Javier Vázquez Delgado recomienda: ¿Es así como me ves?

Edición original: Is this how you see me? (Fantagraphics Books. Abril, 2019)
Edición nacional/ España: ¿Es así como me ves? La Cúpula. Diciembre, 2019
Guion: Jaime Hernandez
Dibujo: Jaime Hernandez
Formato: Rústica con solapas, 104 páginas
Precio: 14’90€

My God, why did we ever break up?”

Enfrentarse a un nuevo trabajo de Jaime Hernandez, especialmente si es una nueva historia de su serie Locas, es muy fácil para algunos y todo un reto para muchos otros.
Resulta muy sencillo para los que, desde hace años, incluso décadas, seguimos la trayectoria de este autor norteamericano de raíces hispanas que con su serie ha protagonizado lo mejor del cómic independiente de los Estados Unidos durante casi cuarenta años. Y muy complicado – quizás intimidante – para los que, a pesar de que saben del prestigio de Hernandez como artista y narrador, no han entrado en su universo desde el inicio y ahora no se atreven a comenzar una aventura de tan largo recorrido. Pero créanme, que si por alguien vale la pena hacer un esfuerzo, este es Jaime Hernandez. Su saga es diferente, divertida, emocionante, llena de sorpresas, está dibujada de una manera excelsa, narrada como nadie lo hace en la actualidad y puede ser tanto dura como tierna; igual que la vida misma.

Este nuevo capítulo de la serie Locas se titula ¿Es así como me ves? y redunda en la descripción de este universo hispano que el autor sitúa en el barrio ficticio de Hoppers – al que también llaman Huerta – situado en las afueras de Los Angeles.

Tras la desgarradora obra maestra que es Chapuzas de amor, aquí Jaime nos describe un episodio más mundano, más modesto donde las dos amigas protagonistas – Maggie Chascarillo y Esperanza Glass “Hopey” – se vuelven a encontrar durante un fin de semana para asistir a un concierto de homenaje a los grupos de la escena punk de la década de los ochenta. Son algunas de las bandas en las que actuaba Hopey, hace casi 30 años, y que protagonizaron la juventud de Maggie.
Este reencuentro con sus amigas y amigos de la adolescencia, con antiguos amores y con lejanas rivalidades, evoca una conocida tradición norteamericana que, como casi todo, también se ha ido popularizando en Europa; las reuniones de antiguos alumnos de college o universidad. Son momentos para la introspección, para el repaso, más o menos piadoso, de la propia biografía y en general suelen ser un foco de estrés e inseguridad. Para nuestras locas no es distinto.

Y también está Ray… A menudo nos centramos en los personajes femeninos de Locas, y con razón, puesto que son las protagonistas y se han convertido con el paso de los años, con el devenir de las páginas en figuras que nos son tremendamente familiares; son tiernas y feroces, están llenas de matices, con sus defectos, con sus virtudes, sus debilidades y sus miedos… Pero también tenemos a Ray, que lentamente ha ido adquiriendo protagonismo y que, después de lo que pasó en Chapuzas de amor, es imposible asistir a sus progresos sin emocionarte, sin que un escalofrío de ternura recorra tu espalda. La tremenda humanidad de este personaje llena unas páginas tan resplandecientes que demuestran claramente porque Jaime Hernandez es un fenómeno único en el panorama del cómic mundial y, me atrevería a afirmar, del arte de contar historias en general. Cada gesto de sus personajes tiene un enorme bagaje del pasado, es significativo en el presente y puede convertirse en esencial en el futuro.

