Javier Vázquez Delgado recomienda: Simón Bolívar. El libertador

Edición nacional/ España: Simón Bolívar. El libertador. Ponent Mon. Enero, 2020
Guion: Jean-Pierre Gourmelen
Dibujo: Antonio Hernández Palacios
Color: Antonio Hernández Palacios
Formato: Cartoné, 72 páginas
Precio: 22€

¡Soldados! Un nuevo día de gloria se presenta ante vosotros. Vais a completar la mayor obra de la que el Cielo haya encargado a los hombres: la de salvar a un pueblo de la servidumbre”.

La hagiografía es un género peculiar, sobre todo en su variante más laica. Muchas veces la obra retrata más exactamente la personalidad del que ejecuta la biografía que la del personaje histórico en cuestión. Se supone que cuando uno emprende la tarea de explicar la vida y la obra de una celebridad es porque su figura encarna valores morales, políticos y sociales que son positivos, como mínimo para el que la ejecuta. Sin embargo, demasiado entusiasmo y poca distancia crítica respecto a los personajes y a los acontecimientos pueden perjudicar el resultado final de la obra y desacreditar a sus autores, al menos ante el público neutral y no completamente devoto.

Por esto, la posición de partida de Simón Bolívar. El libertador es interesante ya que sus autores no pertenecen al círculo de probables incondicionales de este personaje histórico sino que, Jean-Pierre Gourmelen como guionista y Antonio Hernández Palacios al arte, tienen la suficiente distancia histórica, geográfica y vital como para realizar una obra diferente, honesta e interesante. Y así es. Con todas sus limitaciones, este hermoso álbum publicado por la editorial Ponent Mon retrata la figura de un personaje histórico fundamental para entender la edad moderna, pero sin caer en el proselitismo irracional ni tampoco en la fría enumeración de hechos comprobados y frases contrastadas. Fiel a su ideario, Palacios nos narra la aventura de un revolucionario, de un militar temible pero también la historia de unos pueblos, de unas gentes anónimas que luchan por su libertad.

Simón Bolívar. El libertador nos cuenta la vida del personaje histórico que encarnó los deseos de emancipación e independencia de una gran parte de la población de los dominios que el Reino de España poseía en América del Sur. La acción se sitúa entre finales del siglo dieciocho y la primera mitad del siglo diecinueve y se ubica mayoritariamente en las colonias españolas de Venezuela y Colombia, aunque no olvida el breve paso del protagonista por la vieja Europa, en concreto por Madrid donde se casó fugazmente con Teresa Rodríguez del Toro que murió de fiebre a los pocos meses de contraer matrimonio, por París donde vivió la degradación del ideario revolucionario ilustrado y por Italia.
Los autores nos describen con detalle las terribles batallas que se sucedieron por todo el continente sudamericano a la vez que nos esbozan el ideario político y social de este militar brillante pero inmisericorde. El guion de Gourmelen peca de excesivo academicismo y superficialidad. En general la obra presenta demasiados textos de apoyo que ahogan la correcta lectura del conjunto y estorban visualmente. Sin embargo, nos muestra de manera eficaz la figura de Simón Bolívar, centrándose en su talento militar y político, e introduce de una manera adecuada su pensamiento y su ideología en la acción. Es especialmente emocionante la escena donde El libertador explica su texto conocido universalmente como El manifiesto de Cartagena al doctor Salazar, un amigo que se encargará de difundirlo. Por lo contrario, el guionista francés omite numerosos e importantes aspectos de la vida privada y familiar de El Libertador que hubiesen contribuido a darle más entidad a su personaje.

La realización gráfica a cargo de Antonio Hernández Palacios es exuberante e impactante. Consigue domar la enorme catarata de hechos históricos, batallas cruentas, frases altisonantes y datos cruciales que le proporciona Gourmelen para acabar convirtiendo el relato en una emocionante epopeya sobre las dificultades que tienen los pueblos para liberarse del yugo de los colonizadores. En esta obra, el madrileño recurre con asiduidad a la secuencia de una sola viñeta, empleando todos los recursos adquiridos como muralista e ilustrador, pero también consigue estructurar secuencias complejas y detalladas donde brilla su narrativa colosal y contundente.
El artista divide sus páginas en tres tiras con dos viñetas desiguales. Pero esta estructura suele saltar por los aires en los momentos más épicos donde introduce paneles panorámicos – generalmente verticales – o viñetas monumentales que ocupan los dos tercios de la plancha.
La definición de sus personajes es rotunda; todos muestran una personalidad arrolladora, desde los principales protagonistas de los acontecimientos históricos como el general Francisco de Miranda, el general Sucre, el cura don José Cortés de Madariaga o el general Morillo, hasta el más humilde soldado a las órdenes de Bolívar, todos tienen un carácter definido que expresan de manera enérgica y vehemente.

