle. En casos concretos, mejorando la versión original y siempre manteniendo un interés, pese a que el lector fuera un seguidor habitual de la saga en cines. Nunca se tenía la sensación de leer algo repetitivo o ya visto. Para muestra un botón; este volumen en concreto cuenta con un epílogo de David F. Walker, escritor habituado a trabajar en Marvel y DC, que últimamente ha podido cumplir su sueño de niñez, al guionizar parte de la producción moderna de la franquicia. Así rememora la lectura estos cómics, en su momento: “Leí las adaptaciones en cómics de “Regreso” y “Huida” antes de ver las películas…. En el ínterin, había leído y releído el cómic tantas veces que realmente me decepcionó que la película no estuviera a la altura del tebeo. No me malinterpretes, me encantó la película…. Pero había algo en el cómic que me causó un tremendo impacto. Tal vez fuese la combinación entre la narración descomprimida de Doug Moench y la expresiva narrativa visual de Rico Rival”. Desde luego, que la entidad de unas viñetas que se basan en una película se mantengan intactas, más allá de su obvia repetición de acontecimientos, asegura un buen trabajo por parte del responsable del guion. Y de mucho mayor impacto en aquellos que se asoman a este universo por primera vez. Les aseguro que se sorprenderán de su calidad y de su densidad.

El aspecto artístico se reparte entre dos nombres, filipinos además, Rico Rival y Alfredo Alcalá. De ellos también hemos ido alabando su particular talento para trabajar el blanco y negro, a lo largo de toda la entrada. Solo decir que este tomo tres incluye el mejor acabado gráfico de los diferentes archivos que contienen las adaptaciones. Hasta ese punto podemos aseverar que funciona “En Busca” a nivel artístico. Simplemente, magistral. Para no ser reiterativos, vamos a dedicar unas palabras a las increíbles portadas de la serie. Desde luego, nos hallamos ante uno de los grandes reclamos para un cómic, sobre todo en los setenta. La calidad de autores implicados en las portadas quita el hipo solo con nombrarlos y sus muestras son brillantes ilustraciones, plenas de impacto y detalles. Por aquí pasean gente tan reconocida como Bob Larkin, Ken Barr o Earl Norem. En estos volúmenes no se ubican en su lugar correspondiente, sino que se agrupan, de manera parcial, al final de la recopilación.

Maravillosa portada de Earl Norem

Como punto y aparte, vamos a recordar algunos aspectos de la edición. Estos Limited Edition se acomodan a la forma de publicación de Boom!, lo que les diferencia de una manera evidente con el resto de la línea. Cada una de las adaptaciones viene organizada de manera continuada, sin portadas que las interrumpan, desplazadas de manera general al final del volumen. El tomo respeta el tamaño original de la publicación, el formato magazine. Esto favorece una reproducción óptima para el material, aunque hay que constatar que nunca perfecta. Las tramas del blanco y negro generan sus problemas a la hora de la remasterización. Pese a ello, a modo de felicitación, celebramos que en la edición española se han incluido algunas páginas en el tomo tres que en la versión americana, por circunstancias desconocidas, quedaron fuera de la publicación final. Se trata de las escenas iniciales de “Conquista”. Bien por Panini y SD que han luchado para que el aficionado hispano cuente con una edición completa de “El Planeta de los Simios”. Los Archivos cuentan con abundantes textos introductorios a cargo de Rich Handley, uno de los editores de cabecera de Boom!, y que nos aclara un montón de interioridades del proceso creativo, tanto de las películas como de los tebeos Marvel.

En definitiva, los dos tomos que sintetizan la traslación al cómic de las cuatro primeras películas nos dejan una muy buena sensación tras su lectura. Ya seas seguidor de la saga de FOX o un total desconocedor de la misma, la experiencia de adentrarse en este mundo repleto de ciencia ficción, lleno de subtextos y temas relevantes, no va a dejar indiferente a nadie. Si le sumamos un portentoso aspecto gráfico a unos guiones muy bien estructurados, solo queda recomendar a manos ellas estos dos Limited Edition.

Bonus track: Visionarios. El Planeta de los Simios

Edición original:.Planet of the Apes: Visionaries USA
Edición nacional/ España:. Panini Cómics
Guión:.Dana Gould y Rod Serling
Dibujo:.Chad Lewis
Entintado:.David Wilson
Color:.Darrin Moore, Miquel Muerto y Marcelo Costa
Formato:.Tomo en tapa dura
Precio:.