Con el paso de los años, tanto los personajes como su autor han ido ganado en madurez sin perder ni un ápice de su extraordinaria frescura, de manera que uno asiste a pedacitos de su vida como si fuera uno más de la pandilla. Y esta es la clave para entender esta serie tan frondosa. Jaime Hernandez nos narra los acontecimientos de sus historias como lo haría un personaje de la trama. En la realidad, cuando asistimos a una situación concreta o a una conversación, cara a cara o en grupo, nos perdemos mucha información. Pensamos en nuestras cosas, vamos al lavabo o admiramos la belleza del chico/a que pasa por ahí. En estos momentos pueden desvelarse episodios vitales para nuestra vida y nos los hemos perdido. Lo peor es que hay otras personas que han visto o han escuchado lo que a nosotros se nos ha escapado y reaccionan en consecuencia. Para nosotros su comportamiento nos resulta extraño, divertido o a veces irritante y a partir de ahí la bola de los malentendidos, de las confusiones, de los recelos empieza a rodar y es imparable… Hasta que te enteras de casi todo. Y entonces empiezas a comprender algunas cosas. Lo mismo pasa con los secretos familiares que vas conociendo a medida que te vas haciendo mayor, a medida que dejas de ser un niño. Aquellos agujeros negros, aquellas lagunas en tu biografía se van rellenado, se van aclarando y todo va tomando cierto sentido.
Así funciona Locas. Estamos sumergidos en la historia como un personaje más y cuando van pasando los años nos enteramos de cosas nuevas, como Jaime, descubrimos aquellas historias que han permanecido en secreto durante décadas; hechos enormemente dolorosos – Chapuzas de amor – o sucesos triviales – ¿Es así como me ves? – que hacen que todo cobre un sentido distinto, todo se transforme en algo diferente y nada vuelva a ser igual. Es un milagro narrativo extraordinario, es una experiencia única; es como la vida misma.

Dejo para otro día, para otro artículo el análisis del enorme legado que ha dejado Jaime Hernandez en el cómic estadounidense y mundial. Su influencia se deja sentir en varias generaciones de narradores, en infinidad de autoras y autores que nunca se habrían planteado contar las cosas que cuentan si Xaime no hubiera abierto camino. Como dijo Santi Arcas en su día de Jean Giraud/Moebius: “… de no haber existido él; habríamos creído que el techo estaba mucho más bajo”. Son palabras que se pueden aplicar perfectamente a Jaime Hernandez.

Gráficamente, Jaime Hernandez ha llegado a una madurez extraordinaria. Compagina el estilo realista de dibujo con el más caricaturesco, combina el naturalismo con el cartoon, en un alarde artístico y narrativo que está a la altura de genios como Osamu Tezuka, Harvey Kurtzman, Carlos Giménez, Hergé o Will Eisner. Sin embargo, el referente más parecido del arte de Hernandez, según mi punto de vista, es la strip titulada Buzz Sawyer de Roy Crane. Como Crane, el menor de los Hernandez puede incluir en la misma secuencia el registro dramático y el humorístico, con una exactitud, con una eficacia asombrosa que enriquecen la lectura de manera exponencial.

El autor suele dividir su página en una parrilla fija de cuatro tiras de dos viñetas. Este esquema varía según las necesidades para adoptar también la división de tres tiras de dos viñetas. Siguen dominando las elipsis, los sobreentendidos y los planos cortos de los personajes que reaccionan y puntúan las escenas. También las secuencias con un punto de vista fijo desde donde vemos actuar a los protagonistas en situaciones extremas, humorísticas, trágicas o peligrosas que están resueltas con maestría gracias a un enorme dominio de la anatomía, del lenguaje corporal y de las reglas del slaspitck.
A estas alturas explicar cómo dibuja Jaime Hernandez es superfluo. Su dominio del blanco y negro es absoluto y su capacidad narrativa es única. Hay gente que asegura que se ha aburguesado, que se repite pero creo que basta con asistir a algunas escenas de este álbum como la de la cama entre Maggie o Hopey o el momento del pogo en el concierto de punk para que quede desmentido cualquier conato de adocenamiento del dibujante de Mister X.

Además, en este álbum podemos asistir a ciertas bromas privadas que tienen mucho sentido para los asiduos de Hoppers. Como son la puya – cruel e injusta, por supuesto – a la ausente Penny Century, la prosaica explicación del hermoso título de la canción fetiche de Hopey: Do vases have eyes? o podemos volver a oír los nombres de los grupos ficticios de punk de aquella época, son nombres extraordinarios como Ape Sex, Fortified Youth o también – mi favorito – La Llorona, en castellano en el original.

