Javier Vázquez Delgado recomienda: #ZNCine – Crítica de El Irlandés, de Martin Scorsese
Dirección: Martin Scorsese
Guión: Steven Zaillian, basado en el libro de Charles Brandt
Música: Robbie Robertson
Fotografía: Rodrigo Prieto
Reparto: Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel, Bobby Cannavale, Anna Paquin, Jack Huston, Ray Romano, Kathrine Narducci, Jesse Plemons, Domenick Lombardozzi, Stephen Graham, Jeremy Luke, Gary Basaraba, Welker White, Action Bronson, Chelsea Sheets, Kate Arrington, Sebastian Maniscalco, Stephanie Kurtzuba, Aleksa Palladino
Duración: 210 min
Productora: Netflix / Sikelia Productions / Tribeca Productions.
Nacionalidad: Estados Unidos
Fue allá por 2004 cuando Robert de Niro se quedó enamorado con la lectura del libro I Heard You Paint Houses de Charles Brandt centrado en la vida del mafioso Frank Sheeran apodado “El Irlandés”. El protagonista de Novecento o La Misión contactó con su amigo Martin Scorsese y ambos hablaron de llevar la obra a la gran pantalla. Después de la confirmación de De Niro, Joe Pesci y Al Pacino en el reparto y varias versiones del guión a manos del mismo Charles Brandt o Steven Zailiian (La Lista de Schindler, Gangs of New York) el proyecto se postergó indefinidamente por culpa de la enorme inversión necesaria para sacarlo adelante y que ninguna de las productoras importantes de Hollywood quería asumir. Finalmente fue la plataforma de streaming Netflix la que se hizo con los derechos del largometraje y proporcionó a Scorsese un presupuesto de 158 millones de dólares, uno de los más altos de su filmografía, para llevarla a cabo. Con viejos conocidos del director de Taxi Driver o Malas Calles como Irvin Winkler, Nicholas Pileggi o el mismo Robert de Niro en la producción los nombres importantes dentro del reparto comenzaron a sucederse. Stephen Graham, Bobby Cannavale, Jesse Plemons, Anna Paquin, Ray Romano, Jack Huston o el veterano, y asiduo en los inicios de filmografía del italoamericano, Harvey Keitel se sumaron a la ambiciosa propuesta cinematográfica de The Irishman. La puesta de largo del film tuvo lugar el pasado 27 de septiembre en el Festival de Cine de New York donde comenzó a recibir los primeros elogios de una prensa especializada que se ha rendido a los pies de lo último de Martin Scorsese. Antes de su estreno en Netflix el próximo día 27 en Zona Negativa ya hemos podido disfrutar El Irlandés en pantalla grande y V.O.S, de manera que a continuación vamos a ofrecer nuestra opinión sobre la que ya ha sido calificada como una de las mejores piezas de la carrera de su autor.
Aciertan todos aquellos que afirman no encontrarnos con El Irlandés ante una película mafiosa más dentro de la filmografía de Martin Scorsese. La última obra de director de Kundun o Silencio es una elegía, una declaración de amor a su cine, a todos los profesionales que le han acompañado a lo largo de su carrera y a los espectadores criados con sus producciones. El biopic de Frank Sheeran es una excusa conceptual, argumental y narrativa para que Scorsese aborde muchos temas, adscritos varios de ellos también a un plano más existencial que cinematográfico. Un trayecto de medio siglo a modo de distintos flashbacks sobrevuela los socorridos 210 minutos de metraje de The Irishman, iniciando con los primeros pasos como sicario de su protagonista en los años 50 y finalizando en su vejez. Este recorrido es abordado con hasta tres líneas temporales, con una principal acometida in media res denotando no sólo la excelsa labor de Steven Zaillian con el guión basado en la novela de Charles Brandt, sino también la profesionalidad de la habitual y veterana montadora Thelma Schoonmaker que debió ejecutar un descomunal ejercicio de funambulismo a la hora de ensamblar todo el material audiovisual proporcionado por el director.
Tres horas y media de metraje no sólo son indispensables para abordar una epopeya de enormes proporciones como la de Frank Sheeran y su relación con personajes como Russell Bufalino o Jimmy Hoffa. También lo es para que Scorsese cree paralelismos entre sus criaturas, la misma obra cinematográfica y su propia visión del mundo del hampa o el grueso de su filmografía. Este epílogo a obras maestras como Malas Calles, Goodfellas o Casino no sólo sintetiza en una sola pieza todas las perspectivas ofrecidas por Scorsese a la hora de reflexionar sobre la mafia. También trasciende lo meramente argumental para construir sinergias con ese Nuevo Hollywood del que él mismo fue uno de los estandartes junto a coetáneos y amigos como Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Brian de Palma o George Lucas y al que parece dar carpetazo con la presente película. El autor de La Edad de la Inocencia o El Lobo de Wall Street acomete el desafío como el canto de cisne de una manera de hacer y entender el cine que desparecerá cuando él y sus compañeros ya no se encuentren entre nosotros.