22 euros

A inicios de 2019, la editorial Panini Cómics (esta vez sin SD) nos regaló, de manera sorpresiva, un tomo unitario con una versión nunca vista de la imaginería del Planeta de los Simios. Surgida bajo el paraguas de Boom! Studios, dueños actuales de la licencia, se trata de un proyecto muy especial, tratado de manera conjunta con 20Th Century FOX, ya que en estas páginas podemos observar, sin ningún tipo de añadido, el guion original de Rod Serling, muy apegado al material de base pertrechado por Pierre Boulle en su novela, pese a su genial giro final, aportación original de Serling. La FOX ha aportado ese tratamiento de la historia, sin los añadidos de Michael Wilson, para que Dana Gould, multifacético artista, muy conocido por sus espectáculos de Stand Up Comedy y por su colaboración en el show de Los Simpson, lo pueda adaptar a un formato cómic. Chad Lewis, un autor ligado a Boom! (Wizard Beach, Kong: Gods of Skull Island) y con algo de currículo en Marvel (Avengers Origins) se encarga de los lápices, mientras que David Wilson le otorga el acabado en las tintas, con una colaboración conjunta al color de Darren Moore, Miquel Muerto y Marcelo Costa. Por último, como guinda del pastel, la portada de esta novela gráfica viene firmada por Paolo Rivera, uno de los grandes ilustradores de la actualidad.

Lo primero que conviene aclarar es que nos encontramos con una trama acabada. Puede parecer que la entrada de Michael Wilson fuera para finiquitar algunas partes del escrito de Serling, pero no. Wilson se centró en algunas demandas básicas del estudio (sobre todo para bajar presupuestos) y en cambiar muy mucho el enfoque sobre el protagonista. El guionista de Twilight Zone tenía unas ideas muy claras de lo que funcionaba en la novela, para poder ser trasladada de una manera visual, y supo ver aquellos aspectos en los que se podía mejorar. Nos encontramos una oportunidad única para ver cuál era la visión del primer guionista que asumió la tarea de adoptar una novela de ciencia ficción del calado de “El Planeta de los Simios”. Rememoramos que éste fue el primer esbozo que Jacobs presentaba a las productoras, ya que es previo a la aprobación del proyecto, anterior a las reescrituras de Michael Wilson.

Con todo ello, si repasamos el argumento general sonaría a algo ya visto, si han seguido nuestro razonamiento hasta este punto. Expedición espacial, amerizaje en planeta desconocido, sociedad liderada por los monos, humanos reducidos a simples bestias, Zira, Cornelius, Zaius…. Lo que viene a ser la esencia de “The Planet of the Apes”. Por eso, se hace interesante repasar las diferencias más evidentes con el material rodado, en vez de fijarse en las semejanzas, porque pequeños detalles hay en cantidad, aunque en esencia se siente muy pareja a lo finalizado por Wilson.

El primer punto a analizar es el inicio del relato. La película centra su foco en el carisma de un actor multipremiado como Charlton Heston. Pese a contar con compañeros de fatigas, se nota que seguimos su deriva por el inhóspito planeta, hasta la revelación que golpea al espectador, el descubrimiento de humanos y la sorpresa de que los simios son los que controlan el cotarro. Serling, en cambio, apuesta más por la magia de la ambientación y por la exploración paulatina. No quiere decir que los astronautas sean dejados de lado, al contrario, son nuestro hilo conductor, a los que escoltamos mientras se desentrañan los misterios de tan singular lugar. Pero su posición es alejada, contemplativa, perfecta para que podamos ver a la expedición sometida a diferentes pruebas, preparando el encuentro con los humanos del lugar. Se nota que era un autor versado en ciencia ficción pues su pulso narrativo, en cuanto a la tensión de las escenas, está muy bien medido.