Los paisajes descritos son desbordantes y el cuidado que Palacios le otorga a la documentación es extraordinario. Edificios, barcos, vestidos, mobiliario, armas y objetos cotidianos están perfectamente representados, con un detalle que raya la obsesión.
Otro aspecto fundamental de esta obra es el color. Hernández Palacios aplicaba la pintura de forma directa sobre sus páginas. En esta obra utiliza una paleta amplia y rica en la que predominan diferentes tonos de verdes, azules y naranjas. La función del color es diversa y sirve tanto para para separar diferentes planos del dibujo, para unificar escenas o para darle contenido emocional a la situación. Un ejemplo magnífico lo tenemos en la página 43, donde el paso del tiempo y de ubicaciones se resuelve con un sutil cambio de color en las dos primeras viñetas y la batalla central – a pleno sol – se describe en los tres paneles siguientes, de forma vertical, donde predomina el naranja utilizado de manera violenta y aplastante.

Antonio Hernández Palacios nació en Madrid en 1921. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Tras la Guerra Civil se dedicó a ilustrar carteles cinematográficos y en el ramo de la publicidad gráfica. Pero su inquietud artística le llevó a querer dedicarse al mundo del tebeo tras muchos años de trabajo rutinario. Empezó en 1961 en la Editorial Rollán dibujando la serie Doc Savage – nada que ver con el personaje de pulp norteamericano – y luego, en 1971, presentó a la revista Trinca dos series que le consagrarían como uno de los artistas más importantes del momento; El Cid y Manos Kelly. Un año más tarde se publica también en Trinca la serie de cinco episodios auto conclusivos llamada La paga del soldado.
La enorme calidad gráfica de estas obras consigue que las potentes editoriales francesas del momento se fijen en él y que Dargaud le ofrezca participar como dibujante en la serie Mac Coy con guiones de Jean-Pierre Gourmelen. El primer álbum, La leyenda de Alexis Mac Coy, salió publicado en 1974 llegando a publicarse veintiún tomos desde 1974 a 1999. En 1977 publica para la revista Pif Gadget un relato medieval de dieciséis páginas titulado Garín.

Es a finales de la década de los setenta cuando Palacios empieza otra de sus series más importantes; La Guerra Civil Española para la editorial Ikusager, de la que llegará a terminar solo cuatro capítulos a pesar de que el autor tenía previsto realizar unos veinte tomos.
La siguiente década la inaugura con la obra Roncesvalles, un relato épico que adapta libremente las canciones medievales sobre la batalla de Roncesvalles, la retirada de Carlomagno y las gestas del caballero Roldán. Posteriormente publica Los Cantos de Maldoror para la edición española de la revista Metal Hurlant, Drako de Gades, Los Gazules de Sevilla, Simón Bolívar. El libertador y ya en 1992 tres episodios para la colección Relatos del Nuevo Mundo dedicados a Cristóbal Colón y Hernán Cortés.
El final de la década de los noventa supone su abandono definitivo del mundo de la historieta y muere en Madrid en enero del 2000. En 1974 se le concedió el Premio Yellow Kid en el Festival Internacional de Comics de Lucca.

La edición a cargo de la editorial Ponent Mon es excelente. El álbum tiene un tamaño conveniente, está impreso con cariño y cuenta con un papel idóneo; satinado pero no brillante. Además, incluye un extenso texto introductorio a cargo de Antonio Martín donde se explica acertadamente la figura del protagonista, el contexto histórico y los esfuerzos de los autores por realizar esta obra. El precio de este álbum es más que razonable.

Con Simón Bolívar. El conquistador estamos ante otra obra que explica perfectamente la importancia y la excelencia del arte narrativo y artístico de Antonio Hernández Palacios. Partiendo de un guion ajeno que corre a cargo de Jean-Pierre Gourmelen – algo que es muy raro en su obra histórica – el artista madrileño consigue transmitir con energía y con pasión su visión de la Historia para transmitirnos con vehemencia pero sin engaño los hechos del pasado que nos implican directamente en el presente.
El arte de Palacios desborda la simple enumeración de batallas y declaraciones históricas para introducirnos en el centro de la epopeya con el fin de implicarnos, educarnos y entretenernos. Su arte narrativo sirve para que vivamos una experiencia única que nos hace más felices y que nos convierte en mejores personas. Nada más, pero nada menos…

Otras reseñas de la obra de Antonio Hernández Palacios:

El Cid. Integral
Eloy. Integral
Eukadi en llamas. Gorka Gudari
Roncesvalles
La paga del soldado

Salut!



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