De manera paralela a sus personajes principales El Irlandés, como obra cinematográfica, evoluciona, cambia y dice sus últimas palabras siendo una entidad totalmente diferente a la que balbucea sus primeras palabras tres horas antes. Frank Sheeran, Russell Bufalino o Jimmy Hoffa envejecen a lo largo del metraje, se hacen más sabios o contemplativos y la misma película lo hace con ellos. Por eso durante sus compases iniciales la puesta en escena de Martin Scorsese para The Irishman emana la vivacidad y el dinamismo propios de Goodfellas, Casino o The Departed con una cámara inquieta, vigorosa y siempre poderosa, aunque destilando la contención propia de un veterano que ha depurado su discurso hasta límites insospechados. Cuando las dos primeras horas del film son finiquitadas la tercera se centra en todo lo referido a la desaparición de Jimmy Hoffa y es entonces cuando Scorsese ejecuta el primer quiebro en la narración anulando casi por completo la música, estabilizando la cámara y dejando que los diálogos entre los personajes y la interacción mutua desarrollada por los mismos se apoderen del núcleo argumental central. La recta final del film, el epílogo del epílogo, destila la sapiencia de quien se sabe en sus últimos días de vida asumiendo como suyos todos los pecados del pasado sin poder, o querer, desprenderse de ellos.
En ocasiones pareciera como si The Irishman utilizara a Frank Sheeran en particular y al cine sobre mafiosos en general para hablar sobre el paso del tiempo, la vejez y el ocaso de la vida de su máximo responsable, el mismo Scorsese. En este sentido es inevitable hablar del uso de los efectos digitales para rejuvenecer a los actores del film, principalmente a Robert de Niro y Joe Pesci, los dos encargados de llevar casi todo el peso de la construcción argumental. Después de la primera escena en la que vemos a Frank Sheeran en su juventud con el CGI a pleno rendimiento, el primer impacto visual es notable y no pasa desapercibido, la enorme labor de los actores y la mano de Scorsese con ellos consiguen que olvidemos por completo dicha decisión quedando completamente relegada a un segundo plano y sólo experimentando algún repunte cuando asistimos a como un joven Sheeran luce un físico y unos movimientos que delatan la verdadera edad del protagonista de El Cabo del Miedo o El Rey de la Comedia por mucho que su rostro nos trate de convencer de lo contrario. Más allá de eso el famoso “lifting digital” queda en una nadería que no menoscaba en ningún aspecto la monumental labor depositada en el largometraje.
A lo largo de los 210 minutos de The Irishman, y como ya hemos evidenciado, Martin Scorsese no sólo vuelve sobre sus pasos para incluir referencias a su propia filmografía, también hace paradas en casi todo el cine mafioso americano de la segunda mitad del siglo XX, gran parte de él facturado por varios de los cineastas de ese Nuevo Hollywood que hemos referenciado con anterioridad y perteneciente a su séquito de amigos. De esta manera a los guiños dedicados a los films del mismo Scorsese se suman, por ejemplo, la épica de todas las entregas de la trilogía de El Padrino, de Francis Ford Coppola, la melancolía y el revisionismo de Atrapado Por Su pasado (Carlito’s Way) o Los Intocables de Eliott Ness, ambas de Brian de Palma, amalgamándose en el trayecto vital de Frank Sheeran y sus socios. Pero, contra todo pronóstico, el clásico del subgénero al que más se asemeja El Irlandés viene de un director, como no podía ser menos, italiano que abordó la temática en su prematuro testamento detrás de las cámaras. Imposible no realizar conexiones entre Érase Una Vez en América, de Sergio Leone, y lo último de Scorsese apelando así a profesionales de su país de origen al que tanto ama y rendido tributo a lo largo de su carrera. Noodles y Frank Sheeran no dejan de ser distintas caras de una misma moneda, y lo afirmamos más allá del hecho de estar ambos interpretados por Robert de Niro.
Repleta de juegos de espejos y fugas metaficcionales El Irlandés también es un desfile interminable de cartas de agradecimiento por parte de Martin Scorsese a sus colaboradores, sobre todo en lo referido a sus actores, tanto los que forjaron su pasado como los que están ayudando a construir su presente. Robert de Niro, Joe Pesci y Harvey Keitel, desgraciadamente abordando este último un rol breve en exceso dando vida a Angelo Bruno, son tres de los pilares más importantes de la carrera del italoamericano y además de reunirlos y hacerlos compartir encuadre les dedica una precioso tributo con esos anillos que sólo sus personajes portan. Tampoco se olvida el cineasta del “chico nuevo”, un Al Pacino al que Martin también ofrece innumerables referencias, unas más ocultas que otras, a varias de sus interpretaciones más icónicas como las ejecutadas en films como El Padrino II, Esencia de Mujer, Justicia Para Todos o El Precio del Poder (Scarface) antojándose inaceptable que esta haya sido su primera colaboración con el autor de Toro Salvaje. Por último el paso del tiempo vuelve a abrirse camino en El Irlandés y por ello su maestro de ceremonias consolida el “relevo generacional” de sus icónicos actores dando vida a mafiosos pasando el testigo a Stephen Graham, Bobby Cannavale o Jesse Plemons, a los que habría que sumar a un ausente Leonardo DiCaprio que abanderaría al grupo como último interprete fetiche del realizador.
