Javier Vázquez Delgado recomienda: La Vieja Guardia. Libro Uno: Abriendo fuego
Edición original: The Old Guard, Book One: Opening Fire (Image Comics).
Edición nacional/ España: Norma Editorial.
Guión: Greg Rucka.
Dibujo: Leandro Fernández.
Entintado: Leandro Fernández.
Color: Daniela Miwa.
Formato: Rústica, 17×26 cm., 184 páginas.
Precio: 19,00 €.
En sus novedades de noviembre Norma Editorial incluyó oportunamente un libro que está pronto a ser visto en las pantallas de Netflix, otro más entre tantos de esta tendencia instalada de adaptar cómics a medios audiovisuales. Pero no caben dudas de que la decisión de la editorial no se limita al oportunismo comercial, ya que se trata de un muy buen trabajo de un equipo autoral de probada calidad y experiencia que difícilmente necesiten presentación.
En los guiones tenemos a Greg Rucka, que bien podemos conocer por alguno de sus publicaciones propias recientes (y no tanto) como Lazarus, Black Magick y Stumptown, o bien de sus tareas con Marvel y DC en Wonder Woman, Superman, Batman, Daredevil, Punisher, Elektra y tantos más.
En los dibujos a Leandro Fernández quien también cuenta créditos en Marvel y DC (Wildstorm y Vertigo) como ser Punisher, Stormwatch o Northlanders, y de un tiempo a esta parte igualmente está desarrollando su carrera en publicaciones creator-owned, como Discipline y la que aquí nos reúne, que como se dijo al comienzo está dando sus réditos.
Este reencuentro de guionista y dibujante, que ya habían trabajado juntos en Queen & Country y Wolverine, brindró muy buenos frutos narrativos además de la pata comercial que ofrece una adaptación. En conjunto han creado a un grupo de personajes con los que nos encariñamos rápidamente y seguimos sus conflictos completamente atrapados a lo largo de los cinco capítulos que conforman este primer libro de La Vieja Guardia.
Este grupo tiene su característica que lo hace muy especial y en torno a lo cual gira toda la trama. Todos ellos tienen la particularidad de no poder morir, que no es precisamente inmortalidad: mueren y vuelven a despertar, perfectamente recuperados. Sacando provecho a esto y otras cualidades de combate adquiridas con los años (décadas, siglos) trabajan como un equipo de mercenarios a sueldo, cumpliendo misiones específicas a la vez que se ocupan de que no se descubra su secreto, evitando repetir clientes y moviéndose constantemente para no levantar sospechas.
Probablemente adivinarán a este punto que el conflicto de la historia será precisamente este: alguien logra inducir su poder especial y lo quiere para sí. Sucede que en un mundo hiperconectado y fotografiado y grabado como en el que vivimos es mucho más difícil ocultarse en comparación a lo que era en épocas anteriores (y en ello Rucka se ocupa de hacer varios chistes sobre las complicaciones de manejar tecnología para alguien nacido hace más de cinco mil años). En consonancia con el riesgo de quedar expuestos, este momento de su vida se hace un tanto más especial con la aparición de otra como ellos cuatro que vuelve a la vida tras ser asesinada en Afganistán con el ejército de Estados Unidos, en lo que será la primera con este poder que surge en un par de siglos.
Por supuesto que todo esto derivará en una espectacular historia de acción, con montones de explosiones, enfrentamientos a tiros y cuerpo a cuerpo. Es allí donde quizás más se luce Fernández, con una dinámica composición de página en la que juega con las onomatopeyas de balas y detonaciones por detrás de los recuadros donde narra la acción, por mencionar una de las buenas técnicas que pone en juego a lo largo del cómic.
El dibujante también se divierte mucho yendo y viniendo entre épocas cuando el guión realiza un flashback para introducirnos a los orígenes de los cuatro personajes, saltando desde el presente a la Francia de Napoleón, o a la época de las Cruzadas. De esta manera, los autores consiguen ese conocimiento rápido de los protagonistas y logran involucrar a los lectores con ellos y con la historia que están contando. Y esta no se queda en el mero entretenimiento explosivo (literal y figurativamente) sino que va revelando como un relato reflexivo sobre el significado del tiempo, lo que este hace con nuestras vidas y todo lo que nos rodea, a través del atractivo recurso de personajes que vivieron durante tantísimo tiempo.
Sobre la inevitable comparación que surgirá cuando se pueda ver el filme que lo adapta, con la lectura a sabiendas del proyecto cinematográfico, no quedan dudas de que es un excelente cómic para ver en cine; se entiende a la perfección por qué ha sido elegido para ello. Pero también, como decíamos al comienzo y como dejamos caer entre los párrafos de este texto, se comprende cabalmente que la publicación en cómic (de parte de Image originalmente y de Norma Editorial en esta versión castellana) de La Vieja Guardia es una excelente decisión, con la que todos nosotros podremos disfrutar aún de manera especial y diferente a lo que será en los cines (o los hogares). Cada medio con lo suyo, y las maneras de Rucka y Fernández para contarnos esta historia reivindican las posibilidades que ofrece este medio, el cómic.
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