Javier Vázquez Delgado recomienda: Aquaman – Primera temporada
Edición original: Aquaman núms. 43 a 49 USA.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guion: Kelly Sue DeConnick.
Dibujo: Robson Rocha, Viktor Bogdanovic.
Entintado: Daniel Henriques, Jonathan Glapion, Ryan Winn.
Color: Sunny Gho.
Formato: Rústica, 176 páginas. A color.
Precio: 17,50 euros.
Han pasado más de diez meses. Un tiempo considerable en el que los lectores se han visto privados de la presencia de Arthur tras los dramáticos acontecimientos narrados en la Liga de la Justicia, en la que Aquaman acabó amnésico y varado en una isla desconocida. Decimos adiós a Dan Abnett que, tras hacerse cargo de las primeras 40 entregas de la serie en Renacimiento, cede el testigo a Kelly Sue DeConnick, fichada por DC para regocijo de todos los aficionados, que llega dispuesta a tomar las riendas de un personaje que necesitaba mirar hacia nuevas direcciones.
Aquaman necesitaba un cambio. Un golpe contundente de timón ya que con Abnett había entrado en piloto automático, con historias cíclicas, que estaban bien, pero no eran capaces de perdurar en el recuerdo del lector. Tras un inicio muy prometedor con el relanzamiento de Renacimiento, Abnett, se centró en los aspectos políticos y territoriales de Atlantis y su relación con la superficie. Fueron números muy intentos, inteligentemente escritos, que pronto dieron paso a tramas mucho más anodinas y planas.
Con la llegada de DeConnick, la esperanza de ese cambio era palpable, pues la escritora ya hizo un trabajo más que remarcable en su paso por la Capitana Marvel, por lo que las expectativas eran altas. El personaje ha gozado del éxito cinematográfico y ahora le tocaba transmutarlo al cómic, sabiendo de antemano que una serie protagonizada por el Rey de Atlantis no está destinada a ser un super ventas, la escriba quién la escriba y la dibuje quién la dibuje, aspirando a satisfacer a esa legión de seguidores silenciosos y orgullosos, que siguen las aventuras del personaje.
Con DeConnick se empieza de nuevo, cambia de rumbo y somete a Arthur a una serie de cambios que están focalizados en dotar el protagonista de un aspecto mucho más cercano al que muestra en su película, al tiempo que se somete al enésimo arco argumental en el que se mezcla al personaje con deidades, en un entorno de poderes imposibles y batallas catárticas, de las que salir regenerado y dispuesto a encarar un nuevo destino.
La escritora de Bitch Planet, le toma el pulso a la serie y por ende al personaje desde la primera viñeta. Este Arthur se muestra muy diferente al que Abnett escribía, justificado por no saber quién es, un ardid narrativo que DeConnick usa con destreza para ir desgranando la trama que involucra a Aquaman en una batalla ancestral. El ritmo narrativo, los melosos diálogos con los que construye las conversaciones, dan a este arco un tono extrañamente poético y cercano, haciendo que funcione algo que en otras ocasiones no ha sido sino una larga sucesión de páginas soporíferas en los que Aquaman se enfrentaba a un dios de nuevo cuño, despertado tras un sueño eterno en una excavación arqueológica.
DeConnick construye un escenario donde le da protagonismo al océano, al agua, a lo que siempre ha rodeado a Arthur y ha sido su medio de vida y fuente de muchos de sus problemas. Atrás quedan las intrigas de palacio, las luchas internas, las traiciones, las ansias de poder, aquí solo está Aquaman y su nuevo entorno, definiendo el futuro del personaje.
Es particularmente interesante uno de los números en los que, a través de un ente marino, Aquaman, recorre su vida en una sucesión de momentos vitales que le son ajenos, hasta que decide que es mejor recordar a no hacerlo, incluso con el dolor que ello puede conllevar. Un momento especialmente emotivo y cercano al personaje, en una entrega que lo define a la perfección en todos sus sentidos.
Hay delicadeza en el trato de DeConnick al personaje, una deliberada delicadeza, que esconde una agria crueldad ante los acontecimientos que se avecinan y que están llamados a ser el eje central del trabajo de la guionista en la colección.
Robson Rocha y Viktor Bogdanovic, son los encargados de ilustrar estos números, siendo el primero el dibujante titular y el segundo el encargado de realizar, precisamente, uno de los números más interesantes del tomo.
Rocha viene a dar estabilidad a la serie, dado que anteriormente, tras la partida de Walker, el tema del dibujo nunca a acabado de estar estabilizado. Han pasado grandes dibujantes por la colección, pero de forma errática, con Briones, Eaton, Medina, Federici, Sejic y Fiumara, entrando y saliendo de la serie en un momento u otro, por lo que el trabajo de Rocha es un plus a la hora de volver a encontrarse con Aquaman.
Su estilo llama la atención gracias a una agradable mezcla entre lo clásico y lo moderno. Si bien es cierto que hay momentos en los que lo primero pesa mucho más y su capacidad para el diseño podría ponerse en entredicho, el resultado global es satisfactorio.
El número de Bogdanovic, cuyo estilo roza la caricatura en ciertos momentos, se adapta bien a las exigencias de la historia y se le ve moderado y concentrado en plasmar lo que DeConnick le ha demandado a la hora de narrar esta historia tan relevante. Por tanto, un acierto que resulta un cambio brusco en la dinámica gráfica, pero que por ser un número autocontenido en si mismo, se tolera mucho mejor.
Una más que agradable vuelta al océano de la mano de DeConnick que abre puertas y situaciones muy interesantes que solo queda poder ver como van a ser exploradas.
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