Desde que se comenzó a rumorear que Martin Scorsese iba a reunir en El Irlandés a sus actores clásicos sumando la agradecida presencia de Al Pacino por primer vez dentro de su filmografía fuimos muchos los que esperábamos con dicho proyecto la salida del ostracismo por parte de los protagonistas que compartieron crédito en El Padrino II o Heat. Ha tenido que volver Scorsese para que Robert de Niro componga desde la contención y la sobriedad el mejor papel de su carrera desde, curiosamente, su última colaboración con el director en Casino. Al Pacino ejecuta un Jimmy Hoffa espectacular que, de manera ingeligente, va de más a menos en intensidad interpretativa aclimatándose a la austeridad del Frank Sheeran de De Niro con el que mantiene un tour de force incontestable mientras porta algunos de los mejores diálogos cómicos de la película. Pero en cuanto a los actores principales para el que suscribe hay un claro ganador y es que lo de Joe Pesci no es de este mundo. Más de cincuenta veces tuvo que llamarlo Scorsese para que aceptara el rol de Russell Bufalino abandonando así su retiro. El resultado es una labor en las antípodas de los mafiosos a los que dio vida en años pretéritos para el cineasta con una composición exquisita, meticulosa e intachable transmitiendo más con la mirada que con cualquier línea de diálogo.
Dentro de los secundarios encontramos tanto a veteranos en la filmografía de Martin Scorsese como a intérpretes que han colaborado con él en los últimos años, principalmente en televisión. Primero es de recibo mencionar a Harvey Keitel, uno de los mejores actores estadounidenses de los últimos cuarenta años y asiduo en la primera etapa del cineasta interviniendo en films como ¿Quién Llama a Mi Puerta?, Malas Calles, Alicia Ya No Vive Aquí, Taxi Driver o La Última Tentación de Cristo. Su papel es breve, de naturaleza más simbólica que argumental, pero está impecable y en el pasaje compartido con De Niro y Pesci la química entre los tres es desbordante. Stephen Graham es la revelación de The Irishman, algo que deberíamos haber aventurado ya con su enorme Al Capone en Boardwalk Empire. Cada vez que la cámara repara en el actor de This is England, sobre todo cuando comparte encuadre con Al Pacino, el resultado es de matrícula de honor. Bobby Cannavale, Ray Romano, Jesse Plemons o Domenick Lombardozzi también ejercen roles pequeños, pero saben aprovecharlos al máximo. La nota discordante la tenemos con un pobre retrato de personajes femeninos en el que sólo destaca el de una soberbia Anna Paquin que a pesar de su peso en la trama sólo posee una línea de diálogo, eso sí, una que sintetiza de manera magistral la relación con el personaje de su padre y el alma misma de un proyecto como The Irishman.
el Irlandés supone un punto y aparte en la carrera de Martin Scorsese. La mafia, el cine, su visión del sindicato del crimen y sus vinculos directos con todas las estructuras del poder en Estados Unidos crean paralelismos con el ocaso de iconos de Hollywood como el mismo director o esos Robert de Niro, Joe Pesci y Harvey Keitel que dieron sus primeros paso junto a él y a los que, desgraciadamente, no quedan muchos años más dentro del mundo del cine. Ya hemos apuntado que Martin Scorsese es un autor inquieto y muy activo en lo profesional, pero si El Irlandés fuera su última película sería imposible imaginar mejor broche de oro para la carrera de uno de los más destacados directores de la historia del medio. Independientemente de si se degusta en pantalla grande o en casa cuando el próximo día 27 Netflix la incluya en su catálogo todo amante de la obra de Scorsese y del celuloide en mayúsculas debería ver un film como The Irishman. Tres horas y media de una odisea crepuscular en la que la amistad, la lealtad, la traición y la redención construyen un relato descarnado y melancólico que en la próxima edición de los Oscars debería estar muy presente e incluso llevarse para casa algunos de los galardones más importantes de un año en el que pocos trabajos pueden hacer sombra a esta última demostración de talento por parte de uno de los maestros más grandes del séptimo arte.
Ver Fuente
Comentarios
Publicar un comentario