Javier Vázquez Delgado recomienda: Jóvenes Titanes – Primera Temporada

Edición original: Teen Titans Special núm. 1 USA (one-shot), Teen Titans núms. 20-26 USA y Teen Titans Annual núm. 1 USA (one-shot) .
Edición nacional/ España:ECC Ediciones.
Guión: Adam Glass.
Dibujo: Bernard Chang, Max Dumbar, Robson Rocha, Scott Hanna.
Entintado: Daniel Henriques, Bernard Chang.
Color: Sunny Gho, Marcelo Maiolo.
Formato: Rústica, 272 págs. A color.
Precio: 24,95 euros.

Sorpresa.

Y podía dejarse aquí la reseña, porque la verdad es que este tomo, encargado de recopilar el primer gran arco argumental de Adam Glass, es una sorpresa de principio a fin.

Si hay un grupo (con perdón de la Legión) que cree más incertidumbre entre los aficionados a la hora de lanzar una nueva serie, ese es el de los Jóvenes Titanes. Y es que la sombra del trabajo de Wolfman y Perez es larga y las expectativas siempre son altas ante cualquier intento de retomar todo aquello que en los años ochenta hizo de la colección la más vendida de la editorial.

Y esta nueva encarnación lo tenía todo en contra para pasar desapercibidos por los lectores que ante una de las alineaciones más extrañas del grupo, con personajes apenas con recorrido editorial de valor, pendientes de una caracterización en profundidad y aparentemente fuera de lugar dentro de un grupo con las motivaciones de los Jóvenes Titanes… y sin embargo dónde todo apunta a fracaso, lo que se obtiene es algo distinto, fresco, lleno de vitalidad, alejado de la sombra de Wolfman y Perez (con ciertos matices), alejado de la de Johns, alejado de todos los demás intentos de acercarse a la formula de éxito de los ochenta, para encontrar su propio sitio sin mirar a nadie, sin emular a nadie, logrando que todo funcione a la perfección, en una lectura que engancha, que sorprende y que deja con ganas de querer seguir sabiendo más de todos estos jóvenes que intentan ser un grupo de héroes y heroínas que marque la diferencia.

Y todo gracias a la labor que desarrolla Adam Glass a los guiones, al que ya se le ha podido leer en la serie Escuadrón Suicida, durante los Nuevos 52, (además de estar detrás de series de TV como Supernatural y Mentes Criminales), y que hace de los Jóvenes Titanes un reducto del Escuadrón, pero sin el fondo que caracteriza al equipo de Waller. Un equipo dónde Damian es el eje central sobre el que pivota toda la trama y del que emana un campo gravitacional sobre los demás miembros que atrapa, logrando que por dispares que sean sus perfiles acaben por ir integrándose de forma progresiva, transformándose de grupo a equipo. Algo que resulta toda una gozada de leer por la transición tan lograda de Glass, mientras se mantiene fiel al espíritu de Damian y su particular forma de ver e interpretar el mundo.

Una de las mejores bazas de la serie es precisamente que Glass busca construir sobre los elementos de los que dispone. Cada miembro tiene una personalidad muy definida, incluso algo estereotipada al principio, pero con la que Glass trabaja de forma incansable para ir moldeándola hasta que se van llenando de matices, de dobleces, de esa naturalidad e independencia emocional que logra que todo personaje vaya adquiriendo características tridimensionales.

La historia se centra en la obsesión de Damian por capturar al Otro asumiendo el coste que sea necesario para ello. El resto funciona como un engranaje alrededor de esta misión, de forma que el grupo se ve tensionado en cada número debido a la actitud de Damian. Sencillo y eficaz, sin más. Sencillo de explicar, complicado de ejecutar, puesto que Glass no toma el camino fácil, sino que tuerce de forma brusca el rumbo para tomar caminos más abruptos, menos luminosos, que recorrer, asumiendo el riesgo de llevar al equipo, el que se autodenomina Jóvenes Titanes, por una oscuridad que bien recuerda al tono que Wolfman y Perez supieron dar a sus Titanes. Y es que, aunque este trabajo de Glass luche por alejarse de ese legado de los ochenta, si absorbe parte de esa oscuridad, de ese tono general, con historias que rompen con lo que un lector puede esperar encontrarse en un cómic protagonizado por jóvenes que aún están buscando su lugar en el mundo.

En esencia, Glass, no se siente presionado por el pasado de la franquicia, sino que mira lo que se hizo y lo adapta de forma que consigue un todo nuevo y distinto, con ligeros toques que tienen el sabor de antaño. Unos toques que se centran en profundizar en un grupo que necesita construirse, ganar volumen propio, personalidad puesto que, aunque hay miembros bien conocidos por los lectores, hay otros carentes de interés real. Matices que están ahí y pero que tampoco deben ser usados como herramienta comparativa, dado que Glass no copia, no emula, no persigue ser nada, pero usa a la perfección las mismas herramientas para lograr el objetivo de que la historia y los personajes resulten interesantes.

En lo visual, la serie tiene a dos dibujantes como valedores. El primero, Bernard Chang muestra un equilibrio entre lo convencional y lo experimental a nivel narrativo que favorece al trabajo de Glass enormemente. Su puesta en escena, su trazo limpio, su detallado conjunto de página, logran que la historia rebose fluidez e impacto en cada página. El segundo, Robson Rocha, de estilo más conservador, sabe adaptarse lo suficiente como para no desentonar, pero no logra un trabajo tan redondo como el de Chang que si se ve más suelto y disfrutando con su trabajo en la colección.

Por ello es necesario desprenderse de prejuicios y acercarse a este tomo con la mente abierta, dispuesto a dejarse llevar por la situación, la interacción entre los miembros del equipo, el drama, el conflicto y las emociones que desprende cada página. Lo impredecible de la trama es la puntilla que mantiene la llama bien encendida, puesto que Glass no duda en dejar claro que en cada número lo inesperado es la marca de la casa. Unos Titanes distintos, con aventuras distintas, con enfoque distinto, sorprendentemente interesantes y que dejan con ganas de querer seguir descubriendo de lo que son capaces en manos de Glass y compañía.



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