La edición de La Cúpula empaña un poco la alegría de reencontrarse de nuevo con Maggie y Hopey. El álbum es en rústica y con solapas, está bien impreso y tiene un papel aceptable. Su principal inconveniente es el tamaño; se agradecería que fuera un poco mayor. El precio, en cambio, es muy competitivo.

Guía de lectura de Locas

La serie Locas nació en 1981 en una revista autoeditada por los hermanos Hernandez; Mario, Beto y Jaime. Esta publicación se llamaba Love & Rockets y rápidamente fue apadrinada por el sello editorial Fantagraphics Books. En la revista aparecían diversas historias independientes de los tres hermanos.
Jaime Hernandez fue centrándose poco a poco en Locas, Maggie y Hopey con la que construyó una saga que dura casi cuarenta años. El primer volumen de la revista, su primera versión abarcó cincuenta números que se publicaron durante más de catorce años; hasta 1996. Son las historias que están recopiladas en los tres volúmenes de La Cúpula:

Locas 1 (mayo, 2006)
Locas 2 (septiembre, 2006)
Locas 3 (diciembre, 2006)

Incluyen historias fundamentales como Mechanics, 100 Rooms, On the road ‘gain, Mujeres perdidas, La muerte de Speedy, Vida loca, Jerusalem Crickets, Moscas en el techo, Primavera de 1982, la extensísima Wigwag Bam, Chester Square y Bob Richardson que cierra esta primera etapa. Además hay historias cortas, relatos de la infancia y pequeñas joyas como Té para dos que protagonizan Penny Century y el sr. Costigan.

Más tarde, tras el primer cierre temporal de Love & Rockets, Jaime Hernandez realizó varias historias de la serie en diferentes publicaciones. En el año 2000 los hermanos volvieron a retomar su revista en un volumen dos, un volumen tres y un volumen cuatro. Estas historias están recopiladas en castellano en los siguientes álbumes que enumero en el orden correcto de lectura:

Penny Century (marzo, 2011)
El fantasma de Hoppers (noviembre, 2011)
La educación de Hopey Glass (2008)
El retorno de las Ti-Girls (2012)
Chapuzas de amor (2015)
¿Es así como me ves? (2019)
Las fechas son de la edición en España. Todos estos álbumes están en el catálogo de la editorial barcelonesa La Cúpula.

Quedan fuera Satiricon (2001), donde Jaime toma los personajes de su hermano Beto y viceversa, editado aquí en formato Brut Comix por La Cúpula, y también la curiosa historia La Maggie la loca (sic) que se publicó a todo color en el New York Times Magazine y que posteriormente se incluyó en The Art of Jaime Hernandez (2010) de Todd Hignite, un libro imprescindible para los amantes de esta serie y perfecto para conocer la vida y la obra de su autor. Desgraciadamente este fabuloso tomo no está editado en castellano.

Pero si quieren adentrarse en este universo sin pasar por el peaje de leer toda la colección, déjenme que les aconseje. Empiecen sin dudarlo por El fantasma de Hoppers, es una obra que se lee perfectamente sin saber nada de lo anterior y es una maravilla. Luego sigan con Chapuzas de amor y si les ha gustado pueden tomar ¿Es así como me ves? o, si están realmente enganchados, empezar por los tres tomos iniciales de Locas e ir rellenando los huecos con los diferentes álbumes de la colección completa. Es una manera de entrar suavemente en un universo que nos apasiona a muchos.

¿Es así como me ves? es un álbum que se podría considerar como el epílogo, ligero y extenso, de Chapuzas de amor. Es como la calma que reina después de la tempestad emocional que supuso el libro anterior; como cuando en una playa, después de la tormenta, con la mar plana y a pleno sol nos encontramos la arena salpicada de restos de un naufragio que la resaca ha ido dejando en la orilla. Vayamos a recogerlos, no importa por donde empecemos, porque entre ellos les aseguro que hay auténticos tesoros.

Salut!



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