Otro cambio sustancial es el protagonista. Para el común de los mortales, aquel hombretón que se enfrentaba a los primates a cara descubierta siempre será George Taylor, traslación americana del Ulises Mérou de la novela de Pierre Boulle. Pues bien, Serling lo presentó como Thomas. Todo apunta a que el cambio de nombre vino auspiciado por la dupla Shaffner-Heston. Al común de los mortales le parecerá un detalle menor, pero no es tal que así; la cuestión de base no se trata de que los dos hombres no se llamaran igual, es que los guionistas los concibieron de manera distinta. La concepción de Thomas, por parte de Serling, no se asemejaba en nada a Taylor. El guionista Dana Gould define de manera perfecta la distancia entre ambos: “Taylor es un cínico, un misántropo, un antihéroe muy de finales de los años sesenta. Thomas viene de una época anterior, de finales de los años cincuenta, y también es un hombre de su tiempo, el clásico liberal urbanita de mediados de siglo. La Dimensión Desconocida está llena de Thomases porque éste es un representante perfecto de Rod Serling”. El talante de Thomas define un cambio en el tempo de la historia. Mientras que Taylor es todo adrenalina, lo que equivale a que la película estrenada pase a tener un componente mayor de acción, Thomas se acomoda a un esquema de un tipo más cerebral, que se toma la situación de una manera fría, reflexiva, lo que no impide que su único objetivo sea escapar de tan esquizofrénico lugar. En ese aspecto, Thomas y Taylor comparten objetivos comunes.

Los secundarios, es decir, Zira, Cornelius y Zaius, mantienen unos roles casi idénticos a lo ya conocido por los seguidores de la saga. Son personajes de gran peso y sus actitudes, su forma de ser, tienen una importancia trascendental en la historia. El único que claramente sale desfavorecido es Nova, la mujer humana por la que Thomas sentirá una chispa de amor. Se presenta casi como un animal salvaje, denotando el grado de bajeza al que ha llegado el Homo Sapiens. Pero rápidamente advertimos que Serling le tiene reservado un papel muy testimonial, dejando de lado una relación a largo plazo entre Nova y Thomas.

Pasemos al meollo, a la gran diferencia de peso con la producción de Jacobs, ya que Serling pretendió ajustarse a los parámetros de la novela original. Hablamos de la recreación de la civilización simia. En la cinta de Schaffner vemos a unos monos desarrollados pero viviendo en barracas, en un terreno claramente campestre. En la novela gráfica observamos la idea que tenía Serling sobre ese mundo simiesco y es más parecida a la América de los cincuenta que a lo que terminó saliendo en la pantalla grande. Rascacielos, galerías comerciales, vehículos a motor, guardias de tráfico, primates impecablemente vestidos a la moda de la época… Sin duda, es uno de los momentos de la obra. Ver la impresión de un Thomas recién escapado, agazapado de sus perseguidores, mientras va desgranando la realidad de este nuevo mundo, es impagable. El astronauta observa un entorno lleno de belleza y sintonía, pero también de espectáculos dantescos, como el ver a congéneres humanos convertidos en animales amaestrados, para disfrute de los monos.

Otro momento clave en la mitología de la saga es el instante en el que Taylor, al fin, consigue hablar. El primer encuentro con primates propició una herida en la garganta que le impedía articular sonidos, que no comunicarse, durante cierto metraje de la película. Esto casaba a la perfección con la idea de que los humanos eran seres inferiores, sin la capacidad de emitir palabras. El hecho de que Taylor demuestre su error provoca una gran crisis de fe en el Dr. Zaius y su gente. El “quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso” puede que sea una de esas escenas que el aficionado mejor recuerde, como un momento culminante en el desarrollo de la acción. Lo cierto es que Serling no fue el autor de una frase tan abrupta. Tampoco la concibió después de una supuesta huida de Taylor (perdón, de Thomas). El guionista había articulado una larga escena donde Thomas estaba presto para recibir una cirugía cerebral, mientras que Zira trataba infructuosamente de evitarlo. Aquí, de nuevo, volvemos a destacar la capacidad de Serling para crear tensión, puesto que esa lenta transición hacia un destino final es la chispa que espolea a nuestro protagonista para que articule un simple “¡No!”. Y ya está. No se necesita más. No es tanto la cantidad, sino el hecho irrefutable de que un ser humano es capaz de hablar, con lo que eso significa para los sufridos guardianes de la ortodoxia.

Como colofón y cierre, vamos a hablar de ese final. En esta ocasión, toca ponerle todas las medallas a Rod Serling. La novela de Boulle explicaba que Mérou escapaba del planeta Soror para volver a su amada Tierra en el tiempo histórico preciso para ver el ascenso del simio. Para el guionista era algo demasiado rebuscado, que requería muchas explicaciones para hacerlo comprender al espectador. Se podía buscar una opción de cariz minimalista que trajera la misma sensación de derrota, de desazón, que transmitía la obra literaria. Dicho y hecho…..¡Boom! Pedazo de giro, pedazo de final. Hay que decir que, de los esbozos de Serling a la traslación final a fotogramas, hay distancias considerables. Sí tenemos a Zira y a Cornelius como ayudantes del humano en fuga, pero hace tiempo que nos hemos olvidado de Nova, el interés romántico que Boulle utilizó en la novela y que al bueno de Rod apenas le sirvió en su trama. Wilson le otorgó un papel mucho más relevante de lo que estaba en borradores.

El caso es que el final de la novela gráfica conlleva un punto de mayor dureza que el ocurrido en la película, aunque mantiene su mismo desarrollo. La cinta de Schaffner se había subido, de cara a su final, a un carrusel de mayor acción, casi cercana al género de aventuras, cosa que nunca fue el relato de Serling. Utilizando los rudimentos de la ciencia ficción, nos encontramos ante un producto más frío, casi áspero, por momentos cercano a una pesadilla, de esas en la que esperas despertar en cualquier instante. Es lógico que el guionista nos regalase ese final, tan de bofetada sonora, pero además dejando claro que todo lo que ha vivido Thomas le llevaba a un callejón sin salida. Rod Serling tiene asumido que la historia se cierra aquí, algo con lo que, como ya sabemos, no estaba de acuerdo el productor, Arthur Jacobs, que se lanzó como un loco a montar una franquicia a sus espaldas. Obviamente, nuestro autor no estuvo dispuesto a tomar partido en ninguna continuación de la saga. Su nombre dejó de asociarse al Planeta de los Simios. Por esa razón es interesante este producto, una visión sin edulcorar de la ideas de un escritor con mucho talento para la ciencia ficción.

El encargado de llevar este caudal creativo a las páginas de la novela gráfica es Dana Gould. No es que sea un escritor de gran currículo en cómic, aunque sí es muy conocido en el mundillo de la televisión. Su trabajo es eficiente, no exento de inventiva particular, pues el propio Gould admite que hay pasajes en los que Serling apenas daba detalles (por ejemplo, la descripción de la ciudad simia es bastante vaga). Las trazas de calidad ya vienen de serie, por lo que lo mejor que se puede decir del escriba es que no desentona en el tono general.

Más importancia tiene el trabajo de Chad Lewis, con la ayuda en el entintado de David Wilson. Suya es la papeleta de trasladar en imágenes un imaginario que muchos tenemos asumido como reflejo de la versión fílmica, pero que en este caso, por la propia concepción de Serling, viene acompañada con divergencias de peso. Lewis entrega un trabajo muy sólido, con trazos definidos, narrativa cinematográfica (muy necesaria para ciertos momentos de tensión) y un aporte renovado para la mitología simia. Ayuda mucho el trabajo de los tres coloristas, que se encargan de aportar un acabado basado en colores cálidos, con tonos que recuerdan a los años cincuenta, algo que supone un contrapunto importante con la intención de Serling, ya que el guion es bastante frío. Tampoco podemos pasar por alto la portada de Paolo Rivera. El italiano se sirve de la unión de los dos aspectos que representan a esta novela gráfica, lo clásico y lo nuevo. Lo clásico es la imagen de Taylor (pese a que nuestro protagonista sea Thomas; el propio artista admite que tenía la imagen de Heston en la playa cuando concibió la imagen en su cabeza) derrotado al final de la película; lo nuevo es la sorprendente sociedad humanizada de los simios. El impacto en el espectador deja cierta reminiscencia a Earl Norem, uno de los portadistas míticos de la serie Marvel de los setenta.

En definitiva, nos encontramos con un tomo que cumple su función, pero que quizás cede su importancia a aquellos conocedores de la saga, dado que los neófitos la tomarán como otra aventura de ciencia ficción más. No así los aficionados versados en los entresijos de los simios, que disfrutarán con cada cambio, con cada modificación. Para nosotros, representa un colofón perfecto para este viaje iniciático hacia al futuro, que se emprendió allá por 1968 y que todavía continúa en nuestros días, con nuevas trilogías producidas de forma reciente. Algo tendrán estos simpáticos animales cuando nos recreamos en su sociedad, en su cultura…..¿o puede ser que sirva de espejo distorsionado para una sociedad humana que no sabe hacia dónde avanza? La respuesta, solo el tiempo la dirá.



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